domingo, 5 de febrero de 2012

Un libro: Nosotros, los hijos de Eichmann, de Günther Anders

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Pasados diez años de la primera publicación en español del libro del filósofo y escritor alemán Günther Anders, Nosotros los hijos de Eichmann. Carta abierta a Klaus Eichmann (Paidós 2001, 2010), resulta recomendable su lectura por motivos diversos que trataremos de exponer aquí.
Günther Anders —de origen judío y polaco, cuyo nombre verdadero era Günther Stern— se formó en la filosofía con maestros como Edmund Husserl, Martin Heidegger y Ernst Cassirer, prácticamente lo más granado de la época en lo que a filosofía se refiere. Fue marido de la filósofa Hannah Arendt, con quien viviría entre 1929 y 1936, hasta su divorcio. Ambos habían abandonado Alemania en 1933, ante los riesgos que significaban sus orígenes judíos y sus colaboraciones con Bertolt Brecht, rumbo a los Estados Unidos. Anders regresará a Alemania en 1950.
Para Anders, la Filosofía no era un refugio aislado de la vida, sino una forma de penetrar en ella, de darle sentido a través del pensamiento. Marcado profundamente por lo que significaba ser judío en un mundo en el que fue posible Auschwitz, se erigirá en uno de los pensadores que trataron de comprender la aparición del exterminio metódico de seres humanos.

La obra Nosotros, los hijos de Eichmann. Carta abierta a Klaus Eichmann, de la que hoy no ocupamos, como se indica desde el título es una carta real que el filósofo dirigió al hijo mayor de Adolf Eichmann, Klaus.
Para mayor concreción, esta es la información resumida de quién fue Eichmann, según se expone en el Holocaust Memorial Museum, de Estados Unidos:

El procurador general de Israel, Gideon Hausner, firmó una acusación contra Eichmann por 15 cargos, incluyendo crímenes contra la gente judía y crímenes contra la humanidad.
Los cargos contra Eichmann fueron numerosos. Después de la conferencia de Wannsee (enero de 1942), Eichmann coordinó las deportaciones de los judíos de Alemania y de otras partes de Europa occidental, meridional y norteña, a los campos de exterminación (a través de sus representantes Alois Brunner, Theodor Dannecker, Rolf Guenther, Dieter Wisliceny y de otros de la Gestapo). Eichmann planeó la deportación detalladamente. Trabajando con otras agencias alemanas, determinó cual sería la deportación apropiada de los judíos y se aseguró que su oficina se beneficiara de los activos confiscados. También coordinó la deportación de diez mil gitanos (Romaní/Sinti).
Eichmann también fue acusado por ser miembro de organizaciones criminales - Tropas de Asalto (SA), Servicio de Seguridad (SD), y la Gestapo - las cuales ya habían sido declaradas organizaciones criminales en el ensayo de Nuremberg en 1946. Como jefe de la sección de la Gestapo para asuntos judíos, Eichmann coordinó con el jefe principal de la Gestapo, Heinrich Mueller, un plan para expulsar a los judíos de Alemania a Polonia, lo cual fijó el patrón para las deportaciones futuras.
Por esos y otros cargos más, Eichmann fue encontrado culpable y condenado a muerte. El 1 de junio de 1962 Eichmann fue ahorcado. Su cuerpo fue cremado y las cenizas fueron esparcidas en el mar, más allá de las aguas territoriales de Israel. La ejecución de Adolf Eichmann ha sido la única vez que Israel ha decretado una sentencia de muerte.*

G. Anders y  H. Arendt
Al juicio, en 1961 de Eichmann, asistió Hannah Arendt, la ex esposa de Anders. Sus reflexiones se convertirían en la obra Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal (Lumen, 1999), y se publicaron en 1963. Con motivo de la ejecución de Eichmann, Günther Anders tuvo la idea o necesidad de dirigir una carta abierta a Klaus, el hijo mayor de Eichmann, nacido en Berlín, en 1936. El texto vería la luz prácticamente a la vez que el de Arendt. Ambos filósofos reflexionaban sobre lo que Eichmann había supuesto para la época y para el análisis de la propia condición humana. Como se ha insistido, el mundo después de Auschwitz no podía ser el mismo. Era necesario comprender el funcionamiento del totalitarismo, tanto desde el Estado como desde la psique individual y el comportamiento colectivo.
Eichmann tuvo tres hijos además de Klaus, el último de los cuales nació ya en Buenos Aires, en 1955, lugar en el que Eichmann estaba escondido y de donde fue secuestrado por los agentes de la inteligencia israelí para ser llevado y juzgado en Jerusalén. El caso provocó un incidente internacional entre la Argentina de entonces e Israel. Eichmann reiteró durante el juicio su agradecimiento a la Argentina que lo acogió.

