viernes, 23 de febrero de 2018

Un "buen chico" con un arma no es la solución

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Como se esperaba, la propuesta de Donald Trump para acabar con las matanzas en los institutos y escuelas es más armas, algo con lo inmediatamente ha estado de acuerdo la Asociación Nacional del Rifle, patrocinadora de la carrera de muchos políticos norteamericanos en todos los niveles. "Más armas" es una idea poderosa que convierte las escuelas en El Álamo, un espacio en el que defenderse fuertemente armados de los agresores que llegan de fuera.
El argumento no es nuevo. Ya Trump había comentado en la matanza de sala de conciertos en Paris que si hubiera habido varias personas armadas no lo habría tenido tan fácil. ¡Cuánto daño ha hecho el "western" a la mentalidad de los Estados Unidos! ¡Cuántas falsas idea han salido de esos finales a puñetazos o tiros en los que siempre gana el "bueno"! Sabían lo que hacían cuando la Asociación tenía a Charlton Heston —el héroe bíblico o el Cid— levantando rifles como símbolo del "espíritu norteamericano".
Este deseo de una escuela armada lo ha expresado Trump con una frase que sobrepasa sus dotes habituales en uno de sus tuits de ayer que hoy ha reproducido el diario El Mundo, tras afirmar la necesidad de profesores armados, Trump escribe: "A “gun free” school is a magnet for bad people."*
Creo que si hay un lugar que sobra en los esquemas mentales de Donald Trump es la escuela, espacio incomprensible en sus metas para él. Convertir las escuelas en El Alamo lo indica claramente. Las escuelas se convertirían, por el contrario, en un espacio promocional del armamento. Acostumbrados a ver armados a sus profesores, niños y jóvenes llegarían a la conclusión de que es lo normal en un escenario claramente anormal. Las escuelas están para enseñar otras cosas, aunque el argumento de Trump las convierte en centros de entrenamiento.


El efecto de esto no sería tranquilizar a nadie sino, por el contrario, producir un estado de terror en el que la presencia de las armas en las clases sería un recordatorio constante de lo que podría pasar. El profesorado, por otro lado, quedaría dividido entre los que se arman y los que se niegan a ir armados, creando un conflicto en cadena con los padres, en el que unos serían partidarios de que sus hijos asistieran a un aula con un docente armados mientras que a otros les parecería una aberración. Los problemas se abrirían con un efecto dominó.
Trump insiste en el aspecto de la vigilancia a los "sicko" y del armamento para defenderse de ellos. Es su mentalidad bélica, del enfrentamiento. Su visión de sí mismo como "ganador" le hace ver el mundo como un campo de batalla con ganadores y perdedores. No está mal para alguien rodeado de guardaespaldas toda su vida.


La noticia de que el vigilante jurado de la escuela se retiró discretamente del escenario va más allá de la supervivencia personal. Se supone que era su trabajo y que estaba entrenado para ello. Pero ante una situación así hace falta algo más que entrenamiento. La decisión y valentía la tuvieron los profesores que cubrieron con sus cuerpos a los alumnos a los que se tiroteaba. Hoy son los héroes por anteponer a los alumnos a su propia vida frente al vigilante que será toda su vida recordado por no haber cumplido. Lo único interesante de este caso es lo que tiene de contra ejemplo. Es sencillo hablar de esto; es mucho más difícil cómo va a reaccionar cada uno.

President Trump on Thursday enthusiastically embraced a National Rifle Association position to arm highly trained teachers to fortify schools against mass shootings like the one last week. Mr. Trump, who said the armed teachers should receive extra pay as an incentive, promoted his idea as demands for stronger gun control intensified across the country.
“You give them a little bit of a bonus, so practically for free, you have now made the school into a hardened target,” Mr. Trump said. The president estimated that 10 percent to 40 percent of school employees would be qualified to handle a weapon — he offered no data for the claim — and said he would devote federal money to training them.
Mr. Trump has cycled through a number of proposals — including some gun limits deemed unacceptable by the N.R.A. — in the days since the rampage killed 14 students and three adults last week at Marjory Stoneman Douglas High School in Parkland, Fla. On Thursday, he returned to an idea championed by the gun rights group.
“I don’t want teachers to have guns, I want certain highly adept people, people that understand weaponry, guns — if they really have that aptitude,” Mr. Trump said during his second White House meeting in two days to discuss how to respond to the latest school shooting in the United States. He promoted the idea even as a sheriff’s deputy who had been the only armed guard at the high school resigned on Thursday after surveillance video showed that he never tried to enter the school to confront the shooter.
Tim Burton, a Coral Springs police officer assigned to a nearby elementary school who responded to the shooting, said in an interview on Wednesday that he had seen the deputy, Scot Peterson, in a school parking lot, “seeking cover behind a concrete column leading to a stairwell.”**


