Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
tesis de que a Donald Trump se le ha elegido para insultar a la prensa prospera
ante otro tipo de defensa posible. Sorprendentemente, lo que se está aplicando
es una variación personalizada del excepcionalismo,
doctrina que algunos sostienen para los Estados Unidos explicando su
comportamiento único.
Desde
luego, Trump es excepcional.
Afortunadamente lo es, pues espero que no haya otro parecido. La línea ha sido
marcada por el propio Trump con sus polémicos tuits. Él es único.
¿Esperaba alguien menos?
El
otro día ya avanzábamos el papel de los "Trump supporters", ese ejército
en la primera línea. Para evitar el desgaste y descrédito republicanos —o
simplemente las náuseas—, han surgido estos impasibles defensores que señalan que
a Trump se le eligió precisamente por este tipo de actuaciones insultantes y
agresivas, impropias de un presidente. El argumento consiste entonces en hacer
ver que todos los presidentes anteriores incumplieron su misión insultante
contra la prensa. Él, en cambio, es un "luchador", no un
"político".
Tras los insultos a los presentadores de "Mornig
Joe", que levantaron la polémica, Trump continúa con la táctica de no
dejar reposar las aguas turbias. Antes de que le contesten ya ha ideado otra
maldad.
Esta ha sido un vídeo trucado en el que la metáfora del
"luchador" se hace realidad recogiendo un episodio folclórico
promocional en la que participaba en un trucado encuentro de
"wrestling". Trump se lanza a golpear a una persona cuya cabeza ha
sido sustituida por un logotipo de la CNN. Es el fin de los insultos verbales y
el comienzo de los visuales, satisfaciendo el ansia de violencia que él mismo
genera contra los medios.
La CNN señala:
Sunday marked another escalation in Trump's
ongoing war against the news media -- and against CNN in particular.
Trump, a frequent CNN viewer, regularly lashes
out at the network's coverage.
Some of his fans laughed at the video. Others
rolled their eyes. But it was taken seriously by members of the media, some of
whom have faced threats for their reporting.
Some Twitter users flagged the tweet and
reported it to the social networking company, saying it violated the company's
terms of service prohibiting "hateful conduct." But Twitter said it
determined that the tweet is not a violation.
In a statement, CNN called it a "sad day
when the President of the United States encourages violence against
reporters."
The statement brought up the fact that Trump's
deputy press secretary Sarah Huckabee Sanders said just a few days ago that
"the president in no way form or fashion has ever promoted or encouraged
violence. If anything, quite the contrary."*
El papel de Sarah Huckabee Sanders es cada vez más
insostenible, como el de todos los que han de dar la cara ante sus compañeros
de los medios defendiendo los insultos del presidente de los Estados Unidos.
Es insólito que se llegue a pedir la retirada del tuit de un
presidente por conducta que pueda mostrar e incitar al odio. Pero no es
insólito si lo consideramos una conducta propia de Trump, que lo ha hecho de
muchas maneras.
Ya en la Casa Blanca, sus máximos enemigos son aquellos que
se le oponen o critican. La prensa es el objetivo perfecto para mantener su
imagen "luchadora". Señala la cadena norteamericana:
"It's not just anti-CNN. It's anti-freedom
of the press," CNN political analyst Carl Bernstein said on "Reliable
Sources" on Sunday. "It's very disturbing. There's nothing
lighthearted about it whatsoever."
CNN, The New York Times, The Washington Post
have been some of the president's recent targets.
On Saturday Trump tweeted that he wants to
rebrand "Fake News CNN" as "Fraud News CNN."
Sunday's video reiterated that message with a
Photoshopped "FNN" logo.*
La lucha emprendida contra los medios norteamericanos
(aunque también criticó a la BBC en su momento) no creo que tenga precedentes.
No parece haber un caso similar por más que algunos citen (incluido el propio
Trump) los enfrentamientos presidenciales con la prensa. Esto no es un
"ataque"; es una guerra larga, intensa y de la que no se atisba el final.
El presidente sigue manteniendo —junto con quienes lo
repiten— que él es genuino, un presidente luchador, que se le ha votado por ser
así y que cambiar sería traicionar a su electorado.
Para reforzar esta teoría, tras cada trastada Trump se da un
baño de multitudes en algún rincón escogido. Allí reproduce ante sus seguidores
los insultos, que son aplaudidos. La escenificación es la de una especie de juicio en el que el pueblo, como jurado en la disputa, habla. Los asistentes se ríen,
aplauden, se mofan directamente para alegría del presidente de los Estados
Unidos.
Trump ha convertido la Casa Blanca y la presidencia en lo
que ha sido su vida, un circo. La prensa le da la ocasión de hacer lo que sabe,
lo que ha hecho siempre: interpretar el papel de ese trucado luchador sobre el
ring o en el suelo golpeando con saña a otros. Es ahí donde vive con intensidad
su papel.
