Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
mundo se preocupó al enterarse de que Donald Trump había organizado en un solo
viaje el encuentro con las tres religiones monoteístas —judaísmo, cristianismo
y el islam— con el apéndice laico de la OTAN.
El
primer encuentro de Donald Trump con el monoteísmo se ha saldado con unas
danzas, ventas y un discurso. Su encuentro con el islam era problemático
después del uso que hizo de él en su campaña electoral. Pero ¿qué no es problemático
con él? Después de insultarlos en la campaña electoral e intentar prohibir su
entrada en los Estados Unidos ya en la presidencia, solo evitado por los jueces
estadounidenses y su sentido común y legal, Donald Trump los reúne y les vende armas.
Un Trump en estado puro: vendedor y demagogo.
El
diario El País, por la mano de Juan Carlos Sanz, explica:
“Creo que el islam nos odia”, había declarado
hace un año a la CNN como candidato republicano, en plena campaña que le
condujo a la Casa Blanca. En la capital saudí —donde ha sido recibido con
magnificencia y multimillonarios contratos por la dinastía reinante— su mensaje
ha cobrado ahora un tono reconciliador hacia los musulmanes. “Vengo con un
mensaje de amistad, esperanza y amor”, proclamó, sin ocultar el repliegue
aislacionista de su política exterior. “El objetivo de EE UU es la formación de
una coalición de naciones que compartan el objetivo de aplastar el terrorismo”,
advirtió a los dirigentes islámicos. Una alianza en la que cada país debe
“cumplir con su parte y asumir la carga que le corresponda, sin esperar a que
sea el poder [militar] estadounidense el que destruya a este enemigo”.
El discurso de Trump en Riad aspiraba a
tender puentes de EE UU con la quinta parte de la población del planeta que
reza a Alá, pero dejó patente que cada civilización seguirá en su propia
orilla. “No hemos venido aquí a dar lecciones, a decir a otros cómo deben vivir
o a quién orar”, enfatizó. “Estamos aquí para ofrecer una alianza sobre valores
comunes e intereses compartidos”.
Ocho años después del discurso de Barack
Obama en El Cairo, Washington revisa su estrategia ante más de 1.200 millones
de musulmanes. Frente al mensaje del mandatario demócrata que instaba
abiertamente a las reformas democráticas, Trump ofrece ahora dosis masivas de
realpolitik. “Hay que avanzar a través de la seguridad y la estabilidad, no
mediante radicales rupturas”, preconizó, en una nada velada alusión a las
convulsiones derivadas de la primavera árabe que brotó tras el llamamiento al
cambio lanzado por su predecesor en la Casa Blanca. “Y, cuando sea posible,
deberemos propiciar reformas graduales, no intervenciones repentinas”,
concedió, sin mencionar la situación de los derechos humanos en el mundo
islámico, ante una audiencia integrada principalmente por autócratas,*
No son
muchas palabras pero sus efectos son devastadores en muchos aspectos.
Con los
iraníes recién celebrando la victoria de Rohani y con ella la de la apertura y
la moderación, Trump los ha convertido en el nuevo objetivo. La estrategia de
Trump es siempre la misma: carente de ideas, busca un enemigo hacia al que
dirigir sus iras y con él las de su auditorio. Su Secretario de Estado ya lo
había anticipado: hay que apuntar a Irán. No solo no ganará nada, sino que
empeorará la situación en la zona, pues no es de Irán de donde surgen los
problemas ahora mismo más que en muy en menor medida.
De
nuevo el mensaje de Donald Trump busca situarse en las antípodas de su
antecesor, Barack Obama, como bien señala el periodista de El País. No
transmite ningún mensaje de esperanza a los pueblos sino de poder a sus
dictadores. El problema, les explica, es la seguridad. Pero la "seguridad"
no es la "paz", concepto carente de sentido en una personalidad
agresiva, que entiende el triunfo como una forma de destrucción. Con Trump y su
política, el mundo vuelve a aspirar a ser una cárcel tranquila, un cementerio
en calma.
El
mensaje carece de la más mínima profundidad y análisis. No entra ni le importa
en cuáles son los problemas por los que esos extremismos se han formado. Solo
importa tener las armas para combatirlos y pagar el precio a la industria
norteamericana. Tú inviertes en empleos americanos y yo te vendo armas para que
destruyas a tus molestos enemigos, sean estos los que sean, el Estado Islámico
o los que te guste llamar "terroristas". Eso, les viene a decir, es
cosa vuestra.
