Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Que las
campañas se puedan decidir por las meteduras de pata más que por los aciertos
de unos u otros es una muestra de lo triste que resulta ser votante en este
país. Lo confieso: soy un votante vocacional. Me encanta ir a la urna y echar
mi papeleta tras algún proceso mental en el que determino para qué va a servir mi
voto. Hoy esto es un proceso más complicado en el que debemos —al menos yo— navegar
por mares de calma chicha y soplarnos nuestras propias velas ante la falta de
viento.
Dice
Lucía Méndez, en el diario El Mundo, que los partidos han renunciado a hacer
campaña en mítines con mucho bombo ante el temor a que queden las sillas vacías
y no haya ni militantes para cubrir las primeras filas. Méndez recoge la
evaluación general de la situación de esta campaña:
Los responsables políticos más curtidos en
procesos electorales aseguran que la campaña de las europeas es la menos
visible y la más extraña a la que han asistido en las últimas décadas. Los
candidatos recorren España notando en carne propia la indiferencia de los
ciudadanos y temen por ello una abstención histórica. Los dos grandes partidos
han renunciado a una de sus señas de identidad: los mítines en grandes recintos
donde se aprecie su poder de convocatoria. El PP ha planificado la campaña más
discreta de su historia. Es un acontecimiento inédito que Mariano Rajoy no
logre abarrotar el aforo de un teatro en Vigo.*
Se
supone que las campañas son para meter ruido, transmitir euforia y confianza. En esta parece que tratan de pasar en
puntillas. Efectivamente, todo es muy raro. Quizá porque haya demasiados
enemigos en liza, esta campaña tiene despistados a todos.
En esta
campaña europea, desde la perspectiva de los partidos grandes, tiene cuatro enemigos peligrosos:
a) Los antieuropeos.
El hecho de que se presenten antieuropeos a la campaña electoral europea obliga
a todos los europeístas a formar un cierto frente común sin dar demasiados
argumentos a los enemigos. Tienen que hablar de Europa, aunque la política
española tiene un problema de miopía y tiende a fijarse en lo más próximo.
b) La
abstención. A diferencia de los antieuropeos que están deseando que se abran
las urnas para ir a votar contra Europa y sus instituciones, los europeos
tienen el peligro de la indiferencia. Los partidos tienen que movilizar a la
gente, pero como solo lo suelen hacer con argumentos negativos —movilización
contra sus rivales— no acaban de coger el tono necesario apara esta campaña.
c) La "otra
parte". El bipartidismo de facto hace que los rivales políticos sean el
principal motor para la movilización mediante una estrategia de miedos y
desastres en caso de que venza el "otro". Se vota para que no gane el
otro, sin mucho más que decidir.
d) Los "peces
chicos". Me refiero a aquellos que se van a beneficiar del deterioro de
los grandes. La movilización de unos y otros tiene poco que ver con Europa
misma y más con el deseo de dar un zarpazo al bipartidismo rompiendo ciertas
barreras. Entre los "peces chicos" solo alguno juega la baza "pro
europea" y la mayoría apuesta por la contraria a la espera del "nuevo
orden" electoral por llegar, el resultante tras las próximas generales.
Las europeas para ellos son experimento
con gaseosa.
Hay que
reconocer que no es un panorama favorable por esta mezcla extraña de conflictos
dentro de la misma urna. No se sabe muy bien qué hace más daño electoral: si
que no vayan, que vayan y voten a tu rival directo, o que vayan y se carguen el
bipartidismo votando a terceros, que es la principal preocupación. Como aquí no
se lleva a nadie a las urnas con razones, sino con exabruptos y demagogia, la
cuestión se pone rarita cuando el
guión varía. Para colmo, se nos cuela el problema "soberanista" por
la rendijas.
Atrapados
por la contundencia populista y demagogia antieuropea de los Farage, LePen,
Wilder y compañía —en ascenso y envalentonados—, los partidos grandes de la eurocámara tratan de dar
una cierta imagen de concordia europea
dentro de la necesaria discrepancia electoral. Algunos les han sacado las
cuentas de las veces que los grandes grupos de la cámara llegan a votar
conjuntamente. Por arriba —les
acusan— no se pelean tanto como por abajo.
Y eso, a los degustadores del circo romano, les parece una traición que les
hace cómplices o, al menos, invalida sus discursos cruzados. Si encima sale un
ex presidente hablando de "gran coalición", aunque luego pida
"perdón" a todos por el desliz, ¿para qué quieres más?
Quizá
este pasar casi de puntillas por la campaña sea una estrategia para no irritar
más al respetable, que ya tiene bastante. No es fácil lanzarte a la yugular de
tu rival tradicional si existe un frente exterior (los antieuropeos) y un
frente interior (los antibipartidistas). El guante blanco europeo (centrarse en
Europa y en sus problemas desde España como país) tampoco sirve de mucho porque
serán acusados de tongo.
