Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
futura presidencia norteamericana será una continuación de lo ocurrido en las
primarias republicanas y la posterior campaña. No parece que se vaya a cerrar
el modelo instaurado por Trump de la provocación y la reacción. La diplomacia o
la mesura son estrategias que buscan el apaciguamiento, la relajación de la
tensión, mientras que Donald Trump necesita de un clima diferente: el de la
crispación. Y se consigue con la provocación constante que hace levantar las
voces. Esta reacción refuerza su unión con los que le siguen.
La
desesperación expresada desde los medios por su incapacidad de entender el
sentido de la constitución norteamericana en cada uno de sus puntos continúa.
Donald Trump ha manifestado en repetidas ocasiones (y le funciona) comentarios e
ideas que han hecho llevarse las manos a la cabeza, esbozar sonrisas, etc. a
los juristas o a las personas medianamente formadas. Pero Trump no se dirige a
ellas ni emplea su lógica. La posición que busca es otra.
El
editorial de The New York Times, titulado Mr. Trump, Meet the Constitution" parte de ese principio de la ignorancia:
When Donald Trump, hand on the Bible on Jan.
20, swears to preserve, protect and defend the Constitution of the United
States, we the people will have good reason to doubt he knows what he’s talking
about. Consider what he tweeted out on Tuesday:
“Nobody should be allowed to burn the American
flag - if they do, there must be consequences - perhaps loss of citizenship or
year in jail!”*
No seré yo quien niegue que Donald Trump sea un ignorante,
pero creo que ya hay casos suficientes como para ver cuál es su estrategia o el
patrón que se revela en sus actuaciones. Sabiendo que tiene a la mayoría de los
medios en su contra, su pretensión es poner en contra de ellos a los
ciudadanos. El tuit anterior es un ejemplo de ello.
El diario hace una exposición razonada de cómo "quemar
una bandera" está amparado por la primera enmienda. Señala el editorialista "Here’s where we
explain what shouldn’t need explaining. Flag-burning is constitutionally
protected speech." Pero no es eso lo que le importa a Trump, sino obligar
a que sus oponente se encuentren defendiendo "causas impopulares".
Defender a los que queman las banderas de su propio país es un ejercicio mental
que lleva a considerar lo racional por encima de lo emocional, como lo es
oponerse la pena de muerte para un asesino en serie o un terrorista. Es un
ejercicio intelectual que es lo opuesto a lo que Trump busca proponer.
Con casos como este o como la expulsión de personas por su
religión, Donald Trump se ha limitado a dar voz a lo que muchas personas, que
no hacen esa abstracción necesaria, desean. La aparición de Trump ha puesto de
manifiesto que la constitución americana, por ejemplo, con sus valores y
equilibrios, con sus principios jurídicos, etc. está por debajo de las formas
intuitivas con las que mucha gente encuadra a su propio país.
La América de la Constitución representa una forma de
pensamiento y de identificación diferente a la que Trump encarna y a la que
apela. La bandera representa a los Estados Unidos, la Constitución, en cambio,
le da sentido. La bandera es emocional; la constitución es racional. Estamos
asistiendo al ascenso de los valores emocionales frente a los racionales. Lo
inteligente es evitar la disolución del vínculo, es decir, que lo emocional
surja precisamente al lado de lo racional. Es la diferencia entre el amor a la
patria (emocional) y el estar orgulloso (racionalmente) de tu país por lo que hace (que implica por dejar de estarlo). El primero se
basa en lo puramente emocional, acrítico, mientras que el segundo centra el
orgullo en los valores que el país representa a través, entre otras cosas, de
su constitución, que es contrato de convivencia. La ceguera emocional
nacionalista disculpa los excesos, justifica todo en ese "amor"
patriotero. La idea de "hacer a América grande nuevo" no explica
demasiado; apela a un sentimiento y después señala con el dedo a los enemigos: los
inmigrantes, la globalización, los tratados, etc. Y eso es lo único que
necesita porque no tiene que explicar, solo señalar. Eso es lo que ha hecho Trump
con su tuit, señalar. Ha encontrado
en su caza un nuevo objetivo: los quemadores de banderas. Se suman a los
inmigrantes, a los de otras religiones, etc., igualmente señalados.
Con estas acciones, Donald Trump no pretende tener la razón,
sino tener a más personas a su lado manteniendo el vínculo que les identifica
como "neoamericanos", como americanos emocionales surgidos del
populismo nacionalista que Trump ha unificado. Necesita mantener abiertos los
canales y hacer circular por ellos este tipo de mensajes con la doble función
de alimentar a sus seguidores y de mantener la brecha con los medios que le
atacan, verdadera fuerza de Trump. De esta forma redirige las iras hacia los
medios que le critican. Sus seguidores se mantienen activos en la idea de que
su ira es necesaria contra los "falsos americanos", es decir, los que
sostienen posturas contrarias a ellos y defienden a inmigrantes, musulmanes (de
cualquier religión no "cristiana"), minorías étnicas, delincuentes,
etc.
El editorial se cierra con una serie de observaciones sobre
su propia actitud ante el futuro presidente, pero también señalando el papel que
este está jugando:
But we don’t have the luxury of merely mocking someone
who is now as powerful as Mr. Trump. Before you tune him out, remember what the
right-wing propaganda site Breitbart
was celebrating on Tuesday — that Mr. Trump’s social-media presence allows him
to get his message to millions, bypassing “corporate media.” He has more than
16 million Twitter followers. With Twitter, Facebook and Instagram, he can feed
lies and ignorance directly to 36 million people.
He tweets, he posts, he incites. He trolls. He
commands a global platform and will soon be America’s commander in chief. But
it has to be said, and said again: This is not normal. It demeans the presidency.*
Combatir
a Trump requiere de nuevas estrategias que anulen los elementos emocionales. No
será fácil. Tiene razón el diario en la cuestión final, la degradación de la
presidencia. La presidencia es un elemento más de la racionalidad que Trump
necesita convertir en emocional. Eso es lo que The New York Times ha percibido.
Pero si la estrategia sigue en la misma dirección, Trump —del que siempre se
esperaba tras cada victoria se racionalizara y equilibrara— no hará tal cosa
nunca. Y eso es lo que muestran sus conductas tras la elección.
" But
it has to be said, and said again: This is not normal", señala el
editorialista. Es un buen comienzo para empezar a contrarrestar los
esfuerzos de Trump por llevar al país hacia un hundimiento de los que han sido
sus valores constitucionales en nombre del país. Uno puede envolverse en la
bandera, pero no en la Constitución; la bandera sale en las fotos, la Constitución
hay leerla y razonar desde ella.
Probablemente pueda hacerlo, pero no le interesa. Le
favorece actuar de trol en la transformación de un "país" en una "red
social". Es su terreno.
* "Mr.
Trump, Meet the Constitution" The New York Times 29/11/2016
http://www.nytimes.com/2016/11/29/opinion/mr-trump-meet-the-constitution.html
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