jueves, 16 de marzo de 2017

Una primera batalla ganada

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El resultado holandés es bueno para Europa, pero no arregla los problemas. Solo nos da un importante respiro. Lo más importante ha sido la movilización ciudadana holandesa. Las elecciones europeas en el continente siempre han tenido una participación más baja. Es bueno, por tanto, saber que la cuestión europea ha entrado en las elecciones nacionales como un factor decisivo. Ya va siendo hora de que se tome a Europa como un  aspecto esencial de la propia política nacional.
El otro factor importante es que se ha apostado por una imagen de Europa específica al rechazar en las urnas el populismo ultra y xenófobo de Geert Wilders. Eso es también un factor. Lo que las urnas nos dicen es que los holandeses no quieren en su gobierno a Wilders, pero que tampoco les gusta "su visión" de Europa. En este sentido, lo electores han votado simultáneamente como "holandeses" y como "europeos". Probablemente nunca haya habido unas dosis mayores de conciencia de lo que la Unión se jugaba que en estas elecciones.
Los holandeses no solo han dicho "no" a Wilders sino que los han hecho también a todo lo que estaba detrás de él: el apoyo de Donald Trump, de Rusia, de Brexit y de los que usan la crisis migratoria para debilitar a Europa. Puede que muchos electores holandeses no hayan tenido muchas de estas cosas en la cabeza, pero muchos otros sí, alguna o todas.
Creo que cada vez es más obvio el papel molesto que Europa cumple o puede cumplir frente a situaciones o intereses de otros países. Su conversión en objetivo es un indicador de hasta qué punto se interpone en los planes de terceros.
Europa es en estos momentos, pese a las crisis económicas padecidas —cuyo origen, además fue la crisis financiera norteamericana— un espacio de referencia en diversos sentidos. No ha habido otro caso como el europeo. La formación de uniones con estando nacientes sí se ha producido, pero no que toda una serie de países cuya convivencia no había sido precisamente fácil en el pasado —con guerras de religión, territoriales, dinásticas, etc.— haya conseguido crear un espacio común, con su propia moneda, leyes comunes, parlamento e instituciones, etc.


La interferencia en la idea de Europa por parte de terceros países busca su debilitamiento en diferentes sentidos, del económico al defensivo. El desafío a Europa es mayor ahora que nunca. La crisis pasada ha tenido un carácter mixto, pero ha tenido un efecto: el despertar de unos nacionalismos xenófobos. Este fenómeno se suele dar en las crisis económicas. Se dan no por alguna ley histórica, sino porque es el argumento más fácil para llegara al poder. En los momentos de crisis, el más fácil redirigir los miedos hacia aquellos a los que nos interesa estigmatizar.
El populismo actual es hijo de los miedos que nos rodean. En vez de tratar de encontrar soluciones factibles desde dentro, se ofrece la solución de encierro y la huida. No son soluciones, sino una forma de utilizar el miedo para alcanzar los objetivos, en este caso, el fraccionamiento de Europa y su disolución como Unión. ¿A quién beneficia? Evidentemente no a los europeos, que han podido disfrutar en mayor o menor medida de logros comunes, de un espacio y una colaboración insólita en la historia del continente.
¿Problemas? Todos los que queramos poner sobre la mesa, pero ni uno más de los debidos. Los que plantean que "Europa es el problema" no tienen ningún interés en que la Unión funcione sino, por el contrario, que se colapse, entre otras cosas, gracias a sus intervenciones.
Aquí no se trata de un "patriotismo", sino de un nacionalismo cuyos fundamentos se basan más en la exclusión de los otros que en la definición propia. Es un nacionalismo "agresivo" y "agredido". Es "agresivo" porque va contra Europa, a la que opone su idea imposible de nación que encontrará la felicidad en el aislamiento o en un romanticismo trasnochado. La agresividad proviene de considerar enemigos, parásitos, etc. a todos los que están dentro o fuera. Escuchar a los partidarios del Brexit (y repetir exactamente lo mismo a Trump o a Geert Wilders en sus debates estos días) llorar por la soberanía perdida no deja de tener cierta comicidad patética.


