miércoles, 5 de octubre de 2011

Ciudadanía: más allá de los partidos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Durante estas décadas de democracia española, los políticos han perdido la ocasión de educarnos y nosotros la de educarlos a ellos. Han invertido más tiempo en buscar fórmulas retóricas que no soliviantaran al personal, que en buscar soluciones reales a los problemas, que se han ido acumulando. Se ha perdido la ocasión de hacer madurar la idea de ciudadanía, algo que se echa en falta cada vez con más intensidad en una parte importante de las nuevas generaciones, que se encuentran altamente desmotivadas respecto a los destinos de la sociedad. Y no es algo exclusivo de los más jóvenes.
Cada vez es más fuerte la idea de que existe una necesidad de “ciudadanía”, de sociedad civil consciente y responsable, organizada para poder dar forma y salida a sus propias necesidades más allá de lo que son los partidos políticos. La tendencia española ha sido la de la absorción política, la sobrerrepresentación de los partidos políticos.
Los partidos políticos han ido extendiendo sus tentáculos en todas las esferas de la vida social haciéndose con la representación de los ciudadanos. De esta forma lo que se ha conseguido son dos cosas: en primer lugar convertir cualquier ámbito en espejo del reparto político más próximo y, la peor parte, hacer que los ciudadanos se desentiendan de muchos aspectos de la vida civil, que ha pasado a considerarse motivo de control partidista. La suma de estos dos elementos nos ha vaciado de responsabilidades y ha cargado a los políticos con nuestras representaciones. A ellos les interesa y a muchos les resulta muy cómodo.


Esto ha permitido a las estructuras de los partidos crecer al necesitar más personas para poder cubrir los puestos que se iban creando para reproducir los parlamentos, ayuntamientos o lo que se estimara necesario. Ha hecho un país fractal, con unas instituciones con presencia permanente, a escala, de los partidos políticos. Cualquier órgano de decisión se acaba convirtiendo en un mini parlamento.
En otros países con democracias más efectivas y eficientes, no se reduce el papel de la ciudadanía, sino que, por el contrario, se trata de fomentar. Sobre todo porque invertir en desarrollo ciudadano es ganar en responsabilidad social. Los ciudadanos consideran que el buen gobierno y funcionamiento de un país es una cuestión de todos y no de solo unos cuantos, algo muy español, ya que tendemos a desentendernos de muchas cosas si pensamos que otros ya se ocupan de ellas. Son siglos con malos gobernantes, sí, pero también con malos “ciudadanos”. Y eso se paga.
Parece que el descontento que finalmente ha estallado contra la clase política debería fomentar la participación ciudadana, algo que se invoca, pero no siempre se cumple. La creación de nuevos partidos puede ser interesante en ciertos niveles, pero, en este caso significa más de lo mismo: el fortalecimiento de los partidos en detrimento de los ciudadanos, sobre todo cuando los nuevos partidos no integran ciudadanos descontentos, sino políticos descontentos con sus propios partidos que deciden fundar otros. Nos encontramos entonces con que las castas políticas creadas durante décadas invocan una novedad que no es más que relativa, ya que son las mismas personas las que siguen al frente, esta vez con nuevos partidos. La idea debe ser justamente la contraria, más ciudadanía, con independencia de que se puedan crear otros partidos. Lo que no se debe pensar es que nuevos partidos nos sigue eximiendo de nuestras responsabilidades sociales.

Partidos y ciudadanos no son elementos contrapuestos. A lo que se deben acostumbrar los partidos es a funcionar en su ámbito y a dejar que la sociedad se articule además con otros criterios de representación. Si todos los representantes de cualquier organismo o institución tienen que tener el carné de un partido, eso solo favorece a los partidos, que gestionan así sus cuotas internas para atraer afiliación y aumentar su poder de control social. Su voracidad no tiene límites.
Por el contrario una mayor presencia ciudadana supone mejor y mayor articulación social, la participación de los profesionales en cada ámbito, de los interesados directamente, de independientes, de personas que no quieran hacer de la política una profesión sino un servicio a su comunidad aportando su interés y competencia. Así, para un organismo se podrán buscar profesionales implicados en las instituciones y no realizar esa pregunta política tan española de ¿a quién tenemos allí?



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