Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Coinciden
las expertas consultadas por Sandra Rullo Pichel* sobre el acoso en su artículo
en RTVE.es sobre lo mucho que queda por hacer en este terreno y en la necesidad
de actuar en la educación en la igualdad. La coincidencia de casos muy
mediáticos, como han sido los de Pélicot en Francia y los de Luis Rubiales e
Íñigo Errejón, que independientemente de su gravedad respectiva, muestran un
abanico de comportamientos negativos. Más allá de sus resoluciones judiciales,
estos comportamientos nos sitúan ante un problema que incluye en su interior
precisamente el silencio.
Entre
el espectáculo mediático y el silencio hay toda una gama de posibilidades de
tratamiento de este fenómeno social que debe ser erradicado. Castigar es un
momento posterior a los hechos, como la denuncia; sin embargo, lo deseable es
erradicar estos comportamientos negativos que están insertos en la vida diaria
de muchas mujeres y eso solo se logra realmente con educación. Mientras haya
que denunciar, juzgar y castigar será señal de que se sigue produciendo, que no
se consigue erradicar en sus fundamentos.
A este
problema se suma el de la reaparición como negacionismo en determinadas
corrientes populistas. La negación del problema la estamos viendo en países
importantes que han de las doctrinas patriarcales la base de sus políticas. El
sexismo creciente hace retroceder los avances. Combatirlo es una cuestión de
todos, no solo de jueces e instituciones.
Mañana
comenzamos en nuestro cinefórum de la Facultad un ciclo sobre el acoso en sus
diversas variantes. Lo hacemos con una magnífica película egipcia, "El
Cairo 678", dirigida por Mohamed Diab en 2010, basada en acontecimientos
reales de 2008. El momento de los hechos y el del lanzamiento de la película
son inmediatamente anteriores a los de la Primavera Árabe en Egipto, mostrando
un ambiente preparatorio característico.
No
estamos ya en una sociedad como la que se nos muestra en esta película, pero
hay elementos que se mantienen, como es el recelo, cuando no la abierta agresividad,
hacia las mujeres que denuncian. Hay momentos de la película que se nos hacen
tremendamente familiares.
Incluirla
como primera del ciclo es una invitación a reflexionar sobre el silencio social
y sus efectos. La película es tremendamente local en su planteamiento, pero
también universal en su descripción de los prejuicios que deben afrontar las
mujeres que denuncian. Es este miedo a enfrentarse a la presión social, al
desprestigio, el que frena muchas denuncias. Por ello, insistir en la
visibilidad de los casos debe ser reforzada con actitudes de apoyo a las
víctimas, que deben sentirse respaldadas en su denuncia y entender que son
víctimas de unas personas, pero también de una forma de pensar socialmente. Eso
es lo que hay que cambiar, ya que es el motor de lo demás.
El aumento de casos de violencia y acoso en escuelas e institutos debería preocuparnos, como debería hacerlo el hecho de que un mayor número de jóvenes crea que esto es un "invento" ideológico y no una realidad.
La pregunta que se hacían desde el titular en RTVE.es —"¿Ha cambiado la percepción social sobre lo que es acoso y agresión sexual?"— no es fácil de responder ya que hay movimientos en sentido contrario. Ha habido cambios positivos, pero hay una evidente resistencia que hace aumentar el acoso y la agresión. Convertir la idea del patriarcado en doctrina política es uno de los movimientos que hay que evitar, pero no será fácil hacerlo. El negacionismo populista crece.
Mañana
veremos nuestra película egipcia, pero hablaremos también desde nuestros propios
problemas, de los que no hay que temer hablar. Es misión de cada uno lograr una mayor sensibilización
de algo que debe ser claramente definido como problema. Nosotros lo haremos así.
Las
sociedades que apuestan por la igualdad deben vencer este tipo de resistencias,
fruto de un pasado en el que se educaba en lo contrario. La violencia de
cualquier tipo sobre las mujeres es hoy una forma de resistencia al cambio, de
negación factual de la igualdad.
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