Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Un titular
de The Washington Post señala una gran verdad: "All terrorism attacks are
not connected. But terrorists want you to think that they are"*. El
artículo lo firma Natasha Ezrow y el diario lo reproduce de The Conversation.
Acostumbramos a establecer vínculos y secuencias con unos
efectos desastrosos. Las informaciones que estos días han estado dando algunos
medios españoles (no solo ellos) han sido realmente como para que el Estado
Islámico iniciara recortes en sus medios ya que se les hace el trabajo mucho
más fácil cuando no inexistente. La tendencia mediática a rellenar espacio con
cada acontecimientos y establecer conexiones lleva a ofrecer series que reviven
los acontecimientos hacia el pasado estableciendo una suerte de vínculo
histórico y conectan en paralelo los que se producen en el momento, lo esté o
no lo estén.
Es muy claro que el atentado de Berlín no tiene nada que ver
con el asesinato del embajador ruso en Ankara, pero el hecho de que se piense
que sí por lo que llamaríamos la ley de contigüidad tiene un efecto negativo
sobre la percepción que solo favorece al terrorismo al concederle una capacidad
operativa y organizativa que no tiene.
Parece que todavía no se ha entendido por los medios qué es
el Estado Islámico y qué significa actuar en su nombre. Muchos piensan que es
como una especie de organización, con carnet de socio, a la que la gente se
afilia, se entrena en Siria, vuelve y atenta. Sin embargo nada más alejado de
la realidad. No es siquiera Al-Qaeda, que ya era diferente a los grupos
anteriores.
Nos distorsiona la percepción nuestro sentido de la
"corrección" y el interés de los "islamistas políticos" en
que no se les considere como "religiosos" para no estropearles la
presencia pacifista allí donde les valga o se les acepte como interlocutores. Eso
que llamamos "radicalización", que vale lo mismo cualquier
organización terrorista mundial sea cual sea su tendencia, en el caso que vemos
es una "radicalización religiosa que conlleva una interpretación literal, si se prefiere, literalizada del Corán a manos de grupos
que defienden la pureza de su
interpretación. Por lo tanto, el grito final de "¡Dios es grande!"
implica convertirse en mano de Dios en el mundo. No tiene que haber una
organización detrás de nada, sino solo el deseo de seguir una interpretación
que valore suficientemente la muerte del obstáculo para que tome forma el reino
de Dios en la tierra al seguir los hombres sus leyes, dadas muy claritas, pero
que todos incumplen.
La "radicalización" no se da por entrar en una "organización",
sino que se va a ella cuando se ha
llegado a la radicalización. No hay necesidad de que exista un vínculo entre un
imam radical y una organización radical. Ya se encargará el discípulo
radicalizado de encontrar la que más le apetezca para dar salida a su "dos
más dos": si el mundo está mal, vamos a arreglarlo. Una vez que se ha
aceptado que hay un plan de Dios y que hay obstáculos mundanos para el
cumplimiento del plan la respuesta lógica es quitarlos. Las semillas se sembraron en los ochenta y llevamos años recogiendo el resultado.
Adscribirse al Estado Islámico o poner un mensaje en las
redes sociales, etc. no es más que una estrategia que es la que muchos medios
occidentales, educados en la causalidad, en diacronías y sincronías, no acaban
de entender en ocasiones. Como cualquier grupo enfrascado en un conflicto,
siempre se trata de dar una impresión de un tamaño, organización y poderío
mayor del que se tiene.
Muchos de los casos de terrorismo que se dan son
manifestaciones finales de esa radicalización que se ha ido dando en el tiempo
en procesos muy diferentes. Se habla de las cárceles, pero hay muchos otros
lugares porque se trata simplemente de lo señalábamos antes, convencer del
incumplimiento y obstaculización de los planes divinos para que se ponga en
marcha el proceso.
Ha habido momentos en los que aparecían jóvenes con una vida
disipada, occidentalizada, metidos en todo de líos, A estos bastaba con
hacerles sentir culpables, convencerles del daño que hacían a sus familias y de
la necesidad de dar sentido a sus vidas saltando por los aires junto con unas
decenas de personas. Niñas y niños, personas con baja autoestima, personas en fases
críticas en la vida... y también fanáticos, que los hay. No se debe pensar
siempre que los enemigos son todos seres débiles. Hay personas que no coinciden
con nuestros patrones de "normalidad", pero encajan en aquellos en
los que han sido formados. Erdogan ya ha etiquetado al policía que ha asesinado
a embajador ruso como "gulenista" y desde el Kremlin ya le han dicho
que no corra tanto. Pero a Erdogan le
interesa que sea un "gulenista" —independientemente que lo sea o no—
para seguir descargando sus iras contra su antiguo amigo y hoy fijación
obsesiva.
