viernes, 30 de diciembre de 2022

La lacra

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Como era previsible, la reunión ministerial, los llamamientos "a la ciudadanía", etc. no han frenado los asesinatos machistas producidos en paralelo. Lo sabían perfectamente los que los hacían. Así resultaba patética la declaración del Ministro del Interior en un intento de desmarcarse de responsabilidades. Es el problema de intentar mostrar un control del que se carece sobre casos que se desconocen en muchos casos. Pero ese 40% de mujeres que han denunciado previamente maltrato y bajo protección no resulta demasiado tranquilizador.

Volvemos a la idea de que es necesario crear una mentalidad defensiva frente a las ideas que perciben el "feminismo" como una forma de agresión a la identidad familiar tradicional, por llamarlo de alguna manera.

Los crímenes producido en tan solo unas horas aparecen alineados en la sección "Sociedad" junto a una cuarta, las fiestas de Nochevieja que se van a celebrar. Son las dos caras de una España que se preocupa por las fiestas a la vez que se horroriza por los crímenes cometidos con pocas horas de diferencia.

Estos son los tres titulares de esas noticias y la primera línea que las introduce: (1) "Asesinada en Madrid una joven de 20 años a manos de la expareja de su madre" (se señala "El hombre tenía una orden de alejamiento sobre madre e hija y ya había sido detenido previamente por otra agresión"); (2) "Asesinada una mujer embarazada en el municipio toledano de Escalona en un nuevo crimen machista" ("De confirmarse, el número de mujeres asesinadas por violencia de género ascendería a 47 en 2022"); y (3) "Asesinada una mujer en el bar que regentaba en Bilbao en un nuevo posible caso de violencia machista" ("Un hombre ha sido detenido tras confesar el crimen y se investiga la relación que mantenía con la mujer").

Los crímenes como los señalados anteriormente tienen su proceso. Aplicar principios teóricos generales que apenas sirven para prevenirlos es un error que se paga caro. No preocupa en ocasiones más cómo "etiquetarlos" que cómo evitarlos. Es medianamente fácil lo primero, pero mucho más difícil lo segundo, por eso la existencia de denuncias previas es importante, aunque no lo único si después no existe la protección adecuada o simplemente protección.

En el diario El Mundo, Rebeca R. Sanmartín titula su artículo "Sólo cuatro de las víctimas mortales por violencia de género de 2022 tenían medidas de protección en vigor pese a que denunció el 40%" y se añade "Expertos alertan de que "están fallando" los mecanismos de detección precoz y la valoración del riesgo".

Ninguna de las dos cosas son fáciles, ni la detección ni la valoración. Hay un porcentaje de riesgo siempre en la toma de decisiones al respecto. El concepto de "detección precoz" es casi de ciencia-ficción en un terreno tan complejo, muchas veces lejos de la luz y lleno de condicionantes psicológicos. En estos casos y con la información disponible no es fácil hacer "detecciones" si no existen "perfiles" claros que permitan establecer ciertas pautas de conducta.


¿Cómo evaluar el caso en el que una pareja divorciada que sigue habitando en un mismo chalet, como se nos ha indicado en uno de los crímenes recientes? ¿Cómo evaluar eso?

Por eso, el aumento de información directa, en puntos sociales de confluencia, es esencial para llegar a las personas en riesgo. Existe el miedo a la denuncia, pero hay más miedos y autoengaños, la falsa esperanza de cambio.

Como dijimos hace un par de días, esto requiere menos teoría y más intensidad en la vigilancia y en la protección. La cuestión no está solo en que las personas con denuncias no hayan estado protegidas (un aspecto esencial), sino en por qué muchas de ellas no lo hicieron. Hay que comprender las mentalidades para vencer las resistencias a la denuncia, ya sea por miedo o autoengaño. Después se trata de hacerse la pregunta sobre lo que está fallando de forma permanente.

Hace mal el PP en convertir esta cuestión en un acto más de enfrentamiento con los ministerios. Los ministerios son los más alejados de la vida cotidiana. Están mucho más cerca de los ciudadanos y, por ello, de los problemas, los ayuntamientos y las consejerías autonómicas. Desde esos lugares es más fácil mirar y ver, acceder más rápido a los problemas. En esto no debe haber enfrentamiento ni rendimiento en las críticas constructivas. Lo que se haga mal debe ser dicho para solucionarlo, no para encrespar más la vida política.

El papel de los ministerios es, sobre todo, centralizar análisis de los casos y ofrecer personal suficiente, incluidas las fuerzas de seguridad del Estado, para que quien lo necesite pueda ser protegida. El personal de apoyo es fundamental en un momento en el que se ha detectado un incremento de problemas en la salud mental de la población. Las actitudes violentas se cargan con los problemas sociales que llevan tensiones obvias que acaban estallando contra los más débiles.

En las ciudades grandes se puede descender hasta crear infraestructuras de detección y apoyo hasta en los barrios. Los teléfonos son importantes, pero tienen también su foco psicológico en las víctimas, no es los agresores, de los que nos seguimos contentando con echar la culpa al "patriarcado" y no profundizando es la psicología que lleva al crimen machista, alimentada desde dentro y desde fuera, es decir, por una tradición/entorno familiar y su asimilación/apropiación, y desde fuera, con el impacto de medios de información y de costumbres sociales que cosifican a la mujer y la asimilan a una "propiedad" masculina.

La forma en que los medios informan sobre la violencia es también importante. No basta con dar los números de teléfono en pantalla, sino que hay que desarrollar mejores narrativas que eviten el morbo en los crímenes, algo que se percibe en el tratamiento. No se pueden incluir estos crímenes bajo la etiqueta de "Sociedad", como hacen varios medios. Los medios tienen que desarrollar una autocrítica sobre cómo informan de esta lacra.

No creo decir nada nuevo. Lo importante es que quienes tienen responsabilidad en todo esto, la asuman con la voluntad de evitar que se produzca un solo crimen y no estar pendiente de si suben o bajan los casos para criticar o ser criticados. Hay evidentes fallos, especialmente, en la protección pues se supone que esta debe evitar las muertes, acosos y ataques. Sin embargo, todas las cifras están al alza, signo de que algo no va bien, de que algo no se hace bien. Hace falta la colaboración de todos; es un problema de todos.

Es hora de reunir la documentación, las innumerables investigaciones que se realizan y que quedan muchas en los cajones; es la hora de realizar congresos, jornadas, encuentros, debates... en los que se viertan opiniones fundadas, ampliar los "expertos" hacia campos más abiertos, como la educación, un elemento esencial, pero también muchos otros que sirvan para contrarrestar las influencias negativas que se esparcen sin duda por la red que es la sociedad. Son actitudes, expresiones, etc. que hay que cambiar para poder ser otros, mejores, dejar atrás esta lacra.


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