Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Estos
días escuchamos la palabra "paz" con frecuencia. La hemos escuchado
para Gaza y la escuchamos ahora para Ucrania, los dos principales focos de
conflicto. Estos procesos de "paz" ponen a prueba la Historia y el
diccionario, sacudiendo ambos. Esto se hace más intenso cuando algunos hablan
de "paz justa". ¿Hay paces "injustas"? Parece que así es y
aquí la Historia si nos ofrece bastantes ejemplos.
El
problema principal ya no es solo la voluntad real de los contendientes, sino el
añadido de Donald Trump erigido en juez supremo y diseñador de
"paces" a mayor gloria propia.
Mientras
bombardea lanchas en el Caribe, donde desplaza tropas y un portaviones muy
activo, amenaza con invadir Nigeria por no hacer nada para evitar la muerte de los
cristianos, amaga con hacer incursiones en México o anexionarse Canadá, entre
otras jugadas, Trump quiere pasar a la historia como el gran artífice universal
de la Paz, con mayúsculas. Tras apoyar sin fisuras los estragos de Israel en la
invadida Gaza, en Líbano o cualquier otro espacio que se le haya ocurrido, Trump
quiere ser neutral, algo poco creíble. Son cientos los muertos diarios desde que se acordó la
"paz", entre ellos decenas de niños. Trump quiere ser él quien controle el
despliegue de fuerzas de "paz", apuntarse el tanto de cara a ese
Nobel de la Paz que se le resiste.
Si
dudamos de la paz en Gaza, no menos nos hace dudar lo que tiene planeado para
Ucrania, a la que ha dado un ultimátum hasta el jueves próximo. En este caso,
los primeros sorprendidos son los ucranianos, con los que no se ha contado,
seguidos de los europeos que ven cómo los Estados Unidos de Trump disponen del
espacio europeo a su antojo sin contar tampoco con ellos.
Ucrania
y con ella la Unión Europea se ven en una extraña tesitura, la que hace dudar
también del sentido de la palabra "aliado" para referirse los Estados
Unidos. Un "aliado" que no cuenta contigo no merece ese calificativo.
Trump ha hecho ver a sus votantes que las relaciones han cambiado y que ya está
bien de "parasitarles", que ahora —en la mejor tradición
norteamericana— se va a cobrar la protección.
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| 20/04/2025 |
Hemos
descubierto en estos "años Trump", que se había sembrado una cierta
animadversión hacia Europa entre los norteamericanos haciendo ver que somos
unos aprovechados, que vivimos tranquilos y barato gracias a que son ellos los
que asumen el gasto.
Se
olvidan decir que ha sido la propia política norteamericana la que se ha beneficiado de esa
falta de "defensa" europea colocando sus bases y tropas por Europa y
colonizando militarmente otros espacios, como Egipto, cuyo ejército está
financiado por los Estados Unidos para proteger las espaldas de Israel.
Trump
no solo quiere que les compremos armas, sino que estén sus ejércitos en
territorio europeo, a lo que se suma ahora la decisión sobre quién tiene
derecho a los territorios ocupados por Rusia, a la que necesita como amenaza
que justifique presencia y venta de armas,
El
conflicto sobre el 5% del gasto en defensa no es más que una incitación a la
compra de armas americanas, para financiar al importante sector norteamericano que
le apoya y vive de las guerras y la defensa. Trump monta en cólera cuando
escucha sobre los proyectos armamentísticos y planes de defensa plenamente
europeos, que suponen que no se les necesitará. Pero sus tejemanejes tratando
de dividir la Unión Europea con "prorrusos" o con miembros de la
ultraderecha internacional (el caso de Hungría, por ejemplo) son constantes y
eficaces, vistos los resultados.
Eso que
llaman "paz" para Ucrania es dar por vencedora a la Rusia de Putin,
permitirle pensar que han ganado, que
el mundo les da la razón, es decir,
perpetuar a Putin en el poder.
El
narcisismo de Trump va acompañado de maquiavélicas intenciones sobre la forma
de controlar y vender el crecimiento de las armas y con ellas la influencia
norteamericana con él como protagonista y aspirante a poner su cara en el Monte
Rushmore.
Sin
embargo, este prestigio en casa va acompañado del desprestigio creciente en el
exterior. Trump ha hundido el prestigio como aliado de los Estados Unidos. El
creciente anti americanismo se traducirá pronto en líneas en los programas
electorales de muchos países que apuntarán a cómo liberarse de la (mala)
influencia norteamericana.
Los
años de Trump son nefastos, pero lo son especialmente para los Estados Unidos, que ha
dejado de verse como un espacio para las libertades y pasa a ser visto como un espacio
militarista, colonial, de retroceso, de creciente racismo y xenofobia, de fundamentalismo
religioso, creyéndose el nuevo pueblo elegido y su dominación un designio
divino.
Las
paces de Trump no son verdaderas paces, solo una palabra que esconde
intenciones ocultas e interesadas. Hacerse con las "tierras raras" de
Ucrania como pago al apoyo que ahora se retira en beneficio de Rusia fue un
anticipo de lo que vendría después.
Si Marco Rubio ha tenido que salir a explicar que el plan de paz lo ha redactado Estados Unidos y no Rusia, por algo será.






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