Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Es
sorprendente cómo la señora May expande los límites de su fantasía. Se ha
convertido en una costumbre que los políticos fabriquen una ilusión en la que
nos invitan a penetrar. Te piden que te pongas una especie de gafas de realidad
virtual. Si las llevas, ves un mundo desde su perspectiva, diseñado por ellos.
Pero, visto desde fuera, no eres más que un patoso con unas extrañas gafas colocadas
y totalmente desconectado de lo que los demás ven.
Ese
mundo virtual al que te invitan se fabrica con los ladrillos de palabras,
cifras, formas de explicar las cosas, gráficos que las representan, etc. Hasta
ahora el modelo más elaborado y más exitoso es la América de Donald Trump, un
mundo asediado por violadores y ladrones que hablan español, los "bad
hombres", extraños motines que ocurren en Suecia, y una sala de espera en
la que se encuentran citados dictadores y personas poco recomendables a las que
el presidente estrechará la mano, una experiencia inolvidable dado el historial
de sus manos.
Y May, una
de las personas que ha ido de la mano de Trump —literalmente— ha recibido el
testigo de Trump y las "fake news". Así ha calificado, como vimos, las
expresiones de Jean-Claude Juncker sobre su cena para hablar del Brexit. Juncker
dijo que ella "vivía en otra galaxia", algo que sentó muy mal a May,
que tiene una imagen de sí misma que considera fácilmente exportable hacia los
demás. Sin embargo, el producto "May" no tiene mucha aceptación.
La
mayor muestra de irrealidad de May es que desde el principio ha planteado la
cuestión del Brexit, al que hay millones de británicos que se opusieron desde
el principio y muchos arrepentidos desde el día siguiente, cuando comenzaron a
aparecer las falsedades que les habían contado, como una guerra. Incluso, algo
más: como una "guerra santa".
Conforme
May se asentaba en el poder, la tentación belicista iba aumentando y la
palabrería iba subiendo en intensidad y gravedad. Ella levantaba la espada y el
pueblo británico, como una piña, le seguía alegre hacia la batalla. ¡Tiembla,
Europa! ¡Temblad, burócratas!
Europa
dejó de ser el lugar en el que todavía están y del que ellos decidieron irse, a
ser vista con las gafas virtuales 3D en un espacio entre los nazis germánicos,
la inquisición católica y la burocracia kafkiana. Eso es al menos lo que se
desprende de sus animosos discursos y cantos.
La
estrategia intimidatoria de la visita a Trump no le sirvió de mucho. Conforme
Trump se hundía en el fango del desprestigio entre los propios americanos, May
se veía arrastrada por el efecto negativo. ¿Cambiar la Unión Europea por Trump
y el "América First"?, se preguntaban muchos. Más allá de la economía
y la geografía, está la estética.
Ahora,
la reacción de la señora May a la cuestión de si vive en una galaxia o no es
intentar expandir una teoría de la conspiración. El diario El País titula
"Theresa May acusa a la UE de querer influir en las elecciones británicas"
y explica:
En contra de las mínimas dosis de realismo y
templanza necesarias para encarar la difícil negociación sobre el Brexit,
Theresa May ha optado por una huida hacia adelante que este miércoles por la
tarde se ha traducido en un ataque sin precedentes contra “los burócratas de
Bruselas”, a los que ha acusado de querer interferir en las próximas elecciones
generales del Reino Unido con sus “amenazas”. La primera ministra británica ha
sugerido que el endurecimiento de la posición de Bruselas frente a las demandas
de Londres, y convenientemente filtrado por “la prensa continental”, busca
socavar a su Gobierno ante la cita adelantada con las urnas del 8 de junio.
