Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Preet Bharara, fiscal |
El fiscal de Manhattan, Preet Bharara, ha sido contundente y explícito: “When sophisticated business people begin to adopt the methods of common criminals, we have no choice but to treat them as such”*. Lo ha dicho tras la condena del inversor Raj Rajaratnam por la trama para la obtención y aprovechamiento de información privilegiada en los negocios. [ver entrada]
Estados Unidos está enviando un mensaje claro al mundo de los negocios. El nivel del problema requiere métodos adecuados, señala el fiscal: si se comportan como criminales, así se les tratará. La cuestión de fondo es, aplaudiendo, los métodos y objetivos aplicados por el fiscal, si el mensaje se lanza demasiado tarde. La tercera ola especulativa no ha sido una crisis en el sistema, sino una crisis desde el sistema.
Lo que ha quedado en evidencia es el fracaso del sistema para vigilar sus propias prácticas por la perversión de los mismos mecanismos. Esta crisis no es una crisis; es un estado natural. Es la ley de la gravedad: irrelevante si das un pequeño salto, fatal si saltas desde un décimo piso. La que estamos haciendo es subir cada día un piso más, aumentando el riesgo de las caídas y sus consecuencias. Ahora decimos que la tímida recuperación puede irse al traste con cualquier movimiento especulativo. El problema no son las crisis; el problema es la instauración de la especulación como herramienta básica y normalizada.
Los teóricos han confundido las bondades del mercado con los mercaderes buenos. Cualquier sistema que parte del principio de la bondad universal solo puede ser tachado de ingenuo. Se ha censurado el intervencionismo y se ha confundido con la relajación de la vigilancia. El encumbramiento del hombre de negocios como el héroe social, el emprendedor, no deja de ser de una ingenuidad pasmosa. No basta con emprender, porque eso se aplica al agricultor y al narcotraficante, al tendero y al mafioso. Cada uno a su manera, son personas con iniciativas. Pero no nos engañemos. No se valora el emprender; se valora el éxito, que es distinto. Y el éxito rápido y de bajo coste, el éxito del astuto, menos que el del constante. Nos gusta el rico joven, la fortuna en dos años. Nos gusta menos el trabajo de toda una vida. Hay que saber qué estamos aplaudiendo, qué llevamos tres décadas celebrando.
Esta adoración social a personas que son capaces de hacerse ricos rápidamente, no lleva más que al desengaño cuando se descubren los métodos que han utilizado para conseguir sus fortunas. Al comentar el caso de Raj Rajaratnam decíamos que, lo peor, era su figura ejemplar. Rajaratnam era un ciudadano rico modelo, con continuas donaciones a fundaciones sociales, lucha contra el SIDA, etc. Lo peor es que no se trata de hipocresía, de una doble moral, sino de una pasmosa naturalidad. Ya no se trata solo de vivir bien, de gozar de un buen estatus. Es el traslado de la obra bien hecha al fraude bien hecho, el orgullo profesional. Pensamos en redes criminales, en reuniones clandestinas, llamadas a medianoche desde cabinas telefónicas y cuellos de las gabardinas levantados. Recordamos aquellas películas de “damos un último golpe y nos retiramos”. Nada que ver. La especulación y el fraude pasan a ser un trabajo diario, como otros son médicos o jardineros. Raj Rajaratnam, como Bernard Madoff, eran personajes admirados. La pregunta es ¿han dejado de serlo o solo los vemos como víctimas de la mala suerte?
Eso es lo que ha despertado las alarmas y la reacción legal, que no estamos hablando de atracadores de bancos, sino de “sofisticados hombres de negocios”, por utilizar el término del fiscal, de una poderosa clase y un modelo de actuación social y profesional. Son los "white-collar criminals", como se les denomina en USA, que según la definición que dio en 1939 Edwin Sutherland, son profesionales respetados y de alto nivel que comenten crímenes vinculados con sus actividades profesionales. Algunos dirán que no hay nada nuevo, pero sí hay matices importantes. Esa admiración por su forma rápida de llegar a estar las listas Forbes y similares.
En un sistema de economía global, las oportunidades se multiplican, pero sobre todo se multiplican son los riesgos. Cada vez eres menos dueño de tus acciones y estás cada vez más expuesto —aunque tú hagas bien tu tarea— a ser arrastrado por las acciones imprudentes de los otros. Lo mismo que tus acciones imprudentes las pagarán los que tengan mayor proximidad y dependencia contigo. Cuando se dice que aunque España haga bien sus deberes está expuesta al riesgo de ser arrastrada por los problemas de Portugal se está hablando de este tipo de vínculos. De la misma forma, también nos dicen que cuando Alemania va bien, todos vamos bien. Esto es la economía global.
Caso Bernard Maddof 2008 |
Por eso es absolutamente esencial la vigilancia y es lo que se está incumpliendo. La privatización de la evaluación del riesgo —las agencias de rating, por ejemplo—, se ha convertido en un negocio más como el que llevó al hundimiento de las empresas auditoras que fueron incapaces de avisar de los riesgos porque estaban al servicio especulativo de aquellos a los que tenían que vigilar. ¿Alguien se acuerda de la desaparición de la compañía auditora Arthur Andersen y del fraude y escándalo de Enron en 2002?
Los políticos tienen que liberarse de sus dependencias de la clase empresarial porque son los que tiene que legislar para proteger a sus ciudadanos. Lo que hacen suele ser lo contrario. Hay buenos empresarios y buenos políticos. Pero también hay delincuentes, listos e inútiles en ambos campos. El fiscal de Manhattan ya ha encarcelado una buena ristra de ellos. Y no le va a faltar trabajo en los próximos años. Que cunda el ejemplo.
* "U.S. Attorney Preet Bharara Sends Message to Wall Street" BealB%k The New York Times 12/05/2011
http://dealbook.nytimes.com/2011/05/12/u-s-attorney-sends-a-message-to-wall-street/
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