El problema es el deterioro que supone para la presidencia y
los efectos de los ataques a la prensa. Señalan en The New York Times:
Cartoonish in quality, the video is an
unorthodox way for a sitting president to express himself. But Mr. Trump has
ratcheted up his attacks on the news media in recent days — assailing CNN and
crudely insulting the hosts of MSNBC’s “Morning Joe” — while defending his use
of social media as “modern day presidential.”
In a speech on Saturday at a faith rally in
Washington, Mr. Trump was met with cheers when he referred to CNN as “garbage
journalism” and said: “The fake media tried to stop us from going to the White
House. But I’m president, and they’re not.”
The wrestling video, which was also posted to
the official @POTUS Twitter account, stirred criticism, disbelief and
dumbfoundedness. Some journalists denounced its portrayal of violence as
dangerous, saying it could incite attacks or threats against news media
employees.
“I think it is unseemly that the president would
attack journalists for doing their jobs, and encourage such anger at the
media,” said Dean Baquet, the executive editor of The New York Times.
The administration did not respond to a request
for comment. Mr. Trump’s homeland security adviser, Thomas Bossert, defended
the video when he viewed it for the first time during a broadcast interview
with Martha Raddatz of ABC News. “No one would perceive that as a threat,” Mr.
Bossert said. “I
hope they don’t.”
“He’s a genuine president expressing himself
genuinely,” Mr. Bossert added.*
La idea de que es este comportamiento es el genuino encubre
la triste realidad: Trump no puede mantener otro. Eso es lo preocupante, que
nunca podrá ir más allá de lo que hace porque su única capacidad es la de
atacar y destruir lo existente. Es el centro de su campaña anti-Obama, la que
ha elegido. Su personalidad le impide aceptar lo que otros hayan hecho y
excluye la continuidad de las políticas. Solo cabe la ruptura, que le hace
sentirse poderoso.
El presidente "genuino" es una pesadilla y una
vergüenza para aquellos que consideran que la presidencia es un espacio para la
dignidad, una continuidad con otros presidentes del pasado que merecen respeto,
un país que merece respeto. Pero Trump no entiende eso, no sabe lo que es el
respeto a las instituciones o porqué los presidentes anteriores se pueden
reunir aunque hayan sido de partidos diferentes.
Un retrato del presidente, titulado "Cruella de
Trump", realizado por Maureen Dowd hace dos días para el Sunday Review de
The New York Times, defiende que el "sexismo" no es la parte esencial
del carácter del presidente, sino la crueldad, que aplica por igual a todos. Escribe Maureen Dow:
The 71-year-old president’s pathological
inability to let go of slights; his strongman reflex to be the aggressor and
bite back like a cornered animal, without regard for societal norms; his lack
of self-awareness about the power he commands and the proportionality of his
responses; his grotesque hunger for flattery and taste for Tony Soprano
tactics; his Pravda partnership with David Pecker, the head honcho at The
National Enquirer, which has been giving Trump the Il Duce treatment while
sliming his political opponents, the “Morning Joe” anchors and Megyn Kelly —
these are all matters that should alarm men and women equally.
Trump has moved his shallow kiddie wading pool
of gossip and ridicule from Trump Tower to the White House, where it is so
outlandishly out of place that it often feels like we have a Page Six reporter
as our president.
Trump is isolated in the White House, out of
his milieu, unable to shape the story, forced to interact with people he
doesn’t own. Even the staffers folding his clothes aren’t on his payroll.*
El retrato es brutal y realista. Se ha ido componiendo con
las pinceladas que el propio Trump ha ido dando en cada uno de los larguísimos
días que han compuesto su estancia en la Casa Blanca, efectivamente, un lugar
incómodo para él, como todo aquello que le suponga una limitación.
El video distribuido por Twitter no es solo un ataque a la CNN y a la prensa. Es una fantasía. Muestra cómo vive el mundo Trump. Es el teatral luchador que se hace odiar y amara en un combate trucado. Sigue llevando a la gente a su terreno, el único posible una vez que ha abandonado la seguridad de la Torre Trump, los programas con guionistas. El sigue representando el papel del luchador.
El texto de Doreen Dowd se cierra con una crítica a cómo se
han intoxicado a los medios desde la propia Casa Blanca: "...you can never
be sure of anything that comes out of this White House. Except the cruelty."
Es lo único en lo que el presidente es genuino.
*
"Trump punches CNN in a juvenile tweet" CNN 2/07/2017
http://money.cnn.com/2017/07/02/media/president-trump-cnn-video/index.html
**
"Trump Tweets a Video of Him Wrestling ‘CNN’ to the Ground" The New
York Times 2/07/2017 https://www.nytimes.com/2017/07/02/business/media/trump-wrestling-video-cnn-twitter.html
***
"Cruella de Trump" The New York Times 1/07/2017
https://www.nytimes.com/2017/07/01/opinion/sunday/donald-trump-cruelty-dowd.html
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