La forma de agrupar, presentar, serializar, etc. los actos
terroristas crean una determinada imagen del terrorismo en sí y de los grupos. Muchas
veces te sorprendes por el poco sentido común que se demuestra y, pese a los
años, las deficiencias en tratar los fenómenos terroristas. Se siguen
produciendo las asimetrías y los olvidos, los excesos morbosos, etc.
El artículo de Natasha Ezrow señala precisamente que uno de
los factores importantes es precisamente el atribuir una conexión a lo
disperso, atentados que no tienen vínculo pero que son asociados.
Whenever terrorist attacks have taken place,
it’s tempting to jump to the conclusion that there is a pattern or connection.
There may be an overwhelming feeling that terrorist attacks are taking place
everywhere, and that a terrorism epidemic is turning into a pandemic. But
although the number of attacks is high, the global death toll tells a different
story.*
No es lo mismo un imitador que una organización. Puede que
no haya vínculo real entre Niza y Berlín, aunque sí una advertencia para las
autoridades respecto a las medidas que se pueden tomar. Muchas veces, las
medidas se toman de forma espectacular porque interesa que la gente vea
militares por las calles, como ocurrió en Francia y otros países como signo que
los políticos ofrecen de estar haciendo algo. Sin embargo, eso suele ser más
psicológico que eficaz. Las medidas de seguridad, como han señalado en Ankara o
como denunciaron los coptos en su atentado reciente en la catedral o el
atentado contra el avión ruso también en Egipto muestran gigantescos agujeros
de seguridad. Nada hay más fácil que sacar soldados. Pero esto no funciona así.
También esto les sirve a los terroristas para sus objetivos
ya que se muestran ante el mundo como más temibles. La imagen más poderosa
contra el terrorismo es la de su debilidad: mostrarlo en su fallos, exhibir sus
carencias y debilidades, sus traiciones y delaciones, etc. Es lo que debilita
la fe de sus seguidores. Pero eso no siempre es fácil hacerlo. Ellos lo hacen
con la propaganda de sus ejecuciones públicas, humillaciones, etc. Por eso
matan y destruyen y después lo muestran al mundo. Y nosotros lo repetimos por hacerles un favor.
Esto crea una imagen distorsionada del fenómeno terrorista
y de su alcance desde el punto de vista
de los receptores de la información.
It’s true that the number of deaths
attributable to terrorism spiked dramatically in 2014 (particularly in
Organization for Economic Cooperation and Development countries), but it
declined in 2015 and 2016. At the time of this writing, 15,320 people are known
to have been killed in terrorist attacks since the start of 2016 — sharply down
from 28,328 deaths in 2015 and 32,763 in 2014. Most of these people were killed
in countries that are unstable and troubled by war or insurgency — Iraq,
Afghanistan, Nigeria, Pakistan, Syria. These five countries constitute 72
percent of all deaths from terrorism. But these numbers are decreasing, with
Nigeria and Iraq having 5,556 fewer deaths, and Pakistan also seeing a decline
in its overall death toll.
Many in the West cite terrorism as a top
domestic worry, but that’s perhaps because they underestimate just how deadly
other forms of violence are. From 2001 to 2013, 406,496 people on American soil
were killed by firearms, while during the same period 3,030 died because of a
terrorist attack — the bulk of them thanks to the events of 9/11. In 2011, when
12,533 people around the world died because of terrorist attacks, Mexico saw
more than 27,000 people die because of gun violence alone. In the United
States, about 13,000 people in 2015 were lost to gun violence, or about 2,000
fewer than the global terrorism death toll.*
La observación de Natasha Ezrow es cierta, pero difícil de
llevar a la práctica. No somos seres más que relativamente racionales. El miedo amplifica unas cosas y disminuye
otras. La comparación con el número de muertes en Estados Unidos por armas
puede ser espectacular pero no está categorizada
de la misma manera en la mente. No vamos a relativizar el
"terrorismo" por las muertes por armas de fuego en USA o los
accidentes de tráfico. Lo mismo podría decirse de cualquier otro caso de
violencia en nuestras sociedades. En cualquier caso sí sería bueno ser conscientes
de que el número de atentados disminuye gracias a los avances en información e
infiltración, sobre todo, que es lo que más eficacia demuestra. Allí donde realmente se ha tomado
en serio en el sentido de disponer de fondos especial, formar personas especializadas,
aumentar las dotaciones, etc. las mejoras se deben notar. Lo malo es donde todo
esto no se hace y se trata de aparentar eficacia más que tenerla.
