Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
crimen cobarde y horrendo de Mánchester, con 22 muertes por ahora, muchísimos
heridos, vuelve a plantear muchos interrogantes sobre su origen y especialmente
sobre l proceso seguido en la vida y en la mente por la persona o personas que
activan una bomba entre una multitud inocente. Es necesario intentar comprender
los procesos, evitar lo preconcebido para rendir a los muertos el tributo de la
prevención futura.
Rápidamente
ha aparecido la información sobre el asesino. Una vez más se perfila ante
nosotros con unas características distintas a las que muchos esperan creando
una "normalidad" atípica que lleva a preguntarse sobre el proceso y
su desarrollo en el tiempo. Nos dice el diario El País:
Se llamaba Salman Abedi, tenía 22 años, y
había nacido en la misma ciudad del norte de Inglaterra donde el lunes por la
noche detonó una bomba a la salida del concierto de Ariana Grande en el
Manchester Arena, que provocó 22 muertes además de la suya propia. Diversos
medios británicos apuntaban a que el terrorista suicida estaba en el radar de
la policía.
Los padres de Salman Abedi, libios, llegaron
a Reino Unido huyendo del régimen de Muamar Al Gadafi, según confirmaron a EFE
fuentes de Seguridad de Tripoli. Salman era el segundo hijo de Samia Tabal y
Ramadan al Abedi. La familia vivió un tiempo en Londres antes de trasladarse al
sur de Manchester, donde llevaban más de diez años, según las mismas fuentes.
El padre trabajaba en el sector de la
seguridad y era una persona conocida en la mezquita local, muy crítico con el
yihadismo, según testimonios recogidos en la prensa británica. Personas que
conocían al asesino, citadas por la prensa, lo definían como un joven devoto y
reservado, al contrario que su hermano, que era más extrovertido.*
Como
asesino, sorprende la rapidez con la que se acumula odio en la vida. Odio
contra la de otros y desprecio por la propia. Con 22 años no da tiempo apenas a
nada, pero parece que el odio necesario sí se puede ser suficiente como para
tomar la decisión de meterse entre otros para hacerse estallar.
Carecemos
de este tipo de descripción. La necesitamos para comprender cómo es posible
hacer estallar esa bomba en mitad de una celebración, rodeado por miles de
jóvenes como él que manifestaban su alegría. Hace falta una enorme negrura
interior para poder activar los explosivos rodeado de alegría. Es necesario,
probablemente, llegar a odiar esa alegría, utilizarla como fuerza de
confirmación. Esto exige un cuidadoso trabajo de modelización de odio para
evitar flaquear, que la alegría ajena minara su determinación.
Es
necesario conocer qué quiere decir "un joven devoto y reservado",
manifestaciones exteriores de otras muchas personas que no se hacen estallar
causando muerte y destrucción. Las personas que se hacen estallar no buscan
solo su martirio. Los que se quemaban
"a lo bonzo" no buscaban hacer daño más que a sí mismos; ardían en
una dolorosa soledad. Solo protestaban hasta el límite. Los que buscan hacer el
mayor daño posible, matar al mayor número de personas, siguen un proceso mental
distinto del que todavía no hemos logrado los retratos fidedignos porque ellos
se llevan los materiales precisos.
No es
solo una cuestión policial y psicológica. Necesitamos esos datos para conocer
los procesos y convertirlos en retratos fiables con los que mostrar al mundo
cómo funcionan. Hasta el momento, el énfasis se pone más en las explicaciones
sociales que en las individuales, lo sociológico antes que lo psicológico, pero
lo segundo solo se da bajo la presión de lo primero.
Los
partidarios de las taras, de definir a los terroristas de este estilo como
enfermos, perturbados, etc. tienden a considerarlos como anomalías. El sistema
funciona con normalidad, pero sale un número de individuos "defectuoso".
Entre millones de personas, unos cuantos sale tarados, con defectos que se
traducen en este comportamiento.
Los
partidarios de la producción selecta, en cambio, consideran que cada terrorista
de este tipo (o de otro) no es fruto de la casualidad sino de un meticuloso
trabajo en el que se ha seleccionado primero el material bruto para ir después
dándole forma hasta llegar a la herramienta perfecta de odio y muerte.
Uno y
otro modelos son posibles porque cualquier terrorista es único, como todo ser
humano. Del hermano del asesino se nos cuenta que es el reverso, que es
"extrovertido" frente al "reservado" con que es descrito.
Se
nuevo se trata de un miembro de la segunda generación, de un hijo de
inmigrantes libios huidos de Gadafi. Son estos los que han tomado desde el
principio el protagonismo. Son ellos los que se iban a luchar a Siria y de los
que se temía el regreso a los respectivos países. Pero están resultando muy
peligrosos y mortíferos los que se quedaron. Quizá forma parte de su proceso el
"sentimiento de culpa" por no haber ido a un frente idealizado —la
guerra de Siria y la fundación del nuevo
reino perfecto— y haberse quedado "entre enemigos".
En las
Ciencias Sociales se intenta explicar las formaciones de la identidad que nos
llevan a tratar de convertirnos en "otros". La identidad, en el
fondo, es una acumulación de diferencias y de similitudes. De ese cruce surge
nuestra idea de pertenencia y de
rechazo. Hay múltiples teorías que intentan mostrarnos nuestra peculiar psique
y su anhelo de inclusión, que es lo que da forma a la sociabilidad.
Hay
tres conceptos con los que se lleva trabajando décadas y que forman parte de
esos procesos que pueden derivar en los conflictos sociales o en el terrorismo
que padecemos todos. Se trata de los "prejuicios", los
"estereotipos" y la "discriminación" como aspectos
vinculados. La dinámica social es cada vez más compleja por efectos de la
globalización y de la diseminación de la información.
