Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Las
mismas palabras no significan lo mismo en cada lenguaje. En la celebración del
golpe del 30 de junio de 2013, las palabras se vuelven confusas, entre ellas las
principales: "revolución", "voluntad del pueblo". Todo gira
sobre ellas pues son las bases que permiten excusar
lo que se hace en su nombre. Lo que
se presentan como actos de liberación no han sido más que actos de represión y
discriminación.
Esos
son los actos desnudos de palabras del régimen de El-Sisi, un régimen del que
se han ido descolgando todos los apoyos iniciales, de los liberales a los
socialistas, para quedar apuntalado por una extraña mezcla de personajes del
antiguo régimen —que han recuperado su influencia—, magnates que saben que
estar del lado del poder en Egipto significa "negocio" —que les
compran periódicos de apoyo— y de los clérigos deseosos de mantener el control
social a través de una nueva ortodoxia islámica.
El
triunfalismo retórico de los discursos no puede tapar ni la represión ni el
desastre económico y social. Por tercera vez se retrasa el juicio a la cúpula
del sindicato de Periodistas en un intento absurdo de mantener la presión sobre
ellos, mientras se deporta a los periodistas extranjeros, como a Liliane Daoud,
o se publican cartas al director en el diario El Mundo por parte del embajador criticando un artículo del
corresponsal en la zona en la que se habla de la "bota de El-Sisi" y
ofender al presidente —dice el embajador de forma absurda— es "ofender al
pueblo egipcio". El ministerio de Educación queda de nuevo en evidencia,
una vez más, por otro nuevo "filtrado" de los exámenes de
selectividad a los 22 minutos de haber comenzado; los estudiantes protestan y
piden la dimisión del ministro. Las tarjetas de crédito son controladas hasta
un mínimo ridículo diario para evitar que los egipcios puedan gastar dinero en
el extranjero. El déficit se ha casi doblado en apenas nueve meses respecto al año anterior.
En este
contexto del aniversario de la situación surgida el 30 de junio de 2013 y de la
celebración del Laylat Al-Kadr —la noche del destino, celebrando la
escritura revelada de los primeros versos del Corán—, el presidente ha mandado
un mensaje por si alguien tenía alguna duda: “We are on a mission, during one
of the most difficult periods not only for Egypt, but for Egypt and all Arab
and Muslim states.”* En esa noche, es la creencia, se decide el destino y se
asumen sus consecuencias.
¿Quién
es ese "nosotros" que el presidente usa con tanta frecuencia y
soltura? En ese "nosotros" se establece un ideal ajustado a las
pretensiones del gobierno, una difusa figura emocional que pasa por el
asentimiento ante lo propuesto, pues es indudable
que el presidente El-Sisi se ve a sí mismo (lo crea realmente o sea solo una
pose pragmática de militar experto en "inteligencia") como un enviado
divino. Es desde ese carácter de su elección divina y su ratificación por el
pueblo egipcio en las urnas desde donde se establece ese "nosotros"
esencial en la empatía política. Y ahora, ese nosotros mesiánico tiene una "misión" que trasciende
generosamente Egipto y se dirige gloriosa hacia los países árabes —que deben
alegrarse de tener un líder político— y hacia los demás países musulmanes —que
deben alegrarse porque hay una nueva linterna sobre la tierra para
iluminarlos—. La pretenciosidad del mensaje es evidente. La misión de Egipto
—es decir, de El-Sisi— es salvar al mundo islámico de sí mismo y de las
influencias exteriores destructivas.
Egyptian Streets recoge la noticia del discurso
de El-Sisi en la televisión para hablar al pueblo de esa misión encargada:
Egypt’s President Abdel-Fattah El-Sisi has
called on Al-Azhar’s scholars to “purge” Islam of “flaws” and to push back
against extremist discourse.
