Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Terminando
de escribir ayer, me llegó la noticia a través del teléfono del atentado en
Francia con la muerte cruel y cobarde del párroco jubilado de Saint-Etienne-du-Rouvray,
el padre Jacques Hamel, de 84 años. Una nueva ocasión para el dolor, si es que se calma en algún momento. También lo es para usar la cordura y no dejarse arrastrar por lo que es una clara incitación al odio buscando una espiral incontenible que produzca reacciones irreversibles.
El odio
demostrado por los dos terroristas no iba destinado a volar una central
eléctrica o un aeropuerto. Lo concretaron en la garganta de un anciano que daba
misa en la mañana de un pueblo a cuatro o cinco personas más que asistían para
reconciliarse con el mundo y probablemente rogar por él.
El odio de esas dos
personas es selectivo. El resultado del atentado de Niza dio el
extraño reparto de un gran número de musulmanes —un tercio de las víctimas— que celebraban también el
catorce de julio junto a los demás, sin que nadie les preguntara cuál era su fe
porque realmente no le importaba a nadie. Disfrutaban, como todos, de los fuegos artificiales junto al mar.
Esta vez, dentro de esa iglesia, a
las 9'25 de la mañana, el destino que encarnan no cometería ese error estadístico
de llevarse por delante a musulmanes con la embestida aleatroia de un camión.
Pese a
los intentos absurdos de establecer que la violencia no es "religiosa", los
hechos cada día demuestran lo contrario. Frente a millones de musulmanes que
viven su fe sin demasiados problemas de convivencia con los demás, existen unos
cuantos millones que sí tienen ese problema, por llamarlo de algún modo. El
islam que les enseñan y aprenden implica la violencia y esta es transmitida en forma de obsesión
enfermiza contra Occidente o, si se prefiere y desde su perspectiva, contra los
infieles.
Occidente ha superado a través de sucesivas reformas e interminables guerras de
religión durante siglos, gracias a un periodo de ilustración que implicó la
tolerancia religiosa y su dirección hacia el ámbito privado y personal. Se protege la libertad de culto y el derecho a no compartir ninguna
creencia. En el mundo islámico no ha ocurrido esto por su propia estructura y
organización.
Hemos
hablado estos días del "antiamericanismo" de Oriente Medio,
fácilmente transformable en "anti occidentalismo" y mediante una
pirueta en "guerra santa" contra los "infieles". Por eso resulta provocador el asesinato en el interior de la iglesia como parte de una escalada para arrastrarnos hacia planteamientos, guerra de religiones, que no son los nuestros. Hace mucho que se abandonó, afortunadamente, el concepto de "guerra santa". La religión es para la paz o no es.
Solo el mal reparto de las noticias sobre el mundo
permite ignorar que, por citar solo a Egipto, la muerte del párroco de
Saint-Etienne-du-Rouvray tiene su equivalente estos días en el
recrudecimiento de la violencia sectaria —ataques contra cristianos— en el país.
Aquí hemos dado cuenta de algunos de ellos en la zona de Minya especialmente.
Las excusas tradicionales de ataques por relaciones entre hombres y mujeres han
dejado espacio a otras excusas más absurdas. Ahram Online nos informaba hace unos días
del ataque a dos curas coptos y sus familias. Otros ataques se han producido:
A Coptic Orthodox cleric in Egypt's Minya
governorate has said a sectarian attack in a village there on Sunday killed one
person and wounded three others.
Bishop Makarious of Minya said in a brief
statement Sunday that the families of two priests in the Tahna El-Jabal village
were attacked by assailants wielding knives and batons, killing a 27-year-old
man and injuring three others, including a woman.
The cleric did not elaborate on the reasons
behind the violence, but local media reports suggest the fighting resulted from
an argument between Muslim and Christian children over priority to pass through
the street.*
Como puede observarse, pocas veces las excusas para la violencia han sido tan
absurdas, revelando lo que es un conflicto profundo en el que los radicales siguen
avanzando: el aumento del enfrentamiento religioso.
