martes, 29 de mayo de 2018

Líderes y seguidores en Europa


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Con el título "¿Faltan líderes en Europa?", la profesora Adela Cortina, Catedrática Emérita de la Universidad de Valencia, y una reputada experta en el amplio campo de la Ética y Filosofía Política, se pregunta sobre nuestra condición actual en lo que respecta al liderazgo. La respuesta se mueve entre la añoranza de las viejas figuras que tenían el mundo claro (de los fundadores de la Unión a los líderes españoles de la transición) y el problema definitorio "qué es un líder", «no es fácil saber qué es eso del liderazgo ni cuál es deseable». Así, entre el pasado que se aleja de nosotros engrandeciendo las figuras de los que estaban al frente y las dudas del presente, donde los que se llaman líderes nos llevan a la confusión en el mejor de los casos y al abismo en los peores, la profesora Cortina solo ve la luz clara de Angela Merkel y del presidente francés, Emmanuel Macron, que parecen ser estables, claros y capaces de llevar adelante sus proyectos.
Lo que Angela Merkel ha demostrado sobre la cancha política, está por ver que lo pueda hacer Macron, un recién llegado. Merkel sucedió a grandes líderes en la política alemana, mientras que Macron bailó sobre el cadáver político de François Hollande, con unos índices de popularidad irrisorios. Merkel ha superado todo o casi todo, con gobiernos fuertes o con "gran coalición" y, sobre todo, su liderazgo europeo ha sido claro por la propia claridad de sus políticas, que podrán gustar más o menos, pero se entendían. Y lo más de agradecer: Merkel no ha hecho política contra Europa, sino que ha sabido defender la Unión frente a los demás y frente a ella misma.
La cuestión del liderazgo en Europa tiene mucho más que ver con los niveles en los que se desarrollan. Difícilmente puede haber un liderazgo en Europa si los dirigentes nacionales usan a Europa como excusa para mostrarse "fuertes" ante sus seguidores.  España tiene un problema claro de liderazgo, mientras que países como Hungría no lo tienen, aunque sí un problema "europeo". La cuestión del liderazgo, pues, no es absoluta sino relativa, es un liderazgo hacia dónde y contra qué. Por eso no valen las 221 definiciones que, según la profesora Adela Cortina, ofrece el tratadista Rost. No se trata de qué es un líder, qué cualidades debe tener, sino de hacia dónde nos lleva.
En esto del liderazgo, a unos les compete preguntarse por el flautista, a otros por la melodía y, finalmente, por los ratones. La cuestión fundamental, a mi entender, no es quién es un líder, sino por qué es seguido. Las preguntas se deben hacer sobre el estado de los ratones en el conjunto del sistema. La profesora Cortina le dedica a los ratones los dos últimos párrafos del artículo, señalando:

[...] también es verdad que el buen liderazgo necesita buenos seguidores para poder sustanciarse, que los followers, tan apreciados en Twitter e Instagram, deben traducirse aquí en una ciudadanía lúcida, implicada en el proyecto europeo, consciente de su crucial importancia para nuestro país y para el orden mundial. Pero, por desgracia, no es así. En las campañas electorales de corte nacional las referencias a Europa son casi inexistentes, y encuestas sobre los valores de los jóvenes, como la de 2017 que recientemente publicó la Fundación SM, muestran que su interés por la política europea es muy escaso, que en el orden de las comunidades políticas se sitúa en el último lugar. No hay buenos vasallos sin buenos señores, venía a decir el misterioso texto del Cantar de mío Cid, pero en sociedades democráticas bien puede decirse que no hay buen liderazgo sin buena ciudadanía, tan protagonista de la cosa pública como los líderes.
Construir ciudadanía europea es una de las asignaturas pendientes, que requiere un verdadero Parlamento Europeo, formado a través de listas transnacionales, una opinión pública y una sociedad civil europeas, medios de comunicación más atentos al acontecer mundial que a localismos estériles y afrontar los retos comunes desde los valores compartidos, generando cohesión social. Nos jugamos demasiado en esta partida como para dejar su desarrollo en manos de líderes y ciudadanos euroescépticos y desintegradores.*


