Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Con
cada día que pasa en el vigente desastre de la DANA, comprendemos mejor la
necesidad de un sistema informativo garantizado en sus dos sentidos básicos,
veraz y estable.
Las
fuerzas que se dedican a expandir bulos y todo tipo de falsedades están presentes
desde el inicio de la tragedia, desde el primer minuto. La estabilidad es
igualmente necesaria para poder seguir conectados a fuentes de información
fiables.
Las
formas de luchar en ambos campos son muy distintas. Detectar los focos de
desinformación nos debería llevar a formas más severas de cortar las
actividades cuyo fin es difícil de establecer. ¿Qué buscan con generar y transmitir
mentiras en estas circunstancias? ¿Es posible un grado mayor de estupidez o
maldad, según se elija una causa? No es fácil entender este tipo de
informaciones perversas destinadas a aumentar el caos y, con él, el daño.
Están
claramente los deseos de algunos de que la gente huya de determinadas zonas
sobre la que auguran peligros inminentes. ¿Se trata de favorecer la salida para
organizar robos u otra práctica similar? Las personas que han tenido que
establecer guardia ante sus negocios por temor al saqueo no vigilaban tanto
alimentos como joyerías, telefonía, etc. Resulta difícil para cualquier persona
normal comprender la existencia de este tipo de personas y grupos que,
indudablemente, no han nacido con la DANA, que estaban ahí desde antes
realizando prácticas del mismo tipo. Son los beneficiados por la DANA, el
complemento perfecto a la fuerza destructiva de la naturaleza.
La
diferencia entre irte y quedarte se basa en la veracidad de las informaciones
que recibas. Es evidente que la población no tiene claro el sistema de alarmas
o que estos se colapsan ante situaciones como estas.
Hay que
buscar una pedagogía de los desastres, especialmente cuando se nos está
diciendo que esta es la mayor, pero no la última, que el futuro nos depara más
situaciones como esta.
Pero
parece que nadie quiere que se hable mucho de desastres futuros, especialmente
cuando es necesario "vender normalidad" en las zonas turísticas. ¿Cómo afecta al valor de la propiedad estar en una "zona de catástrofes"? Lo
hemos visto con anterioridad con COVID-19 y olas de calor. Son malas noticias y no sirven para atraer visitantes, que es el fin de nuestra
economía turística. Pero no va a ser
fácil maquillar esta tragedia en
ningún sentido.
Ya hay algunos "populistas", nos dicen algunos medios, rentabilizando los efectos destructivos de la DANA, acusando a Europa y aplaudiendo las presas de Franco. Hay que evitar la polarización —no las críticas a lo que esté mal, a lo que haya que corregir, que es mucho— que interesa a algunos.
Estabilidad
significa "ensayos" de catástrofes, como en otros países lo hacen con
los terremotos. Hay que enseñar a la población sobre cómo comportarse. Hay que
enseñar que no se debe bajar a un garaje a ver cómo está el coche o quedarse
dentro por si se lo lleva muy lejos la riada; ensayar la alerta en las
residencias de mayores, exigir que no tengan que subir a pulso a las personas o
dejarlos abandonados. Hay que tener planes para las escuelas.
Aunque
nos parezca que trae "mal fario", que dirían algunos, tiene que haber
planes claros de emergencia, personal especializado y protocolos claros de
intervención. Y eso hay que asumirlo por parte de todas las autoridades y los
ciudadanos. Igual que hay gente que aparca en las salidas de emergencia y se
les sanciona y lleva se lleva el vehículo la grúa, debería haber normas para otro
tipo de casos.
Si
esto, como nos dicen, va a ser más frecuente y de variable intensidad, menor o
mayor, los propios ciudadanos deberían tomar sus medidas, que van desde
las reservas de alimentos y agua para dos o tres días a varias baterías cargadas
para los teléfonos. De igual forma, tener la información básica necesaria actualizada
y cargada en nuestros móviles. En esto habrá que luchar contra las mentalidades a las que les parece entre "alarmista" y "tentar a la suerte".
Esto nunca iba a pasar, pero ha pasado. Lo que los expertos nos dicen es que volverá, que no es un episodio aislado, sino el resultado de una serie de hechos y circunstancias. Unas cosas dependen de la naturaleza, otras de nosotros. Que sea el cambio climático — ¡tan firmemente negado por aquellos que quieren seguir explotando codiciosamente los recursos!— el responsable de la intensificación hace que tengamos que intentar paliar el origen del desastre en lo que nos toque. Pero debemos sobre todo prevenir, informar, entrenar, mentalizar, etc. sobre sus efectos.
Son ya
más de 200 muertos. La cifra seguirá creciendo, nos dicen. ¿En qué momento nos
vamos a auto engañar? Tendríamos que estar ya preparándonos para que el próximo
golpe no nos pille de la misma manera. Los ciudadanos de todas las edades deben
comprender la necesidad de prepararse. Para ello es esencial la información
fluida, clara y veraz. Hay que establecer esos puntos informativos a los que
referirse inmediatamente. No deben saturarse, no basta con crearlo como excusa
de que se hace algo. Es el momento de
comprender las verdaderas prioridades, de en qué se deben invertir los
recursos. Hay que crear y remodelar evitando los errores y el negacionismo del
pasado.
Luchamos contra los desastres naturales, sí, pero también contra nosotros mismos, nuestra tendencia a mirar para otro lado; pero también luchamos contra la desinformación y, por extraño que nos parezca, contra la maldad, contra la mala intención. Son frentes de lucha distintos, pero en los que necesario combatir buscando las mejores actuaciones posibles. La inversión de recursos contra "lo posible" siempre necesita de un esfuerzo mayor de comprensión de los males. Hay que combatir la incredulidad, el pasotismo, la confianza excesiva en que no nos va a pasar a nosotros.
Esos miles de voluntarios animosos en la ayuda, deberían pensar fórmulas de prevención, que es la mejor ayuda. Necesitamos voluntarios informativos que recorran colegios y asociaciones, que elaboren espacios de información segura, que desarrollen sistemas más eficaces de búsqueda y rastreo, que estén bien coordinados entre ellos, que exijan a las autoridades formas de trabajo constante, etc. Necesitamos que arquitectos, urbanistas, expertos en climatología, etc. trabajen coordinados, exigir la seguridad bajo una nueva mirada. Necesitamos personas formadas en este tipo de sucesos en las empresas, capaces de tomar decisiones. Necesitamos juristas que definan los protocolos y que no veamos a las empresas decidiendo qué se hace o evitando las salidas de los trabajadores, como se ha visto. Necesitamos alternativas online a la educación para evitar, como pasó con el coronavirus, este tipo de paros en la formación, necesitamos un "plan B" en educación, etc.
Necesitamos muchas cosas de las que hay que informar y formar; necesitamos controlar la desinformación que crece con nuestro caos y dudas.
Lo que nunca iba a ocurrir, ha ocurrido. No lo olvidemos.
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