Dimos cuenta aquí —y causó gran escándalo en Egipto— del ataque en
Minya a la casa de una familia cristiana y el obligar a pasear desnuda por las
calles del pueblos, insultada y humillada, a una mujer de más de sesenta años
en la que se pagó la ira del grupo. Las autoridades coptas se negaron a la
mediación habitual, que suele acabar siempre con un trágala. Querían
llevar el caso a los tribunales. Con gran escándalo, todos los
detenidos están ya en la calle.
No es solo un problema del Estado Islámico. Es el resultado de
décadas de juegos en los que las tramas oscuras de dictadores, sectores ultraconservadores y radicales han jugado impunemente diseminando una visión de
la religión violenta y que buscaba establecer la identidad musulmana en el
enfrentamiento con los "infieles". Es la mentalidad de la que han
salido los radicales que hoy matan y destruyen en nombre de la religión, por
más que no guste a muchos verlo.
No hay una religión, sino formas de abordar los
textos e interpretarlos, de actuar desde ellos. Desgraciadamente, el juego político religioso ha
sancionado siempre a los reformistas, considerándolos herejes, y solo ha
crecido por el lado del radicalismo, con grupos que rivalizan en el purismo del
mensaje coránico. Eso es lo que ha crecido en los últimos cincuenta años.
Los responsables de este radicalismo son los que desde las
instituciones han acabado con la crítica a golpe de demanda judicial alentada por
islamistas y resultas por jueces ultraconservadores, de atentados contra los
díscolos y de persecuciones sin piedad contra escritores, artistas, etc., convirtiendo en una verdadera heroicidad decir lo que muchos millones de creyentes musulmanes
piensan: que la violencia es injustificable por más que se puedan encontrar
citas diciendo lo contrario.
Lo que se ha sembrado y ahora se cosecha es el juego
maquiavélico con el terror usándolo como moneda para conseguir favores, como
coartada para la represión, etc. Lo que se paga es la corrupción y la desidia
de las clases ilustradas que dejaron de tener cualquier compromiso con las
reformas y se dejaron seducir por los cantos del poder y una vida más fácil. Lo
que se recoge ahora es la influencia del dinero del petróleo que ha servido
para sanear las arcas deprimidas en vez emplearse en el desarrollo y
modernización de los países.
Ese el caldo de cultivo del que ha salido esta marea
integrista y violenta que ha encontrado sus teóricos y sus pragmáticos tras
sucesivos intentos de articularse. Occidente es responsable también a través de
sus políticas miopes, desde el apoyo a los islamistas políticos que se
presentaban como una modernidad post Edward
Said, al apoyo a países de políticas radicales y arcas millonarias que han
hecho juegos dobles y triples sonriendo a unos y financiando a otros.
Ahora es difícil frenar lo que es un flujo incontrolado con
el sello del Estado Islámico pero receptor de las prédicas incendiarias de
salafistas e islamistas políticos que han calentado a las poblaciones por las
bases prometiéndoles el triunfo final del Islam porque Dios lo dejó dicho y no
se puede ir contra los designios que ellos puntual y cuidadosamente
interpretan.
Egyptian Streets presenta hoy dos interesantes artículos en
los que se enfrenta el debate de forma clara. El primero de ellos está firmado
por Ayman S. Ashour, un emprendedor egipcio norteamericano, asentado en los
Estados Unidos, que expresa su visión en un artículo titulado "Islam: The
Truth, Not The Facts"*. En él señala la crisis personal que ha supuesto
para muchos musulmanes lo que ha estado ocurriendo tras los atentados del 11-S:
Those who attributed the problem primarily to
the anti-Muslim backlash in the West would benefit from looking at Egypt where
youth sentiments of depression and dissatisfaction with life are rampant. Young
Muslims in the West and elsewhere are looking at the horrors committed in the
name of their religion and are unable to reconcile the Islam they thought they
belonged to and believed in with the various texts and citations offered by
multitudes of sources from ISIS to various television sheikhs, Imams and
Mullahs.
