Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El noticiario con el que nos obsequió ayer RTVE ofrecía tres reportajes curiosos. El primero era una recuperación de un viejo Informe semanal en el que se nos decía que con Franco no existía la declaración de la renta más que como una farsa y que el estado de bienestar no se puede desarrollar en las dictaduras porque no se pagan impuestos. El razonamiento se apoyaba en las explicaciones de economistas y profesores que señalaron que la moderna Hacienda española comenzó con la reforma política democrática. Eso es cierto.
Lo que sembró en mí la perplejidad es el reportaje que se nos mostró en el mismo espacio televisivo sobre cómo una prestigiosa investigadora de la Comunidad Valenciana destina el dinero de un premio que le acaban de conceder a pagar los becarios que tiene a su cargo. Nos dicen, además, que dicha investigadora hace lo mismo con las conferencias y otras actividades paralelas a su investigación.
La conclusión que saca mi cerebro, según la técnica del montaje yuxtapuesto de Sergei M. Eisentein, es que algo me he perdido por el camino que lleva de una dictatorial sociedad sin impuestos que no puede desarrollar el Estado de Bienestar y la actual sociedad democrática en la que sí se cobran impuestos pero los investigadores públicos han de pagar de su bolsillo a los becarios que les ayudan en su tarea. Miraré bien por casa, porque seguro que encuentro algo que me lo explique, porque lo sorprendente del caso es que tanto la investigadora como los demás implicados, veían con total normalidad esta situación. No sé, es cierto, si la labor de montaje tiene algo que ver con esta complacencia ante lo inevitable del mensaje conjunto: impuestos, recortes y apáñatelas como puedas.
La información en un reportaje de Al Jazeera |
Pero de todo lo que el noticiario nos mostró —y dentro de la pedagogía audiovisual implícita o explícita—, me quedo con lo mejor: el reportaje sobre el artista chino que se dedica a retratar a los corruptos y exponerlos en una galería abierta a nuevas incorporaciones. Dicho por sus propias autoridades, el mayor problema chino es la corrupción. Dentro del innegable espíritu cívico chino, la corrupción es vista como un ataque contra todos y cada uno de los integrantes del estado… ¡y son muchos!
Zhang Bingjian |
El artista se llama Zhang Bingjian y ha desarrollado un proyecto artístico consistente en retratar a los corruptos y exponerlos públicamente en su galería. Son miles los funcionarios chinos acusados de corrupción, pero eso es como decir que China es grande, una obviedad que no se le escapa a un artista chino. Los medios los han calificado como el “Hall of Fame” de la “infamia”, dado su gusto por las palabras.
Pero no se trata solo de retratar. En cualquier proyecto artístico los medios y los fines deben ir acordes. No se puede retratar la infamia de forma bella. Eso hay que reservarlo a los temas nobles. La pintura es rápida, desde fotocopias ampliadas, con materiales baratos… El artista reserva su arte para lo que vale realmente la pena. Aquí su arte es acusación y desprecio. No invierte ni en enmarcar las obras que no tienen valor individual, solo la objetivación del desprecio sobre un lienzo barato con pinturas y materiales baratos. La corrupción no merece más.
Hasta el color se ha puesto al servicio de la denuncia. La paleta cromática se ha reducido a un único color: el que rige la vida de los corruptos, el color del billete de cien yuanes. Ese es el elemento que une todos esos miles de rostros de esa galería, el rasgo con el que han querido mostrar que es el dinero lo que ha marcado su vida.
Esos cuadros deliberadamente pobres, feos, esquemáticos, resultan una experiencia estética única porque negándose a poner la belleza al servicio de la representación del mal, salvan su arte y mueven hacia el sentimiento que desean, hacia el rechazo social. En el borde del lienzo sin enmarcar, han escrito una cantidad, no la del precio del cuadro, sino la del dinero que robaron cada uno de los retratados.
Reconocer con claridad lo que es injusto, corrupto o dañino es algo que no se debe perder nunca. Los chinos retratan sus defectos sociales para mostrar su indignación. Nosotros retratamos nuestras carencias como heroicidades y mostramos tiempos pasados para sentirnos mejor. En este país de Campoamor, deberíamos tener el valor de alzar el pincel y comenzar a pintar, prescindiendo de colores, aplicando solo el color de la corrupción.
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