In a televised speech on Wednesday to
commemorate the anniversary of Laylat Al-Kadr (Night of Destiny), Sisi said, “I
fear that we have not until now found the real path to confronting fanaticism
and extremism; look at the map of extremism in the world.*
Mirar el mapa del extremismo es una forma de decir: "nosotros"
somos la exacta encarnación del islam. Sin embargo, este mensaje no está
dirigido realmente al exterior para reformarlo.
Más bien es un artefacto retórico destinado a que los egipcios acepten y
bendigan la suerte que tienen con su presidente y asuman las directrices que
desde la presidencia y reforzadas por El-Azhar. Es la segunda vez en tres años
en que el presidente dice lo mismo a los clérigos de Al-Azhar. Y, sin embargo,
todo empeora.
A diferencia de Hosni Mubarak, el estratega El-Sisi no puede
prescindir de la idea religiosa por una cuestión obvia: los islamistas tenían
el 70% del parlamento cuando Morsi fue derrocado.
El régimen egipcio vivió en la creencia y así lo decía que
los islamistas no sobrepasarían el 20%, pero en las urnas surgió otra cosa. La
labor subterránea de los Hermanos y salafistas fue usar la corrupción del
régimen de Mubarak en su provecho. El país se fue reislamizando por la base. Muchos de los votos que Morsi consiguió
fue con el engaño de "gobernar para todos" y no dar el voto a los
militares. Pero eso no quita el extremo conservadurismo egipcio que se fue
apoderando de la sociedad ante la inoperancia de los servicios públicos, la
ausencia de una política de modernización y especialmente el fracaso de la
educación, como le recuerdan hoy con motivo de las filtraciones de exámenes al
gobierno, con un ineficaz ministerio acusado de corrupción.
El-Sisi echó a los Hermanos (se quedó con los salafistas) y
se quedó con la idea de hacer un estado islámico
nacional, es decir, asumir el conservadurismo social y exaltar el
nacionalismo mesiánico egipcio y su mitomanía del liderazgo, algo ya desarrollado
por Nasser. Las fotos que unen a El-Sisi con Nasser son frecuentes y dan esa
continuidad mítica del liderazgo en el imaginario colectivo.
El uso de la palabra "extremismo" se refiere a ciertas formas, pero el extremismo es el
resultado de las ideas que lo ponen en marcha. Y es aquí donde empiezan los
problemas. Todos los grupos musulmanes compiten por ser los verdaderos
poseedores del "mensaje", por lo que los demás se convierten
automáticamente en rivales a los que hay que considerar "herejes" y
demás categorías negativas, volcando sobre ellos mecanismos de exclusión y
sanción. Es lo que se enseña: el error de los otros y la verdad de lo propio.
Egyptian Streets señala:
Sisi also urged the Muslim world to unite to
take down extremism.
“The Muslim world is going through a dangerous
turning point and is facing unprecedented challenges targeting its existence
and people, [and facing this] requires concerted efforts from all of us while
putting all differences aside.”
Sisi’s critics, however, argue that the current
crackdown on dissent and freedom of speech in Egypt which has resulted in
thousands of opponents in prison – is itself encouraging the spread of
radicalisation among people here.*
La pregunta surge por sí sola: ¿cómo es posible que El-Sisi
se vea a sí mismo como un moderado? ¿Se
dedican los moderados a perseguir a
los disidentes, a los críticos, a los que no comparten los mismos criterios? La
retórica empleada dentro se desvanece fuera y Egipto —como su embajador en
Madrid— se indigna cuando se
considera que lo que allí hubo fue un golpe de estado militar, que dejó un
millar de muertos, que hay miles de de encarcelados y desaparecidos en el país.
Para los oficialistas, en cambio: El-Sisi debe ser considerado un salvador del
mundo porque derrocó —siguiendo a Dios y al pueblo— a los falsos musulmanes y
falsos egipcios que gobernaban el país. Por eso todo son conspiraciones
extranjeras como explicación.
En esta estrategia "piadosa" le es esencial la
Universidad de Al-Azhar, herramienta mediante la que Egipto ha mantenido su
influencia en el mundo musulmán suní. El descrédito institucional y las
críticas de los islamistas hacia su papel se tratan de salvar mediante la
exaltación de su papel "moderado" y su respaldo al régimen.