Los medios, se ha dicho siempre, pero se ignora cada vez
más, son esenciales. Tiene razón Ezrow cuando señala que los efectos
psicológicos son más buscados que los físicos, aunque esto tiene matices
importantes en la selección de la víctimas, como ha ocurrido con los coptos,
los mercadillos navideños o la discoteca homosexual de Orlando:
Terrorism’s preeminent effects are
psychological rather than physical; it has a way of skewing our perceptions,
meaning that we perceive a bigger menace than actually exists. To fight it, we
need to fight back against these psychological tricks. So long as we go on
assuming that terrorist attacks are connected and trying to link them to a
global extremist threat looming on our doorstep, we misunderstand the unique
problems facing each country — and what’s needed to defang them.*
Pero de lo que no hay duda es que hay que evitar convertir
el terrorismo en lo que no es en ningún sentido del término. Hay que definirlo
correctamente si se quiere actuar con eficacia. Debería haber más encuentros
entre expertos de diversos campos relacionados e informadores para saber los
efectos que tiene la comunicación en los dos sentidos: tanto sobre la población
atacada como en la formación del proselitismo. Es difícil controlar la
información en un mundo de redes, pero los medios tradicionales siguen siendo
una referencia importante y deben mostrar su profesionalismo en este tipo de
acciones, no tratar de hacer populismo informativo o sensacionalismo para
tratar de parecerse a las redes que les hacen la competencia, contra las que
perderán sus propios lectores cuando no haya diferencias.
No se trata de reducir el tamaño del Estado Islámico, sino de comprender las diferencias
existentes para evitar avaluar conjuntamente lo que sigue procesos distintos. De no ser así, contantenmente se tomarán decisiones equivocadas y no se resolverá nada.
El Estado Islámico tiene facetas diferentes y un buen manejo
de la información. Sabe que la propaganda es un arma importante y ofrece la
ocasión de actuar en su nombre mientras ese nombre les reporte una ampliación
de su imagen. Nuestra obsesión con las reivindicaciones hacen que nos den lo
que queremos escuchar. Nuestros medios rápidamente analizaban si habían ido a
Siria o no hasta que van entendiendo que eso que llaman la radicalización (que tenga un nombre no significa que se entienda el
proceso) se puede producir solo en casa, o que no solo había que temer a los
que regresaban entrenados del combate, sino que basta con saber conducir un
camión.
El fenómeno tiene dimensiones muy distintas, de lo militar a
lo policial, de lo educativo a lo económico, de los mediático a lo cultural. Los
primeros parecen muy evidentes, pero los otros son aspectos a medio y largo
plazo. A lo mejor hay que revisar también la lista de amigos y exigir que actúen
de forma diferente.
Un vídeo de la CNN titulado "ISIS Fast Facts"** nos resume en 2016 algunos datos interesantes, que no siempre atendemos, que la mayor parte de las víctimas del Estado Islámico son otros musulmanes. Es 2,6% de las víctimas son occidentales. Estamos mucho mejor protegidos que aquellos que cada día vagan por escenarios inciertos en los que la muerte transita con demasiada frecuencia. Que sus objetivos —nos dice la CNN— son otros grupos musulmanes, mujeres, grupos LGTB, etc. que pagan su visión del paraíso en la tierra. Lo que se ayude allí, en vez de estigmatizar —el verdadero causante del antioccidentalismo es la islamofobia, que los terroristas aprovechan y agradecen también— deberíamos tratar de comprender y estrechar otro tipo de conexiones favorables a los derechos humanos, la cultura y la convivencia. Aunque en ocasiones haya que acercarse a la sociedad civil por lo poco dispuestos que están algunos de nuestros aliados a aceptar la mejora de sus pueblos.
* Natasha
Ezrow "All terrorism attacks are not connected. But terrorists want you to
think that they are" The Washington Post 21/12/2016
https://www.washingtonpost.com/posteverything/wp/2016/12/21/all-terror-attacks-are-not-connected-but-terrorists-want-you-to-think-that-they-are/?hpid=hp_hp-cards_hp-card-posteverything%3Ahomepage%2Fcard&utm_term=.840f8dd780f4
** Vídeo "ISIS Fast Facts" CNN Updated 1/12/2016 http://edition.cnn.com/2014/08/08/world/isis-fast-facts/
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