Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hay
películas que se ven y películas que te hacen pensar en el cine, como hay
novelas que más allá de su historia te hacen reflexionar sobre el arte
literario o pinturas que tienen el mismo efecto con su propio arte. Esto suele
ser una virtud cuando no se convierte en un discurso en el texto, en digresión, sino algo que surge al hilo.
Ese es
el efecto que produce la película india "Tribunal" (2014), escrita y dirigida
en su debut por Chaitanya Tamhane, un joven autor con solo un cortometraje
anterior en su haber. La película ha ido acumulando premios por donde ha ido
presentándose, haciendo coincidir el gusto oriental y occidental, pues ha
pasado por festivales como el de Venecia (2 premios) o Mombai. Fue seleccionada
por India para el Oscar.
¿Qué
hace extraordinaria "Tribunal"? La normalidad. Nada hay más difícil que la naturalidad. Los malos actores, los
malos guionistas, los malos directores, etc. son los incapaces de hacernos sentir
la naturalidad, el fluir de lo cotidiano sin conciencia del arte que la
representa. Cuando llevamos un rato frente a "Tribunal", los límites
de la pantalla se han ido difuminando y nos hemos transformado de espectadores
en una butaca en observadores. Dejamos de esperar, solo vemos pasar ante nosotros
la vida. Y en esas vidas ocurre un juicio. El tribunal es un espacio de confluencia, una sala
que se llena y se vacía.
"Tribunal"
es un film judicial que no tiene nada que ver con los filmes judiciales.
"Tribunal" tiene canciones, pero no tiene nada que ver con lo que
Bollywood nos ofrece... Y así sucesivamente.
Quizá
el sueño de todo artista sea escribir la primera novela, el primer poema;
pintar el primer cuadro... rodar "La sortie des ouvriers des usines
Lumière à Lyon Monplaisir", la primera película, presentada por los
hermanos Lumière el 22 de marzo de 1895, creando los primeros espectadores cinematográficos
de la historia. Pero ese momento es irrepetible, el momento del encuentro
virginal con una pantalla llena de luces y sombras, el momento en el que el
cerebro tiene que reorganizarse para comprender la nueva experiencia.
Hay
cineastas —artistas en muchos campos— que tratan de recuperar románticamente el
momento edénico, algo imposible; y otros, en cambio, que tratan de poner en
escena todo el saber acumulado en los 120 años de cine trascurridos desde
aquella primera proyección. Entre la desnudez de la inocencia y los ropajes de
la historia, el artista se debate. ¡Es tan difícil escribir una historia así!
Cuando se produce el hartazgo, el gusto
demasiado rebuscado, la imitación de la imitación, se trata de recuperar la
desnudez del trazo simple.
Chaitanya
Tamhane ha hecho un film desnudo, cuenta una historia tratando de crear la
ilusión de que es ella misma la que se cuenta o muestra ante nuestros ojos. Y
la historia se forma al hilo del proceso judicial, es decir, de la acumulación
de los hechos que se cuentan ante el tribunal. Al final es esa corte la que ha
unido en sus legajos los acontecimientos creando una narración interna que se
crea sesión tras sesión. Pero la distancia entre lo ocurrido y cómo se cuenta e
interpreta es grande. Poco a poco vamos viendo expandirse ese universo cuyo centro es el tribunal y comprendemos que es reflejo de ese mundo, un escenario como los otros que se nos muestran, el de los festivales, el de las conferencias o el teatral, donde se dan versiones contradictorias o coincidentes, donde se cuenta también la vida. En unos reímos, en otros lloramos o en escuchamos y en otros somos juzgados.
El
reconocimiento crítico al filme de Tamhane ha sido considerable. No es fácil
lograr con una primera película algo tan personal y, a la vez, universal. No,
no es fácil escapar de todos los códigos y modelos que configuran la historia
del cine, de sus referencias a través de un relato que no lo parece. Esa es su
virtud, la virtud del artista, la de fabricar una primera experiencia
devolviendo al espectador la ilusión de que asiste por primera vez a la
proyección de algo llamado película.
En un
universo cinematográfico en el que son frecuentas las explosiones, las
mutaciones, los animales digitales, realistas ciudades inexistentes o actuar
ante una pantalla verde, una película como "Tribunal" hace que
tengamos la sensación de realidad sin
tener que ponernos gafas 3D, una forma grosera de recrear el mundo engañando a
nuestros cerebros. La realidad es otra cosa.
Sin
acción, sin diálogos chispeantes, sin estrellas musculosas, sin bailes
suntuosos... "Tribunal" nos sitúa en la posición privilegiada de
sentirnos profundamente espectadores. Nos descubre nuestros condicionamientos,
los creados por las experiencias anteriores que nos hacen esperar lo previsible.
Nos deja, en cambio, la posibilidad de pensar sobre lo visto, su orden oculto, su
lógica.
La vida nos va mostrando lo ocurre. Nada más ni nada menos.
*
"Tribunal" (Court, 2014).
Director y guionista: Chaitanya Tamhane. India. 112 minutos. Cameo. 2016.
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