domingo, 16 de julio de 2017

Ocurrió

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El 7 de julio, la revista Muftah, dedicada al análisis sobre Oriente Medio desde perspectivas diferentes a los medios tradicionales más centrados en los acontecimientos, publicó un breve artículo de Matthew DeMaio, con el título "Arab Autocrats & Their Foreign Sponsors Are Pretending the Arab Spring Never Happened".
El artículo, pese a su brevedad, merece análisis desde distintas perspectivas:

July 3, 2017 marks the fourth anniversary of the coup that brought down Egypt’s first democratically elected president, Mohammad Morsi, and brought then-General Abdel Fattah el-Sisi to power. Since the coup, President Sisi has been at the forefront of efforts to return the Middle East to the pre-Arab Spring status quo. But, rather than learning lessons from these revolts, the world is acting like they never took place.
The resurgence of Arab autocrats, and the willingness of foreign countries to back these dictatorial strongmen, is an example of attempts to turn the clock back on the Arab world. In addition to Sisi, who enjoys the support of U.S. President Donald Trump, and Syrian President Bashar al-Assad, who is backed by Iran and Russia, other autocrats in the pre-Arab Spring mold are emerging.*

Tras repasar brevemente la situación de algunos países que le sirven de ejemplo de cómo las demandas económicas no han sido satisfechas dejando a los pueblos en la misma situación de miseria pero bajo un mayor control, DeMaio concluye con un párrafo con el que trata de anticipar el futuro:

These attempts to erase the Arab Spring will inevitably fail. The people of the Arab world, who came out in the millions to protest a status quo that is being reinforced now, will not let this regression go unchallenged.*


Conforme va pasando el tiempo, la "Primavera árabe" va acumulando exámenes de conciencia periódicos en los que trata de comprenderse cuáles fueron los fallos que llevaron a su fracaso final, entendiendo por esto el desarrollo de las condiciones para la convivencia de los pueblos.
No hay democracia sin convivencia; no hay democracia son igualdad. Los dos aspectos implican ir más allá de las elecciones, que son un aspecto importante pero que son poco sin las actitudes de respeto.
Matthew DeMaio comienza su artículo hablando de Mohamed Morsi y añadiendo la coletilla habitual del "primer presidente elegido democráticamente en Egipto". Morsi es un ejemplo de poca "vocación" democrática. En gran parte, la responsabilidad del fracaso en Egipto se le debe a él. Por muchas maquinaciones que hubiera, Morsi se mostró autoritario y así se comportaron muchos de sus seguidores porque no entendían la democracia como convivencia sino como forma de acceso al poder. El Islam Político no tiene vocación democrática. Solo usa las estrategias adecuadas para conseguir su objetivo final, que no es otro que el estado confesional y la eliminación de cualquiera que sea contrario.


El ejemplo más claro lo tenemos en Recep Tayyip Erdogan, el máximo valedor de los islamistas. Ha ido eliminando los obstáculos hasta tener la fuerza necesaria como para convertir la democracia turca en una farsa. El problema, como siempre, es que mientras los demás tienen "ideología", ellos siguen los mandatos de Dios. Desde esta asimetría, es imposible mantener una democracia armónica, basada en el respeto y la convivencia. Todo un coro de eruditos les dirá que acercarse al infiel, al ateo o al apóstata es ofender a Dios. Ellos, como otros grupos, tienen su propia Filosofía de la Historia, con un triunfo final del que no se puede dudar porque es una promesa de Dios.
Lo que asustó e indignó a los egipcios no es tanto lo que hizo Morsi o sus promesas incumplidas, sino lo que vieron en la calles, en los ministerios, en las empresas, en las escuelas... Vieron las actitudes desafiantes de los que habían ganado y recibieron las explicaciones de cómo iba a cambiar su vida acorde a las nuevas reglas. Eso afectaba desde los ataques a las iglesias a la imposición de la voluntad de un político durante un vuelo de EgyptAir decidiendo qué película podían ver o no los pasajeros.
The New York Times publicó ayer un artículo también dedicado a la Hermandad Musulmana y a su "triste" estado. Con el título "Decimated Muslim Brotherhood Still Inspires Fear. Its Members Wonder Why", el artículo intenta responder a la preocupación despertada de nuevo con la cuestión de Qatar, en el centro del cual está la Hermandad.
Tras escuchar lamentarse a un "hermano" egipcio exiliado en Turquía, expresando su estado poco activo y de ninguna capacidad operativa, el artículo señala:

To its enemies, the Brotherhood is a terrorist group that seeks to unravel the established Arab order, and not just in Egypt, where the group was founded in 1928, but in countries like Saudi Arabia and the Emirates, where the group has inspired similar movements.
Yet, members like Mr. Shalash, many of whom are either in jail in Egypt or in exile in countries like Turkey, say the group is not only democratic, but decimated and divided. They say it has little ability to exert control over even its own members, let alone the governments of the Middle East.
“Us sitting here,” said Mr. Shalash, in reference to the exiled Muslim Brotherhood leadership in Turkey, “we can’t really do anything.”
This sense of helplessness is nevertheless new. In 2011, the Brotherhood or its offshoots seemed to be the coming force in regional politics, having a hand in most of the uprisings that challenged the old order in several Middle Eastern countries.**


La capacidad de queja de la Hermandad es siempre infinita. Ellos son "demócratas" convencidos, dicen siempre, "inofensivos". Pero la realidad suele ser otra. Cuando eran fuertes en Egipto, no dieron ejemplo de democracia interna. La sumisión al Líder Supremo era absoluta bajo pena de expulsión. Los enfrentamientos con los jóvenes del grupo fueron brutales y los que mantenían una actitud discrepante fueron expulsados. Crearon un partido y exigieron la obediencia absoluta a los miembros, negándoles la posibilidad de votar otras opciones, teniendo que aceptar lo que la cabeza del grupo imponía y trasladaba al partido. ¿Democracia?, ninguna.
Como grupo internacional, los Hermanos hacen lo que más temen los países autocráticos: interferir creándoles conflictos populares. La llamada islamización desde abajo va creando las bases de las revueltas bajo la obediencia. Van presionando a través de agrupaciones sociales, con las que se van haciendo poco a poco. Sindicatos, grupos profesionales, universidades, etc. son copados por los miembros de la Hermandad. Pronto empieza la presión con los que no son partícipes de su ideología, a los que van marginando. Son maestros en la manipulación social y siempre están allí donde pueden influir, ya sea como profesores, médicos o abogados. Todo parece en paz, pero ellos avanzan. En Egipto, Sadat les abrió de nuevo la puerta y en la primera ocasión se hicieron con el poder. Los resultados se vieron en menos de un año al frente del gobierno.


El destino trágico del mundo árabe es que no hay fuerza con poder suficiente como para que prospere una democracia real, siempre se debaten entre forma de autoritarismo. Y lo peor es que muchos ya se han acostumbrado a esta elección del mal menor.
Señalan en The New York Times:

 “The Brotherhood provides a different kind of religious legitimacy,” said Shadi Hamid, author of “Islamic Exceptionalism,” an exploration of political Islam in the 21st century. “It will remain the only long-term threat of importance to Saudi Arabia and the United Arab Emirates.”
In the short term, however, the Brotherhood poses few practical problems for its enemies. While some of the groups it has inspired, including Ennahda and Hamas in Gaza, retain positions of prominence, the original Egyptian group has been crushed.**

De alguna forma, el artículo sobre el borrado de la Primavera Árabe en Muftah y el publicado ayer en The New York Times se conectan en la idea de que la revolución fue un "movimiento islamista". Y esto es muy discutible, por no decir otra cosa.
Las reticencias de los Hermanos a participar en la sublevación en Tahrir, en Egipto, es porque preferían que Mubarak siguiera a que triunfara un movimiento revolucionario, democrático y laico (o al menos que no hiciera de la religión un partido).
La mejor prueba que se puede aportar es la participación de las mujeres, algo que molestó a los militares (los exámenes médicos de virginidad) y a los islamistas que no veían qué pintaban las mujeres allí.


Hay que reivindicar, pese a lo ocurrido después, lo que ocurrió en 18 días en los que el pueblo egipcio —de otros países— salió a la calle a pedir "pan, justicia social, libertad". La libertad que pedían era irrenunciable; estaba allí y no puede ser ignorada.
La revolución existió. Ha sido manipulada, robada y ahora quieren tacharla de la Historia. No la querían ni los militares ni los reyes ni los emires, pero tampoco los islamistas, porque temían perder la influencia lograda en las bases sociales. Su sentido de la Historia es que prefieren que se hunda un país antes que perder el control. Siempre estarán agazapados, esperando la mejor ocasión.


* "Arab Autocrats & Their Foreign Sponsors Are Pretending the Arab Spring Never Happened" Mufath 7/07/2017 https://muftah.org/arab-autocrats-pretending-arab-spring-never-happened/#.WWtStIjyjnZ

** "Decimated Muslim Brotherhood Still Inspires Fear. Its Members Wonder Why" The New York Times 15/07/2017 https://www.nytimes.com/2017/07/15/world/europe/muslim-brotherhood-qatar-egypt-turkey-saudi-arabia.html

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