La obra que comentamos se compone de dos cartas, la primera escrita tras la muerte de Eichmann ajusticiado, en 1962-63, y una segunda carta fechada en 1988, dirigida también a Klaus. Las fechas son importantes por Klaus tenía apenas cinco años cuando comenzaron las andaduras criminales de su padre y nueve cuando terminó la guerra.  Los dos siguientes hermanos nacieron durante la guerra, en el 40 y el 42, y solo Ricardo nació en el escondite argentino en 1955.
La idea inicial de Anders es que nadie es responsable por su origen. En eso se igualan Klaus, que no puede ser juzgado por los crímenes de su padre, y los judíos a los que se persiguió también por su origen. Como señala desde el inicio Anders:

Me horroriza su destino: que usted tenga que cargar toda su vida con ser hijo de su padre. Pero, además, porque para mí la pérdida que usted acaba de padecer es peor que la que el resto de los hijos han de soportar. ¿Qué quiero decir con esto?
Que usted ha perdido dos veces a su padre.
Y que a usted se le ha muerto algo más que su padre. (12)

Pasaporte falsificado de Eichmann
La doble pérdida a la que se refiere Anders es a la que supuso primero el descubrimiento de quién era su padre, la muerte de la figura del padre ante la imposibilidad de la aceptación de su monstruosidad. Para Anders esta es una primera muerte, un distanciamiento horrorizado. Ese ya debió ser un gran golpe. La muerte física del padre, la de 1962, es la segunda pérdida.
Anders considera a Klaus también como una víctima de su padre, en un orden distinto de los otros, pero víctima: “… también usted pertenece a los ultrajados […] también su desgracia, al menos lo inmerecido de la misma, me inspira respeto” (15). Y se pregunta qué hubiera ocurrido si, por ejemplo, él hubiera tenido la desgracia de tener a Eichmann por padre.
La pregunta que se plantea es si tras el descubrimiento de quién es el padre, la segunda pérdida ha traído el dolor. Lo que plantea Anders es que el descubrimiento ha traído lo que llama pérdidas complementarias: “… la pérdida de su dolor. De su duelo. Y de su piedad” (17). Para Anders, si se ha producido esa primera muerte que trae el descubrimiento del horror, los otros sentimientos son imposibles. Y si se producen, es que entonces el horror no mató la figura paterna. Es decir, no se ha comprendido su magnitud.
Explica que para que se produzcan dolor, duelo o piedad hay una condición:

[…] la principal de esas condiciones se llama «respeto». En una palabra: porque solo podemos llorar por la pérdida de aquellos a los que hemos podido respetar. (21)

Para Anders, Klaus Eichmann debe dar el paso de desligarse absolutamente de su padre real, para entrar en una consideración mayor, una categoría que es la de su tiempo, la de los “hijos de Eichmann”, la de los que permitieron que Eichmann  fuera posible. Porque Eichmann fue hijo de su tiempo.
Saliendo de la obra, pero moviéndonos en su ámbito, la línea exculpatoria del propio Adolf Eichmann fue precisamente la normalidad con la que actúo. Suya son estas palabras dichas durante su juicio: “Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia”. ¿Existe mayor ironía? Eichmann es la pieza que cierra el funcionamiento del sistema en su conjunto, las manos necesarias para completar el crimen; el burócrata que crea la normalidad. Durante el juicio, quedó en evidencia que Eichmann, poseído de su obsesión por ser eficiente, llegó más lejos que otros criminales nazis. Eichmann no solo odiaba a los judíos; quería que el sistema funcionara bien, con toda precisión.
La petición, sin respuesta de Klaus, de que se distancie de su padre, que se distancie de la paternidad biológica, de sus propios genes, para aceptar la hermandad que le dé acceso al dolor común, contrasta con la actitud del hermano pequeño, Ricardo, el nacido en Argentina en 1955, posteriormente profesor de Arqueología en la Universidad de Tubinga, que sí lo hizo. En una entrevista realizada a Ricardo Eichmann en 1995, señalaba el periodista:

He pronounces his father's name as if he were talking of a stranger. "Adolf Eichmann," he says, "is a historical figure to me." But the historical figure left him with a disturbing legacy: a fatherless childhood, an adolescence filled with darkness and half-truths, and a lifetime label of "Eichmann's son".**

Adolf Eichmann con su hijo Horst, uno de los que reivindicaron al padre
El profesor Ricardo Eichmann tuvo la sensatez suficiente como para dedicarse a investigar y escribir sobre la cultura iraní. Su madre dejó a los dos mayores en Argentina y se fue con el pequeño a Alemania, tratando de mantenerle alejado de lo que había sido el mundo del padre, que se reproducía en sus hijos mayores.

