domingo, 2 de abril de 2023

La propuesta de parada de la Inteligencia Artificial

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

"Inteligencia artificial" es una de las expresiones que tenemos cada día en los medios. No hay día que no encontremos algunos titulares sobre ella, sus logros y los que se espera de ella en el futuro, para bien y para mal. Es esta dualidad lo que hace que crezca su presencia mediática y la curiosidad, no exenta de recelo y miedo. ¿Cómo nos afectará la Inteligencia Artificial?

Desde Estados Unidos, Ángel Jiménez de Luis, para el diario El Mundo, titulaba hace unos días: "Elon Musk y Steve Wozniak piden a OpenAI que pare al menos seis meses el desarrollo en inteligencia artificial". En el artículo se nos introduce en esa petición y en sus causas: 

Al dueño de Tesla, Twitter y SpaceX, Elon Musk, y el cofundador de Apple, Steve Wozniak, les quita el sueño el mismo problema. Los últimos avances en inteligencia artificial, en especial el desarrollo de modelos largos de lenguaje, como GPT-4, están produciéndose demasiado rápido y sin ningún tipo de control.

Las consecuencias pueden ser desastrosas para la sociedad. No porque estas inteligencias artificiales vayan a cobrar conciencia de sí mismas y controlar a sus creadores, como en las novelas y películas de ciencia ficción, sino porque amenazan con eliminar millones de trabajos y multiplicar el problema de la desinformación.

Y no son los únicos que piensan así. Más de 1.000 personas incluyendo varios nombres importantes del mundo de la tecnología y la investigación, como el director del Centro de Sistemas Inteligentes de la Universidad de Berkley, Stuart Russell, o el investigador español Ramón López De Mantaras, del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC, también están preocupados. Todos han firmado una petición del Instituto para el Futuro de la Vida, una institución sin ánimo de lucro que trata desde hace años de crear un marco regulatorio en torno a la inteligencia artificial. Buscan que OpenAI y otras empresas de inteligencia artificial paren la investigación durante 6 meses para tratar de considerar el impacto que tienen estas herramientas.* 

Es una cierta obviedad que el problema no está en la investigación sino en la aplicación y expansión de los diferentes productos que se están realizando y se lanzan al mercado. Que los creadores de de IA de la empresa OpenAI se paren no quiere decir que se paren las aplicaciones.

En los medios se da de forma natural —ayer mismo en el programa Cámara abierta de RTVE, sin ir más lejos— la idea de la automatización del trabajo de las empresas. Automatización significa que lo que hacen los humanos lo harán las máquinas, es decir, lo que en el artículo llaman directamente "eliminar millones de trabajos". El programa nos mostraba a grupos de personas proponiendo soluciones a lo que es el "problema" real, que haya que pagar sueldos. La maximización del beneficio con la reducción de los costes, especialmente los humanos, y la conversión de la información en mercancía, entre otros factores, hacen que el desarrollo de las AI sean difíciles de frenar ni por seis meses, como piden los firmantes.

Las máquinas siempre han reducido el número de personas. Un programa de TV de ayer mismo sobre cómo se construían los monumentos en Roma nos ofrece otro ejemplo claro: para elevar una piedra de gran tamaño se necesitaban 16 personas. Con una polea, solo necesitaban 8. Con una polea doble, tan solo 4. Se trataba solo de fuerza, de reducir el número de personas, es decir, de bocas que alimentar. Las guerras, por su lado, suministraban la mano de obra, los esclavos.

Cuando comenzó la revolución industrial en el Reino Unido, los nuevos empresarios lograron que la gente fuera a las ciudades, donde estaban las fábricas, mediante el control de la caridad, que estaba ligada a las parroquias. La gente, que dejó de recibir la ayuda parroquial, se tuvo que desplazar a las ciudades para poder conseguir alimento. La lógica del capital siempre ha sido la misma: ganar el máximo con el mínimo.

Hoy tenemos poderosas máquinas. Hasta no hace mucho, eran los seres humanos los que tenían que poner su pericia y dedicación para poder controlarlas. Ahora hemos desarrollado máquinas que controlan a las máquinas, por lo que los seres humanos no somos necesarios ni para fabricar (lo hacen los robots mecánicos) ni para controlar la fabricación (lo hacen diversas formas de inteligencias artificiales). La programación y su control, en diverso grado, son ya hechos desde hace mucho tiempo. De hecho, estamos iniciando cierta vuelta a la artesanía, como forma de diferenciarnos de la máquina y sus productos. Pero es casi testimonial.