I’m often challenged by both Muslims and
Islamophobes to explain how I reconcile my belief in Islam with numerous
stories in Islam’s sacred texts that condone violence and discrimination. Much
of the inter-Muslim discourse focuses on citations: the prowess in finding
citations that would help a point of view prevail over others. Ping pong of
citations is what most discussions on Islam rapidly descend into.**
La conclusión de Ashour es que es necesario desprenderse de
la guerra de la erudición en la citas y entender de forma más amplia, no
literal, el mensaje del Islam, que él hace suyo junto a millones de personas
que no comparten la violencia:
For me, the truth of Islam is in its
simplicity, its humanity, in its compassion and in its mercy. Derivatives of
the compassion and mercy happen to be the two most repeated words in the Quran.
The truth of Islam is in the equality of all human beings before God, in the
freedom of human beings to pursue their path to God.**
Ashour vive su fe musulmana sin necesidad de tener que ir
contra nadie y sin tener que hacerse seguidor de grupo, secta o tendencia. Usa
su razón y su sentido común para definir lo que es bueno. Puede hacerlo porque
se encuentra en un entorno en el que se respeta su religión y su forma de
entenderla, como ocurre on las demás. No ve a nadie como enemigo y si tiene enfrentarse
a alguien será a aquellos que pretenden cambiar su forma de entenderla
imponiéndole formas que no acepta. "Compassion" y "mercy",
nos dice, son el mensaje principal.
Pero Ayman S. Ashour no tiene millones de dólares para
invertir en difundir su mensaje pacífico. Sí lo tienen, en cambio, algunos que
reinvierten el dinero que les llega desde Occidente en difundir el odio, la
intolerancia y la violencia. Pretenden con ello que nadie les mueva la silla
del poder en la que se encuentran por generaciones. Redirigen la frustración y
la convierten en odio, extendiendo el mensaje de que el Occidente cristiano está
interesado en hundir su mundo, en hacerlo desaparecer. Algunos pueden redirigir
su ira contra los niños que cruzan la calle, como nos contaba Ahram Online,
atacando a los coptos y quemando sus casas; otros lo harán haciendo estallar
bombas, cortando cuellos, quemando vivos en jaulas o llevándose por delante a
los que puedan por cualquier procedimiento.
Tras señalar cómo los cristianos no tienen la necesidad de
creer literalmente los hechos que los libros transmitidos cuentan y que no tiene porqué afectar
a la base de su fe, el artículo de Ashour se cierra con una conclusión poco
esperanzadora:
It’s hard to be optimistic about a reform
movement coming to Islam from the majority Muslim countries where religion
remains a tool of authoritarian governments and closed societies. Some of the
best writings on Islam are coming out of US Muslim scholars. These scholars
remain engaged in the battle of citations and using traditional Islamic
jurisprudence methods to push back against authoritarian interpretations of
Islam. Future generations of scholars may look beyond texts and citations and
may one day offer a way for the truth unencumbered by debates over facts.**
Esperemos que esas generaciones se alejan de los métodos
tradicionales que han imposibilitado la reforma necesaria para que la religión
sea humana y no produzca esos conflictos graves que está causando, según el
diagnóstico del autor, en una juventud enfrentada a que lo que cree es
responsable de un horror continuado que no diferencia víctimas y que todos
padecen, musulmanes y cristianos, en todas partes del mundo.
El segundo de los artículos —publicado el 5 de julio en
Egyptian Streets— tiene un tono y objeto muy distinto. Ya no se refiere a las
ideas de una persona que vive fuera del entorno musulmán, sino que está escrito
desde el centro de la vida política egipcia. Está escrito por la prestigiosa
periodista Shahira Amin, galardonada en España con el premio de Periodismo "Juan
Anguita Parrado" en 2012. El título del artículo, de gran interés en su
totalidad, es directo: " President Sisi’s Promise of Religious Revolution
Remains Unfulfilled". En él se hace referencia a algunas de las cuestiones
plantadas ayer en nuestro blog: el reformismo fracasado del presidente El-Sisi
frente al conservadurismo de la Universidad de Al-Azhar.
Shahira Amin escribe tras el mensaje dado por el presidente El-Sisi
tras el final del Ramadán sobre la necesidad de reformar el islam. Conecta este
discurso con el dado en 2015 con motivo del año nuevo. Amin, tras explicar las
expectativas que aquel discurso levantó, se centra en los resultados y en el
eco del nuevo:
In contrast, there were no plaudits for Sisi’s
latest speech, which was ignored by major news networks. The subdued reaction
is understandable given the recent developments and current circumstances in
Egypt. Tens of thousands of Sisi’s Islamist opponents languish behind bars as
part of a security crackdown that has also targeted secular activists, human
rights defenders, journalists and dissenters of all stripes.
