viernes, 5 de abril de 2024

Ignorancia

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Hace unos días comentábamos en nuestro seminario de doctorado sobre la cultura europea la idea de "ilustración" a través de la lectura del texto de Emmanuel Kant "¿Qué es la Ilustración?" resaltando la idea del autor sobre la necesidad de salir de la infancia mental protectora, el que otros decidan por ti. Este deseo, manifestaba Kant, trata de vivir en un estado liberado de las angustias del riesgo, condición indispensable del pensar autónomo que caracterizaría a la persona ilustrada. El miedo a lo nuevo, a adentrarse en nuevos parajes mentales, en situaciones en las que debemos decidir con el riesgo a equivocarnos, a fallar, a caer y a tener que levantarnos acababa siendo una negación propia y un vivir bajo el dominio de los otros, que servirían de luz para no asumir ese riesgo. La ilustración no solo es abrirse a los otros, sino abrirse a uno mismo, a sus posibilidades, al error como fuente aprendizaje. Frente a ello estaría ese dejarse llevar, no oponerse a nada.

El debate tras la lectura nos llevó por muchos caminos, los que abre el contraste con la situación presente, una situación en la que las técnicas de seducción social se han desarrollado para hacernos creer que pensamos. Son tiempos de adhesión polarizadas, tiempos en que nos acercamos alejándonos y viceversa.

Ha caído en misma manos la obra de Renata Salecl*,  "Pasión por la ignorancia. Qué elegimos no saber y por qué" (Paidós 2023) que entra de lleno en nuestra situación actual donde el panorama ha cambiado radicalmente respecto a lo que Kant suponía la aspiración humana máxima, poder pensar por uno mismo, que es lo que muestra la plenitud de la persona, su plena responsabilidad.

Nos dice Renata Salecl en su planteamiento de la obra: 

Cada época se caracteriza por su propia ignorancia particular. La manera en que las personas se relacionan con el conocimiento está muy influida por el contexto, y el hecho de que algo se considere conocimiento o no se considere como tal no solo es un constructo social, sino que también depende de cada individuo. Y, por si fuera poco, las personas suelen aceptar encantadas la ignorancia o la negación (que, como veremos más adelante, no son lo mismo) cuando más cerca están de conocer algo que les resulta insoportable en algún sentido.

La inversión del motor hacia la ignorancia implica muchas cosas en muchos ámbitos y dimensiones. Esa indicación sobre el contexto en que nos encontramos, nos marca la necesidad de entender cómo y dónde nos relacionamos. Nuestra sociedad mediática nos envuelve abriendo un mundo de pantallas que nos diversifica en el papel de espectadores. Se nos pide que miremos... y que sigamos mirando en un acto sin principio ni final, un continuum. El mundo —su representación— se muestra ante nuestros ojos de forma absorbente, fascinante; lo demás se pierde en los márgenes.

En este mundo de representaciones, la veracidad, el poder saber qué es verdadero o si solamente lo parece, pasa a ser determinante. Pero a Salecl le interesa precisamente es impulso contrario hacia la ignorancia, el agotamiento ante la decisión permanente, el vivir en el recelo continuo ante lo que se nos ofrece como verdadero.

Señala Renata Salecl:

No es extraño, pues, que, con la proliferación de las fake news, esté en alza también la desconfianza ante todas las fuentes de noticias. La indiferencia y la ignorancia en tales casos funcionan como un escudo protector para el individuo actual, que continuamente tiene que valorar qué información es fiable y cuál no. Como ha señalado William Davis al respecto, este hecho se convierte en un problema político de primer orden desde el momento en que el público se vuelve contra todas las representaciones y los «encuadres» de la realidad que ven u oyen en los medios de comunicación, convencido de que todos son igual de tendenciosos, ya que, a partir de ese momento, las personas creen, o bien que la verdad no existe, o bien que existen fuera de los canales de comunicación política normales otras formas de acceso a la verdad, más puras, sin intermediarios.

En este libro, abordaré dos temas estrechamente relacionados entre sí: el no saber (la ignorancia) y el no reconocer (ignorar).

Creo que la idea de la autora tiene calado, que representa un problema real, especialmente para los medios que tratan de mostrar aspectos del mundo que compiten con un mundo construido por apariencias, un mundo que afirma y niega con rotundidad porque sabe que es precisamente esa firmeza lo que desarma a los que las escuchan y ven.

La proliferación de las fake news es solo una parte del problema. El surgimiento intenso de los negacionismos funciona de la misma manera. Algo —cualquier cosa— vale la intensidad con que se repite y defiende. Los ejemplos van desde el negacionismo de la violencia de género hasta los terraplanistas. La base del negacionismo es precisamente su posibilidad de construir una burbuja protectora en la que ya no es necesario pensar más porque en ella se encierra la verdad.  Por eso la distinción entre "no saber" y "no querer saber" (ignorar) pasa a ser algo esencial.

Uno de los aspectos destacados en la obra es precisamente esa sensación de que no hace falta "saber", basta con poder acceder al conocimiento que nos rodea. Esto tiene especial relevancia en el mundo educativo donde se insistió mucho en el "aprender a aprender" y cuyos efectos colaterales los tenemos ahora con claridad. El énfasis en que aprendemos para trabajar y que hay que hacerlo con el mejor rendimiento (la menor inversión con el máximo beneficio) ha creado una sociedad que está desnuda sin su teléfono móvil, la gran puerta de acceso al conocimiento. Las consecuencias en la vida personal y social son enormes: vaciedad, trivialidad, instantaneidad, inseguridad, indefensión ante el engaño por incapacidad de diferenciar...


El ideal ilustrado se aleja de nosotros. Esta sociedad del conocimiento nos convierte en terminales de lo que se introduce en ellas. Nos desconecta del pasado en un mundo de "actualizaciones" de todo, incluidas las personas que, por la misma razón, pueden quedar "obsoletas", "desactualizadas".

¿Es la "ignorancia" lo contrario de la "ilustración"? Probablemente. No deja de ser sorprendente que en estos dos siglos y medio transcurridos la abundancia de información, la multiplicación de medios, etc. haya desembocado en este universo trivial en donde uno procura no tener que "pensarse", descubrirse en un caminar de aprendizaje, sino ocultarse tras algo exterior que tapa nuestras carencias y vergüenzas, ese deseo de infancia prolonga que ya sirvió de tema a los distópicos, a los denunciadores de mundos felices con diversos sucedáneos de verdad o felicidad. 

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* Tomo esta pequeña biografía de la autora:

Renata Salecl (Slovenj Gradec, Eslovenia, 1962) es filósofa, socióloga y teórica jurídica, se desempeña como investigadora en el Instituto de Criminología de la Facultad de Derecho de la Universidad de Ljubljana y es profesora en el Birkbeck College de la Universidad de Londres. Todos los años da clases en la Facultad de Derecho Benjamin N. Cardozo (Nueva York), sobre psicoanálisis y derecho, y también dicta cursos sobre neurociencia y derecho. Sus libros han sido traducidos a quince idiomas. En 2017, fue elegida como miembro de la Academia de Ciencias de Eslovenia. En español publicó los libros Perversiones del amor y del odio (Siglo XXI, 2002), Angustia (Ediciones Godot, 2018), El placer de la transgresión (Ediciones Godot, 2021), Pasión por la ignorancia: qué elegimos saber y por qué (Ediciones Godot, 2022) y La tiranía de la elección (Ediciones Godot, 2022).

fuente: https://rem.malba.org.ar/renata-salecl/

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