Es un
gigantesco sarcasmo que el hombre que ha insultado desde el racismo y la
xenofobia a países enteros les diga a una mayoría de autócratas “Estamos aquí
para ofrecer una alianza sobre valores comunes e intereses compartidos”. Es,
además, una desvergüenza. El Trump anti inmigración ofrece el rostro de una
América insolidaria, egoísta; el Trump que invita a la Casa Blanca a personajes
como Duterte, por no dar más nombres, no tiene nada que compartir con el mundo,
algo que avergüenza a los norteamericanos conscientes de que con él, Estados
Unidos ha dejado de tener valores más allá de una imagen demagógica y
grandilocuente de su propio país, un país al que en sus palabras "le gusta
ganar guerras".
Ninguna
de las palabras dichas por Trump solucionará nada. Solo provocará mayores daños
pues dejará de respaldar las políticas que pueden realmente frenar a largo
plazo el crecimiento del extremismo. Una parte importante del ese extremismo
procede del "antioccidentalismo" basado en la evidencia del apoyo a
las dictaduras árabes, en su pragmatismo político. Responsabilizar al discurso
de Obama es realmente demagógico porque nada habría ocurrido si no hubiera
habido respuesta.
Cuando
visité por primera vez El Cairo me enseñaron con orgullo el lugar donde Barack
Obama había dicho su discurso. Hoy los tiempos han cambiado, pero no por culpa
de Obama sino de los que no quisieron que el mundo árabe cambiara porque en su
sometimiento estaba su poder. Son esos dictadores y autócratas a los que Trump
se ha dirigido de tú a tú vendiéndoles las armas para reprimir junto al extremismo
a cualquiera que cuestione sus poderes. A Trump no le importa lo que hagan con
sus pueblos; solo que no molesten a los Estados Unidos.
En el
egipcio Ahram Online, con información de AP, se recogen las contradicciones
señaladas entre su campaña, la acciones de hace unas semanas y su actual
mensaje: «But on Sunday, Trump was full of praise for
Muslim world's history and culture. He declared Islam "one of the world's great faiths."»**
Nadie cree en las palabras de Trump. Saben que son las de un
vendedor que dice ante cada auditorio lo que este quiere escuchar. Los insultos
los reserva para otros.
El final del artículo de El País ofrece el mensaje
universal:
El presidente de Estados Unidos
destacó también en su discurso ante los líderes del mundo islámico en la
capital saudí que confía en que su primera gira internacional acabe mostrando
que “la paz es posible si las tres principales religiones [de la región] se
unen, incluida la paz entre israelíes y palestinos”. Donald Trump anticipó que
iba a reunirse hoy en Jerusalén con el primer ministro israelí, Benjamín
Netanyahu, y mañana con el presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas,
en Belén.
“Este futuro de paz solo puede
alcanzarse tras la derrota de los grupos terroristas y de la ideología que lo
sustenta”, concluyó en la capital saudí. “Más del 95% de las víctimas son
musulmanes. Es una tragedia de dimensiones épicas”. El mandatario citó sin
hacer distinciones a Al Qaeda, ISIS, Hezbolá (guerrilla libanesa chií) y Hamás
(partido islamista que controla Gaza) como principales responsables.*
No creo que exista ya nadie que dude de la monumental osadía
de Trump, de su retórica barata y hueca. De nuevo, "Trump es la
solución". Es el hombre que vino al mundo, como explicó, para arreglarlo. El fue elegido para arreglar
América, pero nos hace el favor a todos en un acto de generosidad sin
precedentes. La superficialidad de sus propuestas era de esperar. Su inutilidad
para el futuro es clara. Dividir en mundo entre "buenos" y
"malos" entre en "bien" y el "mal" es de una ignorancia
tan enorme, de una osadía inaudita. Haga lo que haga, Trump monta en el caballo
blanco.
Mientras en Estados Unidos las voces críticas suben cada día
de tono —muchos han perdido ya el pudor y dicen los que realmente piensan del
desastre de esta presidencia, de su incompetencia e ignorancia, de su peligro
extremo—, Trump propone reducir la complejidad del mundo y la Historia a lo que
se puede explicar en un post-it. Es un hombre sin programa, sin ideas, sin
valores. Posee una versión plástica y acomodaticia para lucir ante sus
auditorios. Es la demostración de lo que ocurre cuando los sistemas se
pervierten y se posee el poder suficiente como para aprovecharlo. Nada más.
La ruta del monoteísmo ha comenzado. Su primera etapa, la del islam, se cierra con contratos millonarios en armamento. Es un lenguaje que todos entienden.
* "Trump insta al mundo musulmán a erradicar el
extremismo islamista" El País
21/05/2017
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/05/21/actualidad/1495376021_033760.html
**
"Trump: Fight against terror a 'battle between good and evil'" Ahram
Online 21/05/2017
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/8/269227/World/Region/Trump-Fight-against-terror-a-battle-between-good-a.aspx
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