The clampdown has led skeptics to doubt Sisi‘s
sincerity in pursuing his declared goal of countering extremism. They argue
that the president’s heavy-handed policies are fueling the radicalization of
his political opponents and shutting down avenues for peaceful political
dissent. Meanwhile, conservative Islamist opponents have gone further, denouncing
Sisi’s calls for reformation of Islam as “an attempt to corrupt the religion,”
secular critics (who would normally welcome attempts to dilute religious norms)
have downplayed the significance of his remarks, interpreting his statements as
“an attempt to strengthen his administration’s statist aims” by means of
exercising control over Sunni Islam’s highest religious authority. In her
column published in the generally pro-government Al-Watan newspaper shortly after Sisi’s speech last year at
Al-Azhar, liberal columnist Amina Khairy charged that Sisi had really meant “a
state-approved revolution.”
Those expecting dramatic change in religious
discourse after Sisi’s January 1, 2015 speech calling for a reformation of
Islam were quickly disappointed. In April 2015, just three months after the
“historic” speech, a similar call for “reforms of traditional Islamic
discourse” by Islamic scholar Islam El Beheiry sparked outrage in religious
circles. After tackling such thorny issues as punishment of apostates, child
marriages and interpretations of Hadiths or sayings of Prophet Mohamed on his
TV show “With Islam” broadcast on the privately-owned Al Qahera Wal Nas, El Beheiry was accused by Al-Azhar (the very
institution that Sisi had tasked with reforming the religious discourse) of “
launching a fierce campaign against the foundational texts of Islam and Islamic
heritage.”***
El caso de El-Beheiry ha sido comentado y recordado con
frecuencia ya que, como bien señala Shahira Amin, supone una clara dirección en
contra de lo dicho por la persona que tiene el poder en Egipto. No es el único,
como recuerda la articulista que comenta el caso de Fátima Naoot, condenada por
apiadarse de los corderos en la fiesta del Eid o del Sacrificio.
Que los intentos de establecer un discurso moderado se hayan
frustrado es una muestra precisamente de que la cuestión social no está en los
llamados grupos radicales, sino en los ultraconservadores, que son los que se
apropian del discurso frente a los radicales. Lo que se llama
"moderación", en realidad, no es más que una facción que desea
controlar el poder en la sociedad a través del control religioso. Como
señalábamos ayer, es la lucha entre facciones por hacerse con el discurso islámico
central, una especie de "centro" que defina a los otros como periféricos
o radicales. Si pensamos que Arabia Saudí se considera ella misma una versión "moderada"
del islam, como veíamos hace unos días a través de The New York Times —negando la existencia de algo como el wahabismo
—, vemos que dentro del terreno de juego actual es difícil que pueda surgir ese
"reformismo" real, pedido en su artículo por Ayman S. Ashour, o
demandado por el presidente El-Sisi.
Está bien que Amin señale a la Universidad de Al-Azhar como
responsable de las persecuciones a los verdaderamente reformistas porque es
desde allí desde donde se quiere controlar el poder real, el social. Mientras
se controlen las mentalidades y se fijen los límites, se mantendrá el control y
con ello el poder. Son los eruditos de Al-Azhar los que ejemplifican esa guerra
de las citas coránicas para justificar lo que se puede o no se puede. El texto es su campo de juego el que
controla e interpreta.
Ayer veíamos las resistencias de Al-Azhar y su amenaza de
desobediencia a los sermones de los viernes preparados desde el Ministerio de
Dotaciones Religiosas. Las acusaciones de ultraconservadurismo de la
institución se justifican solas por sus ataques a los reformistas en los que
ven el peligro de la disolución del islam o, para ser más precisos, la pérdida
de su propia influencia. Esta influencia es la que está en juego en su disputa
con el gobierno.
