lunes, 22 de mayo de 2017

Trump y el bien y el mal o la ruta del monoteísmo, primera etapa

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El mundo se preocupó al enterarse de que Donald Trump había organizado en un solo viaje el encuentro con las tres religiones monoteístas —judaísmo, cristianismo y el islam— con el apéndice laico de la OTAN.
El primer encuentro de Donald Trump con el monoteísmo se ha saldado con unas danzas, ventas y un discurso. Su encuentro con el islam era problemático después del uso que hizo de él en su campaña electoral. Pero ¿qué no es problemático con él? Después de insultarlos en la campaña electoral e intentar prohibir su entrada en los Estados Unidos ya en la presidencia, solo evitado por los jueces estadounidenses y su sentido común y legal, Donald Trump los reúne y les vende armas. Un Trump en estado puro: vendedor y demagogo.
El diario El País, por la mano de Juan Carlos Sanz, explica:

“Creo que el islam nos odia”, había declarado hace un año a la CNN como candidato republicano, en plena campaña que le condujo a la Casa Blanca. En la capital saudí —donde ha sido recibido con magnificencia y multimillonarios contratos por la dinastía reinante— su mensaje ha cobrado ahora un tono reconciliador hacia los musulmanes. “Vengo con un mensaje de amistad, esperanza y amor”, proclamó, sin ocultar el repliegue aislacionista de su política exterior. “El objetivo de EE UU es la formación de una coalición de naciones que compartan el objetivo de aplastar el terrorismo”, advirtió a los dirigentes islámicos. Una alianza en la que cada país debe “cumplir con su parte y asumir la carga que le corresponda, sin esperar a que sea el poder [militar] estadounidense el que destruya a este enemigo”.
El discurso de Trump en Riad aspiraba a tender puentes de EE UU con la quinta parte de la población del planeta que reza a Alá, pero dejó patente que cada civilización seguirá en su propia orilla. “No hemos venido aquí a dar lecciones, a decir a otros cómo deben vivir o a quién orar”, enfatizó. “Estamos aquí para ofrecer una alianza sobre valores comunes e intereses compartidos”.
Ocho años después del discurso de Barack Obama en El Cairo, Washington revisa su estrategia ante más de 1.200 millones de musulmanes. Frente al mensaje del mandatario demócrata que instaba abiertamente a las reformas democráticas, Trump ofrece ahora dosis masivas de realpolitik. “Hay que avanzar a través de la seguridad y la estabilidad, no mediante radicales rupturas”, preconizó, en una nada velada alusión a las convulsiones derivadas de la primavera árabe que brotó tras el llamamiento al cambio lanzado por su predecesor en la Casa Blanca. “Y, cuando sea posible, deberemos propiciar reformas graduales, no intervenciones repentinas”, concedió, sin mencionar la situación de los derechos humanos en el mundo islámico, ante una audiencia integrada principalmente por autócratas,*


No son muchas palabras pero sus efectos son devastadores en muchos aspectos.
Con los iraníes recién celebrando la victoria de Rohani y con ella la de la apertura y la moderación, Trump los ha convertido en el nuevo objetivo. La estrategia de Trump es siempre la misma: carente de ideas, busca un enemigo hacia al que dirigir sus iras y con él las de su auditorio. Su Secretario de Estado ya lo había anticipado: hay que apuntar a Irán. No solo no ganará nada, sino que empeorará la situación en la zona, pues no es de Irán de donde surgen los problemas ahora mismo más que en muy en menor medida.
De nuevo el mensaje de Donald Trump busca situarse en las antípodas de su antecesor, Barack Obama, como bien señala el periodista de El País. No transmite ningún mensaje de esperanza a los pueblos sino de poder a sus dictadores. El problema, les explica, es la seguridad. Pero la "seguridad" no es la "paz", concepto carente de sentido en una personalidad agresiva, que entiende el triunfo como una forma de destrucción. Con Trump y su política, el mundo vuelve a aspirar a ser una cárcel tranquila, un cementerio en calma.
El mensaje carece de la más mínima profundidad y análisis. No entra ni le importa en cuáles son los problemas por los que esos extremismos se han formado. Solo importa tener las armas para combatirlos y pagar el precio a la industria norteamericana. Tú inviertes en empleos americanos y yo te vendo armas para que destruyas a tus molestos enemigos, sean estos los que sean, el Estado Islámico o los que te guste llamar "terroristas". Eso, les viene a decir, es cosa vuestra.


