Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Termino
de leer un artículo de Nehal ElMeligy en Egyptian Streets, titulado "America
is Grey-Blind: When I’m Here, I’m Black". Lleno de ironía, el artículo va
directo a la cuestión de la mayor fábrica de estereotipos de la historia, los
Estados Unidos. El "USA-centrismo" es una poderosa maquinaria
clasificatoria de todo el universo; es un espacio en el que se ponen etiquetas
a todos y después se exportan a través de la fábrica cultural que exporta su
cultura. Es cultura nos muestra su forma de ver el mundo, es decir, a los demás
y la forma en que debemos verlos. Puede que esto ocurra con todas las culturas,
pero lo cierto es que ninguna ha tenido el poder inmenso de la norteamericana
ni tampoco el afán clasificatorio y despectivo de la norteamericana, convertida
en "normalidad" frente al exotismo o "rareza" del resto.
Según
las temporadas, Estados Unidos puede producir una película como Los tres caballeros, mostrando la
camaradería entre las tres lenguas del continente (español, portugués e
inglés), o llamar "pozos de mierda" a los países desde los que
procede la inmigración, considerando delincuentes
a sus vecinos (México) y raritos a
los canadienses. Puede celebrar la variedad de lenguas o, como vimos hace unos
días, que un abogado llamado Aaron Schlossberg monte en cólera al escuchar
hablar en español a los dependientes y amenace con llama a Inmigración porque
"¡esto es América!". No solo ha sido despedido y señalado con el
dedo, sino que ha tenido que aguantar a los mariachis contratados por
"crowdfunding" para rondarle bajo la ventana y tener que aguantar las
"mañanitas" y demás jolgorio.
Nehal
ElMeligy es una egipcia a la que se le ocurrió ir a hacer un "master’s program
in Women’s, Gender, and Sexuality Studies" a una universidad del Medio
Oeste. Como egipcia, ElMeligy mostraba una serie de rasgos contradictorios para
el sistema clasificatorio de los norteamericanos.
I had previously lived in America and certainly
knew about its Islamophobia and ungodly preoccupation with race—a colonial,
social construct. I did not, I do not,
subscribe to America’s racial categories. I am an Egyptian, born and raised in
Cairo, Egypt. I am neither black nor white.
You want to call me an Arab? That’s fine, too. I came to America to
define myself and my life away from Egypt. However, I soon discovered that I
was not free to do that. Instead, America was slowly defining myself for me.
After all, who am I to exclude myself from racial classifications when I am in
the land of the free?*
Con una enorme ironía, Nehal ElMeligy va describiendo los problemas clasificatorios a los que
se fue enfrentando incluso en un sector que se presumía especialmente liberal,
como debería ser el profesorado de su modernísimo máster. La clasificada era
ella. Sin importarles demasiado, fue etiquetada en función de respuestas automáticas
sobre lo que el sistema consideraba que ella era y lo que podía o debía hacer.
"It
started with my hair", escribe. Por ahí empezaron a clasificarla
enviándola a una peluquería afroamericana.
Who said only black people can straighten
extremely curly hair? I was sitting there with my hair being turned into a
stiff, brown broom and trying my hardest not to cry. This was all because I
resembled a certain racial category and was advised to stick to it. Because if
I’m not white, I must be black, right? That
is the dichotomous rule that underlies American society.*
A la máquina cultural norteamericana le preocupa que todo esté en su lugar. Eso incluye a las
personas, que no son las que son, si no lo que parecen desde la perspectiva clasificatoria. Nehal ElMeligy lo padeció por su piel, por su
pelo, por su origen, que fue siempre clasificado por aproximación, sin dejar lugar
para posiciones intermedias en la que poder encajar.
La clasificación
es un acto violento. La violencia proviene precisamente de no dejar que la
persona clasificada elija las categorías en las que puede situarse, sino de
imponerlas. Quieras o no, te colocan en el punto que mejor se ajusta a los
clasificadores.
It has been an otherworldly experience to be
compartmentalized in America by being reduced to my curly hair and wheat-skin
(as we call it in Egypt). It was like being in parallel universe where I had to
abide by its illogical, rigid, and discriminatory rules that disregard the
diversity of humans lest the system broke down. I risked confusing many: white
people would marvel at my non-blackness and simultaneous ownership of Afro-like
hair; black people would be offended at my disassociation, because, after all,
I’m from Africa.
In my first year at the university, I had an
African-American professor who questioned my “Arabness.” “Why do Egyptians say
that they’re Arab or from the Middle East?” she asked me once, “Egypt is in
Africa.” I had never been asked this question, so I had to explain something
that was extremely obvious.*
Es cierto hay egipcios que pueden considerarse más africanos
o más árabes dependiendo desde ciertas ideas, pero el caso que se planteaba es
que no estaban dispuestos a "renunciar" a considerarla "africana",
lo que llevaba una serie de reacciones clasificatorias en cadena. África era
"África", una categoría llena de estereotipos que ella, obviamente,
no cumplía. No es lo mismo pensar en "África" en los Estados Unidos
que hacerlo desde "Egipto". El "África" de aquella
universidad del Medio Oeste estaba más cerca de "Raíces" que del
norte de África. Egipto es "África", debía haber incluido en su
trabajo final "feministas africanas" por más que ella hubiera
incluido a las árabes pues su trabajo tenía como objeto la ciudad de El Cairo.
Nehal
ElMeligy tuvo que ir esquivando etiquetas mediante argucias al darse cuenta que
sus progresistas profesores padecían del mismo mal de los estereotipos que los
más conservadores. Pensamos en términos políticos esta cuestión, pero es algo
más profundo y más allá de nuestras propias clasificaciones.
