Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Poco
después del estreno "Figuras ocultas" (Hidden Figures, Theodore Melfi 2016) tenemos entre nosotros el
libro del que salió la película, la obra del mismo título escrita por Margot
Lee Shetterley*, publicada por Harper Collins Ibérica (traducción de Carlos
Ramos Malave).
Muchos
pensarían al verla que el origen de la película era una novela. Las fotografías
finales nos confirmaban que aquellos personajes habían sido personas, que
habían vivido aquellos y otros muchos acontecimientos.
Lo que
nos encontramos en la obra es un magnífico estudio sobre la historia de las
mujeres negras y de su lucha por la educación y por poder desarrollar sin
limitaciones en su vida esos conocimientos adquiridos con esfuerzo.
No es
fácil trabajar en el campo de la Historia y no es fácil escribir
"historia". El discurso histórico ha sido sometido a diversas
reconsideraciones y críticas en la medida en que supone el uso de determinados
mecanismos retóricos y narrativos, lógicos, incluso, que determinan su
construcción. Se dice que la historia la escriben los vencedores, cuando se
habla de guerras. Pero hay muchos conflictos
que no tienen el estatus de guerra aunque, de hecho lo sea. El conflicto racial
es uno y el femenino otro.
"Figuras
ocultas", en este sentido, es un libro tremendamente actual, aunque su
momento sea un período que va de los años 40 a la década de los 60. Es un período
clave porque cubre el desarrollo del movimiento de los derechos civiles, algo
que está de nuevo hoy sobre la mesa, sobre las calles y en nuevos artículos y
obras.
Escribe
la autora al final de su libro, en el apartado de los agradecimientos: «Siendo
hija de una profesora de inglés de la Universidad de Hampton y de un científico
de investigación de la NASA, probablemente fuera inevitable que acabase
escribiendo un libro sobre científicos.» (353)
La
Ciencia es la tercera de las patas de esta obra: negritud, mujer y Ciencia. Se
ha tratado en diversas ocasiones la cuestión del feminismo negro y de la doble
opresión, la del racismo y la del patriarcado. Aquí la tercera barrera es la
resistencia a la entrada en el campo científico y tecnológico. Son muchas
barreras en esta historia.
Una de
las cosas interesantes de esta obra es precisamente la desmitificación del
romanticismo de la lucha en favor de una perspectiva de lo cotidiano, de un
realismo minimalista. Es un gran acierto no dejar que olvidemos que no hay
camino de rosas sino un camino abierto por una necesidad: la de mano de obra
debido a los millones de hombres que combatían. Las mujeres, blancas y negras,
entraron en muchos lugares gracias a las necesidades de la maquinaria de guerra, de las industrias que necesitan ampliar su
producción y había perdido la mano de obra, mandada al frente.
La
incorporación de las mujeres al campo de trabajo no se hace por ningún tipo de altruismo sino por necesidad de
producción. Por eso el final de la guerra traerá consecuencias. Tras la paz en
julio, Shetterley escribe:
Dos millones de mujeres estadounidenses de
todos los colores fueron despedidas incluso antes de que cayera el telón en
agosto. Muchas anticipaban un alegre regreso a la vida doméstica. Otras,
satisfechas con su trabajo, se resistían a volver a la cocina y a los niños.
Con el trabajo había llegado la seguridad económica y un mayor poder de
decisión en los asuntos domésticos, lo que enfrentó a muchas mujeres con sus
maridos. Muchos maridos regresarán a casa
y descubrirán que las esposas indefensas que habían dejado atrás se han
convertido en mujeres maduras e independientes, escribía la columnista
Evelyn Mansfield Swann en el Norfolk
Journal and Guide. (102-103)
La
sencillez de la idea asombra por sus efectos sociales inmensos. La I Guerra
Mundial ya había creado oportunidades dando salida a mujeres hacia algunos
empleos, pero será la II la que haga dar el salto dado el esfuerzo industrial
que supuso. La necesidad acucia. Esta vez serán los avances en la aviación,
promovidos por la competición bélica, la que dé el salto hacia un tipo de
formación en esos momentos necesaria: las computistas,
mujeres que realizaban los cálculos matemáticos que los ingenieros necesitaban
para la construcción de los aviones. El cálculo era importante, pero se consideraba
un trabajo mecánico, no creativo. Eran mujeres con formación matemática a las
que se usaba como "calculadoras". La existencia de escuelas para
negros y maestras que impartían matemáticas hizo que muchas de ellas se
reciclaran en este empleo. Era una mejora.
