Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Así ha
dividido a Francia el verbo de Marine Le Pen: patriotas y mundialistas. La
rotundidad de la división esconde todas las falacias en las que se amparan los "nuevos"
movimientos y la forma de enfrentar la política para la comprensión de los
ciudadanos.
Se
trata de crear una división radical en la que unos tienen de su lado los
vínculos emocionales con la tierra y la historia, representada en la patria, mientras que
otros no poseen más que intereses desenraizados. La presentación es simple; el
despropósito, total. Sin embargo, la política se está convirtiendo el arte del
verbo seductor más que en el reino de la argumentación precisa y la solución justa y realista de los problemas reales.
La
elección presidencial en Francia ha mostrado muchas cosas, no solo por quién ha
resultado elegido, sino por cómo se ha producido el proceso, que ha evidenciado
muchos males y errores, además de los planteamientos rotundos que hemos
señalado.
El
primero de ellos quizá el primero es el resultado obtenido en la segunda
vuelta. Pese a la rotunda victoria de Macron, Le Pen ha pasado de 7'6 millones
de votos en la primera vuelta a 11 en la segunda, lo que supone que ha obtenido
casi tres millones de votos más, cedidos por los otros partidos. No sé si los
sociólogos lograrán explicar el origen de estos votos, pero algunos suponen que
se reparten entre el desastre creado por Fillon —que debería haberse retirado
al primer síntoma de escándalo— y la izquierda populista de Mélenchon, el
virtual. Esos votos son un argumento que exhibirá en la generales el partido de
Le Pen como un nuevo avance. Ya lo está haciendo. Los votos se introducen en
las urnas y en las cabezas de los votantes.
La
coincidencia de puntos entre Mélenchon y Le Pen es un peligroso síntoma para Francia
y para Europa. Augura una coincidencia estratégica en la definición de sus
enemigos que en cualquier momento puede funcionar deteriorando los
planteamientos moderados.
Es
sorprendente que Marine Le Pen utilice el argumento de la "vieja
política" frente a la "nueva", que es ella. El Frente Nacional
es la viejísima política disfrazada
de inocencia. Hasta tiene sus propios escándalos económicos en el Parlamento
Europeo, signo inequívoco de "experiencia" y mayoría de edad. Pero se
intentará, a base de maquillaje y vestuario, fingir una juventud lozana largo
tiempo pasada. Es lo que los expertos recomiendan.
Macron
ha sido "político", pero no "hombre de partido". Le Pen, en
cambio, es el partido mismo, recibido en herencia de su propio padre defenestrado.
Sí, Marine Le Pen es parte de la vieja política, como lo son muchos que
intentan no parecerlo. No sé hasta qué edad el actor Mickey Rooney interpretó
papeles de adolescente, pero es indudable que no lo era. Quizá la política
juegue también esta especie de "juventud" que intenta pasar por
infancia a los bajitos.
Europa
tiene motivos para felicitarse pues cada elección parece ser un plazo de una
revisión. Si las elecciones de cada país suponen un test europeo y una herida
fatal si no se ganan, la victoria de Emmanuel Macron tiene un significado para
Europa. Lo tiene tanto para la Francia europea
como para la Europa francesa. Macron fue
recibido para dar su discurso —emocionante— a sus seguidores con los sones del Himno a la Alegría, un poema de Schiller
al que Beethoven le dio el brío musical en su Novena y que fue elegido como
Himno europeo. Empezó con la música europea y terminó con La Marsellesa otro
himno de unidad de los franceses. De esta forma, Macron reivindicaba los dos
lados de su elección: refirmaba la unidad europea y la unidad francesa frente a
los intentos de ruptura de una y otra. Es la contestación del planteamiento
excluyente de Le Pen de "patriotas" y "mundialistas".
La
Europa que tenemos por delante debe ser una Europa afrancesada. Entre las distintas raíces que tenemos, es indudable
que la que Francia nos brindó a los europeos es la idea de
"ciudadanía" y sus tres valores básicos: "libertad, igualdad,
fraternidad". A diferencia de la democracia nacida en Gran Bretaña,
clasista, ligada a la propiedad de la tierra, la democracia francesa nace de la
revolución y trata de unir el patriotismo
al concepto de derechos del ciudadano. El patriota es el que sigue los
principios de la República, que no son exclusivos de una clase o un país sino
que deben ser extendidos y convertidos en universales.
