Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
viñeta dedicada por mi estimada Doaa Eladl al día de la Libertad de Prensa —que
se celebra hoy— nos presenta a un cavernícola arrastrando una pluma
estilográfica que va dejando un rastro de tinta roja a modo de sangre de su
presa. Como siempre, su agudeza periodística y su capacidad gráfica se unen
para darnos esa chispa reveladora que se produce ante la buena imagen, la que
nos explica en un golpe de vista una situación determinada.
La
relación entre el cavernícola, la pluma y la caza es la existente en estos
tiempos en los que la prensa y los periodistas son perseguidos, presionados y
difamados incluso en los países democráticos. Que esto ocurra en países
autoritarios entra dentro de lo normal, pues no aceptan ni la crítica ni la
realidad que no les satisfaga. El escándalo se produce cuando países
democráticos atacan a su prensa desprestigiándola y debilitando sus
fundamentos. El escándalo se produce cuando el cavernícola es Donald Trump y la
prensa la norteamericana. Se le ha reprochado en más de una ocasión desde
distintas instituciones el negativo efecto del presidente de los Estados Unidos
sobre otros dirigentes que aprovechan sus palabras y actitudes en contextos
políticos menos protegidos por el derecho, con lo que sus consecuencias son
mucho más duras que la palabrería de Trump. La prensa tiene la capacidad de
defenderse en los Estados Unidos; no ocurre lo mismo en muchos lugares.
Ayer
tratábamos aquí de la muerte de diez periodistas en Afganistán en una explosión
provocada por un terrorista suicida del Estado Islámico camuflado de cámara que
se metió entre ellos cuando cubrían la información de otro atentado. Otros días
a tras, dedicábamos un par de entradas al caso del fotoperiodista egipcio, conocido
como Shawkan, detenido en 2013 por el régimen y acusado de terrorista por estar
cubriendo con su cámara la matanza siguiente al golpe de estado egipcio. En
Afganistán, la prensa es castigada por los terroristas; en Egipto, por el
poder. Distintos cavernícolas, la misma pluma.
La
prensa se encuentra siempre en el punto de mira de la intransigencia y suele
ser una de las primeras libertades que caen. La preocupación viene hoy en día
de la facilidad con la que se restringen sus actuaciones en entornos como la propia
Unión Europea, en donde han ido prosperando gobiernos que no ven con buenos
ojos las críticas que les puedan llegar a través de los medios. Esa alergia a
la prensa se manifiesta mediante leyes que recortan sus capacidades y la
creación de barreras de cristal en unos casos de opacos ladrillos en otros.
El
tercer elemento que ataca la libertad de prensa son las noticias falsas. Como
toda libertad, debe estar al servicio de la verdad o de perseguir bienes para
todos. Una libertad contra los demás no es libertad. Y la mentira de las
noticias falsas es un arma de una guerra cuyas explosiones no se escuchan y sus
heridos no sangran, pero sus efectos son demoledores.
La
libertad de prensa e información tiene una función dentro de un complejo
sistema político que busca el máximo conocimiento para la mayor autonomía de
las personas. La prensa es hija de la Ilustración; se opone a lo revelado e
inmutable y pone al ser humano en el centro de las decisiones. El periodismo
muestra y explica, da sentido a lo que ocurre a nuestro alrededor al ofrecernos
la información necesaria para completar los huecos de nuestro conocimiento. El
ser arrojado al mundo compensa su desvalimiento ante las grandes corrientes de
los acontecimientos gracias a su
conocimiento del entorno. La prensa no es un "poder", pues no es ese
su fin; es un servicio vicario, una ampliación de nuestra necesidad de
comprender el mundo en el que estamos inmersos. Si la Ciencia nos habla de las
leyes del universo, de su composición, la prensa trata de explicarnos el
presente incompleto, resolver nuestro estado carencial en el flujo de los
acontecimientos.
Por eso
el uso de los medios de información para la intoxicación constituye un atentado
a nuestro propio estado de conocimiento. El error es admisible; la mentira no
lo es. El error es un hecho natural; la mentira es, por el contrario, la
creación de un estado de percepción anómalo, va contra su propia esencia.
Todos
los indicadores internacionales muestran un ataque continuado contra la prensa
y los periodistas. Hay regímenes que ya están caracterizados por la represión
de la información. Se les persigue a través de uno de los mecanismos más
perversos de la historia humana, la "verdad oficial". A los regímenes
autoritarios o dictatoriales les disgusta profundamente ser acusados desde el
exterior que no controlan. Para ello han tejido un sistema de defensa de una
verdad oficial, creada por ellos mismos, incuestionable y de cuyos enunciados
discrepar es un delito. La acusación es un auténtico sarcasmo: "expandir noticias
falsas".
La
arrogancia del cavernícola se hace inmensa. No desea que la pluma le describa,
que indague en sus acciones, que difunda sus defectos. Hoy hasta el diablo
tiene agente de comunicación dispuesto a hacerle la campaña mediática. El
cavernícola quiere aparecer como un gentleman.
Afortunadamente,
la prensa se ha hecho más solidaria y han surgido los movimientos de defensa
para asegurarse que los periodistas que desaparecen o son condenados al silencio
no caigan en el olvido. Campañas de defensa hacen que la opinión pública sea
consciente de quiénes son los que no quieren más verdad que la suya.
Como
contrapartida, estos tiempos exigen periodistas mejor formados, más conscientes
de la importancia de su papel social y menos narcisistas, más comprometidos. En
esta sociedad mediática es fácil llegar al éxito por el camino de la
trivialidad. La tentación es muy grande para algunos que desean situarse ante
las miradas y no ayudar a ver. Es el mal del periodismo pagado de sí mismo y
que elude los conflictos para centrarse en el espectáculo.
La
imagen de Doaa Eladl representa bien la escritura periodística mediante la pluma. Hoy esa
pluma es un micrófono, una cámara, una videocámara, un ordenador, un teléfono, etc. todas las
herramientas que se usan para convertir el mundo en texto. La pluma sangrante es la fusión retórica del periodista con las herramientas de su trabajo. Las herramientas son importantes, pero la sangre del periodismo es el periodista.
El cavernícola,
representación de toda la brutalidad que se opone a la palabra libre, gana
muchas batallas, pero cada una de sus victorias son provisionales. Lo que una
pluma no cuenta, lo cuenta otra.
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