Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El escritor
y columnista de The Washington Post, David Ignatius ha publicado ayer un
artículo con el título "The question about Islam that has vexed the world
for a decade"*. El artículo incide en un punto clave para entender el lío
qatarí: los acuerdo internos para no "molestarse" mutuamente. El
mundo se ha sorprendido ante el rasgado de vestiduras frente al díscolo Qatar
por parte de países que no son ejemplos precisamente de libertades o de respeto
a los derechos humanos. El asunto de Qatar, como señalamos, tiene la virtud de
dejar claros cuáles son los problemas reales y las perspectivas de futuro de la
zona.
Ignatius
deja claro desde el principio cómo se debe analizar y cuál es su origen, por
encima de cualquier otro tipo de retórica empleada. Y deja claro el problema que
se le plantea a la administración Trump por haber quitado el tapón después de
haber agitado la botella:
The diplomatic machinations that have enveloped
Saudi Arabia, the United Arab Emirates and Qatar may seem like a membership
feud in a Persian Gulf club for the wealthy. But their quarrel highlights
battles that have been roiling the Middle East since the Arab Spring began
nearly seven years ago.
The boycott against Qatar announced last month
by the Saudis, Emiratis, Bahrainis and Egyptians took the Trump administration
by surprise — and triggered a mediation effort this week by Secretary of State
Rex Tillerson. He is said to view the conflict as counterproductive — damaging
all the feuding countries and helping their common rival, Iran.
Tillerson is right to see this as a fratricidal
dispute that should be resolved through negotiation. The allegation that Qatar
supports terrorism is weak, especially after it signed a memo with Tillerson on
Tuesday committing to a joint counterterrorism battle with the United States.
The demand that Qatar close Al Jazeera is outrageous; the region needs freer
media, not more censorship.
The Saudis’ and Emiratis’ basic problem is that
they find Qatar a meddlesome and untrustworthy neighbor. But by escalating the
family quarrel so radically, they have hurt themselves. The longer this battle
goes, the more damage it will do to gulf relations with Washington, stability
in the region and, perhaps most important, hopes for modernization and reform
in Saudi Arabia.*
La descripción del problema, tal como lo plantea Ignatius,
mezcla la realidad y el deseo. No es casual que todo pivote sobre Al-Jazeera.
La necesidad de medios más libres implica la
circulación de opiniones diversas y eso es precisamente lo que no están
dispuestos a tolerar. Unos porque se sienten fuertes (Arabia Saudí), otros
porque se sienten débiles, la prensa libre les abomina por principio.
Es de una obviedad absoluta que luchar contra el terror del
Estado Islámico no hace partidarios de la libertad o la democracia a sus oponentes.
Igual que se habló del "club de los dictadores" que se vino abajo por
la Primavera Árabe, no es desatinado pensar en que el club sigue aunque
expulsaran a unos cuanto socios. El drama árabe, como se ha visto en estos
años, es que no hay una salida
democrática obvia al final de las revoluciones. Donde no se ha producido
una involución, se mantiene una guerra. Los partidarios de democracias árabes
son pocos y deben escoger entre callar o marcharse; la otra posibilidad es
pudrirse en una celda o desaparecer.
La información que David Ignatius es de interés porque reúne
los datos que forman la trayectoria de pactos de no intromisión que los países
de la zona han ido elaborando para enfrentarse a los desafíos que pueden torcer
sus planes o desestabilizar su poder. Aquí siempre se pacta y lucha por el
poder, lejos de cualquier otra idea romántica:
The fuse was lit in 2013, but its roots go back
to 1996, when a branch of the ruling family the Saudis didn’t like took power
against Saudi wishes. For Saudi Arabia and the UAE, Qatar feels like a thorn in
the side, much as Cuba did for the United States for more than 50 years.
This secret history emerges in documents
published this week by CNN. The network obtained a copy of a handwritten accord
signed Nov. 23, 2013, by the ruling monarchs of Saudi Arabia, Qatar and Kuwait.
It’s basically a mutual non-interference pact, with the additional stipulation
that no signatory will destabilize Yemen or support the Muslim Brotherhood.