“La posición negociadora británica en Europa
ha sido tergiversada por la prensa del Continente”, ha sostenido May en una
declaración frente a Downing Street tras visitar a la reina Isabel II en el
palacio de Buckingham para comunicarle la disolución del Parlamento británico
con vistas a las legislativas. La diatriba de la dirigente conservadora
apuntaba a la filtración por un diario alemán (Frankfurter Allgemeine Zeitung) de los parámetros en los que
discurrió su cena del pasado miércoles con el presidente de la Comisión
Europea, Jean-Claude Juncker, y en la que se constató cuán alejados están los
respectivos puntos de partida ante la negociación.*
May se
presenta ya como una pésima negociadora y una lideresa deficiente, con
tendencia a empeorar si sigue tratando de disfrazar sus fantasías como persecuciones.
La estrategia de levantar falsos agravios ante el pueblo británico es absurda
porque la campaña del Brexit no fue
más que un gigantesco exabrupto que los políticos británicos dirigieron contra
una Europa que no les había hecho nada pero que resultaba culpable de todo lo
imaginable. "¡Así son las campañas!", dirán algunos. La falacia de lo
dicho por sus políticos antieuropeístas se empezó a develar al día siguiente al
triunfo glorioso del Brexit. Farage se fue a celebrarlo haciéndose un selfie en
la Torre Trump. Allí se encontró con "Mr. Brexit", el hombre que ama
Wikileaks y se dirige a Rusia como si fuera una compañía telefónica.
La avalancha de críticas a May no viene de Europa, sino de la propia prensa británica, en donde los titulares de muchos periódicos la devuelven a la cruda realidad de esta galaxia. No le va a ser fácil convencer a nadie. La experiencia anterior de la campaña del Brexit hace que todos miren al milímetro el panorama que se les dibuja. La idea de May de que votando por ella la salida será menos gravosa, le va a durar poco.
La
estrategia de los partidarios del Brexit se basó en muchas falacias. Ahora May
pretende sentarse ante los 27 a convencerles de ellas. Y cuando se le dice que
vive en "otra galaxia" considera que es una estrategia para
"influir" en las elecciones británicas. Más bien es al contrario: las
elecciones británicas son una forma de intentar influir en las negociaciones
con Europa, como la propia May ha planteado sin sonrojo. Son los políticos
británicos los que han influido en Europa mediante el Brexit. ¿Hay alguna duda?
Por eso
es tan vergonzoso que al dolor de la separación europea —solo algunos
británicos se los han tomado como una victoria— quiere añadir el tono electoralista
agresivo. "Europa" ya no es "Europa" sino —otra vez— burócratas hitlerianos que se enfrentan
a los inventores de la democracia. Y es de esa batalla de la que quiere sacar
rendimiento electoral. May pretende trasladar su fracaso negociador al pueblo
británico, cuando será suyo en exclusiva. Europa va a negociar con quien le
pongan delante a sabiendas que son los británicos los que se quieren ir y no el resto de Europa que se vayan.
Es
triste que la señora May quiera convertir las negociaciones de la salida en una
trifulca tabernaria. Pero se le iluminan los ojos cuando dice estas cosas vibrantes en el
parlamento británico. Es la triste muestra de una decadencia política que solo
sabe crear barreras y abismos oscuros
para justificar su ineptitud. May quiere —siguiendo a Trump— construir un muro "¡y que lo paguen ellos!", en este caso nosotros, pero tampoco le va a funcionar. Los millones de personas que salieron a la calles
de Londres, el deseo de Escocia de ser europeos,
merece algo más de respeto por parte de la señora May.
Yo, por
mi parte, entonaré el canto que Vera Lynn convirtió en el himno esperanzado de
la II Guerra Mundial y trataré de ver desde mi casa, en los días claros, los
blancos acantilados de Dover:
We'll meet again
Don't know where
Don't know when
But I know we'll meet again some sunny day
Keep smiling through
Just like you always do
'Till the blue skies drive the dark clouds far away
So will you please say hello
To the folks that I know
Tell them I won't be long
They'll be happy to know
That as you saw me go
I was singing this song
* "Theresa May acusa a la
UE de querer influir en las elecciones británicas" El país 3/05/2016
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/05/03/actualidad/1493826763_084920.html
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