Francia
es esencial para Europa porque el europeísmo tiene mucho de los valores
surgidos en Francia y recogidos por toda Europa. Del patriotismo romántico
emocional a la ciudadanía universal, que no significa desentenderte de tu país
sino, por el contrario, profundizar en el desarrollo de esos principios que nos
hacen a todos iguales, fraternos y libres.
Macron
ha hablo en su discurso del Louvre de "ilustración", del espíritu de
las Luces que nació en Francia como ideal para el mundo:
L'Europe et le monde attendent que nous
défendions partout l'esprit des Lumières menacé dans tant d'endroits. Ils
attendent que, partout, nous défendions les libertés, que nous protégions les
opprimés. Ils attendent que nous portions une nouvelle espérance, un nouvel
humanisme, celui d'un monde plus sûr, de libertés défendues, de croissance, de
plus de justice, de plus d'écologie. La tâche qui nous attend, mes chers concitoyens, est immense, et elle
commencera dès demain. Elle
imposera de moraliser la vie publique; de défendre notre vitalité démocratique;
de renforcer notre économie; de construire de nouvelles protections dans le
monde qui nous entoure ; de donner une place à chacun par l'école, le travail,
et la culture; de refonder notre Europe; et d'assurer la sécurité de tous les
Français. Cette tâche qui nous attend est immense, et elle imposera de
continuer à être audacieux. Oui, ce soir, nous avons gagné un droit, un droit
qui nous oblige», a-t-il encore énuméré.
No está
mal que Emmanuel Macron vuelva al espíritu que marcó el deseo humanitario e
igualitario. Frente al nacionalismo emocional, a la Juana de Arco con su espada
en alto, Macron opone el pensamiento ilustrado que eleva la idea de individuo a
la de ciudadano y de esta salta a la ciudadanía. Ser es ser en compañía, cada
vez mayor, como reclama el poema de Schiller, un poema ilustrado, que
reivindica la "fraternidad" revolucionaria que ayudaría a los pueblos
a ser comunidades de ciudadanos, libres e iguales.
Los
principios están claros. Ahora queda por delante la dura realidad de un mundo
complicado e injusto, violento y con tendencia al radicalismo y al odio.
Francia es un pilar de Europa, un pilar fundamental en lo político, lo económico
y lo social. Tiene muchos de los problemas acuciantes de Europa y necesita de
toda su confianza y fe en el futuro. Su respuesta no ha sido cerrarse, sino
abrirse.
Le Pen
ha fallado en su estrategia de división. Como ocurre cada vez con más
frecuencia en situaciones críticas, las banderas europeas salen a la calle
junto con las nacionales. Se está empezando a valorar realmente lo que hemos construido,
que no es poco. Por muy imperfecto que nos pueda parecer —y lo sea realmente—,
es un desafío gratificante porque implica el diseño de nuestro futuro. Es un
"nuestro" ampliado, no "antipatriótico" como le gusta decir
a los populistas. El discurso de Macron no ha sido complaciente, sino que se ha
planteado retos: la necesidad de mejorar el modelo de Europa para hacerlo más
justo, más acorde con sus ideales.
Hay que ir consolidando Europa para evitar que se esté en cada elección nacional cuestionando el modelo. Esto evitará que el antieuropeísmo se convierta en una forma de oposición crónica.
La
victoria de Macron debería que ser algo más que un respiro porque no ha ganado
Marine Le Pen. Su mensaje ha prendido e ilusionado a muchos en Francia y puede
ser escuchado por toda Europa sin problema. Nuestros
ideales europeos de hermandad
(fraternidad) se desarrollan en paralelo y va siendo hora de que Europa
no sea solo una palabra sino una parte activa de nuestra vida. No
"estamos" en Europa; "somos" europeos. Macron lo ha
recordado y lo ha hecho sentir a muchos franceses que se han podido sentir
unidos entre ellos y mandar ese mensaje hacia todos nosotros.
Francia,
Europa esperan mucho de Emmanuel Macron. En realidad, de todos nosotros. Si
Francia es más europea, nosotros somos más franceses.
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