jueves, 18 de octubre de 2018

Una filosofía de ida y vuelta

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Dos sorpresas: que la Filosofía regrese con fuerza y que el diario El País lo considere noticia de cabecera abriendo su edición digital. Digo esto último sin ninguna ironía, aunque marcado todavía por la frase de Jardiel Poncela, "¡gran verdad, aunque lo diga el periódico!", escuchada ayer en nuestra revisión cinéfila de los miércoles de "Un marido de ida y vuelta", comedia estrenada en la escena madrileña a pocos días del término de nuestra guerra civil y retomada por el director Luis Lucia en 1957.
El regreso de la Filosofía a los planes de estudio españoles ha sido por unanimidad, nos dice el diario, algo que es casi un imposible y un impensable en este país que no se pone de acuerdo en nada, incluido su ser mismo.
A pesar de este bizantinismo patrio, de nuestras disputas constantes, es motivo de alegría que, pesa a no ponernos de acuerdo en nada, lo hayamos hecho con la Filosofía, lo que me deja en la duda de si se ha aprobado porque todos estaban de acuerdo o simplemente porque no le importaba a nadie. Sin embargo, lo que salga en el BOE va a misa aunque no se sea creyente. Es lo importante.
Nos recuerda El País el triste destino filosófico de la asignatura:

La Filosofía salió muy mal parada en la reforma del currículo que estableció la LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa), más conocida como ley Wert, que se aprobó en 2013. En esta ley se mantuvo como troncal la materia de Filosofía de 1º de bachillerato, pero se eliminó el carácter troncal de la Historia de la Filosofía de 2º de bachillerato y de Ética de 4º de la ESO.*


Una corrección: no es la Filosofía la que salió "mal parada" sino las mentes de nuestros alumnos, ya de por sí bastantes castigadas por el ruido ambiente y la mediocridad que nos rodea en todo.
La necesidad de la Filosofía es la necesidad de pensar, algo que entre tanto protocolo y "aquí para pensar estoy yo" en que vivimos no es fácil. Me preocupa que, como ha ocurrido con casi todas las Humanidades, se ponga por delante a los alumnos pero tras esto se den las disputas de siempre por repartirse los horarios. La necesidad de pensar, de enseñar a pensar, de hacer pensar... es de una urgencia extraordinaria, de una necesidad agobiante. Se constata cada día en las calles, en el transporte público, en las aulas...

Hace unos años una profesora amiga de un país árabe me pidió que fuera a hablar a sus alumnos de la carrera de Filología Hispánica. "¡No quieren pensar!", me decía angustiada. "Cuando les pido que me interpreten un texto me piden que yo les diga lo que tienen que decir", así solo tenían que repetirlo, no asumían riesgos de equivocarse. Podemos decir que esa situación, aunque pudiera haber motivaciones diferentes, la estamos viviendo hoy de forma constante. Unos no quieren pensar y otros no quieren que pienses.
Es lo normal en un sistema que ha asumido que unos piensan y otros sirven, que se ha organizado para no tener que pensar, ejercicio que se reserva para el propio beneficio a la hora de emprender, bonito concepto que representa nuestra inmersión gozosa en el mundo de los negocios, más limpios o más turbios. La necesidad de la Ética es algo más que rellenar huecos escolares o colocar licenciados. La necesitamos no como asignatura sino como principio rector de nuestras decisiones en los ámbitos de la vida, las que nos afectan y las que afecta a otros. Pero el egoísmo imperante, formulado de forma elegante por nuestros teóricos del mercado o del mercadillo, sustitución del "gran teatro". Pero hasta Adam Smith, muy citado y muy poco leído, entendía que la actividad estaba encaminada al bien general, era un moralista, algo que se olvida.
Comparto lo expresado a continuación:

Focalizar la formación en el desarrollo de las habilidades para ser competente en el mercado laboral es parte del problema, según Javier Sánchez, portavoz de Podemos en el Congreso. “El desarrollo de la personalidad es clave, y ese planteamiento lo compartimos con el PSOE y con el ministerio”, zanja.*

