Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Es un
caso tras otro y eso que nos dicen que el miedo deja muchos otros en el tintero
del silencio. Tras una fachada brillante de purpurina, que los políticos gustan
de mostrar a través del uso constante de los medios, se descubre una realidad
casposa, cutre, de toda la vida, la del acoso, la del machismo irredento, la
del abuso y esa "superioridad" impresentable que satisface al poder
patriarcal que se mira el ombligo y un poco más abajo.
El
acoso sexual hace buenos los tópicos sobre la sexualidad y su papel en la vida
española. Creíamos que era cosa de las comedias de los sesenta y setenta, que
era un motivo cómico para las comedias sexistas de Landa, de Esteso y Pajares,
que lo del pellizco y la mirada, que lo del "salido" era algo que se
había corregido con la democracia, que nos hacía a todos iguales. Pero no.
El
machismo irredento, el supremacismo masculino, etc., todo aquello que se
achacaba a la dictadura franquista, pero que hoy se manifiesta a lo largo de la
sociedad en todas sus ideologías o simplemente como forma de pensar al margen
de ellas, está ahí, saliendo a borbotones.
Cuando
en los Estados Unidos se convierte en ideología el supremacismo patriarcal y
las mujeres se deben al marido e hijos, cuando abandonan sus trabajos, aquí recuperamos
nuestro racial "la mujer con la pata quebrada y en casa", que es
parte de nuestra mente poética por su claridad expositiva. Sí, vuelve el
refranero en todos aquellos tópicos que nunca se fueron.
Cada
día un caso; a veces dos. Como es propio del entorno, la mayor parte de ellos
se dan ahora con políticos. Eso no debe servir para que pensemos que es allí
donde se concentra y se visibiliza. Digamos que son los casos más llamativos,
un pago al exhibicionismo constante de nuestros políticos ante los medios. Esto
de estar todos los días en portadas y pantallas tiene ese otro lado. Tanto va
el cántaro a la fuente..., por seguir con el refranero.
Levamos
años insistiendo aquí en el negativo efecto llamada de la política, que acaba
atrayendo lo peor dado el mal ejemplo. No se trata de que los políticos sean
corruptos o acosadores, sino de que los corruptos y acosadores van a la
política porque saben, como ha ocurrido, que una vez arriba los partidos,
temerosos, los acabarán protegiendo. De igual forma, la inseguridad y la
precariedad laborales acaban favoreciendo el acoso y su silencio debido al
miedo a perder el empleo en un panorama tan malo.
Pero los políticos se empeñan en que estas situaciones son buenas, que crece la economía (los ricos son más ricos y poderosos), que crece el empleo (una misma persona es despedida y si tiene suerte vuelta a contratar). Lo pueden hacer hasta que los casos estallan y se entra en flagrante contradicción, ya no pueden justificar los silencios y esos "fallos esporádicos" se producen con demasiada frecuencia.
Si el
miedo se pierde, saltan a las noticias los casos y unos diluyen los riesgos de
los otros, por lo que se produce la avalancha de casos, un torrente de acosos
ante la estupefacción de los votantes y la indignación de la totalidad.
Como
hemos dicho desde hace mucho tiempo, la política española se ha convertido en
una especie de desfile fallero, en una realidad festiva y distorsionada, más
preocupada por la "imagen" que por la realidad. Los partidos se han
llenado de "expertos en comunicación", que son los que deciden qué
sale al exterior y cómo se debe presentar. Pero fallan estrepitosamente cuando
los hechos se desbordan y las explicaciones dadas ya no sirven para los
siguientes casos.
No
estamos solo ante un problema "políticos" (ellos sí). Nos enfrentamos
a un retroceso social claro, donde los principios retrógrados que se admitieron
durante demasiado tiempo vuelven a estar presentes. El contraste entre los
discursos y los hechos ha aumentado. Y los hechos siempre llevan las de ganar.
Falla,
más allá de la ejemplaridad política, nuestra educación que se inhibe de estos
problemas. Falla la creciente normalización de los casos de bullying escolar,
del que se pasará al laboral y al político. Se aprende que lo verdaderamente
malo es que te pillen.
Aumenta
el acoso como aumenta la corrupción, porque sale rentable. Los casos de compras
irregulares dejan al estado como una especie de botín que se lleva el primero
que llega. Es otro síntoma más de que estamos fallando, que hemos vuelto a ser
un país de "listos" (y listillos) en vez de "inteligentes",
un país en el que "el que no corre vuela", por recurrir una vez más a
la "sabiduría popular"; un país en el que se compran títulos y cursos
solo para ponerlos en el currículum, en el que basta con tener amigos y
familiares bien situados, etc.
Todo
esto te lleva a un punto crítico en el que la realidad deja de poder controlarse
y estalla. Si cada día nos desayunamos con nuevos casos de acoso y de
corrupción, de blanqueos, etc. habrá muchos que se digan "¿por qué hacer el primo?".
España siempre ha sido un país con tendencia a la imitación del mal ejemplo,
máxime si hay pocos buenos y supone más esfuerzo.
Los políticos usan los casos unos contra otros. No acaban de ver, pese a que se les dice, que es un problema más allá del partidismo, que socio cultural y que tiene un efecto demoledor sobre las nuevas generaciones y acabará afectado fuertemente al sistema, en el que dejará de creerse. Los beneficiados los vemos cada día.















































