Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
miércoles pasado vimos en nuestro cinefórum una película muy especial, "La
música nunca dejó de sonar" (Jim Kohlberg 2011), con el destino incierto
de las diferentes formas en que se traduce al castellano el título original en
inglés, "The music never stopped". La película puede ser rastreada en
español como "La música nunca dejó de sonar", "La música nunca
se detuvo" o "La música nunca paró", algo que no suele ocurrir, pero que demuestra una situación extraña del filme, como el hecho de que fuera
el debut de su director y su último filme, productor de películas como
"Trumbo" (2007) y director teatral de una versión del "Todos eran mis
hijos", de Arthur Miller, autor de una novela, "The Golden Gate is red". Lo último suyo que rastreo es de hace poco más de un mes, un
artículo de Fortune con el explícito
título "I’m committing $30 million to reforming the Supreme Court. It’s a small price to pay to protect
our democracy". Un personaje curioso, como puede apreciarse.
La película se basa en una obra del afamado psicólogo y escritor, autor de grandes bestseller, Oliver Sacks. El filme recoge el capítulo llamado El último hippie, incluido en la obra "Un antropólogo en Marte", en el que estudia diversos casos de patologías.
Vimos la película y nos emocionamos todos.
Nos cuenta la historia de una familia en la que el padre modela el gusto musical del hijo con sus canciones y cantantes favoritos. El hijo crece y vive la rebeldía de los 60 a través de la música, que no gusta nada a su padre. La guerra de Vietnam acaba por distanciarlos y se produce la ruptura. El hijo se va de casa. Pasados 20 años les llaman para decirle que, a raíz de un tumor cerebral, su hijo esta postrado en una cama y ha perdido gran parte de sus recuerdos. Un día descubren que el hijo reacciona ante la música, que conecta con sus recuerdos y le devuelve a la actividad. Cuando la música cesa, el hijo se desconecta de la realidad. No es capaz, además, de generar recuerdos. Lo que vive se borra.
El papel de la música pasa a ser fundamental para llegar al hijo y el padre debe acercarse a lo que antes rechazaba, la música de su hijo, lo que se significa en el grupo Grateful Dead. La música que el padre despreciaba como una forma de pensar y vivir opuesta a la suya es ahora la vía que debe recorrer para entrar en la vida de su hijo. Un momento clave es cuando el padre coge todos sus viejos discos y va a venderlos para comprar los que le gustan a su hijo y así compartir con él las emociones.
La película tiene tres centros perfectamente equilibrados: el psicológico (el funcionamiento del cerebro en cuanto a la memoria y su construcción), el de las relaciones familiares y sus transformaciones y, finalmente, el de la música y lo que significa para nosotros individual y culturalmente.
Encendimos la luz al finalizar la película. Todos confesamos nuestras emociones por lo que habíamos visto.
—Tienes los ojos rojos —me dijeron después.
—He llorado —respondí—. Esa música del hijo fue también mi música. El personaje del hijo solo tenía cinco años más que yo.
Recordé mi adolescencia y cómo trasladaba una maleta de discos cada verano para las vacaciones.
— ¡Esa maleta vas a llevar! —me decía mi madre cuando cargábamos el 600 para salir camino de la playa a pasar el verano.
Yo defendía aquellos cien discos con mi vida; eran mis armas de supervivencia musical veraniega y herramientas para las fiestas de cumpleaños de los amigos. Yo ponía mi música, que era como mi otro yo en forma de vinilo.
Recordé cómo ponía a los Grateful Dead en el programa musical que tuve durante dos veranos en Radio Juventud de Murcia, algo insólito, pero que a mí me parecía normal porque era mí música.
Jim Kohlberg y Lou Taylor Pucci, el actor que interpreta al hijo |
Todo aquello salía de los recuerdos que la música despertaba y de los personajes que la encarnaban dejando claro que, a diferencia de otras artes, la música juega un papel emocional muy diferente. La música tiene un intenso factor sentimental que hace que nos acompañe a lo largo de la vida. Se pega a los momentos intensos de nuestra vida. En un momento dado se cierra y dejamos de identificarnos con lo nuevo. Puede gustarnos más o menos, pero ya no somos nosotros.
Para la generación representada en la película, la música lo envolvía todo, lo personal y lo social. Era la forma de expresión que la distanciaba de la generación anterior. Cuando vemos al hijo compartiendo la música del padre, escuchando a Bing Crosby, sabemos que eso ya no es posible hacerlo con el pelo largo y la guitarra eléctrica que se convierten en sus señas de identidad. Comprendemos que son ya seres distintos de mundos distintos, con valores y recuerdos diferentes.
Bob Dylan, los Grateful Dead, The Beatles, The Rolling Stones, Crosby, Stills, Nash & Young... todas las canciones que suenan la película son algo más que música. Son ladrillos en la construcción de un yo distinto. No sé si las generaciones posteriores le han dado ese valor a la música. Creo que la MTV lo cambio todo y fortaleció una industria encargada de vender diversas cosas, modas, imágenes y sonidos. Pero la música que nos muestran en la película tenía una función diferente, esencialmente la construcción de un ente llamado "juventud" que significada sobre todo diferencia del mundo anterior, rebeldía, algo que se simboliza por la oposición a la guerra de Vietnam, frente al heroísmo orgullo de las victorias militares que el padre tenía. Es la quema de una bandera norteamericana en un concierto del hijo lo que separa definitivamente a ambos.
The Grateful Dead |
La concesión del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan fue una distinción a ese tiempo y a su figura de trovador de una generación. Había grupos que incluían una versión de alguna canción de Dylan en cada disco que sacaban. Era una forma de hacer suyas palabras, música y sentir.
Quizá todos tenemos esas piezas musicales que constituyen nuestro ser emocional e histórico. Son las canciones que hemos escuchado y nos conmueven al traernos momentos distantes que han quedado fijados en unas notas, en unas líneas de una canción.
Me da la impresión que el director de la película descubrió el texto de Sacks y se identificó con todo esto. Quizá se sentía también ese "ultimo hippie" y quiso traer de nuevo sus recuerdos en forma de música y compartirlos.
Todos nos emocionamos, aunque por causas distintas. Quizá no era su música, pero sí las emociones alrededor de la familia.
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