La cuestión es de una obviedad tal que ha tardado años en llegar a nuestra clase política que, gracias a esa unanimidad, finalmente ha hecho caso a los que clamaban por la deficiente situación, el perverso enfoque educativo de nuestro sistema, este nocivo "laboralismo" deformador de la educación y, por ende, de las personas. El enfoque laboral, además, se ha convertido en un gigantesco tinglado creando un sistema laboral infame, provisional y precario, explotador de esos jóvenes a los que promete todo, aplaude incansable... y luego explota hasta la vergüenza. Precisamente el causante de este enfoque reduccionista de la persona y su formación es el miedo al vacío laboral. Ese miedo se ha convertido en un gigantesco negocio que ha permitido vender educación continuada a los que no consiguen trabajos decentes (en términos de sueldo), mientras que los sueldos se siguen cotizando a la baja y con brechas de delito entre lo que cobran unos y el espejismo de sueldo que cobran otros, cuando cobran, claro.
Pensar, sí, es una necesidad para construir un futuro decente y no de chiringuitos. Nuestra clase política, empresarial y educativa es responsable de este desastre de formación que ha convertido las aulas en mero lugar de paso hacia un destino oscuro. Las crisis económicas han sido las excusas para ocultar la penosa carencia de ideas para el país, de proyectos ilusionantes. Dedicamos demasiado tiempo a demostrar que no estamos de acuerdo, base de la política actual. Necesitamos la voluntad de país, de crear una comunidad que comparta futuro, metas hacia la que dirigirse. Hace falta que salga alguien y diga, como Kennedy, queremos llegar a la Luna. Y se llegue. Porque la Luna nos las venden todos los días varias veces. Es la Luna de Calígula, por citar a Camus, y no la de Neil Armstrong, de la que conmemoraremos pronto los 50 años.
Nosotros, como conjunto, tuvimos un día la ilusión de ir a Europa, y llegamos. Fue duro, pero llegamos. Lo hemos olvidado. Y ese sueño nos cambió, para bien y para mal, porque lo olvidamos pronto. La ilusión de lo común se nos ha perdido por este malsano individualismo que deriva en egoísmo e insolidaridad, de falta de diálogo y capacidad de entenderse.
Dice el filósofo Emilio Lledó al conocer la noticia:

"¡Qué alegría, qué alegría, no me lo puedo creer! ¡Con lo que he luchado yo porque cambiase!", se felicita el ensayista Emilio Lledó al conocer la noticia. "Ojalá sea ya realidad. Lo que ha pasado estos años ha sido un disparate", opina. "La filosofía no es eso de andar por las nubes, no, no, la filosofía es una conciencia crítica en el seno de la historia. Es lo que ha sido siempre", precisa el autor de Sobre la educación. "Porque los grandes filósofos no eran unos señores que estaban especulando por el aire, eran gente que miraba la vida, que miraba la sociedad, la naturaleza, el comportamiento de los seres humanos. Y luego crearon la sociedad comunicativa, pensaron que había que reflexionar sobre lo que pasaba, sobre el bien, la justicia, la verdad….", resume la disciplina. Y concluye: "por eso es necesario que la filosofía se convierta para los chicos en una mirada y una reflexión crítica sobre el mundo o la palabra".


¡Gran verdad, aunque la cuente el periódico!, por seguir citando a Jardiel. Lo que se dice aquí de los filósofos se debería decir de los políticos, de los empresarios, de los educadores. Hace años irritaba a mis compañeros de departamento cuando decía que todas las asignaturas deberían enseñar a pensar y variar en sus bibliografías. No era un simple frase, sino la fe que te mantiene enseñando, que no es otra que la de mejorar a las personas que llegan hasta ti en su periodo de formación. Se trata de transmitir entusiasmo, amor por lo que se enseña, y desde ahí sembrar las ideas de compromiso, de solidaridad con los que no saben y pueden mejorar vida y pensamiento. Mejorar la vida ha quedado reducido a ganar más, pero es otra cosa.
La Filosofía es la que reúne temas que están repartidos por todos nuestros saberes porque, efectivamente, trata de la vida y de cómo la vemos, sobre cuáles son los valores que estructuran nuestras sociedades y formas de  ver el mundo. Se trata de hacer ver la centralidad del pensamiento como orden y la necesidad de hacerlo críticamente para evitar los dogmas y poder mejorar.

Tengo mis dudas sobre si la enseñanza de la Historia de la Filosofía permitirá hacer esto y transformar el conocimiento en práctica y reflexión vital. Necesitamos personas conscientes, pues no se trata de tener ideas brillantes, sino de desautomatizar lo posible nuestras vidas, de reflexionar sobre ellas para tener un mayor control y comprensión de lo que hacemos y somos. No se trata de conocimiento, como insiste nuestro sistema educativo, se trata de encarnación, de hacer vivo al ser humano, es decir, hacerlo sensible al mundo, a los otros.
Es el gran pecado de las Humanidades, convertir en Historia o en normas. Se trata de "formar" de hacernos sensibles a las ideas, de abrir el gusto estético, etc. para darnos una vida más plena, más propia. La educación como mera acumulación o repetición no tiene ningún sentido.
Hoy, además, esa Filosofía se debe abrir al mundo, a otras formas de pensamiento. Debe mostrar que es algo que sigue evolucionando, transformándose, viva. Convertirla en museo es hacerla morir gloriosamente.
Tenemos una Filosofía de ida y vuelta. Pero en la comedia de Jardiel el regreso era como fantasma, un "espectro", divertido, pero espectro. Esperemos que el regreso de la Filosofía no sea el del fantasma que recorra nuestras aulas, sino el de la luz que nos saque de rutinas y oscuridades, de dogmas y automatismos. Lo necesitamos. A alguno le saldrán agujetas, pero es un esfuerzo necesario. Por ahora es solo un gesto, un gesto político de acuerdo. No echemos las campañillas al vuelo. Ahora hay que entender lo que ha querido decir Lledó para evitar que la Filosofía se convierta en otra rutina fantasmal.



* "El Congreso pide por unanimidad que la Filosofía vuelva a ser obligatoria en los institutos" El País 17/10/2018 https://elpais.com/sociedad/2018/10/17/actualidad/1539790211_552468.html



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