martes, 4 de septiembre de 2018

Celebración de la traducción

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Una de las mejores formas de combatir el dogmatismo es, sin duda, la traducción. A menudo castigada por los "puristas" que ven en las lenguas propias milagros que no ven en las otras, la traducción es la puerta al otro, un proceso que marca la riqueza de cada momento de la cultura. Si no fuera por nuestros propios prejuicios culturales, veríamos que nada nos enriquece más, que nada nos abre más a los otros que el esfuerzo de traducción a nuestras lenguas de lo que ha sido pensado en otras. Es un indicador de vitalidad, de curiosidad hacia el resto del mundo.
De hecho, parece haber una especie de oposición romántica entre el "creador" —aquellos que buscan en los límites de su lengua— y el traductor —el que trata de poner en contacto tangencial dos lenguas y a veces dos culturas—. No es tal. Son dos figuras esenciales y, si me apuran, hacen falta mejores traductores. Con unos cuantos genios por siglo nos apañamos, pero buenos traductores se necesitan muchos y en todo momento. Labor callada, pero inmensa.
Me alegra leer la noticia en Ahram Online (del 6 de agosto) sobre los seleccionados para los premios de traducción en Egipto y ver que entre ellos se encuentra una nueva traducción de un clásico como El decamerón, la obra con la que Giovanni Boccaccio describió un mundo revuelto e irreverente y, sobre todo, ayudó a estructurar las formas narrativas sirviendo de modelo para la posteridad. En efecto, el lenguaje es una primera fase, a la que sigue otras formas de codificación, que son los géneros discursivos, que tienen también sus propias modalidades culturales.
Señalan en Ahram Online los candidatos de este año:

Last week Egypt's National Centre for Translation announced the short lists for the ninth Refaa Al-Tahtawi Translation Awards.
According to the centre's director Anwar Mughith, the award — worth LE100,000 — is a way to pay tribute to the “unknown knights” of cultural exchange, who build “permanent bridges connecting civilisations”.
Five books have been shortlisted: a new, contemporary translation of Giovanni Boccaccio’s Decameron by Abdallah Al-Ati and Essam Al-Sayed, Anwar Mohamed’s first translation from the Russian of the 1923 classic The Diary and Reminiscences of Mme Dostoevsky and three scholarly works: Jean Aitchison’s A Practical Introduction to Contemporary Linguistics translated by Abdel-Kerim Gabal; Hank Johnston’s States and Social Movements translated by Ahmed Zayed; and Jan Kyrre Berg Olsen’s New Waves in Philosophy of Technology translated by Shawki Galal.
The award’s Youth and Scientific Culture subcategories, worth EGP 25,000 each, include Simon Critchely’s introduction to continental philosophy in the “Very Short Introduction” series, the Malaysian educator Syed Farid Al-Attas’ Ibn Khaldun and Unbounding the Future: The Nanotechnology Revolution by Chris Peterson, Gayle Pergamit and Eric Drexler.*


Es bonita la expresión "desconocidos caballeros" (más allá de la cuestión de género) para referirse a la labor de los traductores, en el sentido de conferirles la labor de paladines, es decir, personas defensoras de una causa noble, según reza la segunda acepción de nuestro diccionario.
Creo que no hay causa más noble que la de la traducción, precisamente por ese carácter de "puente" que se resalta, pero también por lo que tiene de modestia y muchas veces de poco reconocimiento exterior.

Al "creador" le queda la gloria que le fabrican entre lectores, críticos e historiadores, A los traductores, en cambio, les toca dejar toda su sabiduría y eficacia al servicio de estos, que tienden a olvidar o a ignorar sus nombres. La vida es esencialmente injusta, por lo que sus méritos se verán como propios del traducido, mientras que a los autores siempre les quedará el recurso de echarle la culpa al traductor de sus defectos jurando que en su propia lengua suenan mejor. Es un secreto que hay autores que suenan mejor traducidos, por actos de misericordia.  
A los traductores les ha salido además un extraño competidor, la traducción automatizada en la que las mentes de ingenieros y programadores conspiran contra todos ellos creando maravillosas y maquiavélicas máquinas dotadas de inteligencia artificial, con el infinito recurso del big data como alimento para traducir.
Así, entre la inteligencia natural de los creadores (poetas o científicos) y la inteligencia artificial de las máquinas competidoras, las personas dedicadas a traducir se ven en el olvido o en la invisibilidad.

Parece que cuando las máquinas puede hacer bien ciertas cosas, queda la actividad atenuada y como de menos mérito. Nada más lejos de la realidad. El aumento (indudable) de la calidad de las traducciones de las máquinas da un nuevo sentido a la labor traductora, convirtiéndola en lo que casi siempre han sido, un acto parejo de amor e inteligencia. La máquina puede tener mucha inteligencia, pero poco amor. Y no parece que vaya a ir por ahí la competencia.
El mundo árabe, que fue traductor nato, necesita urgentemente de combatientes, de paladines de las lenguas e ideas. Menos yihadista y más traducción.
En un mundo dogmático en el que la palabra se vuelve intocable y el sentido se inmoviliza sacralizándolo, es más que nunca necesaria la labor traductora. Lo es por lo que tiene de amor y por lo que necesita de sabiduría.
Nada condena más a una cultura que el aislamiento y su forma más cerril es cortar el flujo entre lenguas y culturas. A la literalidad del dogmatismo del verbo se le debe contraponer la gaya ciencia de la traducción, ejercicio de amor a los textos y servicio a los lectores que han de recibir los textos renacidos en otra lengua. Lo opuesto a la traducción es el "libro único", la "lengua única", etc. es decir, el dogmatismo, que ve en la traducción traición y en otros libros herejía.
Nadie necesita más conocimiento del idioma que quien traduce: nadie necesita conocer más y mejor los mínimos matices que cada término encierra, el valor de cada elección, cada ser o no ser semántico.


Sean quienes sean los que ganen los premios de traducción, el gran éxito es el reconocimiento de la importancia de la tarea de servir de puente entre dos culturas delimitadas por las fronteras del lenguaje. Ese es el premio global.
En estos tiempos de unilateralidad, ponderemos la riqueza espiritual, la alquimia de traducir de verbo a verbo, de mundo a mundo. Celebremos la traducción como apertura y voluntad de encuentro.

*"Five books shortlisted for Egypt's Refaa Al-Tahtawi translation awards" Ahram Online 6/08/2018 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/18/107/309158/Books/Arab/Five-books-shortlisted-for-Egypts-Refaa-AlTahtawi-.aspx

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