En un mundo perfecto, todo es para bien. Pero vivimos en un mundo de líderes imperfectos, mensajes defectuosos y seguidores incoherentes. Es lo que hay. La cuestión del liderazgo puede ser mesiánica, solitaria o educativa, tres vertientes diferentes que perfilan el tipo de líderes. En la primera forma, el líder es capaz de arrastrar a las masas con su carisma, con su conexión automática. En el segundo caso, al líder no le sigue nadie y muere de soledad hasta que llegan elecciones nuevas o su dimisión. El líder educativo hace pedagogía de palabra y hechos tratando de formar a sus seguidores con el ritmo adecuado para retener su puesto.
El problema del liderazgo europeo es que no existe todavía un "pueblo europeo" que siga al líder. Los líderes pueden basarse en sus campos nacionales para ser seguidos, pero en Europa no hay un liderazgo directo sobre un pueblo porque no se ha llegado a desarrollar el concepto por más que tengamos elecciones europeas, que son precisamente las de más baja participación. Estamos en Europa pero todavía no nos definimos como europeos.
Se puede ser líder europeo con un "pueblo" en contra como es el caso de Donald Tusk, elegido contra la opinión de Polonia y, pese a ello (o quizá, por ello), uno de los dirigentes más claros y entendibles por todos.


Tiene razón Adela Cortina. Hay que construir "ciudadanía europea". Es absolutamente necesario. Lo es precisamente por la falta de liderazgo. Ya no necesitamos flautistas, sino una ciudadanía responsable y comprometida con el proyecto europeo como un valor irrenunciable y no como algo que haya que poner en cuestión en cada elección local.
Es imprescindible cuando se ve con claridad que hay fuerzas —Rusia, los populismos, los USA de Trump, los nacionalismos secesionistas...— que ven en el debilitamiento y fragmentación de la Unión su futuro. La ciudadanía europea es la única forma de frenar los movimientos disgregadores.
Indudablemente, esa ciudadanía será variada y repartida por el espectro político europeísta de cada país, pero debe diferenciarse de los proyectos antieuropeos, declarados o disfrazados, que buscan la destrucción. Lo que está ocurriendo en Italia es una muestra grave, la segunda tras el Brexit —respaldado por Trump con su "¡llamadme Mr. Brexit!" y por Rusia por su apoyo a los antieuropeos del UKIP—. Ya hay en la Unión países pro-rusos, países en los que Putin logra colocar peones con los que desestabilizar la Unión y trata de conseguir una rebaja de las sanciones. La alianza que la ultraderecha y de los antisistema en Italia tenía en su pacto la rebaja de las sanciones a Rusia. ¿Es normal?


La agencia Rusia Sputnik titula "El nuevo Gobierno de Italia estudiará el levantamiento de las sanciones a Rusia" y señala:

"El nuevo Gobierno planteará levantar las sanciones contra Rusia, sabemos que nos enfrentaremos a la presión, el levantamiento de las sanciones será un proceso muy difícil, pero estamos decididos a convertirnos en el primer Gobierno europeo que tenga ese claro objetivo en su trabajo", dijo [el diputado Paolo] Grimoldi en el marco del Foro Económico de San Petersburgo.