La parte final del artículo de Shahira Amin se centra en uno
de los aspectos básicos de la cuestión, la clave que frena las reformas: las
normas sobre la blasfemia. El hecho de que cualquier afirmación contraria a la
doctrina oficialista sea llevada por los juristas especializados en esto bajo
la acusación de blasfemia es un arma terrible que ha llevado a la cárcel o al
exilio a los que han querido reformar el islam proponiendo debates sociales, ya
que con los eruditos es difícil hacerlo por los motivos señalados por los
autores, les interesas más las citas que justifican su actitud que variar de
mentalidad.
The recent rise in blasphemy accusations has
aroused significant debate in Egypt on the stifling of free speech and the need
for the annulment of the controversial law, Article 98 (f), of the penal code
used to prosecute offenders. The unprecedented attention to – and scathing
criticism of – the recent rulings by international rights groups has piled
pressure on the country’s legislative authority, resulting in a review of the
law by parliament. One hundred out of the total 596 lawmakers in parliament
have expressed their support for a proposed bill to repeal the restrictive law
described by Christian parliamentarian Emad Gad as “harmful to the Islamic
faith.” Still, there are the hardliners like ultra-conservative Deputy Mohamed
Ismail who hails from the Salafi Al Noor Party and who has warned that
“annulment of the law would lead to chaos.”***
La palabra "caos" representa el conjunto de
temores de una sociedad convencida por los discursos de siglos que modificar lo existente solo lleva a la
disolución social, a ese "caos" previsto por el salafista del partido
Al Nour. Si se permite la discrepancia, entonces llega el caos, la destrucción,
el desastre. Se le ha fallado a Dios una
vez más en la Historia; el mensaje final habría sido inútil. De nuevo, la caída.
Ese es el aspecto social más duro y es la base del ultraconservadurismo y el
literalismo que lo fundamenta. Es lo que manipulado convenientemente plantea el
pensamiento individual como un pensamiento contra Dios y, por ello, una
blasfemia que debe ser castigada y eliminada. Todo el que quiera obtener poder
debe presentarse como intérprete de lo que no puede ser cambiado.
De ahí se desprende el problema de los discursos del
presidente El-Sisi cuando habla de reformas. La palabra misma está maldita e
implica que hay algo que corregir, lo que entra en contradicción con la de
"perfección", que es la que justifica todo. La palabra "cambio"
no tiene sentido; solo hay que hacer lo que está dicho.
El planteamiento de la modificación de la ley antiblasfemia
en el parlamento egipcio será una prueba, pero no el final de nada. También hay
leyes contra el matrimonio infantil o contra la ablación desde hace años. Por
el contrario —y este es el temor— servirá para ayudar a los ultraconservadores
a construir su discurso condenatorio de las autoridades, servirá para dar más
sentido a cualquier fatwa lanzada
desde cualquier mezquita por cualquier predicador y que declarará faraónicos a
los gobernantes.
Shahira Amin señala finalmente:
It is yet uncertain whether the blasphemy law
will be repealed altogether, or even amended. What is certain is that, so far,
Sisi has done little more than pay lip service to the reformation of religious
discourse that he himself called for. Although he, unlike his predecessors has
taken some plausible steps such as paying visits to the Coptic Cathedral to
greet Christians celebrating Orthodox Christmas Mass, a lot more needs to be
done if he is to keep his promise of “building a New Egypt.”
Addressing the 69th United Nations General
Assembly in 2014, he pledged “to build a state that respects the rights and
freedoms, honors the duties and ensures the coexistence of its citizens without
exclusion or discrimination. A state that respects and enforces the rule of
law, guarantees freedom of opinion for all and ensures freedom of belief and
worship to its people.” These promises can only come to fruition if repressive
laws that stifle free speech or suppress peaceful dissent become a thing of the
past.
Radical reforms and modernization of Al-Azhar’s
educational curriculum are also needed. This would include the purging of
textbooks of any content that fosters violence or promotes extremist ideas.
Last but not least, the culture of criminalizing apostasy must end. Instead of
facing punishment for questioning deep-rooted views, people should be
encouraged to challenge and debate ideas without fear.