Hace poco recibí la fotografía de un dibujo que habían hecho
sus alumnos irlandeses a la esposa venezolana de un pariente: "Así me
ven", decía con humor. El dibujo mostraba a una mujer negra con el añadido
de toques afro. Si hablas español, ya
eres "latina" o "hispana" en los Estados Unidos, aunque
seas "española", como me contaba otra pariente.
¿Cómo es posible que una sociedad que está compuesta por
tantas fuentes distintas haya clasificado tan mal al resto del mundo y, además
se haya clasificado tan mal ella misma? La cuestión es la mezcla del racismo y
clasismo que guardan una relación importante.
Durante el siglo XIX y parte del XX, las clases pudientes
norteamericanas salían de su islote a recorrer Europa. Podemos verlo en una
literatura que va de Mark Twain y Henry James a la generación de Hemingway, que
hicieron de París su centro. La vida norteamericana era provinciana y aburrida
a sus ojos y era necesario salir a respirar
fuera. Tras el desarrollo norteamericano en el siglo XX, los Estados Unidos han
perdido esa vocación que ha llegado al paroxismo con el "America
First!" de Donald Trump, en donde el país padece un dolor de cuello de
tanto mirarse el ombligo. Esto ha desembocado en la enorme estrechez mental que
hoy percibimos y que cristalizan en el estallido de los estereotipos negativos aplicados
al mundo, que ha quedado dividido en dos grandes categorías, los
"buenos" (ellos) y los "malos" (el resto del mundo). No
sabemos si es Donald Trump el que ha creado esto o si bien —lo más probable— es
esto lo que ha encumbrado a Trump, la personificación de un mundo con un Custer
al frente de un 7º de Caballería.
Para ser justos, no es un fenómeno exclusivamente
estadounidense. Estos procedimientos son característicos de un mundo que se
abre y de unas mentes que se cierran. Todo el que sale lo percibe. Se percibe
en las extrañas peguntas que nos hacen. Hace muchos años, visitando un hogar
alemán, me preguntaron "si conocía la patata". Pude reaccionar y le
dije que no solamente la conocía, sino que ellos la conocían porque nosotros la
habíamos traído de América. Aquello frenó un poco sus manifestaciones
estereotípicas superiores frente al "pequeño español" que tenían delante.
Me preocupa que este mismo proceso se esté produciendo en
nuestro país. Lo recojo de mis estudiantes extranjeros cuando se sinceran.
Padecen igual que muchos otros los estereotipos por ser asiáticos. ¿Cuántas
veces han tenido que contestar la pregunta impertinente sobre si "comen
perro"? Me preocupa que mis estudiantes de países musulmanes tengan que
explicar que no son terroristas. En una conocida tienda de Madrid, acompañando
a una amiga, profesora de la Universidad de El Cairo, tuvimos que aguantar que el
vigilante de seguridad nos siguiera por la tienda a dos metros. Yo llevaba la
mochila de siempre y ella un precisos pañuelo en la cabeza, ni siquiera un
velo. Harto, le pregunté si había algún problema. Pero así es el mundo.
Cuando estamos dentro, clasificamos. Cuando estamos fuera,
somos clasificados. Hay problemas previos, como determinar en el adentro y el
afuera, como ocurre ahora en Cataluña, donde algunos están llevando sus
prejuicios hasta el rango de ley. Lo mismo que el abogado Schlossberg se
irritaba al escuchar hablar español, parece que a algunos les ocurre lo mismo y
se quejan de tener los "pozos de mierda" demasiado cerca. El mundo se
nos está llenado de Trump en todas las escalas.
Al abogado Schlossberg le ha costado caro su racismo. Más allá de los mariachis, está aprendiendo que sus vecinos no están de acuerdo con sus actitudes, le han rescindido el contrato de las oficinas y ahora algunos de sus clientes parecen dispuestos a separarse de él. Paga su prepotencia y su excesiva sensibilidad a escuchar cerca de él otras lenguas.
Como tenemos en mente la idea de que el mundo progresa, nos preocupamos poco de lo que
ocurre. Pero vamos a peor en muchas cosas, retrocedemos, y hay muchas situaciones
nuevas a las que no sabemos enfrentarnos. Deberíamos aprender a combatir los
estereotipos, evitar que deriven hacia los peligrosos prejuicios y se acabe
discriminando a las personas. Desgraciadamente ya está ocurriendo en muchos
lugares, incluso en aquellos en los que se debería tener mentes y puertas más
abiertas a lo nuevo, lo distinto, lo diferente.
Las universidades, a las que les gusta hablar de "internacionalización" deberían asegurarse de que reciben en condiciones a sus alumnos extranjeros. Los avances de la xenofobia populista hace que no siempre tengan la vida fácil.
Hay que mostrar actitudes más beligerantes contra el etiquetado de las personas. Se ha avanzado mucho en algunos campos, pero no tanto en otros. Lo que le ocurrió a la estudiante egipcia en los Estados Unidos es que sus profesores estaban dispuestos a luchar contra los estereotipos de género, pero no eran tan avanzados en otro tipo de etiquetados de las personas. Ocurre en muchos lugares. Y hay que luchar contra ello.
* Nehal
ElMeligy "America is Grey-Blind: When I’m Here, I’m Black" Egyptian
Streets 21/05/2018
https://egyptianstreets.com/2018/05/21/america-is-grey-blind-when-im-here-im-black/
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