Como país aislado durante mucho tiempo, los españoles sabemos que el segundo gran salto tras el desarrollo y la democracia lo dimos con el ingreso en Europa. ¿Ha sido perfecto? Evidentemente no, pero la mejora fue enorme y muy rápida. Esto le debe ser recordado a las generaciones más jóvenes, las que han nacido en la Unión. El pasado debe servir de ejemplo para evitar la profunda demagogia de la que hacen gala muchos. Las cifras están ahí, junto a los hechos. Afortunadamente, España es consciente de esto y los planteamiento europeístas se mantienen.
El potencial de Europa es su diversidad: el desafío, su armonización, la reducción de las diferencias, que solo puede ser un acto doble de generosidad y solidaridad. El mayor reto estará siempre dentro. Y se producirá por intereses igualmente interiores y exteriores. El caso del Brexit mostrará si es posible estar en Europa y no estar en la Unión. El argumento de la pérdida de soberanía se podrá aplicar a Reino Unido que ha argumentado sentirse parasitado. Ahora probará la nueva situación de estar frente a una Unión Europea y podrá comprobar si le beneficia más estar dentro que fuera. Será un experimento caro y no podrá pedir que ese precio lo pague Europa —en la línea de Trump— porque Europa ya no deberá velar por los intereses británicos sino por los suyos frente a ellos. Los que jueguen la estrategia de debilitar Europa para poder negociar desde la superioridad tendrán que planear muy bien sus estrategias, que hasta el momento es el apoyo, la promoción y la financiación de los antieuropeístas para ver si aumentan su peso dentro de los diferentes países.
En este sentido, la presencia de Donald Trump y la visión de su política altanera y prepotente, está siendo contraproducente para el antieuropeísmo. Al igual que ha movilizado de forma intensa el rechazo a sus políticas y actitudes, Trump está movilizando el voto anti-Trump, ya que sus admiradores declarados y orgullosos compañeros de selfie, se ven afectados por la visión negativa que el mundo tiene del magnate metido a presidente. Como a Trump no le importa tanto su imagen exterior, como la interior, está perjudicando a aquellos que esperan obtener beneficios de él tras su elección. La vigilancia estrecha sobre los intereses de Trump y los casos que salen constantemente se vuelven contra sus admiradores, quienes repiten sus discursos, pero no pueden acercarse excesivamente por los riesgos de verse arrastrados en cualquier momento. Lo ocurrido con Theresa May en el Reino Unido tras invitar a Trump a una visita es bastante elocuente. Cuando quieran atacar a May, les bastará mostrarla de la mano de Donald Trump. El presidente le sacó provecho a la foto; ella, no. Como señaló con ironía el británico The Independent en su titular: "It is unclear who initiated the contact".


La mejor forma de hacer fuerte a Europa es seguir profundizando en sus logros y valorando sus virtudes, que deben ser puestas en práctica.
Queda cada vez más claro, que Europa limita al Este con Turquía, cuya situación evoluciona cada día más lejos de los parámetros de la Unión. Turquía se ha hecho un hueco junto a Rusia y prefiere jugar otro tipo de liderazgo en la zona, algo que le permita usar políticas que Europa no le puede aceptar a Erdogan.
Un logro simbólico importante, más allá de lo anecdótico, es la reelección de Donald Tusk con el único voto en contra de Polonia, su propio país. Es una señal clara de que Tusk ha trascendido el hecho nacional partidista y ha sido capaz de trabajar para la totalidad de la Unión, incluida Polonia. Eso es lo que se le ha reconocido. Es Polonia quien debe cambiar su mentalidad.


¿Es el destino de la Unión Europea jugarse su futuro en cada elección nacional? No debería ser así, pero puede que ese sea su camino hacia el futuro. Solo se puede combatir con ideales, igualdad, justicia y eficacia. Mientras se haga, los europeos nos sentiremos más vinculados unos con otros y todos con la idea de Europa.
El resultado de Holanda es esperanzador, pero un aviso. Wilders ha subido respecto a las elecciones anteriores, si bien sus expectativas se han desplomado. Lo importante es combatir con eficacia los problemas para que los argumentos negativos pierdan consistencia.

Queden muchas pruebas por delante. Esto solo ha sido una batalla. Eso sí, ganada. Pero en cualquier momento se puede perder una guerra.


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