viernes, 9 de diciembre de 2022

Mujeres bajo vigilancia

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Es frecuente que tras el asesinato de una mujer que había denunciado las amenazas y violencia de su pareja alguien se pregunte ¿qué ha fallado? Es una pregunta natural que casi siempre queda sin respuesta. Solo en algunas ocasiones se responde y normalmente en forma de justificaciones. La pregunta se la hacían hace un par de días en un canal televisivo ante el enésimo caso de asesinato de una mujer que debería estar protegida.

En muchos de los casos que se producen se resalta una frase "no había denuncias previas". Sin embargo, el caso contrario, el de la mujer que sí ha denunciado el peligro sobre su vida, queda pronto eclipsado por el siguiente caso.

En RTVE.es nos dan datos sobre las mujeres bajo a protección policial por temor a ser atacadas por sus parejas o exparejas: 

El número de mujeres que viven con protección policial ante el riesgo de que su pareja o expareja les agreda ha crecido un 16,8% en un año hasta llegar a las 43.333. Así lo ha revelado este lunes el último Boletín estadístico sobre violencia machista, difundido por el Ministerio de Igualdad. 

De ellas, 12 se encuentran en riesgo extremo, mientras que 748 están en riesgo alto. Los casos en riesgo extremo se localizan en Andalucía (3), Madrid (3), Navarra (2), Aragón, Asturias, Galicia y Murcia.

De hecho, a finales del pasado mes de octubre había 17.035 usuarias activas en el Servicio telefónico de atención y protección para víctimas de violencia de género (Atenpro), un 2,6% más que un año antes.

El informe señala, además, que hay un total de 74.684 casos activos en el Sistema de seguimiento integral de casos de violencia de género (Viogen), un 9,53% más que en octubre de 2021.

De hecho, a finales del pasado mes de octubre había 17.035 usuarias activas en el Servicio telefónico de atención y protección para víctimas de violencia de género (Atenpro), un 2,6% más que un año antes.*


El crecimiento escandaloso lo es sobre una situación ya de por sí escandalosa. ¿Cómo es posible esa cifra de 43.333 mujeres en riegos de agresión, una violencia que va de los gritos a la muerte, un campo amplio? Indudablemente es un síntoma de un deterioro social que no cesa. Las cifras son escandalosas, pero más lo son los incrementos que se nos muestran. Lejos de corregir, de reducirlas, nos encontramos con que siguen creciendo.

Si sumamos todos los indicadores sociales negativos, el retrato del país es más que preocupante. Entre abandonos escolares, acoso y ciberacoso, aumento de los casos de suicidio entre jóvenes, el dertioro de su salud mental y el aumento de la violencia machista, a lo que se puede sumar la violencia callejera, con sus reyertas de fin semana y demás... lo más a lo que llegamos es a que alguien "manifieste su preocupación", que es una expresión estándar para indicar la impotencia, la incapacidad del sistema para controlar su propio deterioro.

Esos 74.684 "casos activos" de violencia crecientes no son admisibles en una sociedad que se considera moderna, civilizada, democrática... y todo aquello que se nos ocurra para describirnos. La realidad, en cambio, es muy otra por mucho que intentemos justificar las cifras con diversos factores.

La conciencia de la sociedad española ante este deterioro es muy relativa. Nos han convencido a todos de que lo importante es el "ocio" y el tiempo que va hacer en los puentes o fines de semana. Esa es hoy "la España oficial", la imagen que se proclama como rentable, la del bar por cada 175 habitantes. Tras esa imagen festiva, de celebraciones para sobrevivir económicamente, está la "nueva España negra", la de la violencia de género y el deterioro educativo, la de los abandonos escolares y la precariedad laboral, la del contrato estacional y los fijos discontinuos, formas de maquillar el paro para que no se vea la auténtica realidad socioeconómica en que vivimos. Es la España sobre la que discuten sin cesar los políticos. Pero la realidad es más difícil de digerir,.

Todas nuestras inestabilidades son formas de presión social, también de inestabilidad personal. La pandemia ha mostrado que era un elemento más de tensión sobre una sociedad ya tensa. Nos hemos acostumbrado a separar, a que se nos den datos en informes que parcelan la realidad. Olvidamos que eso es un mal retrato de la realidad, en la que todos esos elementos convergen en las cabezas de cada cual, que el riesgo de estallidos violentos aumenta conforme lo hace la inestabilidad general, en la que estamos todos envueltos, a presión. 

Una crisis prolongada, como la que vivimos, con múltiples facetas y manifestaciones, acaba produciendo sus manifestaciones concretas en la vida de las personas y así aumentan suicidios, violencia contra otros, muchas soluciones pasan por la navaja, por la paliza en grupo, etc.. Luego los grandes números dibujan las situaciones con frialdad. Nos hemos acostumbrado muchas veces a ver la realidad a través de los datos, pero estos no muestran la angustia, el conflicto, el dolor en sí de las situaciones que tratan de reflejar. Hay que hacer el ejercicio de interpretarlos, de ponerles la humanidad que se queda por el camino.

Es indudable que nos falla algo. Por más que se haga en determinados momentos, no hay una continuidad necesaria. La vida, nos dicen, es la gran escuela. Pero también lo es de malas prácticas y costumbres que se acaban traduciendo en actitudes personales, en cegueras. El maltrato es contagioso, muchas veces una respuesta aprendida en la infancia.

Vivimos en una sociedad "encantada", viviendo una fantasía que se rompe por estos estallidos de violencia, por la aparición de hechos violentos que nos devuelven momentáneamente a la realidad. Son esas caras de los vecinos, de los amigos de los parientes que "no se explican" lo ocurrido, que dicen sentirse sorprendidos.  

Puede que fallen muchas cosas en cómo percibimos la realidad, cómo la valoramos y cómo creemos que podemos modificarla. Una de ellas es la educación, convertida en acumulación de contenidos que memorizar, en entradas a empleos cada vez peores, y no en una herramienta de valores y actitudes ante lo que hay que cambiar en el mundo. A la "escuela de la vida", la de la supervivencia del más fuerte o del más insensible, hay que oponer la verdadera escuela de los principios sociales, de una comunidad que pueda sentirse tal. Es la única manera de frenar esta plaga frente a la indiferencia o la frialdad de los números.

Hemos tratado aquí los intentos políticos de convertir la "violencia de género" en una ideología que hay que rechazar. Los resultados de esto es el crecimiento entre los jóvenes de la "normalización" de la violencia, la atenuación y, en muchos casos, aceptación. Es esta falta de coherencia social, esta conversión en arma política lo que interfiere en gran medida en la erradicación o en la prevención misma. Muchas veces se resta importancia hasta que se pasa a formar parte de la terrible lista de personas amenazadas o muertas, mayoritariamente mujeres. Pero entonces ya es demasiado tarde; los avisos han sido ignorados.

La violencia está ahí, pero muchas veces preferimos discutir las teorías sobre su origen a tratar de prevenirla y desactivarla. La respuesta a la pregunta inicial ¿qué ha fallado?, desde esta perspectiva, es sencilla: "nosotros".

 

 

* "El número de mujeres que viven con protección policial crece un 16,8% en un año hasta llegar a las 43.333" RTVE.es / AGENCIAS 5/12/2022 https://www.rtve.es/noticias/20221205/crece-numeros-mujeres-viven-proteccion-policial/2410945.shtml

 

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