Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
A estas
alturas de la película, no sabemos bien quién ha ganado las elecciones o qué ha
ganado cada uno. La atomización de las decisiones sobre las alcaldías hace que
se apuren hasta el final las decisiones sobre el "poder", que en el
fondo es lo que le interesa a la mayoría. O, mejor, que es para lo que se
presentan. No sabemos todavía ni el quién ni el cómo —los pactos que han
llevado a los cargos— de ayuntamientos y comunidades.
Pero esto
no es una queja. Hemos llegado a la conclusión —muy española, si la envidia fuera tiña— de que lo malo
son las mayorías absolutas. De ser
cierto, no significa automáticamente que las minorías lo sean. De la misma
forma, si el diálogo está muy bien, los pactos en cambio pueden ser indecentes,
incluso obscenos. De lo que no hay duda es de que esto así es más complicado. Y
lo es más allá de los pactos.
Estas
elecciones están siendo muy raras porque se han juntado muchas cosas. Hay demasiado
voto de castigo, es decir, votas a
los que no votas nunca porque no estás de acuerdo con los que votas siempre; y
también hay mucho cheque en blanco, es decir, has votado sin saber realmente
qué harán porque nunca han hecho nada. La suma de estos dos factores es complicada
pero se suman de alguna extraña manera. Aunque nos dicen siempre que no, sí es
posible sumar peras y manzanas en
algunas cuestiones. Esto se traduce en que tú das el voto para algo y los otros lo reciben con otras
intenciones. Creo que hay mucha gente que, según los pactos, se sentirá que ha
tirado el voto o que, por el contrario, le ha sacado un rendimiento inesperado.
De los
discursos maximalistas de "castas" y "adanes" hemos pasado
a los posibilistas y contextuales. Lo que era malo antes, ya no lo es tanto. Con
aquellos para los que pedías guillotina y soga, incluso hoguera, te sientas a
comer tratando de echar pelillos a la mar.
Lo malo
es que muchos están descubriendo el juego al que estaban realmente jugando. Y
no les gusta. Los partidos viejos,
como se les llama ahora tratando de concentrarse en aspectos generacionales,
tenían su pesada herencia de achaques. Los nuevos
tienen también problemas, aunque sean hormonales y de acné. Pero el mayor
peligro de estos últimos, los nuevos, es la autodesilusión.
La mayoría llegó a la política por desilusión, es decir, porque ya no creían en
los que antes creían. Desilusionarse de los demás está muy bien, pero cuando te
empiezas a desilusionar de lo que has creado con toda ilusión, la cosa cambia.
Es tal
el hartazgo de no ser tenidos en cuenta, aunque se pueda interpretar de muchas
maneras y en ocasiones injustamente, que quizá se han puesto muchas esperanzas
en lo nuevo cuyo sino, indefectiblemente, es convertirse en viejo. Ya han llegado las primeras discusiones
(y desilusiones) y todavía no se ha constituido un solo ayuntamiento.
Los de
Podemos se plantean ahora un interesante debate con "abrimos podemos"
que es un debate algo más que asambleario. En el fondo lo que se está
discutiendo aquí es la reorganización de la izquierda o de las izquierdas, si
se prefiere. Desde que el PSOE abandonó el marxismo durante la ahora denostada
"transición" (¡qué fácil es hablar a toro pasado!), las posibilidades
de coexistencia o cohabitación entre socialdemócratas y marxistas ha estado en
el fondo. El predominio del PSOE sobre lo que fue el PCE y después Izquierda
Unida, les dejaba con un margen de tranquilidad grande. El PSOE es el partido
que más tiempo ha gobernado en la España democrática. Eso es un hecho. Para
cierta izquierda, ese gobierno ha sido una traición que se ha traducido en
refriegas por la "O" de "obrero" o los cuartos de baño de
Miguel Boyer o cualquier otro debate, cuyo sentido final era saber si Tony
Blair tuvo razón o fue un traidor simpático.
La
generación "nueva" viene con afán de poner sobre la mesa lo que
consideran una defensa débil de los intereses de los ciudadanos. He entrecomillado
el "nueva" porque observo una mezcla de jóvenes y de viejos jóvenes militantes de los setenta
en estas repeticiones de la Transición a través de nuevas formas de lo que
fueron los movimientos vecinales y asamblearios. Hoy se ataca al FMI cuando
entonces estaba de moda hacerlo contra la Trilateral, también causa de todos
los males.
El
movimiento del que nos da cuenta El País, llamado "abrimos Podemos"
no es más que la escenificación de ese movimiento que quedó aparcado en la
historia y que ahora vuelve con fuerza gracias a la ley de la oportunidad: lo que puede ser, es. Para otros será una ley del oportunismo: lo que no haces tú,
lo hace otro. Pero no es más que cuestión del color de los cristales. Señala en
El País recogiendo el manifiesto que estos dirigentes o personas notables, para
no ofender a ningún asambleario:
“Queda una cuestión pendiente para las
próximas elecciones generales, y es la de si Podemos aspira simplemente a
convertirse en un partido más, que contribuya al remiendo de un régimen en
crisis, o si aprovechará la oportunidad histórica que se presenta para
contribuir a una transformación democrática real”, señala el grupo, que pide
“que la política esté a la altura de los tiempos y de las realidades sociales”.
