Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
confirmación de las ondas gravitacionales que se ha anunciado esta misma semana
sienta las bases para nuevos descubrimientos. No solo se ha confirmado algo,
sino que también se ha abierto una nueva senda. En este sentido, el científico Kip
Thorne, una de las personas que han trabajado para que esta confirmación se pudiera
producir, señala en su entrevista en El
País:
Pero lo más importante es que se abre la
observación humana a un nuevo tipo de radiación. Todo lo que hemos hecho hasta
ahora esencialmente se basa en ondas electromagnéticas. Ahora accedemos a otro
tipo de radiación completamente nuevo. En las próximas dos décadas vamos a ver
el mismo desarrollo que en la astronomía convencional, comprenderemos cuatro
tipos de ondas gravitacionales con diferentes periodos de oscilación y cada una
nos dirá cosas muy diferentes del universo. Las ondas que hemos visto oscilan
en periodos de milisegundos. Pero usando LISA, que será una antena espacial,
algo así como LIGO en el espacio, vamos a captar periodos que son 1.000 veces
más largos, de minutos a horas. Vamos a ver incluso periodos de años y décadas.
Vamos a ver la marca que dejan en el cielo ondas que tienen periodos de miles
de millones de años. Vamos a ver muchas cosas que no habíamos visto antes, y
esto sucederá en las próximas dos décadas.*
La
novedad es inmensa pero el carácter que ha ido tomando la Ciencia en las dos
últimas centurias hace que no se acabe de comprender muy bien sus implicaciones.
Luego, dentro de unas décadas, alguien nos explicara a través de los objetos
cotidianos en que la Tecnología ha traducido los nuevos descubrimientos que
todo ello deriva de lo que hoy se comenzaba.
Nuestra
educación ha renunciado al conocimiento profundo de las cosas —su comprensión,
en realidad— y se limita al uso de los objetos que del conocimiento alcanzado
se deriva. Solo llegan a entenderlo unos pocos, los suficientes para que a
nosotros nos lleguen sus efectos a través de su incorporación al sistema
industrial.
Este
saber sin profundidad, que nos permite usar las cosas sin comprenderlas o
preguntarnos por sus principios, puede que esté en la base del retorno del
dogmatismo, lo opuesto al pensamiento que debe caracterizar a la Ciencia.
Si la base de la Ciencia es hacerse preguntas de forma sistemática
y tratar de encontrar respuestas ajustadas, nuestras sociedades han dejado de
hacerse preguntas. De ahí que sea de nuevo el pensamiento mítico-dogmático el
que esté tomando posiciones en la mente de muchas. Para ellos no es necesario hacerse preguntas porque confían en quienes les dicen tener todas las respuestas. Todo está dicho.
La
Ciencia no tiene todas las respuestas —eso se lo atribuyen otros—. Ni quiere tenerlas, sino buscarlas, que es la base del proceso del conocer, de ahí que sea la curiosidad el principio del pensamiento científico. Sin curiosidad no hay búsqueda y esta se produce por lo insatisfactorio de las respuestas dadas.
Hace
mucho tiempo que lo que la Ciencia descubre no tiene nada que ver con la intuición
o con la observación sensorial, mecanismos más naturales, dirigidos a la
supervivencia. Nuestro gran poder es una capacidad de superarnos en nuestras
limitaciones biológicas gracias al lenguaje, que nos permite intercambiar y
acumular conocimientos, refinarlos para mejorarlos en su conjunto. Nuestra mente
ha desarrollado un poderoso aparato conceptual que se vierte en el lenguaje,
que también superamos creando otros lenguajes más precisos y universales —como
las matemáticas—, para poder aprehender simbólicamente el mundo que nos rodea e
imaginar otros posibles, describir los procesos que lo constituyen y,
finalmente, compartirlos con otros.
El descubrimiento de esas nuevas ondas expande
nuestras posibilidades de conocer una parte del universo que sencillamente era
inaccesible a nuestra mirada. Hace ya tiempo que avanzamos más allá de nosotros
mismos entrando en zonas que no sospechábamos que existían.
La pena
es que nuestra educación se conforme con muy poco y no busque la admiración
ante un universo que se nos abre. Nuestra gran aventura no es solo conocer
mejor, sino superarnos. Debemos
superarnos para poder llegar más lejos que con la velocidad que como seres
vivos tenemos programada. Hemos inventado nuevos ojos, nuevos oídos, nuevos
lenguajes para ver, escuchar, describir los confines de un universo que se nos
muestra en toda su belleza como un desafío.
Transitamos
nuevos espacios descubriendo que lo que nuestros sentidos nos muestran son
ilusiones dadas por una naturaleza limitada. Quizá sea eso lo que define a los
seres humanos por encima de los demás seres vivos: comprendemos que somos seres
con limites, imperfectos, en permanente plasticidad para resolver los enigmas
que nos rodean. Otros seres viven sus límites como cárceles de cristal;
nosotros somos conscientes de esos muros invisibles y hemos desarrollado nuevas
potencias para superarlos.
Einstein
comprendió algo antes de poder probarlo. Disponía del aparato más afinado del
universo, una mente extraordinaria dentro de una especie única. Más de cien
años después algunos han estado a la altura de lo que imagino para beneficio de
todos.
Con cada
gran descubrimiento que hacemos, con cada nueva confirmación de las grandes
teorías, sabemos que hemos vivido ciegos a una parte de nuestra realidad. Por
eso, las palabras de Thorne, más que al hecho en sí de las ondas
gravitacionales, se dirigen a la zona del universo que comienza a hacerse
visible para nosotros, un nuevo camino por delante. Lo que se ha encontrado es una incitación a seguir caminando.
*
"El padre de LIGO: “Este evento ha causado una tormenta en la que se
podría viajar en el tiempo”" El País 12/02/2016
http://elpais.com/elpais/2016/02/12/ciencia/1455279505_085847.html?rel=lom
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