Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¡Bien...,
ya está! Donald Trump ya está de nuevo en la Casa Blanca. Decenas de decretos
firmados, entre ellos cambiarle el nombre al Golfo de México, perdonar a los
asaltantes al Capitolio y también confundir a España con uno de los "BRICKS",
lo que define perfectamente su personalidad: prepotencia, impunidad e ignorancia.
Son las tres líneas que resaltan en lo que va a ser no el futuro, sino ya el
presente, el día de ayer.
Tras
poner la prensa el foco sobre si la ceremonia se hacía dentro o fuera, si no le
llegaba el beso a Melania por el ancho del sombrero (¿su primera derrota?) o si
había cambiado el modelo de corbata, nos queda la cruda realidad de lo que va a
ser una lucha intensa con Europa y con el mundo. Con Trump, todo es a lo
grande.
Después de mostrarnos el saludo nazi y el histrionismo danzarín de Elon Musk y la alegría de gurú Abascal, un privilegiado, a Meloni, la única dirigente europea presente, a un efusivo Javier Milei, que se siente reforzado y la capacidad de contención gestual de Joe Biden (¡no dejará de luchar!, promete, y de Kamala Harris, tras contarnos la ausencia de Michelle Obama, pero la protocolaria de su marido, el ex presidente... tras todo esto, queda la triste realidad, el peligroso futuro, la batalla apenas esbozada.
Estados
Unidos se ha desdoblado y los diferentes estados que lo componen se reduce
ahora a dos, no en paralelo, sino uno sobre otro, uno arrastrando al otro hacia
algo que llaman "futuro dorado", pero que no es más que un retroceso
a un oscuro pasado inexistente, un pasado imaginario desde el que "América
vuelve a ser grande", una frase sin sentido, pero que puede oscilar entre
el tamaño físico (anexiones) y el imperialismo más burdo y prepotente que haga
de los antiguos "aliados" los nuevos "esclavos", la forma
de vengarse de esos complejos ante Europa, la parásita, la que (como la España
de los BRICKs) no pagan suficiente por ser protegidas, no compran los que USA
produce y quieren energía no contaminante despreciando el gas y el petróleo
americanos, sus coches.
Trump
se ha rodeado de locos y ambiciosos, son los dos datos del perfil requerido.
¿Qué se puede esperar de algunos de estos tipos, tipos como Musk o que se han
pasado rápidamente al lado del poder, como Zuckerberg?
Europa
tiene un serio problema. El primero de ellos es no mostrarse contundente ante
lo que será un ataque por diversos flancos, chantajes y subidas de aranceles en
la misma tacada.
Dice
Trump que él es un "pacificador", el nombre, por cierto, que se le
daba a una de las armas más populares en el viejo Oeste norteamericano. Él
cambiará el mundo para ajustarlo a la "grandeza" de los Estados
Unidos. Ya se ha convertido en un tópico recurrente que Dios le salvó para
salvar a los Estados Unidos, haciendo felices a los muchos que creen en el
principio del "destino manifiesto", de los Estados Unidos como el
pueblo elegido, como la nueva Jerusalén. Trump es, por supuesto, el nuevo
profeta para esas sectas renacidas, esos grupos religiosos y visionarios, que
han estado en el substrato de Norteamérica desde antes de su creación como
estado.
Esta
mezcla de lo visionario y lo empresarial da a la perfección sentido a su
proyecto, que él ha llamado en su discurso de "sentido común", que no
es más que una forma de decir que no tendrá que dar explicaciones de lo que
haga porque serán obviedades, como
invadir el Canal de Panamá, por ejemplo, o llamar Golfo de América al de
México, algo que hará modificar mapas y libros de texto para el próximo curso.
¡Cuidado, niños, con equivocaros! ¡América ya es "grande" de nuevo!
Con el reinado del "sentido común", Trump tiene las manos libres ante unos Estados Unidos que han aceptado como lógico mayoritariamente todo lo que haga su presidente, sea lo que sea.
Trump no necesita de la confianza, sino de la euforia. Necesita ser
jaleado, aplaudido con cada acción que realice. Necesita ser aplaudido con cada
emigrante deportado, que supone la salvación del país. Le gustaría
fotografiarse con cada uno de ellos en la puerta del muro. Si no lo hace es por
las molestias, pero puede que algún día se acerque, se dé una vuelta por allí y se fotografíe con ellos, que levante el pulgar y sonría.
¡Pobre
Estados Unidos, condenado a tener un presidente divino, un presidente que ha cogido lo peor del país y se lo ha sabido
vender como un designio celestial en la mayor operación de mercadotecnia de
todos los tiempos!
Con
Trump, los invitados europeos, como nuestro Santi Abascal, se muestran
eufóricos y prometen acabar con las modernidades globalistas y, como ha
resaltado el político español, tonterías como las políticas climáticas y las de
género, obstáculos para el progreso tradicionalista. Ya saben, más desastres
climáticos y menos igualdad. Con Estados Unidos arruinando el planeta con sus
emisiones y presionando a los países para que abandonen las energías limpias y
exigiendo que compren su petróleo, Trump nos dice que todo irá mejor, que lo
del cambio climático es un cuento de los chinos, como ya dijo en su momento.
El
futuro con Trump es otra cosa. Es el discurso negacionista en todas sus
variantes. Habrá que vigilar bien dentro y fuera. Habrá que tener presente el
crecimiento fomentado del antieuropeísmo y el crecimiento del poder de las
empresas tecnológicas que, como ya hemos hablado estos días, serán usadas en su
favor y de sus políticas. Es el momento adecuado para tomar decisiones en
muchos países antes de que sea demasiado tarde.
Es el
momento de ver algún tipo de respuesta dentro de los propios Estados Unidos,
algo que muestre la resistencia más allá de las palabras o promesas. Trump
desmantelará todo lo que pueda suponer algún tipo de obstáculo y lo hará entre
aplausos.
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