Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
"[...]
The humor did not travel well"* escribía ayer Flemming Rose en un artículo
publicado por The New York Times. Lo decía evidentemente en referencia
al caso de la película norteamericana de Sony, La entrevista, que se ha quedado en el cuarto oscuro ante el
ciberataque y las amenazas que, según las autoridades norteamericanas, provenían
de Corea del Norte. La afirmación de Rose es absolutamente cierta. En efecto,
el humor no viaja bien. A veces lo hace en primera y otras en incómoda tercera,
aunque ya no exista.
Mientras nos movemos en nuestros repertorios locales del
humor, la cosa funciona. Pero cuando usamos a los demás como material para
nuestra risa y carcajada (o cuando los demás lo hacen con nosotros), la
cuestión varía bastante. Esto es una novedad histórica porque habitualmente no
ocurría así, no porque no fuera cierto el principio, sino porque el mundo era
más grande y las comunicaciones mucho más restringidas.
El siglo XIX está lleno de sátiras crueles y
representaciones infames de personajes y países y de lo que ocurría por otras
tierras. No es que no les importara entonces, sino que no se enteraban de ello.
Los viajes eran menos frecuentes y tan largos que si te enfadabas, se te
olvidaba el motivo del enfado cuando llegabas a tu país a contarlo. Los medios
de comunicación eran locales y difícilmente te enterabas de lo que se publicaba
fuera si no era porque otro periódico lo contaba o los embajadores mandaban
noticia a sus ministerios.
Lo normal era ridiculizar a los demás, convertirlos
en estereotipos y caricaturas que todo el mundo daba por buenas, porque el
mundo era lo que veíamos a nuestro alrededor y poco más. Te peleabas generalmente
con los países vecinos y estos se peleaban contigo. Ir más lejos requería un
gran esfuerzo. Es la aparición de la prensa la que deslocaliza el humor al
informarnos de otros mundos con más asiduidad. A más información, más chistes a
costa del otro.
Creo que esto no admite demasiadas dudas. Puede que el humor
no viaje bien, pero no deja de hacerlo, que es la cuestión principal. El mundo
está tan conectado que hasta los herméticos coreanos del norte, por muy
aislados que estén, se enteran de que en Estados Unidos han realizado una
película que se ríe con su idolatrado líder sexy.
Nosotros nos reímos de
lo divino y de lo humano, decimos, algo que tampoco es un principio
universal sino algo que se consigue después de muchos siglos protestando porque
se mande a la gente a la hoguera o se le meta en mazmorras. La seriedad es la
marca del poder, como el carnaval era la del pueblo que tenía que aguantarlo.
Pero el que muchos se rían de todo no significa que todo el mundo se ría con lo
mismo, no que les haga gracia que nos riamos de ellos. Sencillamente, la ley
nos permite hacerlo hasta ciertos límites en determinados sitios. Hay ciertos
temas que eran frecuentes hasta no hace mucho y que hoy han quedado excluidos
del repertorio o son denunciados por la mayoría. Recuérdese el reciente caso
del "humorista" antisemita en Francia. Sí, hay ciertos límites. Ya
sea por motivos legales o morales, no todos nos reímos o hacemos bromas con lo
mismo.
Se queja Flemming Rose en su artículo del proceso de
autocensura constante en que se encuentra Occidente frente a las críticas con
el humor al islam y que se inició con las famosas "caricaturas de
Mahoma", una prueba de fuego para la libertad de expresión. El caso de la
autocensura de Sony es un poco más complicado porque no implica cuestiones
religiosas sino un hipotético peligro para los que puedan asistir que causara miedo
a exhibidores y espectadores. Eso es lo que buscaban los autores del
ciberataque.
En los países árabes, sí se han reído de sus dictadores (con
alto riesgo), pero no se reían de otras cosas. Más allá del tema religioso, la
nueva generación de humoristas ha introducido temas que afectan a las
mentalidades y se han permitido criticar al patriarcado, que es como decir, a la
tradición. El hecho de que haya ahora mujeres haciendo humor, como la caricaturista egipcia Doaa Eladl, ha significado una
nueva mirada sobre lo que implica reírse y quién se convierte en objeto de
risa. Se pueden defender los derechos de las mujeres y apuntar a los culpables de
sus ataques a través del humor, sí. El humor gráfico sí ha podido viajar bien
hacia el exterior, donde ha recibido constantes premios. Pero por lo mismo que
se le premia fuera, se la ataca dentro. Lo importante es que su humorismo
representa una evolución de la propia sociedad y que tiene fuerte respaldos en
la nueva generación que se identifica con valores más universales. El humor
viaja mejor cuando se universaliza y eso implica compartir valores, positivos y
negativos. El humor se ha "globalizado", pero no se ha universalizado. Llega a todas partes, pero no se entiende en muchas. De ahí vienen muchos de los enfrentamientos. Otros son de simple censura, como siempre han existido, aunque no está censura a distancia.