 "I knew my father was dead, but I didn't know how he had died. My mother kept all the newspaper cuttings about him under the sofa. I would creep under there and peek at them. I understood bits and pieces but not the whole picture. When I asked my mother, she would say, 'Lass das' - leave it. It was a taboo subject and stayed that way till my mother died two years ago."
Ricardo Eichmann has not shared his anguish with his brothers and has communicated with only one of them. "If you want to know what they think of me talking about this, you had better go and ask them," he says. One senses that he has dissociated himself from his siblings; later, seeing a picture of his elder brother Horst as a youth wearing an SS uniform, I understand why.**

El encierro en Jerusalén
Pero la carta de Anders no se dirigía a Ricardo Eichmann, sino a su hijo mayor Klaus, del que nunca obtuvo respuesta.
Las reflexiones que Anders va desarrollando a largo de la carta tratan de examinar la idea de responsabilidad, pero no es la parte más interesante en sí —creo—, sino la interpretación que realiza sobre la posibilidad de que lo monstruoso se haya producido.

¿A qué llamo «monstruoso»?
1) A que haya habido una aniquilación institucional e industrial de seres humanos; de millones de seres humanos.
2)  A que haya habido dirigentes y ejecutores de estos actos; Eichmann serviles (hombres que aceptaron estos trabajos como cualesquiera otros y que se excusaron apelando a la órdenes recibidas y a la lealtad);
Eichmann viles (hombres que aspiraron a estos cargos);
Eichmann obstinados (hombres que aceptaron el riesgo de perder totalmente su humanidad con tal de gozar de un poder total);
Eichmann ambiciosos (hombres que realizaron lo monstruoso precisamente porque lo monstruoso les era insoportable; es decir, porque no hubieran podido demostrar su inquebrantabilidad de otra forma);
Eichmann cobardes (hombres contentos de poder cometer por una vez lo infame con buena conciencia; esto es, no sólo como algo prohibido, sino incluso como algo prescrito).
3) A que millones de personas fueron llevadas a, y mantenidas en, una situación de la que nada sabían. De la que nada sabían porque no querían saber nada; de la que no querían saber nada porque no tenían derecho a saber. Así pues, millones de Eichmann pasivos. (27-28)

Para Anders, la esencia del mundo moderno se concentra en lo «monstruoso» y esa condición se ha producido cuando el mundo empieza a funcionar como una máquina y los que viven en él pasan a ser piezas de esa maquinaria cuya justificación es la eficacia.


La idea misma de progreso —es otra de sus ideas centrales— ha abierto una brecha entre lo que el hombre puede hacer y aquello que puede llegar a representarse. Hemos perdido la capacidad de evaluar ajustadamente las consecuencias de nuestras acciones porque nos somos capaces de representarnos los efectos ni comprender los mecanismos por los que se llega a ello:

[…] pese a ser obra de los humanos y pese a funcionar a todos nosotros, nuestro mundo, al sustraerse tanto a nuestra representación como a nuestra percepción, se torna cada día más oscuro. Tan oscuro que ni siquiera somos capaces de reconocer su oscurecimiento; tan oscuro que podríamos calificar legítimamente nuestra época de dark age. (35)

Nuestro mundo está por encima de nosotros; hemos desarrollado un grado de eficacia tal que nuestra existencia se ha convertido en servidumbre de un mundo fabril y productivo esencialmente inhumano.

La primera carta, la que sigue a la muerte de Eichmann a principios de los sesenta, gira sobre estos supuestos. Analiza esta descomposición de lo humano que ha dado lugar a un exterminio mecanizado e incomprensible por desbordar cualquier principio anterior. El holocausto no es el resultado de la barbarie, sino de la civilización puesta al servicio del exterminio por la causa nazi. Por eso Eichmann es el correcto funcionario, el burócrata que puede acusar a sus jefes de haber abusado de su obediencia.
Hay una segunda carta en la obra, la que le dirigirá en 1988, veinticinco años después. Günther Anders, tras señalar que nunca se molestó en contestarle, se dirige ahora a Klaus  Eichmann con un problema distinto: el olvido y la justificación. Es contra la indiferencia ante la monstruosidad del pasado contra lo que escribe.

