sábado, 10 de noviembre de 2012

El espectáculo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Escribía Norbert Wiener, una de las grandes personalidades científicas del siglo XX, en su obra "Inventar":

La tesis que mantengo en este libro es que la existencia continuada de una atmósfera en la que la ciencia fundamental puede desarrollarse hasta el punto de satisfacer nos solo nuestras esperanzas, sino también nuestras necesidades, depende de la fe de la comunidad en el valor del trabajo intelectual y de las instituciones dedicadas a fomentar la atmósfera en que puede desarrollarse ese trabajo sean de interés público.
Esto implica también lo que ya he dicho en relación con la vocación del científico, que él mismo debe ser un hombre entregado a su trabajo. El medio ambiente en el que pueda florecer esta vocación depende de instituciones que son esencialmente permanentes.*

Para Wiener, la Ciencia surge porque existe un ambiente social propicio, que valora el trabajo intelectual y lo fomenta. De igual forma, la vocación científica se produce porque existentes referentes externos estables que ansiamos emular con nuestro propio trabajo.
La degradación de la Ciencia en España se explica por el mismo proceso que Wiener explica para su florecimiento: la ausencia de un ambiente social favorable. Cada vez se dan menos las condiciones necesarias para que esa cultura científica se expanda. Esto va más allá de las inversiones.
Una observación: por "cultura científica" no me refiero solo al conocimiento científico, sino al reconocimiento de su papel esencial en el desarrollo de nuestras modernas sociedades.


La Ciencia se ha considerado desde dos perspectivas. La primera es la que surge de la Ilustración y que se contrapone al oscurantismo del desconocimiento. La Ilustración o "iluminismo" se refiere a la expansión social de las "luces" del conocimiento científico frente a las tendencias que lo niegan y buscan establecer la vida social sobre fundamentos que carecen de verdad alguna, basados en las tradiciones que perviven desde las épocas más antiguas. La Ciencia, en este sentido, se opone a la ignorancia, a que los prejuicios rijan nuestra vida social; es una forma de desmontar los mitos, las falsedades que se disfrazan de verdades y se imponen por la fuerza de la autoridad y no de la evidencia.

La segunda perspectiva de consideración de la Ciencia, una vez que se ha aceptado la primera y creado las condiciones para esté presente en nuestras sociedades, es su valor como motor del desarrollo gracias a la interrelación entre Ciencia y Tecnología. La Ciencia produce conocimientos que son traducidos a nuestra realidad inmediata por la Tecnología para que lleguen a nuestra vida cotidiana en forma de objetos. El ordenador en el que estoy escribiendo esto  y en que lo está leyendo son el resultado de la conversión de una serie de conocimientos científicos en objetos gracias los procesos tecnológicos de transformación. Cada aparato de los que disponemos es el resultado de decenas de principios que han sido obtenidos en el campo de la investigación científica y que han sido unidos en la producción de un objeto determinado.
Si el clima científico crea Ciencia porque favorece las vocaciones y permite un ambiente favorable a la investigación, el clima tecnológico es el industrial, el que busca tener cerca a sus científicos para poder "innovar" (como señalaba el economista Schumpeter) y mejorar los productos haciéndolos más competitivos. La economía moderna cuenta con la Innovación como el factor de desarrollo clave para conseguir las mejoras de las empresas y con ellas del sistema social en el que se encuentra. La ciencia sale de los laboratorios y se expande por la industria, por todo el tejido productivo en la sociedad.

Cuando nosotros abandonamos la investigación (investigan otros) y la producción (producen otros donde es más barato), solo nos queda la dependencia y el oscurantismo del consumo, un acto que no resulta ni del conocimiento ni de la tecnología, sino solo de la capacidad de pagarlo.
El buen ambiente científico produce una sociedad más culta; el buen ambiente tecnológico una sociedad industrializada y con la idea constante de renovación por la innovación. Por el contrario, una sociedad sin investigación científica y sin capacidad de producción tecnológica no es más que un mercadillo en el que se va a ver qué llega y a revender las cosas para tener algún beneficio del que vivir.


Esto no es de ahora, fruto de los recortes. Esto es un largo proceso de deterioro científico e industrial al pasar al frente de la dirección social personas que carecían de las miras suficientes como para ofrecer un desarrollo en ambos campos. El éxodo de nuestros científicos e ingenieros es la constatación, la evidencia palpable del abandono de una perspectiva distinta.

Es esta la clave de porqué España tardará más en salir de la crisis que el resto de los países. Su propio tamaño la lastra y la pérdida de tejido científico e industrial, con cada investigador e ingeniero que hace las maletas, hace que se alejen las posibilidades de emprender la senda correcta. España es un país grande que ha adoptado la mentalidad de uno pequeño.
Somos el ejemplo perfecto de lo que Guy Debord llamó la "sociedad del espectáculo". Nuestros héroes sociales no son los científicos, los tecnólogos o los grandes intelectuales, sino tan solo aquellos en cuya imagen o en cuyo nombre se puede vender algo, una idea, un partido, un coche:

Los personajes admirados, en quienes se personifica el sistema, son bien conocidos por no ser lo que son; se han convertido en grandes hombres a fuerza de descender por debajo del umbral de la más mínima vida intelectual, y ellos lo saben.
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La falsa elección de la abundancia espectacular, elección que se concreta en la yuxtaposición de espectáculos concurrentes y solidarios, así como la yuxtaposición de papeles (primordialmente significados por —y a poyados en— objetos) que al mismo tiempo son exclusivos y están mutuamente implicados, se desarrolla en una lucha de cualidades fantasmales destinadas a presentar como apasionante la trivialidad de lo cuantitativo. Renacen de este modo las falsas oposiciones arcaicas, regionalismos o racismos, que se encargan de transfigurar en superioridad ontológica fantaseada la vulgaridad de las posiciones jerárquicas del consumo. Así se recompone la serie interminable de ridículos enfrentamientos que movilizan un interés sublúdico, desde las competiciones deportivas hasta las elecciones. (66)**

El mensaje de Debord es claro: en la sociedad del "espectáculo", lo que se presenta como diversidad no hace sino esconder una patética vulgaridad de fondo. Estamos creando (creándonos) una sociedad que esconde su terrible trivialidad bajo el vocerío y el insulto, prescindiendo del conocimiento y del trabajo, bajo una furiosa diversidad que busca la diferenciación de las "marcas" (marcas nacionales, marcas nacionalistas, marcas ideológicas...).


En una sociedad sin ideas, sin conocimiento, sin trabajo, progresivamente dirigida a vivir en y del espectáculo (metáfora de la vida social en su conjunto), las diferencias hechas para que otros puedan vivir de nosotros, las diferencias voceadas, esconden una patética falta de sentido y dirección. Decía Debord que todas las diferencias en la sociedad del espectáculo  solo sirven para esconder "la unidad de la miseria" (67).
Sin ciencia, avanza la demagogia y la ignorancia; sin trabajo, todo se transforma en ocio. Solo queda ya que todo se convierta en espectáculo, en un espectáculo grandioso y miserable.


* Norbert Wiener (1995): Inventar. Sobre la gestación y cultivo de las ideas. Tusquets, Barcelona.
** Guy Debord (2002 2ª): La sociedad del espectáculo. Pre-Textos, Valencia.




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