Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ayer
fue el Día de las Librerías. Hay "días" para casi todo, incluso para
esos objetos molestos llamados "libros". ¿Recuerda alguien aquel
chiste de "ya tengo uno", referido a los libros? Hoy ya no es un
chiste, sino una triste realidad.
Unos
dicen que su salida del panorama se debe al mundo digital que lo ha sustituido;
otros, en cambio, dicen que las causas son pequeñas, tan pequeñas como los
sueldos y que no dan para más. Puede que los
chiringuitos, las terracitas, el bailoteo, es decir, todo eso que se lleva
tiempo y dinero en la vida moderna también haya tenido algo que ver.
Hace
unos días tratábamos aquí un informe que intentaba encontrar explicaciones al
abandono de las salas de cine. Nos decían que los jóvenes preferían los conciertos, mientras que los
mayores no iban por "seguridad". Mucho me temo que libros y salas de
cine o los home cinema se van todos por el mismo agujero, que ya no son de este
mundo digital y de "nubes". Víctimas de teléfono, es más divertido pasar pantallas
en el móvil que pasar páginas en los libros.
En
RTVE.es* nos cuentan de una pareja que decidió casarse allí donde se habían
conocido, en una librería. Nos dicen que un escritor ofició de maestro de
ceremonias. El
destino lector les juntó y se dieron cuenta de que eran almas gemelas, que les
gustaba leer y que además de otras cosas, ¿por qué no compartir libros y
lecturas, mirarse a los ojos y hablar de lo último que han disfrutado leyendo?
Nos lo cuentan los dueños de la librería que ha recibido el premio a la mejor Librería Cultural del año. Es un título ganado merecidamente. Significa hoy hacer del libro el centro de un espectáculo amplio. Los dueños, por ejemplo, esperan una gran demanda de escritoras místicas, por el éxito del "Lux", de la cantante Rosalía. Debo confesar que cuando leía inicialmente sobre el "efecto Rosalía", pensé en "Rosalía de Castro", pero no, ¡ingenuo de m! Era por la cantante.
Dicen que están en condiciones de luchar contra Amazon, pero no creo que separar los libros de la lectura y concentrarse en dónde se venden, sea la solución. El problema es más profundo y parte —hay que reconocerlo— del fracaso continuado de nuestro sistema educativo y su incapacidad para enfrentarse a este gigantesco sistema promocional en el que vivimos. Sí, promociona todo menos un sistema realmente preocupado por formar ciudadanos. Solo interesamos en nuestra dimensión de consumo y este se orienta hacia otras zonas. Por decirlo así, es Rosalía la que nos lleva a la mística (¡gracias!); es la moda y no el deseo de aprender, de formarse, de cultivarse como personas, de madurar. Eso no le interesa a nadie hoy, incluidos a los que se sienten eternamente jóvenes por ir en patinete y con coleta, como sus hijos.
Si "el vídeo mató a la estrella de la radio", como decía la vieja canción, hoy es el móvil el que ha matado a todas las estrellas. Me dedico de forma masoquista a contar cuántas personas van con el teléfono en la mano en el metro, en el tren o por la calle. Cuento las que leen libros y me sobran dedos de la mano.
No es un problema de Amazon o de la librería de barrio y sus bodas ocasionales, no. Es el problema del triunfo de la trivialidad y del aburrimiento, de la incapacidad ya física de pasar páginas o llevar textos que merezcan la pena, que nos enseñen algo, que contribuyan a nuestra mejora. Pero de una sociedad que lo primero que te vende es que eres genial, ¿qué puedes esperar?
La "influencer" que salió hablando contra los libros y los que leen y se creen superiores es un signo de que quedar como una ignorante puede traerte popularidad, que es de lo que se trata hoy. En un mundo donde todo se mueve a golpe de promoción y que desaparece sustituido por la siguiente novedad, es fácil ocultar la ignorancia. ¿Pero a quién le importa? Todo es comunicación nos dicen, especialmente si no tienes nada que decir.
He dedicado mucho tiempo de mi vida a recorrer librerías por calles que contaban con varias a pocos metros. Me he sentado a leer en parques y vagones. Siempre voy armado con uno o dos libros encima. Cuando me preguntan por qué llevo tanto libro, digo que es por si me secuestran. Es lo único que me parece viable ante esa pregunta.
Nos cuentan los libreros galardonados que desde la dana se venden libros sobre la dana, igual que lo de Rosalía y casos similares. Se ha perdido cualquier tradición, modelo cultural, etc. y solo queda el día a día como referencia para la producción; los editores buscan la moda triunfante, al igual que muchos lectores. Fácil llega y fácil se va.
Las librerías se han tenido que convertir en centros de creación de clubes de lecturas, puntos de encuentro con autores, críticos o simplemente aficionados solitarios que encuentran un día su pareja soñada entre los estantes repletos de libros. Antes procuraba regalar libros; hoy lo hago mucho menos porque algunos te miran mal. Lo dejo para buenos amigos. Después de muchos años enseñando literatura, es decir, intentando transmitir mi propio entusiasmo, contagiarlo, lo que más justifica ese trabajo y vida es que alguien te diga un día, pasados decenas de años "¡Me descubriste a Clarice Lispector!" o algo similar. Me emociona.
Vivo en un pueblo de altos vuelos, lo que supone que hoy que no haya librerías. Nos queda Lili, nuestra quiosquera importada y lectora impenitente, devoradora de libros, en el centro comercial. Interrumpe su lectura para atender a niños y adultos, cada vez más de estos últimos, que vienen buscando cromos. Allí rodeada de libros, calendarios, periódicos, muñequitos, mochilas en venta y otras cosas, confecciona las listas de devoluciones de los libros que no se venden.
¡Feliz día de las bibliotecas! Lea, por favor, aunque sea por incomodar a alguien.
* Cristina Pérez "Ramon Llull de Valencia, mejor librería cultural de 2025: "Estamos en condiciones de competir con Amazon"" RTVE.es 11/11/2025 https://www.rtve.es/noticias/20251111/ramon-llull-valencia-mejor-libreria-cultural-2025-estamos-condiciones-competir-con-amazon/16808404.shtml





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