En esta
primera fase, durante la II Guerra, los ordenadores no existían todavía. De
haber existido, habrían sido las máquinas las que habrían realizado las
operaciones de cálculo. Pero la Historia es la que es, aunque se pueda contar de muchas formas o silenciar.
El
despido de esos dos millones de mujeres con el eco de los cañones en el aire
nos da a entender que no se consideraba tanto un avance como una necesidad. La
película se centra en el periodo de finales de los cincuenta y principios de
los sesenta, cuando no es la guerra la que lleva a contratar mujeres sino la
Guerra Fría en su vertiente carrera espacial. Donde se habían desarrollado los
aviones militares, se realizarán los cálculos para que la Unión Soviética no
ganara la carrera del espacio, que era propagandística tratando de sacar músculo
científico y tecnológico. Intentar poner hombre en el espacio, hacerles pisar
la Luna, fue lo que esta vez metió a estas mujeres en un terreno bastante
hostil, en especial para las mujeres negras, cuya piel marcaba su estatus.
La
década de los cincuenta fue descrita por Betty Friedan, en su magnífica La mística de la feminidad, merecedora
del Premio Pulitzer, como un retroceso para las mujeres. No iban a las
universidades a estudiar para trabajar después, sino para encontrar maridos con
los que cumplir un seductor ideal consumista que se generó —como señaló Friedan— entre
la publicidad, las revistas femeninas, el cine y la televisión. Lo que llamó "el
malestar que no tiene nombre" era esa sensación de vacío que hizo
desgraciadas a millones de mujeres norteamericanas movidas hacia el desarrollo
educativo, frenadas en el laboral y encerradas en el familiar.
La observación
citada por Shetterly de la columnista del Norfolk
Journal and Guide sobre que las mujeres que se iban a encontrar ya no eran
las mismas, sumisas y complacientes anteriores, explica bastantes cosas de la extraña
década de los cincuenta en la que saltarán las chispas con las fricciones de las
mujeres y de la discriminación racial.
Tanto
el movimiento de Derechos Civiles —para la cuestión de la discriminación
racial— como la denominada "Liberación de la Mujer", tienen mucho de reacciones a la reacción, es decir, el malestar producido tras el
retroceso que imponían al final de la Guerra. Lo que habían demostrado había
servido de poco. Pero, lo más importante, se lo habían demostrado a ellas
mismas. Ya no eran las que habían sido. La chispa de luz había iluminado por un
tiempo su existencia.
Una de
las muchísimas virtudes de la obra de Margot Lee Shetterly es la capacidad de
moverse entre la historia y la psicología individual, las del grupo y la social. Al centrarse
en unos grupos de mujeres específicos, puede recopilar materiales (entrevistas,
testimonios familiares, etc.) que dan cuenta de los deseos personales, de los
sueños y de los sufrimientos por conseguirlos. Pero también nos traslada a su
conciencia de grupo, de pequeño ejército que está luchando en su propio frente
en una batalla más amplia. Finalmente nos trae una época contradictoria, que es
capaz de luchar por mandar un hombre a la Luna pero no le reconoce a la mujer
derechos generales y le niega otros específicos a la mujer negra.
Es
destacable otro aspecto. La obra es una interesante descripción de la creación
de un campo, el de la ciencia y la tecnología de la aviación y del espacio. Nos
muestra como se configuró como campo de trabajo de personas muy distintas que
iban cargadas con conocimientos y con prejuicios, como los de su propio tiempo.
Una
obra muy recomendable para todos estos campos (mujeres, discriminación,
ciencia) por separado o juntos, como se dan en la vida misma. Una de las
ilusiones de la Ciencia es hacernos creer que las líneas que dibujamos son
reales. "Figuras ocultas" hace emerger, en su complejidad, esa explicación
de cómo lo viejo controla el desarrollo de lo nuevo y de cómo los grandes
prejuicios determinan todos los campos, incluidos los de la Ciencia. Asombra ver a los mejores cerebros de una generación no poder desprenderse de los prejuicios patriarcales y raciales.
Tuvieron que demostrar tres veces su valía: como mujeres, como negras y como parte valiosa de la comunidad científica.
* Margot
Lee Shetterly (2017). Figuras ocultas.
Harper Collins Ibérica.
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