La lógica del ahorro y el beneficio se aplica de muy diversas formas, desde el autoservicio (de un restaurante a una gasolinera, pasando por las taquillas de un cine), se ha implantado por todo el mundo. Ahora nos entran ciertos escrúpulos y pedimos que se detenga el avance de la IA por seis meses. Suena incluso ridículo.

¿No saben los que están financiando estas distintas fórmulas y aplicaciones de la IA lo que pueden causar? De sobra. Pero el campo que queda —por ahora— es el diseño de la IA. Digo "por ahora" porque las máquinas ya están capacitadas para aprender, corregirse y —¿por qué no?— desarrollar nuevas formas de inteligencia aplicada a campos de sustitución.

Una doctoranda me decía hace unos días, un poco asustada, que había probado un ChatGPT al que había preguntado cosas sobre su tesis. "—¡Profe, me ha dicho lo mismo que tú!". No sé si era un elogio o una visión triste del futuro de los enseñantes. Si hay "telediagnóstico médico automatizado", ¿por qué no directores de tesis automáticos, gurús algorítmicos capaces de manejar toda la bibliografía sobre un tema en décimas de segundo? Si se nos repite que los programas médicos de IA tienen un error menor al humanos en el diagnóstico, ¿por qué no ir conectado cada día con la máquina que nos supervise y nos diga lo que debemos hacer, de la toma de la pastilla al descanso obligado, que guíe el bisturí cuando haga falta o nos dé un masaje lumbar, por ejemplo? Todo ello es posible sin necesidad de seis meses de trabajo en la IA.

El siglo XIX vio la fallida revolución contra la máquina, la de los admiradores de Ned Ludd, los llamados "luditas". Se dieron cuenta pronto que las máquinas les dejaban fuera del sistema. Luego, ha sido cuestión de tiempo, de desarrollar máquinas que fueran aumentando su capacidad de trabajo, haciendo el trabajo de cada vez más personas. Pero ahora, además de a la producción, es a esa doble vertiente —control e ideación— a lo que nos enfrentamos como sociedades. Cada vez hacen falta menos trabajadores y los que hay, precisamente por la oferta y la demanda, cada vez cobran menos. Cuando se llega a niveles muy bajos, inasumibles por la población, se da entrada a la inmigración a precios menores, como han dejado en evidencia los empresarios de la hostelería andaluza en estos días, amenazando con contratar "marroquíes" ante la falta de trabajadores hispanos, como señalaban diversos medios hace unos días.

Evidentemente esto no solo es una cuestión de Inteligencia Artificial, sino de la falta de inteligencia social, por expresarlo así. Una visión torpe, competitiva y salvaje, asocial, del desarrollo tecnológico, guiada exclusivamente por ese "ahorro y beneficio", llevará a una enorme crisis social por muy diversos factores entrecruzados, en cadena.

La inteligencia se plantea como un gran logro y lo es, pero sus aplicaciones sociales son ya algo distinto. ¿Nos espera, ante la automatización, una nueva forma de resistencia ludita, por llamarla así, a corto o medio plazo? Es más que probable. Conforme los efectos se sigan acumulando, las probabilidades de que ocurra aumentan.

Se irán acumulando problemas. En el sector educativo, por ejemplo, son obvios. Se reduce la fiabilidad de las aportaciones, de los alumnos a los investigadores ante las probabilidades de que lo presentado no sea más que el resultado de una máquina. Ya se han desarrollado chatbots capaces de tomar un trabajo existente y darle las vueltas suficientes como para que no se reconozca la autoría o su existencia previa. Eso llevará a una lucha entre máquinas para ver cuál oculta mejor y cuál detecta mejor las reutilizaciones y los fraudes de plagio. Eso significa que se volverá a los exámenes tradicionales ante la imposibilidad de garantizar la autoría de cualquier texto o, peor, a los exámenes orales con un aumento del estrés, convirtiendo la enseñanza en un sistema policial de vigilancia. Todo el trabajo que se pueda aportar queda bajo sospecha; solo lo que veamos hacer en presencia será fiable. Un indudable retroceso.