It’s the Muslim Brotherhood issue that has
caused the most bitterness. Qatar has argued that the Brotherhood’s involvement
in politics will defuse extremism, rather than augment it. The Obama
administration took a similar view in its outreach to the Brotherhood in Egypt
after the fall of President Hosni Mubarak in February 2011, and in its support
for President Recep Tayyip Erdogan’s government in Turkey. Both Obama policies
are now widely judged to have been failures.*
Obsérvese por las fechas que la firma del acuerdo se produce
después de la salida del poder de la Hermandad Musulmana por el
"no-coup" en Egipto. El pacto, pues, se realiza, en plena crisis
egipcia. Es de suponer que Arabia Saudí manifiesta así su apoyo al gobierno de
Egipto exigiendo que no se dé cobertura a los hermanos.
La cuestión clave —la guerra de Yemen es otra cuestión, ya
que envuelve a los iraníes— se produce con la Hermandad y en ningún sitio tiene
más importancia que en Egipto. En esa época, ya Turquía estaba acogiendo a los
dirigentes islamistas y manteniendo una política agresiva con Egipto, en lo
verbal y en lo diplomático. Erdogan no se muerde la lengua y volverá a
reaparecer apoyando a Qatar en la disputa actual, ya que le exigen cerrar una
base militar que tiene; su respuesta es que el parlamento turco amplíe el
número de tropa en Qatar.
La cuestión del "islam político" es la que está agravando
el problema, ya complicado por el Estado Islámico. El papel del "islam
político" es decisivo para todos ya que lo consideran una organización
supranacional que tiene sus propios intereses por encima de las monarquías. Es
percibido, pues, como una especie de republicanismo
islámico, cuyo origen histórico es Egipto pero que ha ido ganando protagonismo y
adhesiones frente a los dinásticos, cuya función esencial es mantenerse en el
poder y ser los "faros" de sus pueblos. La Historia de la Hermandad
en Egipto, de su origen y luchas, los conocemos. En Egipto, Nasser los utilizó
y después les declaró la guerra, El aspecto "dinástico" egipcio está
representado, obviamente, por la familia militar, que tampoco está dispuesta a
dejar el poder.
El intento de democratización egipcio se saldó con las pocas
ganas de dejar el poder los militares y la nula voluntad democrática de los
islamistas y salafistas, para quienes la democracia es solo una puerta por la
que se entra pero por la que jamás se sale. El ejemplo lo tenemos en la Turquía
de Erdogan, en donde el retroceso de las libertades es imparable, en donde las
purgas han sido brutales en todos los ámbitos, y en donde los cambios
constitucionales tienen como función perpetuar a los islamistas en el poder. Se
produce entonces el proceso de adoctrinamiento y de acoso y derribo del
laicismo, en donde ven al gran enemigo. "Laicismo" es la ciencia y la
libertad de expresión. No es casual que Erdogan haya alejado a Charles Darwin
de los libros de texto y de las aulas.
De hecho, Morsi y Erdogan han sido las mejores muestras de
lo poco fiables que pueden ser los islamistas y de cómo han conseguido el apoyo
norteamericano con sus apariencias democráticas. La islamización que realizan
pronto deja fuera a los que no entienden que la religión deba ser una
obligación, que no dicte leyes ni costumbres, y deje espacio para la vida
individual, para la libertad de creencias. Por su propia ideología, son
expansivos, por lo que rompen las fronteras políticas allí donde les interesa
introducirse comenzando la islamización por abajo y organizando su acceso al
poder si se les deja hueco.
No son demócratas. Carecen del peso de los ejércitos o del
peso de las dinastías. Su forma de acceso más fácil son las urnas, que no
promueven porque crean en la democracia, sino porque es el único camino que les
queda. Cuando llegan, lo cierran. La cuestión es la velocidad. Morsi quiso
hacerlo en una meses, Erdogan lo ha hecho en años de lento desmontar a los
otros, de sacarlos de la vida política, llevando a unos al exilio a otro a la
cárcel y controlando el aparato del estado. Como Morsi, Erdogan dio el golpe de
timón cuando tras unas elecciones, carecía de mayoría y podía ser sacado del
poder. La reacción ya la sabemos: ruptura de la tregua con los kurdos para
evitar alianzas en su contra y rápidas maniobras para cambiar la constitución.
