Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
"El
abismo entre novedad literaria y calidad"*. Así titula el diario El País
una recolección de respuestas a Harold Bloom. La "polémica" venía
servida por una entrevista anterior realizada al crítico y aparecida el día
antes en el periódico. El párrafo sobre el que gira la "espontánea"
polémica es el que cerraba la entrevista y es el siguiente:
Sobre el estado de la literatura dice: “No me
parece que en la literatura contemporánea, ya sea en inglés, en Estados Unidos,
en español, catalán, francés, italiano, en las lenguas eslavas, haya nada
radicalmente nuevo. No hay grandes poetas como Paul Valéry, Georg Trakl,
Giuseppe Ungaretti y mi predilecto entre los españoles, Luis Cernuda, o
novelistas como Marcel Proust, James Joyce, Franz Kafka y Beckett, el último de
la gran estirpe. Borges era fascinante, pero no un creador”. ¿Y qué piensa de
la obra de Bolaño, con el que mantuvo correspondencia? “Hay algo ahí, ya
veremos. Tuvimos nuestras diferencias, aunque dijo que ejercí influencia sobre
él. Algunos de los poetas sudamericanos son muy vigorosos, ése que es incluso
mayor que yo, Nicanor Parra. Y Vallejo es un poeta notable. Y, por supuesto,
Octavio Paz, un escritor muy vigoroso tanto en prosa como en verso, y un amigo
muy querido”.**
¿Y...?
Releo la entrevista y vuelvo a mirar el párrafo en cuestión y sigo sin
encontrar el problema. El problema,
creo, es que se encuentre un problema en estas afirmaciones. En segundo lugar,
también creo, es el tipo de respuesta de algunos de los entrevistados, a veces
sorprendente sobre lo dicho por Bloom, al que el artículo encuesta califica
como "el gran crítico literario de referencia de las últimas décadas"**.
Seguramente a Bloom le hará gracia verse definido como crítico de esta manera.
El
planteamiento que se da al nuevo artículo es como sigue:
Un total de 23 actores del mundo del libro se
lanzan a afrontar el diálogo provocado por la rotunda declaración de Harold
Bloom. Y los hay, unos pocos, que están de acuerdo con la opinión del crítico
estadounidense. La palabra clave de la frase es “radicalmente”. Hay autores y
libros interesantes en este periodo entre siglos pero consideran que ninguno
marcará un punto de inflexión en la historia de la literatura.
A aquellos que no comparten la opinión de
Bloom, que son la mayoría, se les ha sugerido que señalen algunas de las rutas
notables de la creación literaria actual.**
Se
insiste en que la cuestión se centra en el "radicalmente", pero eso
solo es relativamente cierto porque el eje se centra en la "novedad",
que es la exigencia que desde que el concepto de "genio" y el consiguiente
de "originalidad" entran en liza. Lo "nuevo", la
"novedad" no siempre ha sido un "valor", pues de valores
estamos hablando. Tanto de valores críticos como de valores culturales. Bloom
no es un crítico de "referencia"; es una reacción histórica
contundente al estado de la crítica literaria en su momento y contra la que se
definió acusándola de "relativista" e incapaz de fijar un
"canon". Que el contestatario Bloom, el señor enfadado, parezca como
crítico de referencia no es más que una pérdida de perspectiva en el devenir de
la crítica, especialmente, en el terreno académico norteamericano.
Muchos
de los que leyeron a Bloom como autor del "canon occidental" no
recuerdan que Bloom lo hizo como respuesta a la disolución de valores
ordenadores del sistema literario. Las polémicas con Bloom se saltan el paso de
que es Bloom el que se enfrentó a la crítica relativista, que pasó a ser la
"referencia" en el mundo académico norteamericano. Lo que le
preocupaba es la dispersión de lo que para él era el núcleo de la cultura
literaria de Occidente en favor de otras formas cuyos intereses estaban más
cerca del comercio y de los territorios académicos propios, es decir, las
parcelas que cada uno cultiva y que tiende a valorar excesivamente. Bloom
empezó a ser polémico y contundente con su entorno académico, cuando sus
colegas confirmaban que el canon era "imperialista",
"elitista", "machista", etc. y que había que desmontarlo
desde nuevas perspectivas. Nunca se ha visto tan combativo a Bloom como cuando
se refiere a las preferencias dispersas
de sus colegas.
El
propio Bloom lo deja claro en su entrevista:
Desde esa atalaya ha levantado una fortaleza
en torno a El canon occidental, una
de sus obras más influyentes, contra los usurpadores de la primacía estética:
críticos marxistas, feministas, historicistas de nuevo cuño, todo aquel que lea
un poema como documento social o mezcle política o ideología con la literatura.
Denomina “escuela del resentimiento” a esta lectura tendenciosa, y a sus
practicantes, pues sostiene que la lectura “cuidadosa y escrupulosa,
desinteresada” es un arte que agoniza.**
Volver
a construir una polémica porque Bloom diga que no hay nada radicalmente nuevo en lo que ve, me parece de una gran
artificialidad. No se trata de eso. Se trata del funcionamiento del sistema de
la literatura en su conjunto.
Bloom
no es el crítico de referencia. No
puede serlo porque es precisamente un solitario cascarrabias que se negó a
navegar las corrientes que le tocaron en su tiempo. Pero sí es el crítico más
famoso precisamente por cascarrabias y ser poco entendido. Su defensa del canon
entra en contradicción diaria con muchos otros críticos y teóricos que
consideran que no es posible un canon porque no es posible un modelo de belleza
al margen de las consideraciones culturales en el que se da o, sencillamente,
los que consideran que la belleza está en
las ventas.
No sé
si nuestros tiempos son canónicos; probablemente todo tiempo lo sea. Pero mucho
me temo que lo son por unos valores diferentes a los que Bloom considera adecuados.
*
"El abismo entre novedad literaria y calidad" El País 10/12/2014
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/09/actualidad/1418156781_961396.html
**
"“Todos los días recibo correos con el mismo lamento: ‘Leemos
basura”" El País 9/12/2014
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/08/actualidad/1418055903_266402.html
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