Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
discurso real de Nochebuena ha tirado de las orejas a los políticos. No podía
ser de otra manera, dadas sus actuaciones. Creo que ha recogido el sentir
general, lo que piensa mucha gente, y los peligros que esto conlleva. Los lectores
de este blog entenderán que le dé la razón porque causas y parches han sido
expresados aquí de forma continuada coincidiendo en muchos diagnósticos.
La
política mundial se está enrareciendo mucho y no debemos dejarnos arrastrar. La
propaganda interna trata de minimizar los problemas contraponiendo a la
realidad unos datos sesgados y eslóganes consoladores, como en de que "la
economía crece", cuando solo crece la diferencia entre los más ricos y los
más pobres; crecen las enfermedades mentales fruto de la tensión que se vive
por la inseguridad laboral, la cuestión de la vivienda, etc.
El
poder es ya cuestión ocupacional —llegar
a él, estar ahí—y los partidos hacen agua por la corrupción, el acoso sexual y
demás vicios que vemos ya como una normalidad
paralela. No se solucionan los problemas, solo se espera a que surja el
siguiente en el contrario en un equilibrio indecoroso y suicidad para el
sistema en su conjunto.
El Rey
Felipe VI lo ha dicho con palabras más bonitas, pero se ha apuntado hacia lo
mismo. El mensaje navideño se hace al conjunto de los ciudadanos, pero las
tintas se cargan con los responsables últimos de la situación que vivimos.
Aunque
haya cambios en los partidos, unos y otros se ven arrastrados a esa inútil
lucha para conseguir el poder. Los que ascienden son los que mejor insultan, lo
hacen con más gracia y convencimiento. Los políticos dedica su tiempo a
contarnos lo malo que son los otros, cuando lo que necesitan los ciudadanos son
soluciones a sus problemas, creados desde ese otro poder en la sombra que les
sostiene, el de la especulación, el del beneficio brutal, el del control de los
medios, dedicados a fomentar un turismo especulativo y consumista que hace que
los ciudadanos tengan que abandonar sus casas porque son requeridas para
funciones más lucrativas.
Esto es lo que el ciudadano percibe y lo que se nos muestra por encima de los mensajes partidistas y los titulares encubridores. Los peligros —lo llevamos diciendo mucho tiempo— son la radicalización de algunos con el juego de la polarización, el distanciamiento cada vez mayor de un creciente número de ciudadanos ante la inoperancia política de unos y otros. La combinación de radicalización y ausencia es muy mala en nuestro país y no hace falta ir muy lejos para comprenderlo.
Como nos muestran los procesos judiciales en marcha, el estado es un pastel que se van consumiendo ante la falta de escrúpulos de aquellos que lo asaltan ocupando los lugares más elevados de ministerios e instituciones públicas. Han generado, además, un empresariado que participa del juego de la corrupción para blanqueos o adquisiciones fraudulentas que se alimenta con "mordidas", sobornos y otras modalidades. Ya no son solo pequeñas empresas las beneficiadas de la corrupción, sino que parece que son cada vez más poderosas las que se adentran en este juego. Evidentemente no se puede generalizar, pero tampoco ignorar o trivializar.
Suicidas son también los enfrentamientos abiertos entre poderes, especialmente entre los legislativos y los judiciales, con descalificaciones, ya que este sistema solo admite el conmigo o contra mí. Es una especie de batalla en la que se dice aceptar pero no reconocer. Lo que se busca obviamente es descalificar a los que tienen la obligación de frenar desmanes. Sembrar dudas sobre el poder judicial es otro movimiento suicida que anima a saltarse las leyes.
Y el
mundo no está para permitirse esto. La crisis española tiene sus propias
características, pero hoy nadie vive aislado y otros aprovechan nuestras
debilidades en cuanto que tienen ocasión. Que seamos débiles dentro de una
Unión Europea que se busca dividir desde los frentes estadounidenses y ruso no
es una situación provechosa. Los poderes en la sombra y los políticos tienen
mucho interés en una España turística en detrimento de otras posibilidades
beneficiosas para nuestro desarrollo, pero el turismo está unido a la
especulación inmobiliaria, las inversiones de capital extranjero para
deshacerse de los habitantes de ciudades y pueblos. El turismo fue la respuesta
de una España apenas sin recursos, pero el modelo hoy tiene muchas limitaciones
y plantea problemas como los señalados junto a otros muchos. Los problemas de
urbanización que se han planteado con la dana valenciana y otros posteriores
evidencian que se priorizan otros beneficios antes que la seguridad de los ciudadanos.
Confinar restringe el consumo y los españoles somos lanzados al gasto para
evitar la caída de sectores del ocio, la gastronomía, etc. que es de los que
dependemos. A la vergüenza de los muertos por los desastres naturales hay que
añadir otro escándalo, el de las muertes de mayores en las residencias, otro
sector al alza por el envejecimiento de la población, un país cada vez con
menos niños. Algunos llevan avisando sobre cómo va a afectar a las pensiones
del futuro. La llegada de trabajadores de fuera, que la industria y el campo
necesitan genera en algunos sectores populistas un aumento del racismo que
tendrá consecuencias también en la convivencia.
Son
muchos los problemas que se nos acumulan. Muchos de ellos forman ya parte de la
política de conflictos española. No se solucionan, se usan como arma arrojadiza
en la mayoría de los casos.
Necesitamos encarar nuestros problemas, entender que son sistémicos, interconectados, que no valen soluciones parciales o, peor, ignorarlos o responsabilizar al otro. Son problemas de todos; son problemas de hoy y para mañana.
Ayer hemos comentado aquí el informe pesimista del CIS sobre la percepción del futuro por parte de los españoles. No se piensa ya en que haya soluciones y menos en que esos problemas den como resultado la unión de todos para solucionarlos. Decíamos entonces que era una proyección de este presente problemático hacia un futuro negativo. Sin proyecto común, difícilmente se puede pensar en un futuro positivo.
Los que han criticado la idea de proyecto común son precisamente los que sacan provecho de su propia marginación interesada. Viven de la división y la crítica a los común, ya sea des una perspectiva de clase o de pueblo. Ellos siempre estarán enfrente; viven de los problemas, que son su razón de ser.
No sé
si el mensaje real servirá de mucho, pero hay que intentarlo. Lo contrario es
arrojar las democracias en manos de gobiernos autoritarios, demagógicos o de
nuevas formas dictatoriales, como estamos viendo en otras partes del mundo. La estrategia de algunos es responsabilizar a la democracia identificándola con los políticos. No es más que una estrategia. Otros usan la estrategia del miedo haciendo ver que son la única solución. Igualmente no es más que una estrategia de supervivencia ante sus errores y desidia.
Hay que romper la dinámica del enfrentamiento y promover la de la construcción conjunta, la responsabilidad de todos, la aportación del esfuerzo común. Hay que enfrentarse a los problemas y que todos aporten soluciones para poder elegir la más adecuada. Lo demás es lo que vemos y no sirve de mucho.







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