Una de
las cosas más claras en estos años es el papel esencial de la información en la
creación de estas situaciones. Vivimos en un mundo globalizado en el que la
información está actuando como un elemento al que están expuestos grupos que la
perciben e interpretan de formas muy diferentes. Cuando se dijo en la campaña
electoral norteamericana que Donald Trump era el mejor propagandista del Estado
Islámico pues estaba provocando corrientes que estos aprovecharían en su
beneficio, se estaba dando cuenta de este fenómeno. La formación de
estereotipos negativos acaba alentando la discriminación,
el peor enemigo de la convivencia y fuente de muchos conflictos.
La
profesora Vanessa Ruiz Castro, de la Universidad de Costa Rica, nos explicaba
algunos modelos desde la Psicología Social. Las últimas décadas han visto la
llegada de propuestas teóricas que pueden resultar interesantes como vías de
análisis de estos fenómenos de violencia, sectarismo, discriminación,
xenofobia, etc. que padecemos. Uno de ellos es la Teoría de la Identidad Social:
[...] la TIS postula que los individuos
tendemos a formar grupos o categorías con el fin de organizar la información
del medio social que nos
rodea (Tajfel, 1981).
Esta simple categorización tiene
importantes efectos en
los procesos de
percepción social debido
a la tendencia humana de sobreestimar las
diferencias entre las categorías (ej. “los costarricenses son
muy diferentes a los mexicanos”)
y a subestimar
las diferencias dentro de
las categorías (ej.
“todos los mexicanos
son iguales”).
Estos
efectos tienen un
carácter evaluativo (ej.
“los costarricenses son
más simpáticos que
los mexicanos”) y son particularmente marcados
cuando los sujetos pertenecen a una de las categorías
(ej. “nosotros somos simplemente mejores que ellos”). Desarrollos
posteriores de la
TIS, formalizados en
la teoría de
la autocategorización (TAC) de
Turner y colaboradores
(1987), especifican los mecanismos de
formación y activación
de estos procesos.
Según la TAC
la activación de las
categorizaciones sociales depende de a) las motivaciones del sujeto, sus
experiencias pasadas y
sus intenciones presentes;
b) las características del
estímulo en relación
con el contexto
en que aparece;
y c) las
características percibidas de las relaciones
intergrupales (Turner, et
al., 1987).**
Unos
modelos "sencillos" como estos dan cuenta ya de la complejidad de la
"identidad", como factor doble o triple: uno mismo, uno como miembro
de un grupo, y uno frente a otros.
Las experiencias y motivaciones de cada uno producirán la intensidad de la
pertenencia o el rechazo, de la humillación y el orgullo necesarios para
actuar.
Como
cualquier explicación teórica, es válida para lo general y necesita del
detalle. Pero nos ofrece un aspecto interesante de la explicación: la gestión
de la información. Es esencial saber informar para evitar la intensificación de
los problemas en el futuro. Cada vez que se produce un acontecimiento criminal
como el atentado de Mánchester, comprobamos lo poco inteligente de muchas
informaciones, siembra de futuros conflictos. La información no son solo los medios. Información es todo lo que recibimos del exterior, de la familia a la escuela, de los medios a las conversaciones. Con todo ello, nuestro cerebro se crea una explicación del funcionamiento del mundo. De ahí el interés en los "prejuicios" y en los "estereotipos", que finalmente son los que actúan en los procesos de discriminación, violencia sectaria, terrorismo, etc. Con lo que recibimos, clasificamos y evaluamos lo que recibiremos. Sobre muchas cosas no podremos actuar, pero sí sobre los sistemas de educación y sobre los medios. Pero es más fácil decirlo que hacerlo.
Se
repite hasta la saciedad que la violencia hay que pararla con métodos más allá
de lo policial, que hay que ir a sus orígenes y evitar que crezca. La proliferación de terroristas
llenos de odio asesino surgidos de nuestras ciudades debería hacernos reflexionar
sobre las causas y tratar de comprender cuáles fueron las informaciones y experiencias
que modificaron su percepción del mundo hasta desatar el odio. Hemos pasado de encontrar la justificación
de la radicalización en las cárceles a encontrarla en Internet, pasando por los
viajes a Siria. Sin embargo, muchos no encajan en estos modelos. Y, en
cualquier, caso su búsqueda de información o de viajes, etc. refleja ya una
actitud.
Ante un
crimen horrendo como el de Mánchester, ante el odio que implica, hay que seguir
buscando los dos componentes: los que crean la predisposición (variada, basada
en la experiencia acumulada) y lo que actúa como incentivo, como aliento. El radicalizador es capaz de detectar al predispuesto; también nosotros debemos intentarlo, evitar que se produzca, actuando sobre las causas, aquí y allí.
Nuestra
solidaridad con las familias de los muertos, nuestro respeto a su dolor, que es
nuestro. Y, finalmente, nuestra indignación con los que fomentan la violencia.
Es responsabilidad de todos contribuir desde nuestras actividades, puestos y gestos a
que este horror cese algún día.
* "Salman
Abedi, el hijo introvertido de dos exiliados libios" El País 23/05/2017
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/05/23/actualidad/1495562098_639412.html
**
Vanessa Smith Casto "La psicología social de las relaciones
intergrupales: modelos e hipótesis" Actualidades en Psicología, 20, 2006, 45-71 en
http://revistas.ucr.ac.cr/index.php/actualidades/article/download/37/27
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