Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Probablemente
a muchos nos pilló por sorpresa la noticia del fallecimiento del Papa
Francisco. Las imágenes del día anterior habían alejado la idea de su muerte,
por más que se tratara con enfermedades delicadas a los 88 años. Pero muchas
veces es el deseo el que nos lleva al optimismo, aunque este fuera relativo.
Desde
ayer, la figura de Francisco domina los medios, es el centro desplazando a
muchas noticias, algo que probablemente le habría molestado, dada su sencillez
y falta de deseo de protagonismo. Pero esta es la única noticia que uno no
puede controlar y Francisco, el Papa humilde, se ha visto en el centro de la
atención.
Son muchas cosas las que se han resaltado de él, pero ha sido su compromiso con los más débiles lo que ha sido resaltado con más frecuencia. Ha sido el Papa de los pobres, de los marginados, de los que sufren, de los desplazados, de los emigrantes. Lo ha sido en una era, además, en la que la horizontalidad de la comunicación es algo que influye, lo que hará que se tenga en cuenta a la hora de elegir un sucesor.
Las
noticias sobre los posibles candidatos no dejan de estar a la sombra de lo
hecho por Francisco durante su pontificado. Esta circunstancia debería hacer
que el próximo elegido siguiera una línea ya marcada, que ha tenido en
Francisco su luz. No creo que se aceptara por parte de los millones de fieles
de todo el mundo la vuelta a líneas conservadoras, como las planteadas por
algunos posibles candidatos. Se percibiría como un retroceso, una vuelta a
posturas que no serían admisibles por muchos. Algunos de los datos ideológicos
que nos han contado de cardenales, como de algunos norteamericanos, realmente
espantan como posibles líneas futuras para la Iglesia.
Es en
este sentido en el que resaltamos esa "horizontalidad" establecida
con la llegada de Francisco al papado. Sus efectos se harán notar frente a
otros motivos tradicionalmente alegados para la próxima elección papal.
Si la
muerte de Francisco ha sido muy sentida, también ha hecho aumentar la
preocupación porque la jerarquía eclesial no tenga en cuenta los motivos reales
de este sentimiento hacia el Papa fallecido,
Francisco
no ha sido un "papa radical", sino un papa cercano a las demandas de
los tiempos, al cambio más allá de la Iglesia, a un cambio necesario, surgido
desde la base y recuperando una conexión perdida en gran medida por las
distintas velocidades y direcciones.
Francisco
no ha sido complaciente ni cómodo. Su "vergüenza, vergüenza,
vergüenza" sobre la cuestión de la pederastia y el silencio institucional
que la ha rodeado durante mucho tiempo, es quizá uno de los mejores ejemplos de
su papado activo. No ha temido decir lo que pensaba y con lo que muchos se
identificaban.
La
importancia mediática por todo el mundo, más allá de los países católicos, nos
da el alcance de su pontificado. Ahora podemos seguirle como ejemplo o
encontrarnos con un desvío que mucho me temo no sería ni bien visto ni
aceptado. Francisco no necesitaba del Espíritu Santo para ver el camino, lo que
convertía la justicia y el sentido común en humano y asequible. Por eso la
identificación con sus acciones eran mayores que lo que se pudiera presentar
como voluntad divina. Quizá sea eso lo más relevante de un papado como el suyo,
lo que planteaba era humano, algo que a veces se deja de lado frente a otros
argumentos de autoridad.
Creo
que ese ha sido su mayor legado, convencernos de que las causas deben ser justas
y salir del corazón.
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