Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El 7 de
julio, la revista Muftah, dedicada al análisis sobre Oriente Medio desde
perspectivas diferentes a los medios tradicionales más centrados en los
acontecimientos, publicó un breve artículo de Matthew DeMaio, con el título
"Arab Autocrats & Their Foreign Sponsors Are Pretending the
Arab Spring Never Happened".
El
artículo, pese a su brevedad, merece análisis desde distintas perspectivas:
July 3, 2017 marks the fourth anniversary of
the coup that brought down Egypt’s first democratically elected president,
Mohammad Morsi, and brought then-General Abdel Fattah el-Sisi to power. Since
the coup, President Sisi has been at the forefront of efforts to return the
Middle East to the pre-Arab Spring status quo. But, rather than learning
lessons from these revolts, the world is acting like they never took place.
The resurgence of Arab autocrats, and the
willingness of foreign countries to back these dictatorial strongmen, is an
example of attempts to turn the clock back on the Arab world. In addition to
Sisi, who enjoys the support of U.S. President Donald Trump, and Syrian
President Bashar al-Assad, who is backed by Iran and Russia, other autocrats in
the pre-Arab Spring mold are emerging.*
Tras repasar brevemente la situación de algunos países que
le sirven de ejemplo de cómo las demandas económicas no han sido satisfechas
dejando a los pueblos en la misma situación de miseria pero bajo un mayor
control, DeMaio concluye con un párrafo con el que trata de anticipar el
futuro:
These attempts to erase the Arab Spring will
inevitably fail. The people of the Arab world, who came out in the millions to
protest a status quo that is being reinforced now, will not let this regression
go unchallenged.*
Conforme va pasando el tiempo, la "Primavera
árabe" va acumulando exámenes de conciencia periódicos en los que trata de
comprenderse cuáles fueron los fallos
que llevaron a su fracaso final, entendiendo por esto el desarrollo de las condiciones
para la convivencia de los pueblos.
No hay democracia sin convivencia; no hay democracia son
igualdad. Los dos aspectos implican ir más allá de las elecciones, que son un
aspecto importante pero que son poco sin las actitudes de respeto.
Matthew DeMaio comienza su artículo hablando de Mohamed
Morsi y añadiendo la coletilla habitual del "primer presidente elegido
democráticamente en Egipto". Morsi es un ejemplo de poca
"vocación" democrática. En gran parte, la responsabilidad del fracaso
en Egipto se le debe a él. Por muchas maquinaciones que hubiera, Morsi se
mostró autoritario y así se comportaron muchos de sus seguidores porque no
entendían la democracia como convivencia sino como forma de acceso al poder. El
Islam Político no tiene vocación democrática. Solo usa las estrategias
adecuadas para conseguir su objetivo final, que no es otro que el estado
confesional y la eliminación de cualquiera que sea contrario.
El ejemplo más claro lo tenemos en Recep Tayyip Erdogan, el
máximo valedor de los islamistas. Ha ido eliminando los obstáculos hasta tener
la fuerza necesaria como para convertir la democracia turca en una farsa. El
problema, como siempre, es que mientras los demás tienen "ideología",
ellos siguen los mandatos de Dios. Desde esta asimetría, es imposible mantener
una democracia armónica, basada en el respeto y la convivencia. Todo un coro de
eruditos les dirá que acercarse al infiel, al ateo o al apóstata es ofender a
Dios. Ellos, como otros grupos, tienen su propia Filosofía de la Historia, con un
triunfo final del que no se puede dudar porque es una promesa de Dios.
Lo que asustó e indignó a los egipcios no es tanto lo que
hizo Morsi o sus promesas incumplidas, sino lo que vieron en la calles, en los
ministerios, en las empresas, en las escuelas... Vieron las actitudes
desafiantes de los que habían ganado y recibieron las explicaciones de cómo iba
a cambiar su vida acorde a las nuevas reglas. Eso afectaba desde los ataques a
las iglesias a la imposición de la voluntad de un político durante un vuelo de
EgyptAir decidiendo qué película podían ver o no los pasajeros.
The New York Times
publicó ayer un artículo también dedicado a la Hermandad Musulmana y a su "triste"
estado. Con el título "Decimated
Muslim Brotherhood Still Inspires Fear. Its Members Wonder Why", el
artículo intenta responder a la preocupación despertada de nuevo con la cuestión
de Qatar, en el centro del cual está la Hermandad.
Tras escuchar lamentarse a un "hermano" egipcio
exiliado en Turquía, expresando su estado poco activo y de ninguna capacidad
operativa, el artículo señala:
To its enemies, the Brotherhood is a terrorist
group that seeks to unravel the established Arab order, and not just in Egypt,
where the group was founded in 1928, but in countries like Saudi Arabia and the
Emirates, where the group has inspired similar movements.
