Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Sí… Nos lo siguen diciendo una y otra vez. No producimos. Eso no significa que ni usted ni yo trabajemos. Las estadísticas no dicen eso. Hay una diferencia entre “producir” y “trabajar”. Lo segundo es lo que usted y yo hacemos; lo primero es lo que le importa a los demás. Hay una diferencia importante entre “producir” y “productividad”, que es el rendimiento real del trabajo y todos los elementos que confluyen en el resultado. Usted puede matarse a trabajar de forma improductiva, mucho esfuerzo y poco resultado. No es que sea usted un vago, como a veces se entiende (lo que no excluye que existan). Leamos lo que sigue:
Economías avanzadas como la de los Países Bajos, donde la tasa de productividad quintuplica la de España y sus habitantes trabajan casi la mitad que los ibéricos. Los nórdicos llevan ahora una vida de mediterráneos… Su jornada laboral es un 25% inferior a las 1.775 horas anuales que trabajan de media los españoles. ¿Por qué ellos se lo pueden permitir?*
Esto no es de ahora; es de hace más de un año, pero ya es intemporal. Da igual. En 2007 nos decían de la productividad:
Mientras el conjunto europeo alcanzó un incremento del 1,5% el pasado año, este país apenas logró aumentarlo en un 0,7%, y ni siquiera la Comisión Europea confía en que se alcance una tasa mínima del 1% en los próximos años.**
Y podríamos seguir. Le habrá chocado esto porque usted está convencido de que como en España no se vive en ningún sitio, está convencido de que el resto del mundo nos envidia, y bla-bla-bla… Usted creía que trabajar era lo importante. Y lo es, porque usted quiere vivir de un sueldo. Pero en el mundo en el que estamos no es suficiente, porque de lo que se trata es de obtener la máxima rentabilidad con el mínimo esfuerzo e inversión. Para que eso se produzca, el trabajo necesita, además del esfuerzo personal, etc., algo que es lo que nos está faltando. Mejoras empresariales (no despidos), mejor elección de los campos, inversión en investigación (nula por los sectores en que nos centramos) y mejoras, sobre todo, de los que deben tener la visión de conjunto.
Lo que ha hecho que nos vuelvan a bajar hace unas horas otro escalón de confianza es que seguimos sin entender eso que nos falta. Nos dicen que tenemos baja productividad y que solo aumentándola se puede salir de nuestra situación de parada técnica en la que estamos. La imagen de España que se desprende es la del tren que poco a poco se va deteniendo. Nos parece escuchar el chirrido de las ruedas… Abra su ventana y escúchelo.
Lo terrible de todo esto es que se sigue haciendo lo contrario de lo que se debe. Nuestros empresarios solo entienden que la productividad es hacer que se trabaje más, cuando nos siguen diciendo que ese no es el problema. Insistimos: el problema no es el trabajo, sino la productividad. Pero aquí no se ven más soluciones que recortes y despido. Ni uno ni otro aumentan la productividad necesariamente. Y sobre todo, son los métodos más destructivos a los que una sociedad, so pena de desintegrarse, no puede resignarse.
Los españoles trabajan mucho, pero con baja productividad, cunde poco |
Eso nos demuestra cada vez más claramente que nuestro destino económico está en muy malas manos. Y lo está porque son los políticos —los que nos representan y tienen la obligación de hacerlo bien— los que deben planificar el desarrollo. “Planificar” suena a planes quinquenales y “desarrollo” a López Rodó, pero ignorar lo que esas dos palabras significan es esconder la absoluta inoperancia teórica y práctica que ha seguido la política económica española en estos últimos tiempos. Somos los únicos idiotas que creemos que las cosas se hacen solas. Hasta Adam Smith se ríe en su tumba.
