viernes, 15 de abril de 2011

30.000 becas y 5.600 despidos o la codicia como virtud

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Los empresarios importantes (¿hay alguien más importante) de este país se presentaron en La Moncloa a decirle al presidente del gobierno —actualmente en China pidiendo dinero— lo que tenía que hacer para que esto (España) marchara bien. Estos señores tan importantes le dijeron que no especulara con su sucesión y que ellos representaban el “nosécuántos” por cien de la economía española. El presidente se hizo una foto con los empresarios y los empresarios se hicieron una foto con el presidente. Todo por el bien de la economía.
El presidente de Telefónica, la empresa más importante de las empresas importantes, se ofreció a gestionar (que hicimos notar el matiz) unas 30.000 becas que el presidente pedía. ¡Presidente, presidente!, clamaron algunos al verle sacar pecho y compromiso ante señores tan importantes. Todo era por el bien de la economía.
Hoy, España se levanta con el anuncio de que Telefónica propone 5.600 despidos, el 20% de su plantilla. Quizá haya decidido realizar esa costumbre tan española de despedir a un trabajador y readmitirlo en concepto de becario en prácticas. Eso también es bueno para la economía.
El anuncio ha causado indignación porque, prácticamente a la vez, se ha presentado un plan de bonus millonario para sus altos ejecutivos, por valor de 450 millones, y un reparto de dividendos de 6.900 millones de euros para el accionariado. No parece el escenario más adecuado que justifique el despido de un 20% de la plantilla, de 5.600 trabajadores. Sobresueldo y dividendos y despidos concurren en el tiempo. Para muchos es una contradicción, pero para otros es perfectamente lógico. ¿Dónde está el problema? También es bueno para la economía.
Pero no solo es cuestionable, sino que nos hace una vez más preguntarnos por el papel de las empresas en la vida social. El grado de dependencia que el sector político ha creado con ellas está rebasando los límites de lo razonable. Los escándalos financieros de la última crisis no son más que el resultado de la codicia, término que se ha hecho frecuente en cada vez más discursos, artículos y libros. Codicia es la voracidad sin freno, el apetito desmedido por poseer por encima de cualquier otra cosa.


Todas las burbujas que se han producido desde los años 90 —la tecnológica, la del “ladrillo” y la financiera— han sido fruto de la especulación sin límites, de la codicia institucionalizada y teorizada hasta la saciedad. Todas ellas han arrastrado a millones de personas a perder lo que tenían. Los responsables de tales desmanes económicos han salido alegremente buscando un nuevo campo en el que obtener dinero rápido. Una y otra vez salen a la busca de los ahorros para ponerlos en marcha en negocios especulativos. Captación de dinero y operaciones rápidas. Las maniobras especulativas contra el yen a causa de la crisis actual de Japón; las maniobras contra la deuda pública que ha hecho intervenir al Banco Central Europeo para frenarla, etc., son cada vez más frecuentes y se ven como naturales. En España le pusimos el nombre a esto: los “pelotazos”, el dinero rápido y especulativo. Lo que antes estaba mal visto, ahora es el no va más.
El problema está en los límites y en la vigilancia. Pero los que deben vigilar no lo hacen, sino que se hacen fotos con aquellos a los que temen y necesitan. El destino de la mayor parte de los políticos salientes son los consejos de administración de las empresas. Las cifras que más temen nuestros políticos son las del paro por ser las que mejor entiende la gente. Con eso juegan.
En las últimas décadas hemos pasado de la lucha de clases a la beatificación de las empresas. Nos hemos hartado de escuchar eso de que son las empresas las que crean empleo. Y también las que lo destruyen. Con una imagen pública siempre abrillantada, las malas empresas existen. Desde la teoría, una buena empresa es una empresa rentable, y eso incluye exclusivamente los resultados. Lo que haga para conseguir mejores resultados es lícito aunque sea inmoral. Para eso se van bajando las restricciones legales día a día. Y en ocasiones, se va más allá. La Comisión Europea acaba de sancionar por pactar precios a los gigantes de los detergentes, Unilever y Procter & Gamble. Habían pactado precios en España y siete países más de la Unión*. ¿Será la “mano invisible” de Adam Smith? ¿La “mano negra” quizá? Y los casos son frecuentes en todos los sectores: 11 compañías aéreas (2010), nuestras Cepsa y Repsol (2011), 116 autoescuelas aragonesas (¡sí, también!) (2010), etc.
Con la amenaza de irse a otros lugares donde “sean tratados mejor”, consiguen lo que quieren hasta que llegan al límite. Entonces, se van a la busca de otros lugares en donde se trabaje por menos, en donde las condiciones de seguridad sean más baratas, las condiciones medioambientales menos exigentes y el despido más fácil. Siempre habrá un político que les reciba con los brazos abiertos para comenzar el ciclo de fotos.
Se está produciendo una reacción ciudadana en muchos países, una reacción indignada que podrá cristalizar o no en movimientos más allá de los “antisistema”. Pero pedir una moralización de la vida política y económica, que se vigile por el bienestar de los ciudadanos no es ser antisistema, sino tratar de evitar los excesos que los que debieran atajar no atajan. Si los políticos no incluyen en su agenda —que es la nuestra— la revisión de los límites de lo posible, el resultado es previsible y probablemente no deseable.
Hay algo que va más allá de la corrupción; es la aceptación de los vicios sociales como virtudes. No es bueno. Contra la corrupción hay armas legales; contra los vicios convertidos en virtudes, solo el escándalo y la indignación creciente. Habrá que ver hasta dónde llega la paciencia.

* “Unilever y Procter&Gamble, multadas por pactar precios de detergentes”  La Vanguardia 13/04/2011  http://www.lavanguardia.es/economia/20110413/54140488001/unilever-y-procter-gamble-multadas-por-pactar-precios-de-detergentes.html


2 comentarios:

  1. Exacto y preciso, Joaquín. Con tu permiso, me lo llevo a mi página de Facebook.
    Un abrazo.

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  2. Gracias, Bel. Lamentablemente, es lo que hay.
    Un saludo
    J.A.

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