Lo ocurrido en Egipto con los militares, hizo frenarse las pretensiones en
Túnez, que consiguió que no se redujeran las libertades que querían,
especialmente las mujeres. Pero en cualquier momento darán el zarpazo, cuando
se sientan seguros. La evolución hacia una democracia en la que puedan convivir
con respeto mutuo diferentes visiones es muy compleja. Solo puede partir de una
evolución social que tiende a ser rechazada bajo todo tipo de amenazas, de la
apostasía a los reformistas al atentado contra quienes no les gusta. El ejemplo
de la condena egipcia y turca de la "mezquita liberal" en Alemania,
donde oran mujeres y hombres conjuntamente es un ejemplo de los que se llaman
"moderados" solo por contraposición a los más radicales. Nadie quiere
renunciar al control social; nadie quiere renunciar al poder religioso, de
forma directa o indirecta.
El párrafo final del artículo de David Ignatius centra la
cuestión:
The Qatar quarrel may seem like a tempest in an
Arabian teapot. But at its heart is the question that has vexed the world for a
decade: Is there a role for political Islam in the modern world? Qatar says
yes. The UAE counters that Islamist agitators are the enemy of tolerance and
modernity. It falls to Tillerson to see whether there’s a middle ground.*
Quizá la pregunta que se hace David Ignatius es demasiado
"norteamericana". Quizá la cuestión es si realmente el islam político
es democrático. ¿O es que da por supuesto que Arabia Saudí pertenece al
"modern world", que la situación de los demás países se puede
calificar de "moderna" en cualquier sentido? Todos ellos representan
retrocesos en un sentido u otro. La diferencia política en cada caso supone
preguntarse hasta dónde quieren retroceder. Algunos quieren retroceder hasta
vivir como el Profeta otro se conforman con hacerlo como antes de 2011.
El artículo de David Ignatius tiene unas fuertes críticas a
la administración norteamericana por haber apoyado al islam político. Los
resultados los sabemos, pero no se puede ignorar que en Egipto coparon el
parlamento con un 75% de los escaños entre Hermanos y salafistas. Cuando
llegaron, se cargaron la posibilidad de una democracia. Más allá de los manejos
en la sombra y zancadillas, no hay dudas de su poca voluntad democrática. Lo
han pagado con creces los demócratas egipcios, los verdaderos reformistas, etc.
que fueron ignorados. Estos han sido siempre vistos como enemigos por militares
y religiosos porque cuestionan su poder.
Rex Tillerson, en medio del lío desencadenado por Trump, ha firmado un acuerdo con Qatar para tratar de frenar la crisis producida. Qatar se compromete a atacar al terrorismo, pero todo nos remitirá —como siempre— a una cuestión semántica. No todos consideran terroristas a los mismos. Hay terroristas aceptados por todos y después están aquellos que se acogen por unos y por otros para usarlos como presión en sus disputas regionales. Es ahí donde está la disputa, no en otra cosa.
No creo que lo que ocurre ahora sea solo cuestión de una
década. Hay que encontrar mucho más atrás explicaciones a estos conflictos. No
es fácil muchos veces distinguir causas y efectos, máxime si los efectos se
acaban convirtiendo en nuevas causas. La guerra contra el Estado Islámico no
tiene perspectivas de traer más libertades, sino reforzar precisamente la
represión por parte aquellos que no quieren que sus gobiernos sean
cuestionados. Cualquier ilusión de que una "victoria" militar en
Siria va a traer paz a la zona es una bonita ilusión. "Estabilidad",
como algunos lo llaman, no significa lo mismo. "Garantizar los intereses" es otra forma más cercana a la realidad. Es sencillo y hasta los dictadores lo saben emplear para garantizarse que no habrá interferencias. La palabra misma daría para largos tratados.
Me hago hoy la misma pregunta que me hice al inicio de este
blog, nacido hace seis años, con los levantamientos populares pidiendo pan, justicia, democracia,
Facebook y Twitter: ¿quién teme a las
democracias árabes? O
quizá, pasado el tiempo, ¿las quiere alguien? Es
importante saber quién.
* "The
question about Islam that has vexed the world for a decade" The Washington Post Post 13/07/2017
https://www.washingtonpost.com/opinions/global-opinions/the-question-about-islam-that-has-vexed-the-world-for-a-decade/2017/07/13/df7c9ede-67e9-11e7-8eb5-cbccc2e7bfbf_story.html
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