Hay que asumir un principio general, básico y sobre él empezar: una economía que tiene casi cinco millones de parados y está en las tasas mínimas de productividad es un fracaso. O se asume que esto es así, un fracaso de la política económica, de todos los agentes implicados, o no se sale. Estamos hartos de escuchar explicaciones absurdas y, sobre todo, cortinas de humo para esconder la falta absoluta de decisión y de ideas que ha presidido la política económica. España no está en crisis; España, sencillamente, está mal. Y lo está porque es incapaz de ver sus errores, de escuchar los consejos y avisos que le llegan desde todos los lugares del universo y hasta de alguna dimensión paralela.
Un país que considera la política como una forma de autoempleo y no como forma de servicio, no puede ir bien. Estamos pagando tantos años de “a mí, eso de lo política, no me interesa…” con el que una parte importante del país se ha desayunado, comido y cenado todos los días. Hasta daba un toque progre. Ese desinterés, fomentado por aquellos a los que sí les interesa la política como forma de vida —como forma de sueldo, coche y despachos, que son los atributos del político español—, ha tenido sus consecuencias en la creación de esos “partidos castas” que hoy tenemos, en los que solo discuten dónde colocar a los fieles y no quiénes son realmente las personas mejor preparadas para sacar adelante los problemas, muchos y graves, del país. Cuotas, repartos entre grupos y tendencias…, es lo único que importa, el puesto que te asignan en las listas, cerradas y bien cerradas por el bien de la causa y la promoción interna.
De nuevo, los periódicos del día decoran sus portadas con las quinielas de ministrables si gana el PP o si gana el PSOE. Las caras que vemos no son los de los más válidos, sino las de los más devotos, los fieles seguidores del líder de turno, los que sudaron con él la camiseta de su propia selección interna entre las huestes del partido. Lo peor de todo es que nadie piensa que esté mal. ¡Tanto años ahí, en la sombra o dando la cara, tanta fidelidad demostrada, no se va a quedar sin recompensa! No se aburren de verse las caras año tras años, de concejalía en concejalía, de conserjería en conserjería, de ministerio en ministerio… Siempre los mismos y, por ello, responsables absolutos todos, de esta situación de la que no tienen la culpa los políticos que de verdad nos interesan, nos apasionan en España: Obama, Merkel, Sarkozy…
¡Nos dan tanta pena! ¡Son tan entrañables! que no podemos prescindir de sus ironías, de su exabruptos, de sus frases huecas, de sus tranquilizadoras palabras cuando nos quedamos en paro, nos desahucian, nos deniegan el crédito o emigramos. A Algunos los hemos visto desde muy jovencitos ahí, son un poco hijos de todos. Hemos visto su ascenso de figurantes que aplauden tras el líder hasta llegar al ministerio. Habría que hacer una Ley de Duración de la vida política, algo que impidiera que entren con acné y salgan con canas, viendo el mundo solo desde lo alto de un escaño, pensando que el pueblo es eso que se reúne en los mítines y te aplaude.
O creamos una nueva mentalidad del servicio público y logramos que se renueve esta casta o seguirán ahí, igual de entrañables, de simpáticos, con tantos años en sus espaldas. Debemos tener cuidado y prestigiar la política y desprestigiar a los que la desprestigian con sus errores, demagogia, inoperancia y, sobre todo, la consideración de que el servir al conjunto es una profesión. Hacen falta caras nuevas, ideas nuevas. Hay que entrar en los partidos políticos para aportar algo; no para ver qué se saca.
Nos hace falta sentido real, de servicio, de la política. Y el primer servicio que se hace es retirarse y dejar espacio a otros para alcanzar las soluciones que se nos escapan. Y nos sobra protagonismo, devoción mal entendida, y la creencia en que los partidos son las únicas empresas en las que, como en los bancos de antes, entras de botones y te jubilas de presidente. Vivimos la realidad política como una serie televisiva en reposición permanente.
* “España trabaja el doble para producir la mitad, ¿por qué?” Yahoo Finanzas 9/06/2010 http://es.finance.yahoo.com/noticias/espaa-trabaja-el-doble-para-producir-la-mitad-por-qu-uno_fin-722e7e7517c4.html
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