Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No he acabado de entenderlo. Ni antes ni ahora. Me sorprende que uno de los peores actores de la historia, Steven Seagal, vea repetidas sus malas películas una y otra vez en vuestras cadenas digitales. Hablar del “cine” de Seagal es excesivo porque sus películas son muy flojas en todos los sentidos: argumentos, dirección, interpretación y hasta en artes marciales. Son simplemente malas y sosas. Y la coleta tampoco le beneficiaba nada. Es uno de esos actores que levantan una ceja. Esta categoría, sin mencionar como tal hasta el momento, es, sin embargo, una de las grandes líneas de interpretación.
Antes de que algunos artistas le dedicaran a Rodríguez Zapatero aquel homenaje superciliar, las cejas levantadas sirvieron para caracterizar a toda una escuela interpretativa que lograba transmitir todo su genio expresivo mediante su elevación controlada. Conseguían de esa manera una economía de medios digna del más depurado arte japonés.
A la escuela del alzamiento de ceja perteneció el perfil raro de Victor Mature, que le sacó buen provecho. Tuve ocasión de ver recientemente un recital de Stewart Granger, el galán de las sienes plateadas, capaz de mostrar su escepticismo mediante el alzamiento de marras. Robert Mitchum también jugaba con ese recurso, aunque tenían bastantes más. En tiempos modernos, el rey de las cejas fue Roger Moore, actor que ejerció de guapo desde sus inicios como Simon Templar, el Santo. Los muñecos del Spitting Image británico satirizaron cruelmente sus cejas, que se movían arriba ya abajo como rasgo único de identidad. También lo hicieron, por cierto, con Leonard Nimoy, Mr. Spock, el vulcaniano de la serie Star Treck, pero con sus orejas puntiagudas, que cumplían una función equivalente a las cejas, es decir, dar salida a todo el arte que estos actores del método cartesiano llevaban dentro.
A la escuela del alzamiento de ceja perteneció el perfil raro de Victor Mature, que le sacó buen provecho. Tuve ocasión de ver recientemente un recital de Stewart Granger, el galán de las sienes plateadas, capaz de mostrar su escepticismo mediante el alzamiento de marras. Robert Mitchum también jugaba con ese recurso, aunque tenían bastantes más. En tiempos modernos, el rey de las cejas fue Roger Moore, actor que ejerció de guapo desde sus inicios como Simon Templar, el Santo. Los muñecos del Spitting Image británico satirizaron cruelmente sus cejas, que se movían arriba ya abajo como rasgo único de identidad. También lo hicieron, por cierto, con Leonard Nimoy, Mr. Spock, el vulcaniano de la serie Star Treck, pero con sus orejas puntiagudas, que cumplían una función equivalente a las cejas, es decir, dar salida a todo el arte que estos actores del método cartesiano llevaban dentro.
Se habrán dado cuenta que todos ellos fueron galanes duros y castigadores, con un toque de esos de “nena, te estoy haciendo un favor”. El recurso de la ceja iba como anillo al dedo con sus personajes. El público, que nunca se equivoca, los aclamó por su arte.
Steven Seagal, al que algunos consideran intelectual porque se pasó algún tiempo estudiando las fuentes espirituales de Oriente para poder dar golpes en Occidente, es de los de la ceja. Dicen los críticos que trató de hacer un cine con propuestas ecologistas en algún momento de su carrera, aunque como siempre salvan al mundo de algún desastre, acaban haciendo ecologismo a lo bestia.
El actor, como un nuevo Quijote impresentable, poseído por un exceso de ficción, ha decidido revivir sus momentos dorados en los que salva al mundo en general y alguna chica y a su hermano pequeño en particular, patrullando la frontera entre Texas y México. Algunos han dudado y han creído que se trataba de la promoción de una nueva producción, pero, no, nada de promoción. A Steven Seagal le han tomado juramento, le han nombrado Ayudante, le han dado un rifle con mira telescópica y lo han puesto a ‘apatrullar’, como un Fary de frontera cualquiera. Un “I walk the Line” pero con un toque “Deliverance”.
Sorprende la profunda división que se vive en los Estados Unidos. Ya lo advirtieron cuando Bush fue reelegido. El país se había dividido moralmente. Así podemos tener simultáneamente el movimiento “Ocupad Wall Street” y “Que no ocupen Texas”. Eso sí es una crisis. Ya hablábamos el otro día de Alabama versus California, los que utilizaban las escuelas para detectar “ilegales” y los que ofrecían becas a los mejores jóvenes llegados de otros lugares. Las crisis se definen precisamente por esa presencia simultánea de opciones; son indicadoras de una fractura importante en la forma de afrontar los problemas. Incluso en decidir qué es problema y qué no.
No sé si Steven levantará una ceja a los inmigrantes que atraviesen la frontera. Pero esa paranoia nacionalista de que son invadidos y deben proteger su América de la contaminación, acabará mal. Probablemente, algunos de los que sean detenidos por el nuevo vigilante hayan visto sus películas y les resulte desconcertante encontrarse con alguien así, y pensarán ¡cómo se parece a Steven Seagal este tío!, mientras él los esposa en el suelo.
Además de mal actor, no ha resultado buena persona.
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