Pero la moderación de Al-Azhar solo lo es en términos relativos porque su papel es igualmente
represor de las diferencias. La observación final del anónimo escritor del
texto en Egyptian Streets —que la
situación de restricción de las libertades pueda estar expandiendo el
extremismo en vez de frenarlo, según señalan los críticos— puede ser entendida
en un doble sentido: 1) como que la represión de los islamistas los radicaliza;
y 2) que con el islam intransigente que se está creando en Egipto con la excusa
de la moderación, señalando como responsable de todo a Occidente —al que se
responsabiliza de querer destruir al islam, pervertirlo, etc.— se está
sembrando terrorismo futuro.
El primer sentido es obvio. La represión policial y militar
ha llevado a Egipto a la violencia que el golpe pretendía evitar. El gobierno usa
los atentados terroristas como pruebas evidentes de que ellos son los moderados frente a los extremistas. Se
trata de negar verlo como la "guerra civil" que el golpe tratado de
evitar, como señalaron los militares al tomar el poder tras derrocar a Morsi.
Lo vende, además, como protección de la seguridad internacional.
Pero es en el segundo sentido en donde la cuestión se
presenta más compleja. No se ve con demasiada claridad en dónde reside la
"moderación" del islam que El-Sisi y Al-Azhar dicen buscar porque los
efectos que se perciben son la creciente persecución de personas por sus ideas
y creencias, más casos de ataques a las minorías cristianas (un sacerdote
muerto hace un par de días, disturbios y quemas por el rumor de la construcción
de una iglesia, etc.), represión y encarcelamientos de ateos, homosexuales,
etc.
Lo que está haciendo de forma constante el régimen es
erigirse en guardián de la ortodoxia —la misión—
cuando sus posiciones políticas se complican. A la religión han recurrido todos
porque es la más evidente forma de control. El problema ahora es que esto se
hace en un contexto de radicalización extrema por parte del Estado Islámico con
el que tienen que competir en "pureza" islámica so pena de ser
acusados de impíos.
En Egyptian Streets
se recoge otra noticia que tiene que ver con este planteamiento de la
ortodoxia:
Egypt’s permanent delegate to the United
Nations Amr Ramadan has said that Egypt will not comply with any pro-homosexual
resolutions passed by the United Nations, according to the State Information
Services (SIS).
The Egyptian delegate’s statement came as the
United Nations Human Rights Council (UNHRC) adopted its third resolution on the
human rights of lesbian, gay, bisexual and transgender (LGBT) individuals on
Thursday. The resolution, which passed with 23 votes in favor, 18 against and
six abstentions, created an independent LGBT watchdog on violence based on individuals’
gender identity and sexual orientation.
Ramadan said that any such resolutions are
“worthless,” “contradict international law” and are not in line with “Egypt’s
traditional culture and values.” According to SIS, he went on to say that there
is a global attitude that rejects “such perverted thoughts being promoted by
western countries.”
The Egyptian delegate made these remarks
despite the fact that Egypt was not eligible to vote on the resolution, as it
is not a member of the UNHRC.
Egypt’s Ministry of Foreign Affairs faced
backlash online last month when it issued a statement condemning the fatal mass
shooting in a Florida LGBT nightclub that left 50 people dead, with some taking
to social media to accuse the ministry of hypocrisy for sending condolences to
LGBT victims abroad while Egypt’s LGBT community continues to be persecuted.