De esos cientos de miles de contemporáneos que, si bien en la época de su padre o todavía no habían nacido o aún eran unos niños, ahora, en parte por cobardía, en parte por orgullo nacional mal entendido (por indignación o por vergüenza de que se les «exija» avergonzarse de parte de «su» pasado, o al menos distanciarse de él), ahora, cuarenta y cinco años después, se niegan a representarse y a creerse los terribles hechos de esos padres; o que dicen de ellos (lo que equivale claramente a reconocerlos tácitamente) que son hechos «no tan infrecuentes en la historia»; o que finalmente, defiende según la ocasión —pues hacen caso omiso de la lógica— una versión u otra, y así, por ejemplo, a las siete de la mañana niegan Auschwitz, y a las siete de la tarde declaran que, comparado con las sangrías causadas por otros pueblos en los siglos pasados Auschwitz es «un caso más», quitándole así importancia, con lo que, como ya he dicho, lo reconocen indirectamente. (98-99)

El pensamiento de Anders fue siempre dirigido a tratar de mantener viva una conciencia que fuera capaz de comprender la lógica de su propio desarrollo, porque veía el mayor peligro en la disociación producida entre el hombre y las consecuencias de sus actos por efecto de la Ciencia y la Técnica. Por eso fue pacifista y antinuclear. Sabía, por el ejemplo de Auschwitz y de Hiroshima, las dos cumbres de la aberración tecnológica, que al perder el sentido de lo humano, el hombre pierde su propia humanidad.

Conciencia y memoria serían los dos pilares con los que combatir el regreso o el avance de la deshumanización. En unos tiempos como estos, en los que la maquina se ha convertido en el modelo de eficacia y rendimiento y se le pide al hombre que la imite, es bueno recordar adónde lleva la deshumanización. Los Adolf Eichmann de entonces nos son seres especiales, monstruos; solo los seres que buscan cumplir con su deber en un mundo oscuro, como recordaba Anders.
A Hannah Arendt le sorprendió la vulgaridad, la mediocridad de Eichmann cuando asistió a su juicio en Jerusalén. No se encontró con un genio, sino con un ser vulgar al que le gustaba obedecer, ser eficaz, ser bien valorado por sus jefes; el tipo que planificó el transporte de millones de personas para su exterminio como hubiera planificado cualquier otro transporte de mercancías. Lo hizo porque era su trabajo. Y lo hizo bien, con espíritu de superación.. Un tipo como muchos otros que nos rodean, personas que obedecen y dejan las preguntas en la entrada de sus conciencias.

2 notas curiosas:
1.- Por motivos que desconozco, existe una portada de esta misma obra que dice “Prólogo de Baltasar Garzón”. No es esta la edición existente, la que se encuentra hoy en librerías, que no hace mención en portada ni incluye dicho prólogo. No se me ocurre ninguna explicación, más que pudiera ser que en la primera edición de 2001 se incluyera, en cuyo caso me sorprende que haya desaparecido en esta segunda edición de 2010. No es lo normal, desde luego.
2.- En octubre de 2005 se realizó una adaptación, como monólogo teatral, de la carta de G. Anders a Klaus Eichmann, interpretada por Mariano Llorente Grande.

—Günther Anders (2010 2ª): Nosotros, los hijos de Eichmann. Carta abierta a Klaus Eichmann. Paidós Contextos, Madrid, 116 pp. ISBN:  978-84-493-2402-4.

* United States Holocaust Memorial Museum: El juicio de Eichmann. http://www.ushmm.org/wlc/sp/article.php?ModuleId=10007185
** “'Adolf Eichmann is a historical figure to me.' Ricardo Eichmann speaks to Suzanne Glass about growing up the fatherless son of the Nazi war criminal hanged in Israel” The Independent.UK  7/08/1995 http://www.independent.co.uk/life-style/adolf-eichmann-is-a-historical-figure-to-me-ricardo-eichmann-speaks-to-suzanne-glass-about-growing-up-the-fatherless-son-of-the-nazi-war-criminal-hanged-in-israel-1595146.html

Adolf Eichmann en la Argentina, en donde fue detenido y secuestrado

La portada de la "edición" con prólogo de Baltasar Garzón

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