Me imagino que la risa es un mecanismo universal, algo que
le viene bien a nuestro organismo, según nos repiten los expertos en salud.
Pero el humor es otra cosa; es pura cultura y, por ello, pleno contexto y
tradición. La risa puede ser saludable para el organismo, pero te puede llevar
a la cárcel o al paredón, según el humor y el contexto. Nos reímos o no con ciertas
cosas según las condiciones culturales, perfectamente reglamentadas en cada
cultura. Cuando decimos que el humor es transgresor, generalizamos demasiado. Tiene
sus propios límites culturales, que pueden diferir en ciertos casos.
La cuestión en el caso coreano es que se trata de una sátira
política sobre un país donde las sátiras se practican con la ley del embudo. Es
una dictadura que idolatra —literalmente— a sus dictadores y que proscribe
cualquier representación no controlada por los medios del estado, que para eso
están. Son aparatos de propaganda y lo que se propaga es la imagen del líder
perfecto.
Probablemente, como podemos apreciar en las fotos, el
dictador norcoreano es uno de los dirigentes más sonrientes del mundo. Las
dictaduras suelen representar a sus estrellas
sonrientes. Pero no es una sonrisa de humor, sino de "felicidad", que
es la que encarnan y proclaman. Los norcoreanos tienen tal lavado de cerebro
que no tienen ojos más que para su líder y es necesario que este les sonría, no
que rían de él. Su risa es un signo de que todo sigue bien y pueden confiar en
que seguirá así. En Occidente, nuestros líderes alternan sonrisas y caras de
preocupación, pero eso es porque deben ser elegidos. Si fueran dictadores
también sonreirían.
Las protestas se vuelven ahora contra Sony, a la que se
acusa de haber cedido. Es fácil decirlo cuando no se tiene esa responsabilidad.
El asunto es complejo y si es cierto que no se debe ceder ante el chantaje de
un personajillo como el dictador norcoreano y su régimen, también lo es que hay
que tener cuidado.
El humor no viaja bien, es cierto. Se hace para consumo de públicos locales que han recibido un entrenamiento en los límites de lo posible humorístico, que son diferentes según países y culturas. En
ocasiones los límites son culturales; en ocasiones, políticos. La risa de las
dictaduras, como decíamos, es una risa impostada, falsa, porque la gente no
tiene mucho de qué reírse, aunque se les entrena en ello. No es fácil encontrar humoristas universales; tendrían que descontextualizarse tanto que difícilmente harían gracia a alguien. Podemos acercarnos al humor de otros, es cierto, pero debemos hacer esfuerzos. Tampoco está mal cambiar de perspectiva y tratar de vernos a nosotros mismos en los chistes ajenos. No suele funcionar, pero es lo que le pedimos a los demás que hagan.
Lo criticable de este caso no es que no tengan sentido del
humor, ¡allá ellos! Lo criticable es que no lo puedan tener los demás, aunque
sea a su costa. Ellos no quieren ver la película ni que los demás la vea, No la ven como una cuestión de humor o no, que es como la vemos nosotros, sino como una alternativa al misil o al desembarco. Es una ataque a su líder sexy y quien ataca a su líder ataca al país. Es falta se sentido del humor megalómana.
Intentar vender la película a los norcoreanos sería una muestra
de sentido del humor; los pobres no tienen ni la posibilidad de cruzar a Perpiñán
a ver una versión semiclandestina.
El problema con Corea del Norte es que no sabes si te están hablando en broma o en serio.
Si te dicen que como estrenes te
mandan un misil nuclear, te quedas con la duda. Ese es el problema. Esta vez no
ha sido por conducto oficial, pero lo han hecho por lo bajini, disfrazados de ciberpiratas.
Por lo pronto, la IMDB le ha puesto un 10 a la película sin estrenar, lo que debe ser entendido como una cuestión de principios. Lo que parece asegurado es que si se llega a estrenar La entrevista, se convertirá en un film taquillero
por principios. El presidente Obama irá al cine a tomar palomitas con sus hijas
y Michelle, y será el primero que se estrene en Corea del Norte, si algún día
llega a caer la dictadura. Entonces los norcoreanos irán al cine a ver aquella
vieja película en la que se satirizaba a un antepasado de su último dictador.
*
"Sony Caved to Terror. No One Else Should" The New York Times
19/12/2014 http://www.nytimes.com/2014/12/20/opinion/sony-caved-to-terror-no-one-else-should.html
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