jueves, 8 de febrero de 2018

El equilibrio desequilibrado

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Recuerdo que nos explicaron por activa y por pasiva la llamada "Ley D'Hondt", que era la que se empleó desde las primeras elecciones. Nos hacían unos gráficos muy bonitos y en unas columnas nos mostraban cómo se iban adjudicando los escaños según los votos. Entendías el proceso mejor o peor cuyo beneficio, te decían era precisamente garantizar una mayor estabilidad del gobierno presentando unos partidos fuertes, unas mayorías que permitieran gobernar. La gente hasta el momento había pedido "democracia" a secas, tener su voto, que parece lo razonable. Pero luego nos explicaron que esto no era una igualdad  (una persona, un voto) sino que había toda una ingeniería que trataba de encontrar mayores equilibrios allí donde había desequilibrios. Nos dijeron que entre todos los sistemas que se aplicaban en el mundo, el de D'Hont era el menos malo y el más adecuado.
Quizá la gente no recuerde que a las primeras elecciones tras la muerte de Franco concurrieron unos 500 partidos políticos. En memoria quedó, por ejemplo, el llamado "Partido Proverista", que según con nos cuentan en la Wikipedia obtuvo los siguientes resultados: 1977 (4590 votos), 1979 (4939 votos), 1982 (168 votos), 1986 (756 votos) y 1989 (245 votos). No es mucho, desde luego en lo que era una extraña lista de partidos a cual más insólito. El proceso de fusiones y alianzas acabó dando un panorama más unitario pese a la diversidad. Tanto en la derecha como en la izquierda y el centro, los partidos trataban de compensar la tendencia a la desaparición de los minoritarios respecto a los mayoritarios por medio de fusiones. Todos los partidos existentes, con la excepción de Ciudadanos por reciente y algunos nacionalistas, son el resultado de la absorción de los partidos pequeños para evitar desaparecer. El hoy Partido Popular de hoy, por ejemplo, es el resultado de tres procesos de fusión  desde los 7 partidos iniciales que dieron forma a la "Alianza Popular". El PSOE absorbió a los socialistas alrededor y acabó dándole a Enrique Tierno la presidencia. Izquierda Unida también aglutinó partidos alrededor de un PCE en decadencia.


Hoy nos planteamos la insuficiencia de D'Hont cuando, como ha ocurrido en Estados Unidos con Trump (Clinton sacó casi tres millones de votos más), comprobamos que tener más votos no significa ganar una elecciones. Nos hemos pasado al corregir desequilibrios, según parece, y hemos creado un equilibrio desequilibrado. Lo ocurrido en Cataluña es lo más evidente. Los mecanismos de compensación pueden tener un efecto desestabilizador al "estabilizar" el poder de los que no tienen la mayoría social. Es un hecho demasiado evidente como para ignorarlo. Pero, como en todo sistema complejo —y el electoral lo es— nada resulta muy sencillo y cualquier retoque puede causar una alteración de más de lo que se quiere corregir.
En El País, Pablo Simón escribe el artículo titulado "D´Hondt ha muerto, larga vida a Sainte-Laguë" y nos explica estas peculiaridades (no más que en otros lugares) electorales españolas:

El sistema español se caracteriza por combinar tres sistemas en uno. Tenemos las provincias de menos de cinco diputados, en las cuales nuestro modelo opera con efectos muy mayoritarios y donde la “España vacía” vale un potosí. La mitad de esas circunscripciones están en las Castillas. Hay una España intermedia en las provincias entre los seis y los nueve escaños. Aunque ahí el sistema mejora su proporcionalidad, la fórmula d´Hondt se afana y sigue primando a los dos más votados. Y, finalmente, una España proporcional con más de diez diputados donde cada partido saca más o menos cada lo que le toca.
En paralelo, el sistema electoral fija un mínimo de dos escaños por provincia lo que distorsiona el valor del voto con relación a la población. De ahí aquello de que el lugar de nacimiento decida lo caro o barato que sale ganar un escaño. Y encima, por si fuera poco, el sistema también se acompaña de un sesgo conservador. La razón es que los partidos de derechas son más exitosos donde el sistema conspira con más malicia y por eso las mayorías absolutas del PP han sido históricamente más baratas en votos que las del PSOE.
Este sistema electoral tiende a penalizar a fuerzas pequeñas de voto disperso en favor de los dos principales partidos. Ciertamente, los nacionalistas sacan lo que les toca. Ahora bien, en España los partidos de ámbito estatal deben crecer por encima del 15% nacional o, cuando el sistema apriete al votante, el mal llamado “voto útil” tenderá a empujarlos hacia la irrelevancia. De ahí que sean los dos nuevos jugadores, Podemos y Ciudadanos, tan alejados en otras cuestiones, los que quieran cambiar las reglas.*


Con todos estos cálculos en mente, cada partido comprueba si le interesa promover reformas o si las actuales circunstancias les favorecen por la distribución de sus votantes sobre el mapa. No será un cálculo fácil muchas veces, pero el tiempo pasado (la evolución) y el estado actual (la investigación de los sondeos) permiten hacer cálculos más o menos precisos.
Podemos decir que, hasta el momento, hemos podido asumir las imperfecciones de D'Hondt pues nuestro país ha pasado por largos gobiernos del PSOE y otro menos largo del Partido Popular y el Centro. El sistema ha funcionado hasta que el nacionalismo ha dado un paso más allá del sistema pretendiendo aprovechar las imperfecciones para romper el juego.
Ha habido nacionalistas que se han dado cuenta (y lo han dicho), que no se dan las condiciones para plantear una secesión cuando se tiene dividida a la propia sociedad sin tener mayoría de respaldo. Todos sabemos lo bonito que resulta el ruido en las calles, las avenidas y fachadas sembradas de colores de las banderas. Pero eso no es la realidad; es el espectáculo.
La dura realidad es la pertinaz obcecación de los que se arriesgan a un conflicto social real en las calles si proclaman "repúblicas" grotescas o llevan a Cataluña y con ella a España al ridículo internacional con un payaso mediático como Carlos Puigdemont convertido en un Trump en el exilio, mientras la sociedad crece en su irritación.


Hasta el momento, la civilidad de muchos lo ha enfocado con humor, como esa grotesca Tabarnia, forma de contestar al secesionismo en sus mismos términos, un espejo cóncavo valleinclanesco de una realidad ya retorcida. Pero nadie puede garantizar que no empiecen a ocurrir extrañas situaciones. No se debe jugar con fuego.
Ahora, los que quieren crecer y se ven perjudicado por la ley D'Hondt piden cambios. No sé si el arreglo de lo que ocurre se resuelve con una solución técnico-electoral. Puede que se corrijan las cifras en el parlamento para acercarse más a la realidad que ahora, pero la raíz del problema es más profunda y se necesita inteligencia y constancia para invertir una situación como la actual. También grandeza de miras, pues lo que está beneficiando a unos en el gobierno de la nación está favoreciendo a otros en los gobiernos autonómicos y es ahí donde está el problema.
Pese a lo que ocurre cada día, esto está sirviendo para comprender la importancia de las instituciones y su solidez en una España que apenas es consciente de sus avances importantes en convivencia y libertades. Trasladen lo que está ocurriendo a muchos otros países democráticos o no y valoraremos nuestro cambio social. Pero no abusemos porque el cántaro ya no está en garantía.


* "D´Hondt ha muerto, larga vida a Sainte-Laguë" El País 7/02/2018 https://elpais.com/elpais/2018/02/07/opinion/1518021659_807668.html




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