Es un simple caso, pero se pueden ver las distintas posibilidades que se abren en todos los ámbitos. Ya no es solo la sustitución. Es también la fiabilidad, la confianza en lo que las personas producen. Hay sectores, evidentemente, que no necesitan de confianza, solo de la producción y les da igual que sea una máquina quien lo haga. Es más barato y rápido, no tienes que pagar a la Seguridad Social ni hay problemas laborales. El único problema es la actualización y el mantenimiento.

Para desgracia de los beneficiarios de todo esto, la vida se sostiene en el mercado y necesitan de compradores, de un público, de demanda. Esto explica las especializaciones de muchos en productos de lujo, ya que van desapareciendo los productos para quienes ganan cada vez menos. Esto —es indudable— beneficia a unos pocos y empobrece a muchos otros.

Esos seis meses solicitados para pensar en el alcance son una especie de brindis al sol. Llevamos mucho tiempo haciendo antes de reflexionar sobre el alcance de lo que hacemos. Mientras aumente el poder de los que actúan beneficiándose de todo esto, es difícil que haya alguna solución. Es difícil que alguien encuentre una solución a lo que no se presenta como problema.

Lo cierto es que muchas de estas aplicaciones están realizadas a sabiendas de lo que harán, de sus efectos, pero ¿a quién le importa? Una vez que es el beneficio personal y no la perspectiva social la que se erige en medida de todas las cosas, lo demás deja de importar.

Los medios nos dan abundante información cada día sobre la "inteligencia artificial", los "algoritmos", etc. pero nadie ve en ello más que admiración sobre lo que se puede hacer y dejar de tener que hacer. A veces se describe un futuro "inteligente" como si fuera el de la Humanidad en su conjunto, obviando que solo participarán de él unos cuantos privilegiados, que creará inmensas bolsas de pobreza y desempleo, con el coste social derivado en términos de vigilancia, protección y represión. Una parte importante de la Inteligencia Artificial crece sobre la idea de vigilancia y control social (del reconocimiento facial a la geolocalización); es por algo. Si cada vez menos pueden hacer más, es claro que se generarán enormes bolsas de descontento y violencia, algo que ya estamos viendo ante nosotros, además de enormes desplazamientos ante la pobreza que se extiende.

Las voces de aviso, con más o menos fundamento, empiezan a sonar ante las crisis actuales del empleo y los desajustes sociales posibles. Sería ingenuo pensar que la idea de "bien común" se impusiera frente a la de "codicia" actual, por lo que los conflictos —de una u otra forma, más tarde o más temprano— se acabarán produciendo. Es difícil escapar a ellos en un sistema de enorme complejidad e interconexión mundial. Por muy beneficiosos empleos que pueda tener —que los tiene—, los elementos negativos tienen efectos mayores y más relacionados. De la formación de las personas (ya ha afectado con el desplazamiento y concentración de conocimientos hacia las máquinas en la educación y formación, un sector siempre infravalorado en sus efectos) a su trabajo, pasando por la medicina o la seguridad y control..., todo ello se verá afectado, ya lo está.

2012

Los medios se llenan de artículos a favor y en contra, inquietantes y tranquilizadores sobre lo que pueda ocurrir. Pero no es necesario ser adivino para entender un proceso que lleva más de dos siglos y con efectos claros. La automatización es la prioridad empresarial y administrativa, dejando la gestión de la pobreza en cada vez un estado más precario. Hoy se hablan de pensiones, futuro, etc. Todo ello tiene que ver con los empleos que se generen. Lo que se genera es muy claro, la automatización no deja lugar a muchas dudas. La inteligencia artificial se desarrolla para aplicarse, como una inversión que se recupera liberando de cargas. La carga es todo aquello que se opone al beneficio particular del que invierte precisamente para ello.

No creo que esos seis meses de parada "técnica" de la IA se produzcan, es más, no creo que sirvieran de mucho. Puede que la IA aprenda, pero nosotros no.  Supeditamos el beneficio a los posibles problemas que se desencadenen. El beneficio es de unos pocos; los problemas los asume la sociedad en su conjunto. 


* Ángel Jiménez de Luis "Elon Musk y Steve Wozniak piden a OpenAI que pare al menos seis meses el desarrollo en inteligencia artificial" El Mundo 29/03/2023 https://www.elmundo.es/tecnologia/2023/03/29/6424535721efa071708b4599.html

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