La suspensión de las sanciones a Rusia figura como uno de los puntos del programa que aprobaron para un posible futuro Gobierno dos partidos italianos, la Liga del Norte y el Movimiento 5 Estrellas.
El texto del documento confirma que Italia planea seguir en la OTAN con EEUU como aliado principal, pero considerando que Rusia no representa una amenaza, sino que es un socio importante.**


La cuestión va quedando cada día más clara. Europa sabe a lo que se enfrenta, su propia supervivencia. Pero no es necesario invocar al lobo ruso. Europa, lo hemos dicho muchas veces, necesita apartarse de sus propias luchas domésticas y darse cuenta que la vía de esa "ciudadanía" común esta por construir, que hay que ir más allá de que la bandera de las estrellas ondee  en nuestros mástiles y presida los despachos principales de nuestras instituciones.
Hacer europeidad no es sencillo, pero, desde luego, no es imposible. Lo primero es cambiar nuestro lenguaje, empezando por los políticos y por los medios de comunicación. No hay que reflejar solo distancia y discrepancia, sino acuerdo y comunidad.
Por encima de su propia historia de conflictos, el espacio europeo lo es también de ideas y de sensibilidades artísticas, filosóficas, literarias, científicas, etc. Las ideas que surgían en una punta del continente se movían por todo el espacio prendiendo en mentes y pueblos. Las identidades son construcciones históricas, ¿por qué no la europea, esa ciudadanía reclamada?

El liderazgo es importante y un buen líder una bendición. Pero no hay líder bueno si lo que lidera es una fuerza emocional, manipulada y llevada hacia el odio o el enfrentamiento contra los demás. El liderazgo que surge con fuerza en Europa es el populista, xenófobo y racista, nacionalista. Su objetivo es la destrucción de lo que para ellos es el obstáculo a sus planes: Europa. Ya sea por la cuestión del euro (como en Italia) como por la descripción de la Unión como burocracia antidemocrática (como se hizo en Reino Unido), la soberanía (como LePen en Francia), etc. lo cierto es que Europa es el objetivo.

Necesitamos líderes didácticos más que carismáticos. Deben ser pacientes en su labor, constantes en su construcción de la idea de Europa como parte de nuestros países. Hoy, cuando países se ven atacados por el nacionalismo secesionista, por los ultranacionalistas, etc. la opción europea es la de la sensatez, por lo que debe responder a las expectativas creadas. No será fácil mantener unidad ni equilibrio en una tendencia constante a la desintegración de Europa. Se mantendrá unida por la voluntad de los ciudadanos que vean en ella una mejora sustancial.
El liderazgo es necesario para afrontar con inteligencia los retos planteados. Pero poco liderazgo puede haber si no se solucionan los problemas país a país y no existe entre ellos la solidaridad necesaria.
No sé si es conveniente para la Unión Europea que haya muchos líderes fuertes o con un par basta. Sí podemos saber que la inestabilidad en los países de la Unión no es buena pues rápidamente empiezan a crecer los riesgos, como estamos padeciendo en nuestro país, aquejado de una crisis profunda de liderazgo y de inteligencia en las instancias rectoras de unos y otros.
Necesitamos líderes claros con propuestas claras y compromisos claros. Son necesarios aquí y por toda la Unión. Hay que crear un claro perfil europeo, asumible por todos. Si no, la Unión estará condenada a la desunión. Sobre ese perfil deben aparecer los líderes que construyan sobre la verticalidad del proyecto europeo, que va de los pueblos a las instituciones de Europa. Hay que mostrar esa continuidad que nos hace confluir en un proyecto bueno para todos.
La democracia es una interacción equilibrada entre líderes y ciudadanos, los unos guían a los otros mediante ideas de todos, las que los líderes dan a los ciudadanos y las que los ciudadanos mandan a los líderes. No hay mesías. Solo hacen falta claridad, compromiso, honestidad y capacidad para argumentar. No hace falta recurrir a las 221 definiciones recogidas por el tratadista Joseph C. Rost.

* Adela Cortina "¿Faltan líderes en Europa?" El País 29/05/2015 https://elpais.com/elpais/2018/05/28/opinion/1527522028_844414.html
** "El nuevo Gobierno de Italia estudiará el levantamiento de las sanciones a Rusia" Sputnik 26/05/2018 https://mundo.sputniknews.com/europa/201805261079036952-italia-llevantamiento-sanciones-rusia-crimea-foro-economico/


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