Change takes time but first, the political will
must be there to see these changes through.***
Que Egipto o los demás países modifiquen sus legislaciones,
que persigan a los radicales, etc. es solo una parte del problema. La cuestión
es cómo cambiar las mentalidades a una gente que consideran que el intento mismo de
cambiarlas ya es una agresión, que modernizarse y hacerse compatible con la
mayoría de la humanidad es una traición a Dios, que intentar mejorar la
situación de mujeres y niños es ir contra la ley divina. El terrorismo y la violencia se convierte así en una huida haca adelante, en una huida del mundo y de la Historia.
Cuando hablamos de países, también es relativo. Los propios
radicales piensan en términos de "comunidad religiosa" más que en
términos nacionales, por lo que el traslado es fácil de un lugar a otro. Las leyes son de los países; las leyes
religiosas, universales y eternas. Sobre ese principio se asienta su retroceso
medievalista que les vale para negar la autoridad a quienes les conviene considerándolo
traidor y jurando obediencia al califato del Estado Islámico. No otra cosa
supone ese juramento, sino la negación de las autoridades locales en beneficio
de lo que encarna el reino de Dios, el califato.
Efectivamente, los cambios llevan tiempo. Pero también algo muy importante: que se hagan en la dirección correcta, algo de lo que no tenemos ninguna seguridad que se este haciendo entre otras cosas porque no existe el debate donde debería producirse, algo imposible encarcelando o prohibiendo la discrepancia, secuestrando libros y encerrado a autores, lanzando contra ellos amenazas de muerte cuando no gusta lo que dicen. Los dictadores han usado la religión como control y no quieren dejar de hacerlo; quizá ponerla a su servicio, controlar los sermones para que sigan siendo obedientes a otras reglas.
Ninguno de los dos articulistas es optimista. Saben que no
se puede serlo. Solo los ingenuos pueden pensar que esto es solo una cuestión de poderío militar o
económico. Se puede causar dolor a muy bajo precio, con un simple cuchillo. Uno
y otro saben que se trata de cambiar las bases del sistema, de dejar entrar lo
que siempre se evitado: la historia como presente. Hay muchos millones de
personas que no escuchan los llamamientos de muerte y odio. No lo sienten así.
Su voz interior les lleva más a las formas de entender su fe de Ayman S.
Ashour, sin odio contra nadie. El peligro ha surgido de las corrientes que han
tomado la palabra para desencadenar la violencia, que han tenido medios y
ocasión para hacerlo ante la indiferencia interesada o irresponsable de muchos.
Unos creían poder controlarlo; otros que no pasaría de sus fronteras. Hoy es
incontrolable y se reparte por todo el mundo.
Una cosa debe quedar clara: se puede bombardear al Estado
Islámico y condenar a los terroristas, encerrarlos de por vida, pero la reforma
del Islam solo la pueden hacer los musulmanes, sin complejos, con valor,
depurando la Historia para llegar al presente, de lo que es sentido común y lo
que es incitación a la violencia en un mundo blanco o negro; enfrentándose a
sus propios demonios y traumas. De no hacerlo así, las consecuencias son imprevisibles
en todos los planos: culturales, políticos, sociales.
Se abren tiempos de profundo desasosiego. No se debe perder
la cordura, sino buscarla allí donde se encuentre. Los dos articulistas
plantean su necesidad y su dificultad. Se deben escuchar estas voces para que no
se piense que solo tiene voz la locura y el extremismo. Cordura
es cordura, ideas, sensatez, no sembrar solo represión porque así solo se recogerá más violencia.
* "Sectarian violence kills 1, wounds 3 in Egypt's
Minya: Coptic bishop"
Ahram Online
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/233471/Egypt/Politics-/Sectarian-violence-kills-,-wounds--in-Egypts-Minya.aspx18/07/2016
** Ayman S.
Ashour "Islam: The Truth, Not the Facts" Egyptian Streets 24/07/2016
http://egyptianstreets.com/2016/07/24/islam-the-truth-not-the-facts/
*** Shahira
Amin "President Sisi’s Promise of Religious Revolution Remains
Unfulfilled" Egyptian Streets 5/07/2016
http://egyptianstreets.com/2016/07/05/president-sisis-promise-of-religious-revolution-remains-unfulfilled/
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