Yet, members like Mr. Shalash, many of whom are
either in jail in Egypt or in exile in countries like Turkey, say the group is
not only democratic, but decimated and divided. They say it has little ability
to exert control over even its own members, let alone the governments of the
Middle East.
“Us sitting here,” said Mr. Shalash, in
reference to the exiled Muslim Brotherhood leadership in Turkey, “we can’t
really do anything.”
This sense of helplessness is nevertheless new.
In 2011, the Brotherhood or its offshoots seemed to be the coming force in
regional politics, having a hand in most of the uprisings that challenged the
old order in several Middle Eastern countries.**
La capacidad de queja de la Hermandad es siempre infinita. Ellos
son "demócratas" convencidos, dicen siempre, "inofensivos".
Pero la realidad suele ser otra. Cuando eran fuertes en Egipto, no dieron
ejemplo de democracia interna. La sumisión al Líder Supremo era absoluta bajo
pena de expulsión. Los enfrentamientos con los jóvenes del grupo fueron
brutales y los que mantenían una actitud discrepante fueron expulsados. Crearon
un partido y exigieron la obediencia absoluta a los miembros, negándoles la
posibilidad de votar otras opciones, teniendo que aceptar lo que la cabeza del
grupo imponía y trasladaba al partido. ¿Democracia?,
ninguna.
Como grupo internacional, los Hermanos hacen lo que más
temen los países autocráticos: interferir creándoles conflictos populares. La
llamada islamización desde abajo va creando las bases de las revueltas bajo la
obediencia. Van presionando a través de agrupaciones sociales, con las que se
van haciendo poco a poco. Sindicatos, grupos profesionales, universidades, etc.
son copados por los miembros de la Hermandad. Pronto empieza la presión con los
que no son partícipes de su ideología, a los que van marginando. Son maestros
en la manipulación social y siempre están allí donde pueden influir, ya sea
como profesores, médicos o abogados. Todo parece en paz, pero ellos avanzan. En
Egipto, Sadat les abrió de nuevo la puerta y en la primera ocasión se hicieron
con el poder. Los resultados se vieron en menos de un año al frente del
gobierno.
El destino trágico del mundo árabe es que no hay fuerza con
poder suficiente como para que prospere una democracia real, siempre se debaten
entre forma de autoritarismo. Y lo peor es que muchos ya se han acostumbrado a
esta elección del mal menor.
Señalan en The New York Times:
“The
Brotherhood provides a different kind of religious legitimacy,” said Shadi
Hamid, author of “Islamic Exceptionalism,” an exploration of political Islam in
the 21st century. “It will remain the only long-term threat of importance to
Saudi Arabia and the United Arab Emirates.”
In the short term, however, the Brotherhood
poses few practical problems for its enemies. While some of the groups it has
inspired, including Ennahda and Hamas in Gaza, retain positions of prominence,
the original Egyptian group has been crushed.**
De alguna forma, el artículo sobre el borrado de la
Primavera Árabe en Muftah y el publicado ayer en The New York Times se conectan
en la idea de que la revolución fue un "movimiento islamista". Y esto
es muy discutible, por no decir otra cosa.
Las reticencias de los Hermanos a participar en la
sublevación en Tahrir, en Egipto, es porque preferían que Mubarak siguiera a
que triunfara un movimiento revolucionario, democrático y laico (o al menos que
no hiciera de la religión un partido).
La mejor prueba que se puede aportar es la participación de
las mujeres, algo que molestó a los militares (los exámenes médicos de
virginidad) y a los islamistas que no veían qué pintaban las mujeres allí.
Hay que reivindicar, pese a lo ocurrido después, lo que
ocurrió en 18 días en los que el pueblo egipcio —de otros países— salió a la
calle a pedir "pan, justicia social, libertad". La libertad que
pedían era irrenunciable; estaba allí y no puede ser ignorada.
La revolución existió. Ha sido manipulada, robada y ahora
quieren tacharla de la Historia. No la querían ni los militares ni los reyes ni
los emires, pero tampoco los islamistas, porque temían perder la influencia
lograda en las bases sociales. Su sentido de la Historia es que prefieren que
se hunda un país antes que perder el control. Siempre estarán agazapados,
esperando la mejor ocasión.
*
"Arab Autocrats & Their Foreign Sponsors Are Pretending the Arab
Spring Never Happened" Mufath 7/07/2017
https://muftah.org/arab-autocrats-pretending-arab-spring-never-happened/#.WWtStIjyjnZ
**
"Decimated Muslim Brotherhood Still Inspires Fear. Its Members Wonder
Why" The New York Times 15/07/2017
https://www.nytimes.com/2017/07/15/world/europe/muslim-brotherhood-qatar-egypt-turkey-saudi-arabia.html
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