Las contradicciones se suceden ante una situación cuyas causas son evidentes: la lógica del mercado. No se trata solo de que en Estados Unidos la gente tenga armas. Se trata de que esa industria evoluciona —como la del automóvil, los electrodomésticos o cualquier otra— mediante las "mejoras" en el "rendimiento", con mayor eficacia. Esto en términos de armas —en coches será potencia, consumo, velocidad...— significa mayor potencia mortal, más disparos por minutos, ráfagas más precisas, etc. La lógica del producto lleva a armas nuevas que sustituyan a las viejas. Schumpeter tenía razón. Los arsenales que se encuentran son por la acumulación, por la renovación de las armas con otras nuevas más potentes. Compras un fusil automático más potente como se compra una televisión con más pulgadas o un teléfono con más funciones.
La percepción del problema —contra las armas, más armas— es típica de la industria. Al igual que muchos países venden a ambos bandos en una guerra, la industria del armamento sabe que se beneficiará de cada matanza, que siempre tiene las mismas consecuencias: un incremento inmediato en las ventas. El miedo y el temor a que se pudieran limitar las compras hacen que las tiendas de armas se llenen de clientes que acaban con las existencias de armas y municiones como cuando el anuncio de un huracán agota las existencias de agua y alimentos en los supermercados.


La mejor forma de hacerlo no es convertir a los profesores en vigilantes y llenar de armas las escuelas, sino, por el contrario, controlar más su venta, dejar de vender armas automática —que van más allá del derecho a defenderse— y sobre todo vaciar las mentes de las obsesiones por las armas.
The New York Times añade algo más:

“We have to let the bad guy know that they are hardened,” Mr. Trump said. His talk harked back to a formulation Mr. LaPierre popularized after 20 children and six adults were gunned down at a shooting at Sandy Hook Elementary School in Newtown, Conn., in 2012: “The only way to stop a bad guy with a gun is with a good guy with a gun.”**

Las fronteras de los Estados Unidos, por ejemplo, se han poblado de "buenos chicos con armas", los nuevos patriotas. Un "buen chico con un coche como arma" arremetió, como patriota, contra los que se manifestaban contra el racismo... y a Donald Trump le parecieron todos igual de buenos o igual de malos, es decir, iguales.
La idea de "good guy with a gun" es lo que desencadeno el fenómeno del "vigilantismo" de que dio cuenta con detalle el cine de los 70, que veía "chicos malos" por todas partes, especialmente si eran negros o latinos. Hoy los "chicos malos" por excelencia son árabes o rusos y lo siguen siendo los afroamericanos, que son disparados como sospechosos por llevar una capucha o cualquier cosa que un "chico bueno" considere como un identificador de la maldad.
La mentalidad política norteamericana siempre ha tendido a simplificar el mundo, interior y exterior, de forma maniquea. La consecuencia más evidente es que el mal etiquetado de los problemas impide resolverlos. Especialmente si los problemas dan lugar a pingües beneficios a una industria que ha pervertido al país con las armas y comprando a los políticos para que defiendan su causa como una "causa americana" de libertades.
Trump ha vuelto otra vez a la idea de que el respeto a los países se basa en la potencia de sus ejércitos, en su capacidad destructiva. El presupuesto militar se ha ampliado hasta límites no vistos, extendiendo la idea de que Estados Unidos será más "fuerte". Eso es el nivel macro; en el micro, muchas personas piensan de esa forma, que la escalada de las armas es razonable y que a mayor poder destructivo más respeto. Pero el respeto no tiene nada que ver con el temor.