Afortunadamente por España la corriente antieuropea no se ha canalizado todavía
(y esperemos que no lo haga) y solo anida en los discursos con eufemismos como
"otra Europa", sin especificar demasiado. Es la magia del lenguaje.
Un
ejemplo claro de todo esto son los discursos del candidato Willy Meyer, de
Izquierda Unida, la más crítica con todos (con el bipartidismo y con "esta"
Europa) porque es su papel:
El candidato ha señalado que "estamos en
un momento crítico en Europa", donde hay "una catástrofe social, con
27 millones de parados, una catástrofe que tiene autores". Así, ha añadido
que esta situación es "el resultado de un proyecto político fallido en
Europa entre el Partido Socialista y la derecha". "Los dos pactaron
este proyecto fallido que crea desigualdad", ha apuntado.
Por ello, ha apelado a los ciudadanos a
"derrotar el 25 de mayo al PP y al PSOE, que son lo mismo en cuanto a la
responsabilidad política de haber levantado este tinglado que nada tiene que
ver con el interés general".
En este sentido, el candidato de IU ha
remarcado que "PP y PSOE han votado conjuntamente en un 70 por ciento en
todas las iniciativas legislativas que tienen que ver con la economía y con lo
social en Europa". "Tienen esa gran coincidencia, no son lo mismo,
pero hacen lo mismo", ha puntualizado.**
Podemos
apreciar cómo el objetivo real es la presión sobre el bipartidismo al que se
hace centro de todos los males, aquí y allí. Los tiempos de las coaliciones y
del voto útil han pasado a mejor vida. Se trata de desmotivar al voto
bipartidista asociándolo a la crisis europea y de rascar lo que se pueda de
allí. La abstención siempre se podrá presentar como una victoria de unos o del
fracaso de otros, sacando buen rendimiento.
La gran
perjudicada por los cuatro peligros señalados y sus consecuencias sigue siendo
Europa y, con ella, nosotros. La ausencia de un pensamiento europeo es una constante de nuestra política nacional.
Esa genérica "Europa" necesita de una política más decidida desde una
definición previa de su ciudadanía y sus aspiraciones comunes. Se avanza en lo
técnico a golpe de crisis, pero no se avanza demasiado en la identidad europea,
como hemos señalado en muchas ocasiones. No se trata ya de si somos
"europeos" o no. Se trata, más bien, de ahondar en nosotros mismos,
en nuestro camino europeo. Los
antieuropeos no lo son porque Europa "no funcione"; lo son porque
quieren serlo, es su base. Se limitan a aprovechar las crisis económicas y de
liderazgo para avanzar en su camino nacionalista. El caso del Frente Nacional
en Francia es el más claro, pero los demás recurren a motivaciones similares.
las derechas atacan desde el nacionalismo; las izquierdas, desde la crisis
económica. Europa, entre fuego cruzado.
Europa
necesita de técnicos y burócratas, pero también necesita de "mitos
fundadores", que son la base de la identificación común, del sentido de
pertenencia. Esos "mitos" deben partir del sistema de libertades,
convivencia y cooperación solidaria entre todos. Difícilmente se podrá
construir una Europa de desequilibrios porque nadie se identificará con ella:
los países ricos porque despreciarán a los pobres y los pobres porque se
sentirán engañados y explotados por los países más ricos. Pero la economía es
solo una parte. Importa también la dirección del viaje, no solo la comodidad
del trayecto.
Para
que esto funcione tenemos que tener en las instituciones europeas personas
capaces de despertar la ilusión europea,
que es la que los políticos han acallado por ineficacia o tibieza. Quizá les
interesa que Europa sea una sombra lejana, mientras que ellos viven bajo los
focos locales, con su protagonismo constante.
Europa
puede sobrevivir casi a todo menos a la falta de ilusión por sí misma. Dejar
morir el proyecto de una Europa unida por aburrimiento o por enfado por lo
hecho mejor o peor es algo de lo que podemos arrepentirnos en el futuro. Una
Europa aburrida que renuncia a marcar su camino será un favor para muchos.
*
"Indiferencia ciudadana en campaña" El Mundo 18/05/2014 http://www.elmundo.es/espana/2014/05/18/5377d31ce2704e745f8b4573.html
**
"Willy Meyer aboga por "derrotar a los responsables de la
crisis" y levantar otra Europa" Diario de Navarra 15/05/2014
http://www.noticiasdenavarra.com/2014/05/15/politica/navarra/willy-meller-aboga-por-derrotar-a-los-responsables-de-la-crisis-y-levantar-otra-europa
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