Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Una de
las preguntas que más se hacen en estos momentos no tiene que ver con Trump p
con Putin, sino sobre el destino de Carlos Mazón. Dado el cariz y las prácticas
de la política española, está claro que Carlos Mazón así no puede durar mucho.
Un milagro tendría que ocurrir y no estás los tiempos para milagros.
Todo es
una cadena de hechos y Mazón está bien encadenado a ellos. La cuestión está en
cómo se liberan del encadenamiento el resto, aquellos a los que arrastra. El
principio político español de "sostenerla y no enmendarla" hace que
su propio partido tenga que apoyarle simplemente porque los que le exigen la
dimisión no son ellos (como desearían) y se la piden todos los demás. Que los
demás pidan tu dimisión, hace que el PP se resista dentro de esta extraña
relación solidaria —hoy por ti, mañana por mí— que mantienen los partidos.
Un
Carlos Mazón que no puede pisar la calle, recibir víctimas, etc. porque le dicen
de todo, de asesino a insolidario, no puede ser un buen activo. Lo que ocurre
es eso, esa extraña forma de solidaridad que impide pedirle la dimisión. Estas
crisis siempre se resuelven cesando o dimitiendo los peones de por abajo, pero
el caso es tan grave, con muertos por medio, que nadie deja de apuntar a la
cabeza de Mazón y, de paso, a la de Núñez Feijoo.
Para
acabar de arreglarlo, Mazón hace una salida hacia adelante y pacta los presupuestos
con Vox, otro error político que deja al PP a los pies de los caballos en el
panorama nacional y, lo que es peor, internacional, donde la presencia de
Abascal junto a Donald Trump no es posible atenuar.
Pero
Mazón es un kamikaze y puestos a luchar saca el sable y se envalentona, un
gesto melodramático que no tiene valor político alguno. Todos saben que está
acabado, aunque lance su avión a estrellarse contra el palacio de La Moncloa,
que es lo que está haciendo.
La
táctica española frente al desastre es lanzarse contra el enemigo y tratar de
causar la mayor cifra de bajas posible. Pero Mazón tiene la respuesta en casa y
un presidente autonómico que no puede presidir, inaugurar, etc. es un activo
peligroso, carne de reporteros y cámaras. Mazón, con las distancias lógicas, es
el Rubiales de la política española, el punto al que van las bofetadas mientras
grita "¡no dimitiré, no dimitiré!" Pero, como en el caso Rubiales,
Mazón ya es merecidamente el malo de la película. Es el centro indiscutible del
caso, como muestran las imágenes de cámaras de seguridad, el análisis de de sus
diversas versiones, los testimonios de media humanidad, y los carteles y gritos
en las calles. Todo eso y mucho más es lo que Carlos Mazón ha obtenido y que
seguirá en cada telediario, en cada aniversario (meses, años, aniversario de
los cinco, de los diez....) Es Mazón el apestado.
De vez
en cuando emulará a Clint Eastwood y mirará desafiante a las cámaras y a la
humanidad detrás, como ha hecho recientemente con lo del "lo que hay que
tener", pero es más humo que otra cosa, un pequeño giro de guion, poco
más.
El caso
Mazón (podemos llamar así al conjunto de hechos y respuestas, de características
específicas que lo definen frente a otros) es muy propio de la política
española. Obedece a la peculiar estructura de partidos que hemos ido fabricando
en este país en las décadas pasadas. Cada miembro que colocamos en un puesto
elevado repercute sobre los cimientos.
Releía
estos días una obra que causó sensación en el momento de su aparición, en 1969,
El principio de Peter. Tratado sobre la
incompetencia o porque las cosas van siempre m**, firmado por el Dr. Laurence
J. Peter y Raymond Hull. En la obra se recogían los años de observaciones de
Dr. Peter y la fundación de un nuevo campo, la "jerarquiología". La
obra se publicó en España ya en 1970 y tuvo excelente acogida. como en muchos
otros países pues fue un bestseller mundial.
En su
presentación, Peter explica:
Mi principio es la clave para la compresión
de todos los sistemas jerárquicos y, por tanto, para la comprensión de la
estructura toda de la civilización. Unos cuantos excéntricos tratan de no verse
insertos en jerarquías, pero todos cuantos participan en el comercio, la
industria, el sindicalismo, la política, el Gobierno, las Fuerzas Armadas, la
religión y la educación se hallan inmersos en ellas. Todos se encuentran
regidos por el Principio de Peter.
Desde luego, muchos de ellos pueden conseguir
uno o dos ascensos, pasando de un nivel de competencia a otro nivel superior de
competencia. Pero la competencia en ese nuevo puesto les califica para otro
nuevo ascenso. Para cada individuo, para usted, para mí, el ascenso final lo es
desde un nivel de competencia a un nivel de incompetencia.
En consecuencia, dado un lapso de tiempo
suficiente, y supuesta la existencia de un suficiente número de grados en la
jerarquía, todo empleado asciende a, y permanece en, su nivel de incompetencia.
El Corolario de Peter dice:
Con el tiempo,
todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para
desempeñar sus obligaciones. *
No tengo dudas que, según el principio del profesor Peter, Mazón llegó a su nivel de incompetencia en la jerarquía. No ha sido el único que se ha mostrado incompetente, es decir, que estaba donde no debía, incapaz de enfrentarse a los problemas a los que su nivel exigía enfrentarse. La incompetencia se ha mostrado a lo largo de la línea jerárquica, como se ha visto. Los que había no estaban a lo que debían, bloqueados, indecisos, miedosos ante las decisiones que había que tomar y no se atrevieron.
Las respuestas a esto, en el caso específico de Mazón, son variadas y habrá que esperar para ver hacia dónde se dará la patada, si hacia arriba o hacia abajo. Habrá que ver cuánto tiempo considera el PP que es necesario tenerle en su particular situación. Cuando no haya más remedio, lo mandarán lejos, pero a sabiendas de que Mazón ha quedado marcado y que allí donde aparezca se escucharan gritos, se verán pintadas y carteles, intentos de agresión.
Mazón es un apestado y en su partido lo saben. Pero...
* Dr, Laurence J. Peter y Raymond Hull (1969, trad. 1985). El principio de Peter. Tratado sobre la incompetencia o porque las cosas van siempre m**. Trad. Adolfo Martín.
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