Egypt has been cracking down on homosexuals in
the country for several decades, despite the fact that the country’s
constitution lacks any laws directly outlawing homosexuality. However,
individuals arrested for homosexual acts are typically charged with “violating
the teachings of religion,” “inciting debauchery” and “moral depravity.”**
La airada reacción del representante egipcio en la ONU es un
ejercicio más de intolerancia desde las instituciones y representaciones
internacionales. En ella se asume, como consecuencia, que la persecución de los
homosexuales forma parte de los "valores egipcios", algo en lo que no
vamos a desdecir al representante en la ONU. Egipto no tiene ninguna necesidad
legal de perseguir la homosexualidad porque no está tipificada como delito,
pero sí lo hace a través de fórmulas como las señaladas en la noticia. Es
decir: el gobierno de Egipto sí quiere
perseguir y encerrar a los homosexuales, de la misma forma que a lo hace con
otros enemigos de su visión del mundo, como los ateos. Le sirven para su propaganda piadosa y le sirven, en un
segundo sentido, para atacar a Occidente como eje de todas las perversiones y
amenazas a las sagradas costumbres
que ellos defienden. Esto es jugar con fuego.
Por mucho que se diga y se repita, Egipto no ha caminado en
ningún momento hacia la democracia —otro invento
occidental— bajo el gobierno de El-Sisi, como tampoco caminaba bajo el gobierno
de Mohamed Morsi y la Hermandad Musulmana. Como señala el representante en
Naciones Unidas siguiendo las ideas del presidente: los derechos humanos son
occidentales y van contra el islam. Si esto es "moderación"...
Lo que se está transmitiendo es una vez más intolerancia
oficial, pues así debe ser considerado cualquier movimiento que incite a pensar
que los demás son el eje del mal. En palabras del medio egipcio: «there is a
global attitude that rejects “such perverted thoughts being promoted by western
countries.”»
Este es el verdadero semillero del terrorismo. Desde aquí es
fácil dar el salto a la violencia haciendo ver que el gobierno no hace
suficiente por erradicar el "mal" y pasándose a algún grupo que lleve
a la práctica lo que se le dice desde el Estado: que ellos son los virtuosos y
el mundo está dominado por el mal occidental, contra el que hay que prevenirse.
Ese mal se llama "democracia", "feminismo", "libertad
sexual", "libertad de conciencia", etc.
No es casual que Egyptian
Streets recuerde que la condena oficial del "atentado terrorista"
de Orlando obviara —como señalamos aquí— que se hiciera contra homosexuales.
Son las situaciones en las que el estado Egipto se encuentra entra la espada y
la pared en su doble lenguaje: defensor
del mundo frente al terrorismo y azote
de los homosexuales frente al mundo islámico tradicional. La incongruencia
era manifiesta y así se le ha recordado.
La actitud iracunda del representante en la Naciones Unidas
es un síntoma de esa intransigencia fruto del juego piadoso que trata de
encarnar El-Sisi. No hay moderación en los hechos, solo un cansino mensaje que
se repite por segundo año, en la misma fecha —la noche del destino— sobre la necesidad de "moderación"
y "reforma" y del que hoy se sigue sin dar un paso en el camino real
de la convivencia. Por el contrario, lo que tenemos cada día son más muestras
autoritarias desde las instituciones. Y se hace de forma especial en las
internacionales. Egipto ha dejado de defenderse diciendo que no se valoran sus
esfuerzos en los derechos humanos, para directamente rechazarlos como una
perversión de Occidente. Esto tiene sus consecuencias. No se quejen los señores
embajadores de que la prensa los
considere una cruenta dictadura militar y hable de la "bota" del
presidente.
Mientras, los que buscan una reforma real en la que sea
posible la convivencia, sin persecuciones al otro, sin aumento del sectarismo,
son encarcelados por "ofensas a la religión".
El-Sisi no ha separado
religión y estado, solo se ha asegurado de controlar los dos.
*
"Egypt’s Sisi Calls on Al-Azhar Scholars to Push Back Against Extremist
Religious Discourse" Egyptian Streets 30/06/2016
http://egyptianstreets.com/2016/06/30/egypts-sisi-calls-on-al-azhar-scholars-to-push-back-against-extremist-religious-discourse/
**
"Egypt ‘Will Not Comply’ With Pro-LGBT Resolutions, Says Permanent
Delegate to UN" Egyptian Streets
http://egyptianstreets.com/2016/07/02/egypt-will-not-comply-with-pro-lgbt-resolutions-says-permanent-delegate-to-un/
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