martes, 2 de diciembre de 2025

Es triste esta forma de hacer política

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

La pregunta no es quién ganará las próximas elecciones, sino qué quedará después de  ellas. Si esto que vivimos es un pre campaña, la post campaña, por llamarla así, nos dejará un reino inhabitable, un mundo ensombrecido, de debilidades extremas, otra precampaña ante la debilidad manifiesta y la incapacidad de cumplir las promesas formuladas. Quienes gobiernen no tendrán una tarea fácil. Solo les quedaran pactos oscuros y nuevos odios sobre los que intentar construir algo parecido a un sistema en el que confiar. Pero la confianza es lo primero que se destruye, la primera víctima.

Conforme algunos atisban la llegada de unas posibles elecciones, el tono se sigue elevando. Sean quienes sean, unos y otros erosionan lo que deberían ser los puntales del estado. Se ha debilitado la Justicia sembrando entre unos y otros la desconfianza en las instituciones. De la Fiscalía a los Tribunales, todos se siente libres de criticar lo que debería ser respetado como neutral y que, sin embargo, se presenta como partidista, una guerra en otro campo de batalla.

Las apelaciones del PP al empresariado catalán para que presione es una forma de extender el conflicto; pero no es menor a la que se ha plantado con los Sindicatos, también sometidos al control político. Así, a la Justicia hay sumarle la división del mundo laboral.

La corrupción se ha establecido entre políticos y empresarios. Las mordidas ya forman parte de nuestra manera de entender "el mercado" junto a otras prácticas corruptas. Una parte del empresariado se "comunica" bien con una parte de los grupos políticos y mafias internas que ascienden para controlar los accesos a lo que el estado ofrece o compra.

Si la Justicia debe ser neutral, lo que ocurre con la economía debería ser otro tanto. Sin embargo, el contagio es claro. Unos y otros visitan los juzgados desde las prisiones a las que son enviados políticos y empresarios. Sin embargo, los casos se utilizan como armas arrojadizas contra los otros para obtener la atención mediática.

El problema que se está planteando es que los responsables de este desaguisado están cada vez más arriba, más altos en sus posiciones ya sea en la administración o en la estructura política. Es decir, cada vez son más influyentes, controlan más. Que estos cargos sean utilizados para hacerse con millones de euros no solo es grave sino un muy mal ejemplo. Hemos tratado esta cuestión en varias ocasiones recientes porque la creemos de extrema gravedad.

Como hay tanto que perder, el español de a pie comienza a sospechar que toda esta radicalización orquestada desde los partidos no son más que maniobras para no desalojar cada uno el poder conseguido. Salir de los cargos supone quedar expuestos a las iras de los propios partidos o del electorado. Estar en la polarización garantiza que nos van a defender en la calle se haga lo que se haga puesto todas las acusaciones so contestan como parte de maniobras destinadas al desprestigio, faltas de verdad. Cuando ingresan en prisión los ataques se centran en la Justicia, que está vendida al contrario.

Este panorama solo está echando a las personas aburridas de estos casos con los que unos y otros fabrican sus reclamaciones y lanzan sus ataques. La política, de esta forma, se encuentra en su nivel más bajo de respeto y su nulidad argumentativa por aburrimiento. La respuesta es lanza a la gente a la calle, a manifestarse frente a las sedes de los partidos.

Quien está rentabilizando el desprestigio del sistema son los grupos más radicalizados, que ven confirmados su argumentos anti sistema, anti igualdad, anti eficacia, etc. y gana cada vez más posiciones la ultra derecha a la que todo esto da alas.

La política lo ha absorbido todo en su expansión. Lo malo es que nos deja indefensos a los ciudadanos con cada escándalo o fechoría. La manera de devolverse los ataques es cada vez más feroz y esto debilita el sistema en su conjunto, lo que significa que el poder, sea quien sea, tiene cada vez menos respaldo en sectores amplios de la ciudadanía, es decir, a los que no es fácil manipular para que salgan a las calles a desahogar la rabia acumulada.

Los problemas reales se acumulan con las pifias de la inoperancia, lo que afecta a aspectos básicos, como la precariedad del empleo, el escándalo de la especulación con la vivienda, los problemas de la Sanidad, a los que se van acumulando los educativos en la enseñanza pública, cada vez con menos recursos. Esto solo por enumerar unos pocos, los principales.

Esta forma de hacer algo que llaman política es la negación de la modernidad democrática, la negación de su eficacia,  por lo que la tentación totalitaria va aumentando, como nos muestran los sondeos.

Es triste esta forma de hacer política; triste y peligrosa.

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