La consecuencia de todo esto es que el mundo es hoy más peligroso que lo era antes de Trump, un mundo de constantes amenazas y bravuconerías, con el ejemplo de lo ocurrido en Hawái ante una falsa alarma de ataque. El cántaro va demasiado a la fuente. Lo mismo ocurre cuando no se le pone freno a una industria de las armas luchando para que sus peligrosos productos tengan salidas al mercado. La industria de las armas es la del miedo y la violencia, que es parte de la identidad de un país que ha comenzado a reaccionar ante el demonio que ha sido liberado. El historial de muertes en las escuelas es largo, pero en los años 60 se produce el primero con tres muertos. Anteriormente, en doscientos años, ha sido prácticamente enfrentamientos personales en las escuelas. En 1966 se produce la primera matanza con 17 personas muertas en Austin, Texas, y más de 32 heridos. Antes de que acabe el año habrá otra con 5 muertos. En 1999, otra con 15 muertos. 2012 tuvo otra con 7 y otra con 28 en la ciudad de Newton, Connecticut. La lista de incidentes armados con muertos y heridos es una interminable relación que marcan las escuelas norteamericanas.
Lo que es evidente cuando se ven las cifras que recogen estos incidentes desde mediados del siglo XVIII es el aumento de los muertos desde ese trágico 1966 con 17 muertos. Aumentan las muertes y los heridos son más numerosos porque ha aumentado la potencia de las armas, su eficacia y también que quedan en manos de adolescentes que las tienen a su alcance en las casas. El regalo del primer arma se convierte en muchos hogares norteamericanos en un rito de paso. Se enseña a disparar como antes se enseñaba a jugar al béisbol. Vemos constantemente imágenes de esto. El que caigan en manos de perturbados es solo cuestión estadística.


Convertir las escuelas en recintos armados es pervertir su función. No se trata de mayor protección, sino de que se conviertan en transmisoras de los valores de convivencia que eviten que salgan de sus aulas personas que desean verlas destruidas y dispongan además de los medios para hacerlo.

Los estudiantes norteamericanos han abierto un nuevo frente al decir ¡basta! a las armas cuyas víctimas son ellos. Veremos si son capaces de mantener la presión y, algo dudoso, si consiguen algunas respuestas eficaces que no sean echar la culpa al FBI. La limitación en la venta por la edad servirá de poco si son los hogares donde se almacenan las armas. La industria hará lo que ha hecho siempre: hablar de "libertad y valores" norteamericanos, decir que los que matan son las personas y seguir haciendo "donaciones" a las campañas de los políticos.
Los estudiantes que se han lanzado con fuerza a esta causa están llegando fuerte a la gente con discursos directos, razonados y emocionales. Son las víctimas directas y sus espacios los campos de batalla. No quieren escuchar discursos ni condolencias, dicen, sino que vana a actuar y esperan que lo hagan.  La respuesta ha sido atacarles en las rede sociales y decir de algunos que son actores pagados, de otros que son activistas que se desplazan a los lugares de las matanzas para infiltrarse entre la gente. Es la última ruindad de los partidarios del odio y de las armas. No tienen bastante y el acoso en las redes sociales a los estudiantes de la escuela de Parkland que lideran las "fake news" son la especialidad de algunos de ellos, del lado de la Asociación Nacional del Rifle que usa diferentes tipos de armas. Hasta Trump ha puesto un "me gusta"  en una de estas informaciones canallescas. De nuevo el gran divisor actúa. Con estas teorías conspiratorios, los partidarios insultan a los muertos, a sus familiares y a todos los que quieren que no se repita. Ellos mismos se retratan.
Pero ellos tienen determinación y el apoyo de mucha otra gente. Sabe que la solución no es un "buen chico con un arma" sino cambiar las mentalidades y la legislación, frenar las ambiciones irresponsables de una industria implacable, algo más difícil pero necesario. 
Los "buenos chicos" no llevan armas; crean las condiciones para que no sean necesarias. 



* "Las polémicas notas de Trump para su sesión con las víctimas y supervivientes de tiroteos masivos" El Mundo 22/02/2018 http://www.elmundo.es/internacional/2018/02/22/5a8ed306268e3ebc518b473a.html 
** "Trump Promotes Arming Teachers With Guns, but Rejects Active Shooter Drills" The New York Times 22/02/2018 https://www.nytimes.com/2018/02/22/us/politics/trump-guns-school-shootings.html



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