Los dirigentes que han impulsado el
manifiesto reclaman mayor apertura hacia fuera, pero también más participación
y pluralismo hacia dentro. Así, los círculos deberían "recuperar su papel
de espacios de debate y de decisión política presenciales". Consideran
que, además, hay que avanzar en otras formas de participación mucho más amplias,
como asambleas populares. "Podemos tiene que estar presente en la
televisión y en las redes sociales, pero también tiene que pisar las
calles", alertan. Entre sus propuestas de contenido, se encuentra la
"renta básica universal e incondicional" —la medida estrella con la
que se presentó Podemos a las europeas, y a la que renunció en su programa para
las autonómicas— la auditoría ciudadana de la deuda financiera y un
"proceso constituyente" que rompa "con un régimen oligárquico
corrupto". En la búsqueda de esos objetivos, vuelven a alertar, Podemos
"deberá evitar que se reproduzcan las prácticas de los partidos del mal
gobierno, basado en las excusas de la urgencia, la excepción y una supuesta
meritocracia".*
Esto es
algo más que elegir alcaldes y
concejales o la presidencia de las comunidades. Si se lee con detalle lo
expuesto anteriormente por estos señores, decidido en sus círculos y asambleas,
es algo más que un programa de actuación, es un cambio de juego y como tal debe
ser entendido. Los que están pactando deben saber —creo que ya se han dado
cuenta— que no están tratando con aficionados, con simples vecinos
concienciados, sino con personas que encarnan el bien frente a todos los demás
que encarnan todos los males de la Historia, en la mejor tradición
apocalíptica.
En
cierto sentido, el más perjudicado será el PSOE, que es realmente a por quién
van, considerándolo responsable de la traición
de la izquierda al pueblo, es decir de los que están en el "régimen
oligárquico corrupto" que hay que cambiar. Han aprovechado la crisis
económica, el descontrol político y la sordera de los partidos para lanzar la caballería.
De seguir esto así y como consecuencia de ciertos pactos, acabará produciéndose
un desagarro o escisión entre los tentados por esta aventura preconstitucional
y los que no deseen retroceder a posturas maximalistas y se sientan ideológicamente
cómodos en una socialdemocracia, en un centro izquierda. De los demás no hablo
porque son irrecuperables y estarán en el infierno por toda la eternidad.
Cada
vez es más evidente que la idea, como proponen los de "abrimos
Podemos", es sumar fuerzas que permitan esas transformaciones, las
pequeñas y las grandes. El experimento les va saliendo bien en cuanto a los
votos necesarios, pero puede que esto cambie porque están haciendo ya que se
recele. Las declaraciones de Ada Colau diciendo que solo aceptará las leyes que
"le parezcan bien", en boca de la futura alcaldesa de una ciudad como
Barcelona, habrá hecho a más de uno cuestionarse si el salto de salir a rastras
de los encierros a entrar saludada por la guardia municipal no es demasiado
como una parábola visual a lo Stanley Kubrick.
Lo que
deben hacer en Podemos —por favor— es no considerarse el "pueblo",
que somos todos. Pensar en términos de partidos —porque es lo que son, por más
que les reviente— y una vez entrados en parlamentos, ayuntamientos, respetar
las instituciones que, hoy por hoy, son las nuestras. Si lo que quieren poner
sobre la mesa es otra cosa, que lo digan y entonces los debates se centrarán
sobre esos puntos y la gente sabrá lo que estamos decidiendo y votando.
Hay que
separar las instituciones de los que las gobiernan. En nuestro sistema, el que
nos hemos dado históricamente, las instituciones permanecen y sus dirigentes
cambian. Si quieren cambiar, como dice la futura alcaldesa de Madrid, el modelo
territorial o de Estado, que nos lo propongan y decidiremos todos. Pero no se
elige a los alcaldes para eso.
Ahora los pactos se han convertido en un arma de doble filo. Los necesitan y los temen. Podemos juega con blancas contra el PSOE. Si hay alcaldes del PP porque no les apoyan a ellos, se lo echarán en cara. Si pactan con ellos, se les meten en casa como se les metieron en Izquierda Unida, también divida entre los que quieren seguir siendo ellos con poco poder o disolverse en las nuevas corrientes para tocar cargos. Borrada del mapa Izquierda Unida, ahora le toca al PSOE. Pero también le toca a Podemos, vigilado desde dentro por aquellos que no quieren verse acusados de convertirse en "partidos", concepto maldito después de unos años de conductismo informativo.
Más
allá de los pactos están los planes, algo que deberían explicarse
mejor. Dicen ahora que no quieren ser un "partido" y que prefieren
ser el "pueblo" porque así se siente uno más mesiánico. No es serio.
*
"Un sector de Podemos critica la deriva hacia “un partido más”" El
País 10/06/2015
http://politica.elpais.com/politica/2015/06/10/actualidad/1433964284_566358.html
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