Es un gigantesco sarcasmo que el hombre que ha insultado desde el racismo y la xenofobia a países enteros les diga a una mayoría de autócratas “Estamos aquí para ofrecer una alianza sobre valores comunes e intereses compartidos”. Es, además, una desvergüenza. El Trump anti inmigración ofrece el rostro de una América insolidaria, egoísta; el Trump que invita a la Casa Blanca a personajes como Duterte, por no dar más nombres, no tiene nada que compartir con el mundo, algo que avergüenza a los norteamericanos conscientes de que con él, Estados Unidos ha dejado de tener valores más allá de una imagen demagógica y grandilocuente de su propio país, un país al que en sus palabras "le gusta ganar guerras".
Ninguna de las palabras dichas por Trump solucionará nada. Solo provocará mayores daños pues dejará de respaldar las políticas que pueden realmente frenar a largo plazo el crecimiento del extremismo. Una parte importante del ese extremismo procede del "antioccidentalismo" basado en la evidencia del apoyo a las dictaduras árabes, en su pragmatismo político. Responsabilizar al discurso de Obama es realmente demagógico porque nada habría ocurrido si no hubiera habido respuesta.
Cuando visité por primera vez El Cairo me enseñaron con orgullo el lugar donde Barack Obama había dicho su discurso. Hoy los tiempos han cambiado, pero no por culpa de Obama sino de los que no quisieron que el mundo árabe cambiara porque en su sometimiento estaba su poder. Son esos dictadores y autócratas a los que Trump se ha dirigido de tú a tú vendiéndoles las armas para reprimir junto al extremismo a cualquiera que cuestione sus poderes. A Trump no le importa lo que hagan con sus pueblos; solo que no molesten a los Estados Unidos.


En el egipcio Ahram Online, con información de AP, se recogen las contradicciones señaladas entre su campaña, la acciones de hace unas semanas y su actual mensaje: «But on Sunday, Trump was full of praise for Muslim world's history and culture. He declared Islam "one of the world's great faiths."»**
Nadie cree en las palabras de Trump. Saben que son las de un vendedor que dice ante cada auditorio lo que este quiere escuchar. Los insultos los reserva para otros.
El final del artículo de El País ofrece el mensaje universal:

El presidente de Estados Unidos destacó también en su discurso ante los líderes del mundo islámico en la capital saudí que confía en que su primera gira internacional acabe mostrando que “la paz es posible si las tres principales religiones [de la región] se unen, incluida la paz entre israelíes y palestinos”. Donald Trump anticipó que iba a reunirse hoy en Jerusalén con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y mañana con el presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas, en Belén.
“Este futuro de paz solo puede alcanzarse tras la derrota de los grupos terroristas y de la ideología que lo sustenta”, concluyó en la capital saudí. “Más del 95% de las víctimas son musulmanes. Es una tragedia de dimensiones épicas”. El mandatario citó sin hacer distinciones a Al Qaeda, ISIS, Hezbolá (guerrilla libanesa chií) y Hamás (partido islamista que controla Gaza) como principales responsables.*


No creo que exista ya nadie que dude de la monumental osadía de Trump, de su retórica barata y hueca. De nuevo, "Trump es la solución". Es el hombre que vino al mundo, como explicó, para arreglarlo. El fue elegido para arreglar América, pero nos hace el favor a todos en un acto de generosidad sin precedentes. La superficialidad de sus propuestas era de esperar. Su inutilidad para el futuro es clara. Dividir en mundo entre "buenos" y "malos" entre en "bien" y el "mal" es de una ignorancia tan enorme, de una osadía inaudita. Haga lo que haga, Trump monta en el caballo blanco.
Mientras en Estados Unidos las voces críticas suben cada día de tono —muchos han perdido ya el pudor y dicen los que realmente piensan del desastre de esta presidencia, de su incompetencia e ignorancia, de su peligro extremo—, Trump propone reducir la complejidad del mundo y la Historia a lo que se puede explicar en un post-it. Es un hombre sin programa, sin ideas, sin valores. Posee una versión plástica y acomodaticia para lucir ante sus auditorios. Es la demostración de lo que ocurre cuando los sistemas se pervierten y se posee el poder suficiente como para aprovecharlo. Nada más.
La ruta del monoteísmo ha comenzado. Su primera etapa, la del islam, se cierra con contratos millonarios en armamento. Es un lenguaje que todos entienden.




* "Trump insta al mundo musulmán a erradicar el extremismo islamista" El País  21/05/2017 http://internacional.elpais.com/internacional/2017/05/21/actualidad/1495376021_033760.html
** "Trump: Fight against terror a 'battle between good and evil'" Ahram Online 21/05/2017 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/8/269227/World/Region/Trump-Fight-against-terror-a-battle-between-good-a.aspx


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.